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Relato parto en casa. Nacimiento de Río

Hoy hace tres semanas que nació nuestra pequeña Río.

El día que supimos que una vida se estaba gestando en mi vientre fue uno de los más felices de nuestra existencia. Nuestra hija nos había elegido para que fuésemos sus padres. Río iba a venir a este mundo a través de mí.

Desde el primer momento tuve muy claro que no me quería “perder” mi parto, que quería vivir toda la intensidad de la experiencia y que podía hacerlo, como todas las mujeres que lo habían hecho antes que yo. Empecé a leer libros y más libros y pronto llegamos a la decisión absoluta de que nuestra hija nacería en nuestro hogar, de una forma respetuosa, con calma, con amor, con salud, con consciencia, donde los tres fuésemos los protagonistas y los creadores de ese momento único en nuestras vidas. Ambos sabíamos que así tenía que ser, que éramos capaces y que sería maravilloso.

Y no nos equivocamos, el 30 de diciembre de 2018, a las 8:00, Río nacía en el salón de nuestro hogar, envolviendo con su olor y su llanto el momento más especial y único que jamás habíamos experimentado.

Unas diez horas antes de ese momento, nos encontrábamos cenando en un restaurante mexicano, ya que estábamos en la semana 41 de gestación y habíamos oído que la comida picante anima a los bebés a nacer. Y tanto que se animó Río. A las tres de la madrugada me despertó la primera contracción, esa que llevaba tanto tiempo esperando y que tantas ganas tenía de experimentar. Dolió mucho, pero me dibujó una sonrisa en la cara, el parto había comenzado, nuestra hija iba a nacer. Tras esa primera contracción vino otra muy rápida y más intensa y supe que el parto estaba en marcha. Félix empezó a cronometrar, las contracciones se sucedían cada minuto. Llamamos a nuestra matrona, Sonia, y nos dijo que en dos horas la volviésemos a llamar, pero yo sentía que todo iba muy rápido, que la intensidad era muy grande y que Río nacería muy pronto, así que le pedimos que viniese ya. Sabiendo que Sonia y Ana estaban de camino, me entregué al vaivén de aquellas oleadas, de aquella tormenta marina. El dolor era muy intenso y casi no tenía tiempo para descansar, pero me sentía fuerte, poderosa y conectada con nuestra bebé. Me movía libremente por el salón, desnuda, sudando, abriendo la boca y aullando la letra A en cada contracción, agarrada a los brazos de Félix, tirando de él, pidiéndole que no me dejase sola, respirando en los descansos, entregada a mi instinto, dejando hacer a mi cuerpo, en un estado alterado de consciencia, sintiendo como me iba abriendo. Habían pasado dos horas desde la primera contracción, lo que para mí habían sido minutos, y mi cuerpo comenzó a pedirme empujar, no me lo podía creer, no sabía si podía hacerlo ya. Justo entonces llegaron Sonia y Ana, me reconocieron y me dijeron que Río tenía espacio de sobra para nacer, que hiciese lo que me pedía mi cuerpo y empujase. Y eso hice, me dejé guiar por mi cuerpo, me olvidé de mi mente y mi parte salvaje hizo su parte. Con cada contracción empujaba y Río estaba cada vez más cerca. La notaba bajar, la notaba empujar con sus pies en mi tripa, la notaba moverse. Dolía mucho, me quedaba sin fuerzas, gritaba que no podía hacerlo, me agotaba. Luego me sentía invencible y llena de una fuerza superior y empujaba con todo mi ser, le decía a Río que la quería mucho y que faltaba muy poco para estar juntas, piel con piel. Me levantaba, caminaba, me ponía de rodillas, me sentaba en el banquito de parto, me colgaba de Félix, tiraba de sus brazos, notaba como Río bajaba y subía. Entonces, bajé mi mano y toqué su cabecita, estaba ahí, faltaba muy poco. Aquello me dio la fuerza que necesitaba y en un par de contracciones más Río estaba en mis brazos. Nació haciendo honor a su nombre, como dijo Sonia, rodeada por las aguas que la habían acunado durante nueve dulces meses. Comenzó a llorar nada más asomar su cabeza, anunciando al mundo su llegada. La tomé en mis brazos y sentí que había hecho los más grande, que había sido capaz y que amaba a Río con todo mi ser. Félix nos abrazó y besó a las dos, nunca habíamos sido tan felices. Jamás olvidaré aquel olor, la sensación de tenerla sobre mí por primera vez. Me recosté con ella en el sofá, piel con piel, para permanecer así todo el día. Río comenzó a mamar y al poco tiempo alumbré nuestra placenta. Era pequeña y preciosa, con un cordón muy largo. La estampamos en un papel acuarela, tomé un poco en un zumo y la congelamos para abonar con ella el limonero de Río.

Fueron solo cinco horas de parto, aunque a mí me pareció mucho menos tiempo. Cinco horas que recuerdo borrosas, hermosas, salvajes, maravillosas, animales. La experiencia más intensa de mi vida.

Gracias Sonia, Ana y Rafa de Nacimiento Consciente, por vuestro acompañamiento en el embarazo, parto y postparto. Por ayudarnos a cumplir nuestro sueño y orientarnos para transitarlo de la mejor forma posible. Por estar ahí en todo momento y aportar calma, seguridad y amor a todo el proceso.

Gracias Félix, por tu apoyo, por tus palabras de aliento, por tus brazos firmes durante todo el parto, por no separarte de mí, por tu fuerza, por tu amor. Sin ti no lo habría logrado.

Gracias Río, por elegirme, por permitirme ayudarte a nacer, por darme la oportunidad de descubrir lo fuerte que soy, de lo que soy capaz, por lo que nos enseñas cada día, por hacernos mejores, por colmarnos de amor.