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Relato del parto de Alba, en casa

Sábado 21 de octubre. 40+5. Los mensajes iban aumentando con el paso de los días, y con ellos mi impaciencia ¿Y si al final y después de todo nos plantábamos en la semana 42? No, aún hay tiempo, tranquila Piedad, tranquila.

Llamo a Torrejón, tengo que coger cita para monitores esta semana. No atienden los sábados, y eso que en el papel pone que tengo que llamar hoy. Bueno, llamaré el lunes por la mañana. Tu papá me dice “eso es que no vas a necesitar ir”. Tu papá que había apostado a que nacerías el día 10, ha perdido toda credibilidad en sus predicciones.

Queremos salir a aprovechar que el verano se está alargando este año y hace un tiempo estupendo. Nos quedan unas cosillas por ultimar en casa, de los cambios que hemos previsto para acogerte. Al final se nos pasa el día bricoleando. Así que los planes de salida los dejamos para el día siguiente, como tantas veces nos pasa.

Pero tú ya lo sabes, ya sabes que todo está listo, que mamá se empieza a impacientar, que el camión que vas a regalarle a tu hermano ha llegado por fin hoy, después de semanas con incidentes en el pedido por internet. Tú tienes planes para nuestro domingo en familia, los mejores planes.

Domingo 22 de octubre. 40+6. El dolor ha hecho que me despierte algunas veces, ¿estará empezando? Otra vez viene, ya no me puedo dormir. Voy al salón a por el móvil, me descargo una aplicación para anotar las contracciones, y me siento en la pelota de pilates. De nuevo, como en el parto de tu hermana, noto que me alivia mucho. Tu papá y tus hermanos duermen. Decido esperar a ver cómo avanza la cosa. No recordaba cómo dolía. Apenas son las 6 de la mañana, tengo contracciones cada 8 minutos más o menos. Las llevo bien, pero sé que la fiesta ha comenzado. Nuestra fiesta. Estoy feliz, estoy deseando compartirlo, pero quiero ser prudente. Se lo digo a tu papá “cariño, llevo una hora con contracciones, ya viene Alba”. Y escribo en el grupo a las matronas y a Elena “Buenos días, ¿qué tal tenéis la mañana? Empieza la fiesta...” llama Amanda, a ver cómo estoy, le digo que lo llevo bien, esperamos a que pase una contracción. Se ponen en marcha.

Decido instalar mi base en la habitación, esto es, llevarme allí la pelota de pilates, jeje. Ponemos luces tenues, Mathieu prepara la cámara y me empieza a grabar. Yo voy y vengo con las contracciones. Cuando viene una contracción me concentro, recuerdo el parto de Emma. Me abro. Relajo la boca esperando que el reflejo ayude abajo. En cada contracción noto como el cuello del útero se va abriendo. Imagino un jersey de cuello alto, imagino cómo se va estirando. Te acaricio, te hablo. Sé que vienes. Estoy feliz, estoy ilusionada, y me duele tanto. Pero pasa, y vuelvo al salón, al olor al café que está preparando papá. A bromear y reir con él. Ya no hago caso a la aplicación del móvil, en la última contracción me decía que fuera urgentemente a la maternidad, tu padre y yo nos reímos. No, esta vez no tenemos que ir al hospital, esta vez nos quedamos en casa. Llega Elena, está nerviosa, está ilusionada, se une a nuestra fiesta. Yo me voy otra vez, a la habitación, a refugiarme en mí misma, a llevar el dolor, siempre nuevo, siempre pasajero. Respira Piedad, ya va a pasar, ya va a pasar. Ya estás un poco más cerca, un poco más lejos.

Así pasa un rato, no sé cuánto, yo me voy y vuelvo, voy y vuelvo. Papá y Elena me acompañan, en la charla y risa, en el dolor y el silencio.

Y se despiertan tus hermanos. Les oigo, les quiero. “Ya viene Alba”. Noé está contento, Emma no termina de entender. Es tan pequeña aún. Se me acercan, me acarician, me dan besos. Les quiero.

Elena juega con ellos, qué bien que esté aquí con nosotros, cuánto se lo agradezco. Pasa otro rato, no sé cuánto. Yo ya me nublo cuando estoy dentro. Noto que han llegado Marta y Amanda, noto revuelo como cuando la brisa mueve las hojas, pero es silencio. Es sigilo y respeto. Todo va bien, vigilan, te oyen, estás perfecta ahí adentro.

Me pregunta Amanda por la piscina, cómo lo veo, yo digo que la pongan, por si acaso. Y viene otra contracción y abrazada a tu padre le digo al oído lo que todos sabemos, que a la piscina no llego. Nos reímos. Y mientras Marta está con ello.

Ya hace mucho que no me muevo, en mi base, mi pelota, aquí es más llevadero. Papá está delante, sentado en la cama, me ayuda abrazarle cada vez que llega esta fuerza, este dolor tan intenso. Las bragas me aprietan, me las quiero quitar, pero no puedo, pido que me las corten y así me quedo. En la siguiente contracción ya no me siento, estoy sobre la pelota pero no me apoyo, estás tan cerca, mis piernas sujetan mi peso, así que me pongo de pie, papá conmigo. El dolor es tan intenso. Abrazados te esperamos, te queremos. Papá nos acuna, nos sujeta, soporta todo nuestro peso. La fuerza de mi cuerpo me tiene sometida, no me opongo, grito, empujo sin quererlo. La bolsa se rompe. Yo siento tu cabeza, me abres, estás saliendo, y creo que ya no puedo. Me tiemblan las piernas y el cuerpo. No puedo, no puedo. Lo digo como lo siento, gimo, casi lloro, y es que no puedo, no puedo, pero me dicen que como sé, tu cabeza ya está saliendo. Te toco, quiero saber cuánto está fuera y cuánto dentro. Qué blandita, ya estás aquí, mi niña. Otro empujón y ya tienes la cabecita fuera, el cuerpo me da un respiro, gimo, y tú esperas, medio fuera, medio dentro. Tu hermano se acerca, se asoma, le intriga que estés saliendo. Otra contracción y Amanda te coge al vuelo, te quita la vuelta de cordón y te pone entre mis brazos. Lloras un poquito. Te quiero mi niña, te quiero.

Y así juntas nos sentamos, tú pegada a mi pecho, te admiro ¡cómo respiras! y estás tan tranquila, tan en paz, tan lejos del sufrimiento. Y abres la boca buscando, y yo te saco mi pecho, y te enganchas tan perfectamente, que yo lo siento como un beso eterno. Cómo mama, me sorprendo, qué lista es mi niña, todo lo hace perfecto.

¡Qué fuerte es todo esto! Estoy en una nube, lo he vivido y no me lo creo.

Tus hermanos están tan contentos, te miran, te admiran.

Me tumbo en la cama, falta alumbrar la placenta, pero yo estoy en un sueño, contigo abrazada. Las matronas vigilan y controlan, yo me pregunto si no tarda mucho, pero todo va bien, el útero responde bien, se va contrayendo. A los 70 minutos sale, perfecta como tú, todo ha sido perfecto. Un milagro perfecto.

Y para que este milagro fuera posible:

Gracias a Noé, que tuvo que sufrir para que yo me diera cuenta de cómo no tenía que ser un nacimiento.

Gracias a Emma, que me enseñó cómo tenía que ser un nacimiento, que me enseñó que era posible parir y nacer sin sufrimiento.

Gracias a Alba, por elegir el mejor momento, por tenerme en una nube de amor estos nueve días que han pasado desde nuestro feliz encuentro.

Gracias a Mathieu, por creer en mí más que yo misma, por entenderme y apoyarme y compartir mis ilusiones y despejar mis miedos.

Gracias a mi amiga Elena, por estar, por compartir nuestra ilusión y regalarnos su tiempo, por cuidar de mí y de mi familia en ese momento.

Gracias a Amanda, Naza, Marta y Laura, por vuestra vocación, por trabajar desde el respeto, por estar actualizadas y ofrecer lo mejor para que nuestra experiencia fuera maravillosa. Y también por hacer de este milagro algo vuestro. Me consta de la alegría y la emoción que invadió el salón de mi casa en ese momento.

Gracias a todas las mujeres de los grupos de EPEN Centro y EPEN Carabanchel, por todo el camino recorrido en estos años, porque con ellas he aprendido tanto y han llorado conmigo en lo malo y en lo bueno.

Gracias a Ana y Xavi de Ecomunidad Parto en Casa, porque este sueño fue suyo antes que nuestro. Porque gracias a su trabajo y esfuerzo para organizar aquel sorteo, Alba ha nacido en casa y ahora que lo hemos vivido valoramos mucho más este premio.