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Relato de parto Hospital Fatima de Sevilla

Cuando mi primera hija, Manuela, estaba a punto de cumplir 3 años nos enteramos que otra personita venía en camino. Era la mañana del 31 de Diciembre y no tuvimos mejor forma de cerrar el 2018 que sabiendo que volveríamos a ser padres y que Manuela tendría un hermanito, compañero de aventuras.

Desde que Manuela nació mi vida cambió completamente y tuve la suerte de tener una tribu virtual de apoyo, por la que conocí la crianza respetuosa y todo lo que con ella conlleva: lactancia materna, BLW, porteo ergonómico, ACM, sistemas educativos alternativos como Montessori, etc. Gracias a ese grupo se despertó mi interés por cosas de las que nunca había oído hablar. Por mi formación científica fui descubriendo que esas costumbres que yo había mal clasificado como hippies, frikies o modas pasajera estaban en realidad respaldadas por la ciencia. Esto cambió mi forma de ver las cosas y me enseñaron a no quedarme con las apariencias o lo convencional sino ir un poco más allá. Otro tema muy común en esos grupos son los partos respetados o poco medicalizados pero realmente como yo ya había sido mama no les di mucha importancia al principio. Sin embargo, de vez en cuando, iba leyendo sobre las prácticas de violencia obstétrica, (que yo consideraba normales y comunes en los paritorios), las recomendaciones de la OMS, las experiencias de partos en casa y realmente desde que me volví a quedar embarazada quise indagar mucho más en esa materia. Así pude saber que, aunque para mí el parto de Manuela había sido bueno, había pasado por muchas cosas innecesarias y peligrosas: maniobra Hamilton, 10-12 tactos el día del parto, amenaza de fecha de inducción temprana, epidural como única forma de dilatación rápida, maniobra de Kristeller como fin del expulsivo y separación de mi bebé sin motivo justificado, culminado con un biberón pirata sin preguntar. El día del parto no se cuanta gente hubo en el paritorio sobre todo en el momento final, cuantas matronas diferentes me hicieron tactos, etc. En su momento como desconocía otras posibilidades me pareció algo normal, pero ahora que lo pienso y conozco otros modelos me parece una barbaridad. Todo esto ocurrió en el Hospital Parque San Antonio de Málaga y tenía claro que no quería repetir experiencia.

En el segundo trimestre de mi segundo embarazo me dediqué a leer la mayoría de relatos de El Parto es Nuestro, y a buscar experiencias alternativas en otras mamis y me di cuenta de que quería intentar algo más natural, más respetado y mucho más intimo para mi segundo hijo. También pedí ayuda sobre bibliografía y devoré varios libros convenciéndome cada día más de lo que yo necesitaba. Pero realmente me daba miedo pensar que ese tipo de partos estuvieran fuera de mi alcance, que yo no era una super mujer capaz de aguantar eso y que finalmente yo no podría ser capaz de tener un parto así. Además siendo sincera, todavía me quedaba la duda de si iba ser realmente seguro para mí y para mi bebe ese tipo de parto. En mi entorno más inmediato contaba por un lado con gente que me decía que la locura ya estaba llegando demasiado lejos, que la epidural era un invento estupendo, que parir con dolor era de la edad media, que mejor una cesárea programada o inducción que esperar hasta las 42 semanas, etc. Por otro lado, hubo mamis del cole de mi hija y muchas mamis de la tribu virtual que habían vivido esa experiencia y me animaron muchísimo, tenían claro que no era una exageración tener un parto natural, sin epidural y lo más respetado posible.

Mi último empujón positivo vino por parte del ginecólogo. Mi seguimiento de embarazo se había realizado en el Viamed Santa Angela de Sevilla y cuando cambie el chip tuve claro que no podía ser allí y debía buscar alternativas. Ese hospital se había masificado enormemente y todo se hace de prisa, acelerada y las mujeres parecen borreguitos entrando al matadero. Busqué información y a las 28 semanas de embarazo cambié al Hospital Fatima de Sevilla y desde la primera consulta supe que ese era el sitio para intentar un parto diferente. Todas mis dudas sobre la seguridad fueron resueltas y en cada visita mi ginecólogo me hacía sentir más fuerte y más confiada de lograr un parto natural. Nunca olvidaré ese apoyo continuo y esas palabras de ánimo. Fue un apoyo constante a creer en mi misma y a recuperar esa capacidad y esa fuerza de la mujeres a parir en libertad y sin ser presionadas por miles de profesionales sanitarios alrededor. Todo era más fácil tras cada consulta. No hacía falta leer miles de libros, ni aprenderte varios ejercicios para dilatar mejor o con menos dolor, o posturas clave, lo mejor es lo que ya había leído aquí muchas veces: dejarte llevar y escuchar tu cuerpo ese momento.

Preparé mi plan de parto por escrito y ya en la semana 40 lo repasé con el ginecólogo punto por punto para conocer su opinión y en todo estuvimos de acuerdo. Mi marido también lo repaso conmigo por si llegado el momento no podía decidir yo, que él fuera la persona encargada. En todo el proceso, de la misma forma que en la crianza de Manuela, mi marido me ha apoyado enormemente con las "técnicas" elegidas. Es decir, yo he buscado información y cuando algo me convence lo comparto con él, hablamos y como solemos coincidir empezamos a aplicarlo.

Llegamos a la semana 40 y mi peque, al igual que su hermana, no tenía ninguna prisa por salir: Esta vez no tuve en ningún momento la presión médica de la inducción, aunque parte mi entorno si intentaba meterme miedo... Tanto mi bebé como yo estábamos perfectamente y con controles periódicos por parte del ginecólogo solo nos quedaba esperar tranquilamente. Llegó la semana 41 y seguíamos igual y nos dieron cita para la semana 42, miércoles pero sin vistas a inducción, solo para controlar que todo iba perfectamente. Pero no hizo falta.

El día 14 de Septiembre, viernes (41 +2) fue el primer día en todo el embarazo que yo me sentí regular. Mi embarazo había sido espectacular y esa tarde ya me sentí pesada y con punzaditas a nivel vaginal pero no le di mayor importancia. Dormí perfectamente a pesar de los calores sevillanos.

El sábado 15 de Septiembre me desperté igual pero tenía las bragas ligeramente húmedas así que imaginando que era flujo me cambié y seguí con mi día a día. Sobre las 11 empecé a notar unas ligeras contracciones pero nada continuas, ni dolorosas y las identifiqué como de Braxton Hicks y no pensé mas en ellas. Lo que me mantuvo "alerta" sin embargo, fueron braguitas mojadas de forma continua y eso ya me hizo mosquearme. Como quería estar tranquila, mi marido, mi hija y mi madre se fueron de compras y yo me quede en casa leyendo y buscando información sobre cómo saber si era rotura de bolsa o flujo lo que estaba mojando. Aunque mi hospital era "respetuoso" no quería presentarme y que me dieran un plazo de 12-24 h si había roto bolsa, pero por otro lado me daba miedo quedarme en casa y que la cosa fuese muy rápido. Me empecé a enfadar conmigo misma porque lo de romper aguas no estaba en mis planes y podía alterar mi plan de parto "soñado". Me tuve que cambiar varias veces de braguitas y las contracciones seguían pero irregulares. Cuando llegó mi marido, y después de haber comprobado que hay métodos no invasivos para detectar fisura, a las 13:30h decidimos acercarnos al hospital y volvernos a casa (mi idea era hacer toda la dilatación en casa). Yo estaba tan convencida que no estaba de parto que deje todo mi bolso (camisones, zumos, música de relajación) en el coche. Llegamos y al ser sábado mi ginecólogo no estaba pero nos atendió una matrona estupenda a la que le expliqué que solo quería comprobar lo de la fisura sin ningún tacto y ver si todo iba bien. Tras hablar ella con mi ginecólogo por teléfono, no puso ninguna objeción y comprobó que el líquido era solo flujo así que me propuso una corta monitorización y volverme a casa y accedí. Sin embargo estando en monitores las contracciones eran algo más fuertes y empezaron a hacerse más regulares, aunque totalmente tolerables desde el punto de vista del dolor. Cuando acabamos, ella me sugirió quedarme porque vio que estaba en dinámica de parto pero yo tenía mis dudas porque prefería dilatar en casa.

Como habían pasado 40 min se acercó mi ginecólogo y cuando vio las gráficas y me vio a mi moviéndome en las contracciones, me sugirió lo mismo, me volvió a animar y a confirmar que ellos no iban a acelerar nada, que me fuese arriba a dilatar tranquilamente a la habitación, con mi música, la ducha de agua caliente, la pelota, y a a disfrutar del proceso etc...Como mi hija pequeña estaba en casa, hablé con mi marido y decidimos que estaríamos más tranquilos en el hospital y nos quedamos. El ginecólogo se fue a comer y quedamos en vernos cuando ya estuviera muy avanzado. Subí a mi habitación cuando eran las 14:30h, acompañada por la matrona que subió un equipo de monitorización portátil y nos dejó solos indicándonos donde avisar para que ella viniera.

La habitación era amplia y estupenda y me sentí muy a gusto desde el principio. Mi marido iba a ir al coche a por todo el "kit para dilatar" para sentirme como en casa cuando las contracciones empezaron a ser mucho más fuertes y muy rápidas cada 2-3 min. Le pedí que no se moviera de mi lado. Me metí en la ducha bien caliente y disfruté mucho ese momento, eran pequeñas oleadas de dolor pero muy soportable y sentía como mi bebé estaba acercándose, era como una comunicación con él. Tras cada oleada, el relax de la ducha casi ardiendo en todo mi cuerpo...así una y otra vez. No sé cuanto rato estuve en aquella ducha pero fue una maravilla. Al salir me puse un camisón de papel del hospital (los míos de algodón suave se quedaron en el coche) y no lo aguanté ni un minuto.

Me puse como realmente necesitaba, desnuda íntegramente. A mí me encanta hacer nudismo y esta vez mi cuerpo me pedía a voces estar sin ropa alguna y fue una liberación total. El dolor era cada vez más fuerte e intenté ponerme en la pelota para aguantar las contracciones pero era imposible. Si me sentaba el dolor era mucho mayor, la forma que encontré para aliviarme fue de pie agarrada a la cama y basculando la pelvis de un lado a otro. De esta forma el dolor disminuía notablemente. El dolor era fuerte pero muy soportable y yo esperaba que llegara a niveles mucho mayores, pero de repente empezaron unas ganas de empujar impresionantes. Al principió yo pensé que era imposible, puesto que había pasado muy poco tiempo y que serian ganas de hacer caca por lo que lo intente pero no, esa fuerza era diferente y tuvimos que llamar urgentemente dos veces a la matrona. Cuando llegó, vio que las contracciones eran muy rápidas y que no había intervalo de descanso y tan solo me pidió intentar hacerme un tacto para ver de cuanto estaba (no me habían hecho ninguno desde mi llegada respetando mi petición de reducir los tactos al máximo). Cuando pude parar me exploró muy delicadamente y cuál fue mi sorpresa cuando me dice con una cara de alegría y energía:¡¡ Eva estás en completa!! No podía creerlo, ya había conseguido la parte más dura del parto y para mi había sido muy rápido (luego comprobé que realmente fueron solo 30 min.) Había dilatado en la habitación sin epidural, sin ningún tipo de anestesia, sola y tranquila acompañada únicamente por mi marido que en todo momento me animó, me recordó que yo era capaz. Mi bebé ya estaba en la puerta. Sus palabras rebotaron en mí como una alegría enorme y fueron la dosis perfecta de ánimo para continuar.

Me preguntó que si podía subir a la camilla para bajar al paritorio y sino seguir adelante en la habitación. Me subí a la camilla y las ganas de empujar eran muy fuertes y casi rompo las barandillas laterales de la cama donde iba agarrándome o eso me parecía a mí. Ese trayecto de la habitación al paritorio lo tengo medio nublado. Llegamos al paritorio donde solo había una luz tenue y sobre todo la tranquilidad de estar mi marido, la matrona y yo, nadie más. Al poco tiempo llegó una auxiliar. Me dieron la opción de seguir de pie o en cuclillas pero probé a cuatro patas en la camilla y me encontraba muy cómoda para hacer así el expulsivo y seguí en esa postura. La matrona me dijo que ya cada vez que yo lo sintiera, escuchara a mi cuerpo y empujara sin más, libremente dejándome llevar y eso hice.

En el primer empujón sentí como "bajaba" mi bebé y ya ella me dijo que estaba asomando la cabeza llena de mucho pelito y que no quedaba nada. En el segundo empujón noté el famoso "aro de fuego" pero fue tan breve que fue soportable y sinceramente me encantó poder sentirlo. Luego vino un momento en el que me asusté un poco porque me pidió que dejara de empujar y pensé que era para evitar un desgarro, y por supuesto paré. Tras el tercer empujón mi pequeñajo salió, literalmente como escurriéndose de mí y sin ningún tipo de dolor. Lo colocaron encima mía y dejamos latir el cordón...fue maravilloso. En ese momento ya me contó que el parón fue porque venía con 2 vueltas de cordón y tenía que quitarlas antes de seguir. Creo que fue muy acertado no decirlo en el momento para no asustarme. La idea era que el padre terminase de sacar al pequeño y cortara el cordón pero se mareó y tuvo que salir unos minutillos…

Una vez nacido entró una pediatra muy amable que no lo separó de mí en ningún momento (tal y como yo había pedido en mi plan de parto) y comprobó que todo estaba ok. Ahí empezamos con el alumbramiento de la placenta de forma manual y nada doloroso, con un poco de presión salió sola fácilmente. Fue cuando llegó mi ginecólogo vestido de calle y corriendo porque se había perdido el parto. Aun así fue para mí importante verlo allí y él se alegro muchísimo porque fue como yo deseaba, o incluso mucho mejor. Me dio varias veces la enhorabuena y yo me sentí muy feliz. El bebé pesó 3,800 y yo no tuve ni un desgarro ni necesidad de puntos. Nos subieron a la habitación con el peque ya enganchado y a descansar. Ya en la habitación y una vez que comí algo (todo fue tan rápido que no me dio tiempo) me sentí IMPRESIONANTEMENTE BIEN, me acuerdo de esa sensación de placer inmenso y no quiero olvidarla. Era una mezcla de felicidad y orgullo de haber podido vivir el parto soñado, sintiéndolo todo al máximo que no podía estar más feliz. Es difícil de expresar pero lo recuerdo como una sobre dosis de hormonas de felicidad, un estadio casi de éxtasis. Mi pequeñajo se engancho genial al pecho y yo no tenia ningún tipo de dolor, queja ni nada parecido, así que me levanté de la cama, volví a mi ducha a lavarme y recordar los momentos previos al parto y volví a la cama con mi nuevo bebe. Preparada para recibir a mi otra hija y a disfrutar del nuevo miembro de la familia. Este es mi relato y cada vez que pienso en ese día lo hago con mucha alegría, fue un parto maravilloso y feliz.

Antes de terminar me gustaría agradecer el trato tan respetuoso recibido en el Hospital Fatima de Sevilla por parte del ginecólogo y todas las matronas que en los días posteriores me atendieron.

Gracias a toda la labor de El Parto es Nuestro porque gracias a los relatos de otras madres publicados en la web y a todos los recursos que hay en la misma pude tener la información que necesitaba para decidirme por un parto más respetuoso. Ese fue mi motor para conseguir otro tipo de parto.

La idea de escribir este relato surgió por dos motivos: para no olvidar un momento tan bello y poder contárselo a mi hijo cuando llegue el momento, pero sobre todo por "devolver" la ayuda recibida. Ojalá sirva para ayudar a otras mamis que como yo quieran tener un parto natural y sobre todo libre, sin presiones ajenas a ellas. Vosotras podéis, no lo dudéis.