606

Relato de nacimiento de Einar

Los que me conocen ya saben mi historia, pero quiero contarla para aquellos que no me conocen, una experiencia más.

Tras un embarazo movido: nauseas, pielonefritis, alguna contracción antes de tiempo, varias visitas a urgencias… ingrese de madrugada, estaba de 35 semanas y 5 días, me faltaba un mes para mi fpp, la bolsa se había roto, ni tú ni yo estábamos preparados, ambos teníamos que madurar…

Me dejaron ingresada, por un lado, estaba contenta, pero conforme las horas pasaban mi ánimo decaía, no tenía contracciones, ni una ni media, y el tiempo seguía corriendo.

El anestesista no me había visto, ni el último análisis, ni estreptococo… y todo se realizó de prisa y corriendo.

El mismo día que ingresé, el 23 de febrero, me hicieron la maniobra de Hamilton, a veces funciona, otras no, y en mi caso, no funcionó.

Cada hora, cada minuto que pasaba, yo em desanimaba más, dos de las matronas que estuvieron conmigo tuvieron comentarios que mejor olvidar… aunque el resto de profesionales me trataron increíblemente bien, aunque su trabajo es ese, ser profesionales. Lloré varias veces, soñaba con tener contracciones, con tener dolor… pero no.

El día 24 de febrero comenzó la inducción, en el tacto que me hicieron no había borrado NADA el cuello del útero, comenzaron con un tampón, y comenzaron las contracciones, no me dejaban moverme, menudo aburrimiento y que agobio tan grande pasé, pedía ir al baño solo para moverme… de vez en cuando me quitaban monitores, aprovechaba para moverme un poco, comer algo, recuerdo que la enfermera me trajo unas natillas a escondidas, ¡GRACIAS!.

Pasaban las horas, no había dinámica de parto.

A las 22 horas del día 24 de febrero, me pusieron oxitocina, tras un tacto, había borrado 50% del cuello del útero. Las contracciones fueron a más, superando el dolor con ayuda de mi marido.

A las doce de la noche me hicieron otro tacto, había dilatado 4 cm, me puse la epidural solo para poder descansar porque aguantaba el dolor como una campeona, me llamó la atención que el ginecólogo le dio mucha importancia a que me pusieran la epidural, en ese momento me dio igual, solo quería dormir… Me pusieron la epidural, la matrona ni me sujetó…

A las dos de la madrugada el ginecólogo me despertó con malas noticia… mi hijo estaba sufriendo, se perdía el latido y mi parto no progresaba, ¿Cómo iba a progresar si no podía ni moverme?, tenían que hacerme una cesárea.

Me quedé en shock, no articulé palabra, solo asentí, quería llorar…

De pronto recuerdo un frio quirófano, con mucha luz, con cables por todas partes, con oxígeno y atada.

La anestesista permaneció a mi lado, me daba conversación me contaba que estaban haciendo, no le contesté en ningún momento, no podía ni hablar.

Escuché su llanto, se lo llevaron con su padre, no lo vi, luego me lo enseñaron, envuelto en una manta, solo le veía la nariz y los ojos, no hubo contacto piel con piel, como buen prematuro, eras enano...

Y la herida emocional se abrió, ¿Por qué a mí? ¿Por qué un embarazo regular y un parto no deseado? ¿Por qué era mi culpa? Días, semanas y meses después la herida emocional sigue sangrando, tengo sentimientos encontrados, lloraba a escondidas, pensando porque me haba ocurrido todo esto a mí, decía que me encontraba bien cuando en realidad quería gritar: NECESITO AYUDA, NO ESTOY BIEN… ayuda que nunca pedí.

Escribo mi relato para intentar sanar un poco la herida emocional, ahora te miro y sonrío, pero mi herida continúa abierta, no sé cuándo se cerrará… llorando, escribo mis últimas palabras: intento olvidar ese parto soñado, sin olvidar mi herida tan reciente.

Einar, 36 semanas de gestación.