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Reflexiones de Laura sobre nuestro sistema médico

¿Cuándo permitimos que nuestra vida la gobernaran otros? ¿En qué momento, hermanas mujeres, nos robaron nuestro poder? Entre el silencio y zambullidas en una sociedad del miedo, nuestro poder se olvidó por el camino. Y es que dar a luz es tan sumamente poderoso y un momento tan increíblemente inolvidable que es una lástima regalarle este instante a un sistema que nos quiere dóciles, calladas y muy sumisas. Apenas hablamos de nuestros partos. No entraré a hablar de mi embarazo y parto aquí (quien quiera, gustosamente le contaré mi aventura). Lo que sí haré es deciros que a ojos del sistema mi presencia era un engorro, una pulga que apenas se ve pero se nota. El sistema médico quiso considerar mi embarazo "de riesgo" bajo un suculento discurso del miedo para no desviarme del camino. Un médico tuvo sospechas de una desviación de la normalidad en la formación del corazón de mi hija. Otros tres (uno de ellos cardiólogo) dijeron que no había nada. Pero el sello de "peligro" allí permaneció intacto hasta mi última visita. Gocé de un embarazo y parto en casa saludable, aunque bajo un velo de silencio para evitar ser cuestionada y tratada de loca. Me da mucha lástima que la sociedad funcione a través del miedo (prueba de ello es cómo se está gestionando la actual crisis sanitaria), que nos manipulen y nos dejen anuladas bajo el concepto que l@s médic@s son "todopoderos@s". No, señoras, no lo son. Much@s carecen de valores humanos, de respeto y, sobretodo, de AMOR. Y no, no critico ferozmente a esas personas que gracias a ellas también podemos seguir vivas. Critico el sistema en el que se han formado y la sociedad en la que han crecido: inhumana, insensibilizada y aborregada en su mayoría. En ese instante nos robaron el poder. El poder que da concebir, gestar, dar a luz, alimentar y criar a nuestros bebés. No les demos este privilegio, ¡cuestionémonoslo todo una vez más! Conectemos con nuestro cuerpo cíclico, nuestra sabiduría interior, nuestro yo más salvaje y acorde a la naturaleza. Vivamos desde el amor propio y la confianza. Somos seres sintientes y gozamos de razón para escucharnos más y escuchar menos a fuera. Así de fuertes debemos vivir nuestros embarazos. Desde el poder de la vida. Desde el mamífero salvaje que aún somos y queremos negar. Así de fuertes son los partos, señoras y señores: salvajes, instintivos, llenos de intensidad, de respeto y escucha, de trance; llenos de AMOR. Nadie nos dice esto. Apenas nadie habla de sus partos, salvo para decir en qué momento se deseó la epidural. Casi nadie menciona y mucho menos venera la placenta, esa "nave nodriza" de nuestros bebés, siendo tan sumamente importante para que ellos crezcan y respiren. No es un deshecho de hospital, ¡es el órgano que hemos creado para albergar vida! ¿Y qué decir de esa muerte en vida que se siente en el parto? Ese desgarro, ese partirse en dos para morir como mujer y nacer como madre y renacer en vida como otra mujer. Así es la vida. Los ciclos nunca se paran. La rueda nunca deja de girar: vivimos, damos vida, morimos y volvemos a revivir más fuertes, más salvajes, más instintivas; empoderadas. Sí, tú, mujer, eres poderosa, eres una diosa con piel de loba salvaje. Enseña tus colmillos, muestra tus garras, gruñe con tus fuerzas y aúlla a nuestra luna cambiante que siempre nos acompaña. Gocemos más de nuestro instinto que nos conecta con nuestra madre, la Madre Tierra. Y lo de fuera, cuestionémoslo todo una y mil veces más. P.D.: este no es un escrito de crítica a esas mujeres que entregaron su parto a otros o que precisaron intervención médica. ¡Bendecidas seamos todas! Porque también somos poderosas si nos reconocemos en nuestros límites.