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PVD2C en Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona

Si me preguntas mi momento de mayor felicidad es el nacimiento de mi hija, un parto natural sin epidural. Pero me da pena pensar que no pudo ser lo mismo con el nacimiento de mis dos hijos mayores, los dos nacieron con cesárea.

Os quiero contar mi historia para que aprendáis más rápido que yo. Todo empezó con el parto de Lucas. Yo quería epidural, eso lo tenía claro, no me gusta el dolor. Pero fue un parto provocado y me pusieron la epidural muy muy pronto. “Hay mucha gente hoy mejor ponerla ya” recuerdo que me dijeron.

No pude hacer trabajo de parto, probar diferentes posturas para que Lucas pudiese bajar por el canal del parto. Estuve echada en una cama todo el tiempo chafando el coxis que en teoría se tiene que abrir. Curiosamente esa posición me daba muchísimo dolor cuando nació Matilda. Lucas no pudo bajar por el canal de parto y al cabo de varias horas vieron que había sufrimiento fetal y directa a la cesárea.

Para completar el error, en la operación yo notaba algo y al decirlo me pusieron más epidural y me dormí. No vi ni sentí nada, no vi a Lucas salir. Me desperté en el ascensor hacía la habitación sin mi hijo que estaba en los brazos de su padre en otro lugar, menos mal que estaba con él. Lo vi en la habitación. No le di mucha importancia en ese momento, solo al ver lo que viví con Matilda me hizo entender lo que había perdido.

Con Tristán me puse de parto a las 40 semanas justas, el día antes de una cesárea programada. Al ser el segundo no se la querían jugar mucho. No en el momento, pero me hizo mucha ilusión ponerme de parto. Lo recordamos con mi marido perfectamente, cenamos pescado, pusimos a Lucas a dormir, mi marido no se creía que estaba de parto. Ahora nos reímos. En cambio del parto de Lucas no tenemos muchas buenas memorias.

En el hospital también fue mejor experiencia que la primera vez, había menos gente, fue más tranquilo. Pero yo aun quería epidural, la pedí nada más llegar porque los dolores eran fuertes. Así que de vuelta a la cama sin moverme. Tristán bajó más por el canal de parto, podíamos verle la cabecita pero no salía. El doctor no esperó tanto esta vez así que fuimos a otra cesárea. Y volvió a pasar los mismo, sentía algo en la operación, me durmieron otra vez y no vi a Tristán hasta estar en la habitación.

Al cabo de unos años hablando con mi prima sobre su parto me explicó que el anestesista le dijo que era normal ‘sentir algo’ en la cesárea, notas como te cortan, lo que no sientes con la epidural es el dolor. Ojalá hubiese sabido esto antes! Al menos habría estado despierta para el nacimiento.

Matilda vino 7 años después, me había dado tiempo de pensar mucho sobre los partos, había hablado con más personas y visto otras experiencias. Hice yoga pre-parto y la profesora nos dio un taller (gratis!) para el parto que fue increíble. No quería pasar por lo mismo, pero al mismo tiempo ya llevaba dos cesáreas.

No busqué mucho, contacté con el hospital Sant Joan de Deu de Barcelona, había oído cosas buenas y me daba confianza de que si algo iba mal estaba en un buen hospital. Al principio con ellos no fue muy bien; les costó darse cuenta de que era un caso especial; los médicos no fueron muy comprensivos, querían hacerme una cesárea programada, sobre todo los médicos jóvenes. Me hicieron una ecografía de la cicatriz de las cesáreas previas y estaba bien. El riesgo de que se rompiera no era muy alto. Matilda era grande y tenía muchos números de que se quedase encallada, como sus hermanos. Pero quería esperar al menos a ponerme de parto, que mi hija supiese que algo estaba pasando antes de salir. Conseguí retrasar la cesárea programada hasta la semana 41 y me puse de parto dos días antes.

Otra vez mi marido no se lo creía, estaba cansado y le dejé dormir. Llegué ya bastante dilatada al hospital, con muchas contracciones y en cuclillas, así dolía menos. Casi fulmino a la pobre enfermera que no consiguió ponerme la vía a la primera. La matrona fue estupenda, no vi ni a un solo doctor. Yo no había descartado la epidural, pero quería aguantar todo lo que pudiese. Y dolía, mucho. Pero a medio camino, las contracciones me empezaron a decir que empujase, empezaron a ser contracciones constructivas, tenían un objetivo. Ponerme la epidural me parecía más complicado, no encajaba, entras en un trance.

Probé tres posturas diferentes, la sugerencia final de la comadrona desencajó al bebé y salió… despacio. Fue la cosa más maravillosa que me ha pasado. Es una felicidad tan plena. Y no me tuvieron que dar ni un solo punto. Le había dado la oportunidad a Matilda para navegar por el canal de parto. Me sentí muy orgullosa y revindicada.

Dos lecciones para a recordar: probar diferentes posturas e intentar retrasar la epidural lo máximo posible (o incluso no la utilicéis), y si vais a cesárea, recordar que se siente la operación, pero no duele, no pidáis más anestesia.