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Parto vaginal y violencia obstétrica

El martes 3 de Enero de 2017 después de volver a mi casa tras haber estado en monitores “rompí aguas”. Las contracciones eran cada 3 minutos y como el cultivo vaginal y anal me había dado positivo acudí al hospital para recibir el antibiótico intravenoso.
Desconocía que si no había tactos no había riesgo, de lo cual me enteré después gracias a su asociación, de haberlo sabido hubiera esperado más en casa puesto que vivía a 5 minutos del hospital.
Me exploraron dando la tira a líquido amniótico positiva, según matrona 1, que hizo la exploración, el líquido estaba teñido a lo que yo la comenté que era transparente y que justo había comenzado a expulsar tapón mucoso en casa. Insistí en ello y hasta que llegó otra matrona 2 que confirmó que no estaba teñido.

Otra matrona 3, distinta a las anteriores, me hizo firmar hoja de autorización de anestesia epidural, sabiendo que aún no había decidido que hacer, e insistiendo en que me la iba a terminar poniendo y que mejor tenerla firmada, que un 99,9 % se la ponían. Me sentí coaccionada.
Esa misma matrona, en uno de los tactos le dijo a su residente que me terminara de romper la bolsa y así lo hizo la residente con una lanceta, sin explicarme el por qué, a pesar de haber escrito en mi cartilla de embarazo que quería una evolución del parto natural, siempre y cuando no fuera necesario intervenir. Otra vez me sentí coaccionada. Estaba con las piernas mojadas por el líquido amniótico y me sentía incómoda.
A partir de ahí el dolor de las contracciones pasó de soportable a decidir qué me pusieran epidural, ante lo que la matrona 3 me dijo, te dije que te la ibas a poner.

A la hora de hacer los pujos me dijeron de hacerlos en apnea, les pregunté si podía hacer los que me había enseñado mi matrona en el centro de salud, y me contestaron que en apnea se hacía más fuerza y que los tenía que hacer así. Estaba en postura de litotomía y me dijeron que me cogiera las rodillas a la vez que empujaba en apnea. Yo veía que así perdía toda la fuerza y al final tras insistir me dejaron agarrarme a unas barras laterales.
En un momento llegan tres ginecólogas y me dicen que me van a ayudar un poco, una de ellas se sube encima de mi y me hace la maniobra de Kristeller, chillo de dolor, la repite varias veces. A la vez noto que están tirando de mi hacia abajo, yo no veo lo que están haciendo. Utilizan fórceps, no explican nada de todo lo que están haciendo, hablan de una ayudita. Una vez que sale mi bebe me dicen q empuje para expulsar la placenta y después me cosen. Me doy cuenta que en un momento dado se va la mayoría del personal (mi marido contó 15 personas) y cambia la persona que me está cosiendo. Me dicen que he tenido dos desgarros más la episiotomía y que he tenido suerte porque no me ha afectado al recto, en ningún momento se me dice que fueron en el cuello del útero (de esto me entero por mi matrona del centro de salud) las suturas internas están bien dadas pero uno de los extremos de la episiotomía tiene los bordes mal aposicionados y he tenido dolor en la zona que me impedía la penetración hasta pasado un año del parto, el dolor remitió tras un mes de tratamiento con una fisioterapeuta especializada en uroginecología.
De los siguientes días hospitalizada ya hice un escrito que fue entregado con los papeles del alta en el hospital. En el cual agradecía el trato recibido por parte de auxiliares y enfermeras pero manifestaba la falta de coordinación entre el servicio de ginecología y la demora en toma la de decisiones. Sigo sin entender como se puede tardar 5 días en hacer una transfusión a un paciente que manifiesta reiteradamente que tiene fatiga y taquicardia y que ha tenido un desmayo con pérdida de conocimiento.

A día de hoy me sigo estremeciendo al entrar en el Hospital de Valdecilla, espero que las futuras mujeres que den a luz allí sean informadas y respetadas en el proceso del parto y del posparto.
Creo que no debería de influir el personal que asista el proceso para poder tener un parto respetado e informado.