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Parto no respetado. Nulo apoyo a la lactancia en el Hospital Montepríncipe

Tras unos días asimilando la experiencia de dar a luz en el hospital de Montepríncipe en Madrid y recuperándome aun de la misma, quiero dejar aquí mi testimonio por si puede ayudar a aquellas parejas o mujeres que estén dudando en llevar allí el nacimiento. Creo que contarlo también me ayudará a superarlo un poquito mejor.

Antes de decidirnos por este hospital estuvimos buscando opiniones en internet, siendo la mayoría de ellas negativas aunque escasas y de años anteriores al 2010. Creyendo que la situación habría cambiado hicimos una primera visita con la mothercare, figura que tiene el hospital como apoyo al embarazo y al parto. Laura es una chica encantadora quien me explicó de una manera clara los pasos que seguiría cuando fuera a dar a luz y los protocolos de actuación del hospital. Resumiré los más esenciales;

- apoyo absoluto a la lactancia materna, avisándome incluso de que si la niña se quedaba en el nido le darían un biberón por lo que no se recomendaba en caso de querer darle el pecho.

- la epidural podría pedirla en cualquier momento sin límite ni por arriba ni por debajo de centímetros de dilatación.

- la dilatación sería desde el principio en una habitación con mi pareja a solas.

- a veces colocan monitorización interna….recalco el “a veces”.

Tras esta primera visita, al recibir ese buen trato y ver que las ideas y protocolos eran los que nosotros buscábamos, decidimos pedir cita.

Estábamos en el quinto mes de embarazo, y la ginecóloga que nos llevó era maravillosa. En cada visita nos hacía una ecografía y nos explicaba todo con un lenguaje coloquial y cercano.

Cada vez más, parecía el lugar idóneo para dar a luz a nuestra pequeña Alba hasta que llegó el momento. Durante las últimas 5 semanas yo ya tenía muchas contracciones espaciadas, un centímetro de dilatación y el 60% del cuello borrado.

El mismo día que salía de cuentas, al dar las 12.15 de la noche empecé con contracciones muy dolorosas cada 15 min. Me fui al sofá sin despertar al padre y a la hora las contracciones subían en dolor y comenzaron a ser cada 10 min. Pasadas dos hora ya eran cada 5 minutos. Me duché y desperté al papi porque empezaba a sangrar, cogimos el coche llenos de felicidad porque sabíamos que comenzaba el proyecto más importante de nuestra vida. En el camino, las contracciones eran cada 3 minutos e incluso alguna cada 2.

Entramos en urgencias y empezó la aventura. No había dilatado nada y el cuello seguía igual pero con esas contracciones allí que me quedaba solo con un inconveniente; no había habitaciones libres a las 5 de la mañana. Rápidamente me monitorizan en triage, no sin antes decirme que me quite toda la ropa y me ponga ya el camisón del culo al aire. 15 minutos después nos llevan a uno de los peores sitios en los que se puede estar cuando estás en proceso de parto… delante de la puerta de un quirófano del que entraba y salía gente y cada vez que abrían la puerta salía un frio horrible. Yo no me podía levantar casi por que no había espacio para aguantar las contracciones, ya que mi objetivo al menos era esperar a avanzar un poco en dilatación y así no parar todo con la epidural. Había otra chica en la misma situación y nos separaba un biombo pero la intimidad con el resto de personal de quirófano era nula.

Y allí estábamos dejados de la mano de dios… yo solo decía; nadie me va a estropear el mejor día de mi vida. La matrona que me vio por primera vez me puso suero y algo más. Me dijo que tenía muchos dolores que me pusiera la epidural. Y le dije que no, pero comprobamos que lo que me había puesto era oxitocina… sí, sí, era oxitocina. Me estaban induciendo el parto. 3 horas antes me habían dado a firmar un consentimiento de parto inducido, si el médico lo consideraba necesario habiendo sido informada de porqué se procedía de ese modo. ¿creéis que me lo explicó alguien? No, nadie lo hizo.

Me volvieron a decir que me pusiera la epidural y les dije que no, entonces una persona que parecía celadora me dijo; “estás al lado de quirófano, no te vas de aquí sin ponértela porque es tontería que vayas a la habitación y luego la pidas y te tengan que traer aquí otra vez”. En ese momento no tenía ni fuerzas para discutir, sólo quería llorar así que ni siquiera le contesté. Pero recordaba las palabras de Laura la mothercare cuando me decía que la epidural me la pondría cuando yo quisiera… y esta señora junto a la matrona me estaban amenazando! A los 10 minutos de la desesperación de dolores que cada vez subían más y más en intensidad las llamé y me dejé sucumbir por la epidural.

He de decir que la anestesista que me la puso me trató como una reina, me tuvo que meter el catéter dos veces porque la primera sangre, lo cual nos puso a todos nerviosos y ella intentaba mantener la calma… mientras yo seguía llorando por todo lo que estaba ocurriendo. Pero seguía diciéndome que ese sería el mejor día de mi vida y que nada ni nadie me lo iba a estropear.

Llegué otra vez a la cama, a las 8 de la mañana sin dolores, gente entrando y saliendo del quirófano que teníamos en frente. Por fin llegó la persona más importante en esta historia, y que sin él, esta experiencia en el hospital Montepríncipe, hubiera sido el doble de horrorosa; Antonio, el matrón. Me exploró me dijo que seguía igual, que iba a por una cosa y que volvería para romperme la bolsa … el problema es que cada vez que me exploraba, varios médicos podían verme allí encima de esa cama indefensa y destapada, porque ellos tenían que pasar a operar al quirófano.

Antonio volvió, comprobando que mi hija se había adelantado a él y había roto la bolsa ella sola. Así que me puso un monitor interno… ¿en serio? Pero ¿porqué?, ¿no era sólo a veces? Hoy me hago todas estas preguntas, pero aquel 28 de agosto no tenía fuerzas para ello.

Por fin a las 11 nos dijeron que teníamos habitación y casi una hora más tarde nos llevaron allí. Antes de salir de aquella estancia con quirófanos el lado derecho me dolía cada vez más con cada contracción y me dijo la anestesista que me ayudaría un poco con algo más que me pinchó…a los 10 minutos dejé de sentir las piernas.

Todo en la habitación fue mejor porque allí estábamos mi chico y yo esperando al amor de nuestra vida. Antonio venía de vez en cuando a vernos, y nos decía que la dilatación iba muy rápido y nos animaba porque todo llegaría pronto.
Antonio, el matrón, debió irse a descansar porque llegó otra chica a explorarme diciendo que parecía que íbamos muy rápido… ya estábamos en 6 y eran las 3 de la tarde. Yo no sé si eso es rápido o no pero aquello animaba.

Se acabó la epidural y la máquina empezó a pitar, mi chico salió a avisar para asegurarse de que vendrían y un enfermero le dijo que enseguida vendría el anestesista… pero nunca llegó. Y entonces comenzaron de nuevo los dolores pero ya no eran como los que tenía en casa antes de coger el coche. Llamamos a Antonio quien me puso a cuatro patas para intentar mitigarlo…y me exploró pensando que estaríamos muy avanzados. Ya estábamos en 8 centímetros siendo las 5 de la tarde.

Vino el anestesista, cuando yo gritaba de dolor y lloraba pidiendo que acabara aquello cuanto antes. A alguien se le había olvidado avisar para que vinieran a rellenar la epidural… ¿en serio?

La dilatación se paró de nuevo, me seguía doliendo el lado derecho con cada contracción pero si no quería que me doliera tendría que volver a dejar de sentir las piernas, y esa sensación no quería volver a tenerla. Así que tuve que aguantar. Antonio iba y venía mil veces, la niña no quería bajar y yo seguía sin dilatar. Me volvió a poner a 4 patas, haciendo lo imposible para que Alba empezará a bajar. Me puso de pie mientras yo no paraba de llorar por que no podía mover mi pierna derecha, estuvo moviendo mis caderas con una técnica que me explicó y puso todo su empeño en que acabara en parto natural. Llamó al ginecólogo y a las 8.30 estaba de 9 centímetros y el ginecólogo al explorarme dijo; “lo saco con ventosa sin problemas”.

El gine se fue y Antonio me dijo; “confío en este ginecólogo y es una eminencia con la ventosa, si no fuera él te diría que no, créeme”. ¿y qué podíamos hacer? Yo ya no podía parar de llorar, no tenía fuerzas para discutir nada. Sólo quería ver la cara de Alba.

Me llevaron a paritorio, 18 horas más tarde volvía a pasar por aquel quirófano “maldito y frio” pero esta vez sabía que pronto estaría con mi pequeñaja. Todos en el paritorio me trataron como una reina y Antonio seguía a mi lado, lo cual ayudaba a que no siguiera llorando. Incluso tuve fuerzas para reirme con sus bromas y la misma anestesista me decía que era increíble el humor que tenía aun con los dolores… nada ni nadie me arruinaría el mejor día de mi vida, le dije.

Alba nació a las 21.40, la verdad es que no se le veía nada raro en la cabeza por lo que la ventosa parecía haberse portado bien. A su padre lo avisaron para que la viera casi salir así que pudimos estar juntos en ese primer segundo de vida de nuestra hija. Fuimos a la habitación, pedí Antonio que subiera y me ayudara con la lactancia. Me puso a la niña piel con piel tumbada a mi lado y me explicó, como si tuviera mucha prisa, los principios básicos de la lactancia materna (a demanda y sino cada 2 horas). Le dimos las gracias con lágrimas en los ojos sin saber que nunca más volvería a ayudarnos.

Ahora sólo os cuento el NULO APOYO A LA LACTANCIA MATERNA

- De repente dos enfermeras entraron corriendo, una me puso hielo mientras la otra me ponía el empapador. Me quitaron la postura en la que Antonio había colocado a mi hija (que ya estaba casi mamando) me apretaron los pezones para ver si salía calostro y me pusieron boca arriba con la niña encima. Una de ellas, cuando mi hija sólo tenía 20 minutos de vida y al ver que la niña no se enganchaba me dijo: “que baje el papi a la máquina y compre pezoneras porque no se va a enganchar”. Por supuesto que jamás lo hicimos y la niña a la hora estaba chupando.

- al segundo día entró la pediatra, me quitó a la niña del pecho sin pedir permiso y por supuesto que mi hija empezó a llorar. Parece que el llanto de mi hija le molestaba y me dijo: “¿dónde tenéis el chupete?” cuando le dije que no se lo habíamos puesto parece que le sentó mal y de muy malos modales me contestó: “el chupe no es malo eh!, se lo podéis poner”

- esa misma tarde antes de irnos se llevaron a la niña a la prueba del oído. Ella no paraba de llorar y cuando la trajeron me dijo la enfermera; “le he tenido que dar un bibe porque no se callaba”. Recordé a Laura diciéndome que en el nido le daban bibe… ¿en el nido sólo?

Y yo me pregunto ¿este es el apoyo a la lactancia materna que se realiza desde el Hospital Montepríncipe de Madrid?. No señores, esto no es apoyo…en dos días me sugirieron utilizar tres cosas que interfieren en la lactancia los primeros días de iniciarla. Menos mal que nosotros llevábamos las ideas claras y, una semana más tarde, mi hija no sólo ha recuperado su peso sino que ha engordado 100 gramos más gracias a mi pecho. No llora porque me tiene a mi y a su papi, no a un chupete para relajarse.

Espero que esta experiencia os sirva a algunas para que no viváis el mismo suplicio que me hicieron vivir a mi. Al hospital este testimonio probablemente le de bastante igual, incluso la reclamación que pondré el próximo y último día que voy a revisión con mi ginecóloga, pero necesitaba contar todo esto para que no quede en el olvido mi experiencia.