380

Parto de Daniela. Historia de Paloma

Todas las historias tiene un principio, la mía tiene que remontarse al 2006. Entonces despertó en mi eso que llaman instinto maternal, y lo hizo de forma muy explosiva. Desde ese mismo momento empecé a leer y a interesarme en el mundo del embarazo y el parto, desde todos los puntos de vista, claro está, pero siempre hay uno que te va gustando más y que te va dando más seguridad, que te llena más,… y ese era el mundo del embarazo consciente y del parto natural. Embarazo y parto controlados por la madre naturaleza y guiados por buenas conductas alimenticias, de meditación y de estilos de vida que permitieran un embarazo saludable y en contacto con el bebé que crece en tu vientre, y que sirviera de preparación y camino a un parto sin complicaciones, fluyente, donde la naturaleza, mi naturaleza y la de mi hijo hicieran su camino. Siempre quería sentir cerca la ayuda de profesionales que estuvieran observando y controlando ese camino, de forma que si algo no iba bien nos ayudaran.

Pero la vida quiso que en mis dos embarazos sufriera el trastorno conocido como Colestasis Intrahepática Gestacional, así las rectas finales en ambos casos diferirían mucho de mi ideal de embarazo saludable. El primer parto fue inducido en hospital en la semana 38+4, el segundo fue un parto espontáneo y algo prematuro en la semana 36+3 en el calor de nuestro hogar. Aquí os dejo los detalles de ambas historias.

Embarazo de Daniela

No es hasta el año 2010 que nos introducimos en el maravilloso universo de buscar un bebé. La teoría la tenía clara, ahora había que pasar a vivirlo y a experimentarlo. Por fin habíamos considerado que había llegado el momento.

En Agosto decide instalarse en mi vientre nuestra preciosa Daniela, y el 1 de Septiembre me encuentro con un precioso positivo tras el cual lloré desconsoladamente, no precisamente de alegría desbordada, sino de miedo y ansiedad porque había tenido manchado de implantación 5 días antes y lo había interpretado como regla inminente dejándome llevar por las frescas y engatusadoras cervezas, lo que me llevó a una resaca tremenda y a varios días después un sentimiento de enorme culpa que mucho distaba de mi ideal utópico, energético y trascendental de un embarazo bien buscado. Pero todo iba a salir muy bien. Daniela se agarró muy fuerte y si bien manché durante varios días todo fue como la seda. Un embarazo genial, salvando algunas nauseas que me sobrevenían sólo por la noche en el primer trimestre como aviso y muestra de mi cansancio extremo de estar trabajando desde primera hora hasta las 10 de la noche día tras día.

Un segundo trimestre perfecto, demasiado, con lo que sigo en mi ritmo frenético de trabajo y, desgraciadamente, muy lejos de aquel ideal mío planeado en el 2006 (no recuerdo haber meditado ni una vez en todo el embarazo)…

Y claro, todo exceso tiene su precio. En enero y tras unas “vacaciones” de Navidad en las que tampoco descansé lo que debía ni desconecté de mi trabajo el cuerpo se plantó y me pidió centrarme en lo que debía: mi embarazo. Varias infecciones de orina recurrentes llegaron, de forma muy violenta, y no salía de una y recaía en otra, hasta que por fin ya a finales de febrero dejé de trabajar, para empezar a cuidarme tras una amenaza de pielonefritis.

Parece que las infecciones remiten en cuanto empiezo a dejar de lado el trabajo de verdad, y transcurre Marzo de forma bastante tranquila, y es entonces cuando yo empiezo a asumir el cambio que me sobreviene. Empiezo a ser totalmente consciente de que tenía una criatura creciendo en mi vientre, y que el tener que dejar de lado el trabajo no iba a ser una cosa de un par de meses hasta parir, sino que iba a ser una nueva filosofía de vida si es que quería criar yo a mis hijos, si es que quería disfrutarlos…

Empiezo a sentirme a gusto con mi nuevo yo, con mi nuevo rol en este mundo, y cada vez me veo más centrada y próxima a lo que sería mi parto. Lo afronto con mucha alegría, viendo videos de partos naturales y emocionándome con el desenlace de todos y cada uno de ellos, leyendo relatos y aprendiendo a cómo dejarse llevar al planeta parto para que todo transcurra lo más fluidamente posible. Escribo mi plan de parto para el hospital donde decidimos dar a luz (me planteé el parto en casa, pero mi marido no estaba muy convencido, y además lo poco que busqué de matronas no me convenció). Se acerca la revisión rutinaria de la semana 35 en nuestro hospital y planeamos para ese día llevar el plan de parto para que lo guardaran en mi expediente y poder entrar a conocer las instalaciones. Todo parecía fluir maravillosamente: las infecciones desaparecieron, yo me sentía descansada y muy ilusionada y preparada para ayudar a Daniela a su llegada a este mundo de luz.

Pero todo se complicó inesperadamente. Una semana antes de esa visita, entorno a la semana 34, empecé a sentir un incómodo picor en las plantas de los pies y las manos, por la noche cuando me iba a acostar. Día tras día se hacía más intenso, y aun con la visita a la vuelta de la esquina, no pude resistirme a entrar en el mundo google para “quedarme tranquila” porque aquello no me daba buena espina…

Resulta que en vez de quedarme tranquila empecé a inquietarme más, puesto que hablaban de una tal “colestasis hepática gestacional” catalogada como complicación grave de embarazo y que ponía en peligro la vida del feto… ¿¡Cómo?! ¿¡Mi pequeña Daniela en peligro?! No podía ser, eso me pasaba por meterme a leer donde no me llaman. Así que me convencí de que no sería eso.

La consulta de la semana 35 llegó y allí llegamos nosotros con nuestro plan de parto y con nuestra ilusión brillando, dispuestos a conocer las instalaciones. Dejamos el plan de parto y lo recogieron gustosos, nos acompañaron muy amables a visitar las instalaciones. Allí había dos matronas encantadoras, nos felicitaron por nuestra aptitud y nos dijeron que en breve nos veríamos en un día muy especial. Sin embargo, en la visita a la ginecóloga, si bien todo parecía ir bien, cuando le comenté mi sintomatología la alarma se disparó, y me mandó unos análisis para ver cómo iba el hígado. Me tranquilizó avisándome que podía no ser nada, pero también me puso en sobreaviso de la temida colestasis (sí, sí, aquella que Don Google ya me vaticinó…).

Unos días después análisis, y resultado, y una llamada urgente de mi matrón un viernes por la tarde (día que cumplía ya las 37 semanas) avisándome de que me derivaban al hospital a embarazos de riesgo, que el lunes me presentara allí a primera hora y que empezara a tomar inmediatamente colestiramina y una dieta baja o nula en grasas y azúcares.

EL lunes fuimos al hospital y nos atendió el jefe de embarazos de riesgo, un profesional agradable y empático que nos cuenta el riesgo inherente a la colestasis, pero que tras comprobar un buen estado de la niña mediante doppler nos aconseja volver el lunes que viene y tratar mientras tanto de animarla a salir al mundo andando mucho y haciendo mucho el amor para que las prostaglandinas vayan haciendo su trabajo, y que ya veríamos que hacer en la semana 38.

Así que esa semana la pasé dándome paseos largos, muy largos por las calles del pueblo de mi marido, Gaucín, él me guiaba por calles con tremendas cuestas para animar a Daniela: ay madre cuánto me costaba!, pero yo me sentía muy emocionada animando a Daniela a venir. Estaba convencida de que no haría falta inducirlo. La idea de la inducción se me pasaba por la cabeza, pero me daba tanto susto, me alejaba tanto de ese parto guiado por la madre naturaleza, por mi naturaleza y la de mi hijo, que sólo pensaba en que Daniela se animaría a venir pronto,…. Lo suficiente.

Día tras día los picores crecían exponencialmente, las noches me las pasaba al ordenador o tratando de ver la tele, porque los picores me hacían imposible el poder dormir, y si caía un rato arrastrada por el cansancio extremo, me despertaba al rato arañada, porque ya los picores se extendían a todo el cuerpo… Lograr dormir 2 o 3 horas era a lo que más aspiraba.

De día bajaban algo y me podía echar alguna siesta, pero poca cosa. Las fiestas de semana santa llegaron al pueblo, y me permití el lujo de salir de noche y trasnochar como el que más ya que era una buena opción para tratar de sobrellevar mejor los picores y el no poder dormir. Bailar, hablar y reír mientras suspiraba porque esa agitación también ayudara a Daniela a venir pronto.

Pero llegó la semana 38, y el lunes. Y volvimos a control de embarazo de riesgo esperando encontrarnos a aquél hombre afable, empático y delicado. Pero más allá de nuestra peor pesadilla allí estaba un señor, cuyo nombre no quiero recordar, que con muy mala cara nos hizo el doppler de la niña, y con pocas palabras muy secas y muy tajantes nos dijo que si no queríamos seguir poniendo la vida de nuestra hija en peligro teníamos que ingresar para una inducción inmediata. Que la niña ahora estaba bien y viva, pero que mañana podía estar muerta. Tenía el plan de parto en la mesa, y mientras lo señalaba con mucho desprecio nos decía que “eso que ni se lo había leído ni se lo pensaba leer” teníamos que revocarlo inmediatamente, que si queríamos podíamos respetarlo y dejar que pasaran los días a ver si la niña quería venir solita, pero que mientras las posibilidades de muerte súbita se disparaban y que allá nosotros. Esto es un resumen, porque él hablaba y hablaba y nos regañaba sin dejarnos hablar, dando por hecho que si habíamos presentado un plan de parto significaba ser unos “liberales irresponsables…”(o algo así nos llamó), cuando hasta el momento no habíamos hecho más que seguir los consejos médicos.

Por supuesto que accedí a que me lo indujeran, pero las formas de ese hombre consiguieron llenarme de miedos y temores, de inseguridades, y me hicieron salir de ese despacho llorando y temblando, temiendo por el riesgo de muerte inminente de mi hija y en última instancia sabiendo que las circunstancias me habían robado ese parto guiado por la madre naturaleza.

Pero mi ánimo no decayó, mi marido y yo nos levantamos tras esa zancadilla y nos fuimos a andar todo el día por Algeciras, y a subir muchas cuestas, y a seguir andando, y a hacer el amor una vez más antes de que nos ingresaran, porque yo tenía la esperanza de que Daniela viniera antes del ingreso.

No logramos que viniera, pero sí que se iniciaran los pródromos del parto. Aquella noche empecé a sentir contracciones, muy leves y muy espaciadas, pero eso estaba preparándose. Y una noche más que no dormía por culpa de los picores. Ya llevaba casi 5 días sin apenas dormir…

El parto de Daniela

Llegó la mañana siguiente y en el ingreso me pusieron monitores y las contracciones se dejaban ver. Yo me ilusionaba mucho, pero me ponían los pies en el suelo avisándome de que sólo eran pródromos y no trabajo de parto. Pero que menos era nada….

Nadie me iba a quitar la ilusión, yo quería ponerme de parto, y si me había tocado la colestasis (1 caso de cada mil en países como España), porqué no me iba a tocar ponerme de parto sin oxitocina sintética. Me pusieron la prostaglandina a las 11 de la mañana (otro ginecólogo distinto, y una vez más me hicieron revocar el plan de parto: Joder! Cuántas veces tenía que hacerlo?!! Ni que les fuera a picar!). La matrona que me acompañaba me dijo que no me preocupara, que se lo habían leído y que iban a poder cumplir casi todo, que me relajara y le preguntara a ella todo lo que quisiera. Además me dio la feliz noticia de q en un 3 por ciento de los casos se arrancan los partos sólo con la prostaglandina, sin necesidad de oxitocina! Lo tenía claro, me iba a tocar, claro que sí. Así que tras ponérmela me mandaron a la habitación a descansar. A descansar yo?...no, tenía que seguir andando,… esto tenía que arrancarse antes de que las 24 horas de margen para ponerme la oxitocina sintética se acabaran.

Hicimos unos 2 kilómetros por los pasillos del hospital, (es lo que tiene tener un marido que vendió azulejos durante un tiempo, conocía su longitud, y por tanto teníamos los pasillos tarados, jejejeje). Las contracciones se iban regulando e intensificando, cada vez lo tenía más claro: ni Daniela ni yo queríamos la oxitocina sintética…

Llegaron las 18h y una nueva revisión. Monitores que reflejaban esas contracciones cada vez más regulares, la matrona me guiñó un ojo y me dijo que lo íbamos a conseguir. El ginecólogo era otro (todo el hospital me iba a reconocer), y éste fue de pocas palabras. Le pregunté que si me veía con ritmo para ponerme de parto antes de que transcurrieran las 24h, y me dijo que probable, pero…que….(y mientras decía esto me hizo la maniobra de Hamilton sin pedirme consentimiento)…”ahora seguro que te arrancas! Ya verás!” Fue retorcerme así, y tras el dolor sobrevino una contracción bastante fuerte. Entonces me advirtieron que si me ponía de parto serían contracciones de al menos cada 5 minutos, de duración 1 minuto y así durante una hora…q sí eso pasaba les avisara. Y me mandaron a la habitación.

Este último ginecólogo no hizo bien las cosas, me debió haber consultado,…pero…ciertamente el parto, el deseado parto espontáneo, se arrancó definitivamente y sin retorno.

A las 21:30 horas las contracciones comenzaron a ser tan intensas como lo serían las siguientes 18 horas… Pero sin descanso cada 2 minutos y durando 1 minuto, así una tras otra. Yo en lugar de cansada, o asustada, me sentía muy muy muy feliz! Estaba de parto! Lo habíamos conseguido! Sin oxitocina sintética!...la natural corría por nuestras venas a raudales!

Así, yo esperaba trascurriera esa primera hora como me habían indicado antes de avisarlos, y le indiqué a mi marido que bajara a cenar antes de llamarlos…que la noche iba a ser intensa…

Las contracciones iban a un ritmo vertiginoso (hoy sé que aceleradas por efecto de la prostaglandina y que este ritmo puede conllevar sufrimiento fetal…), pero yo me sentía ignorantemente feliz… muy muy feliz, mientras me reía con cada contracción que me hacía arañar el colchón a cuatro patas, o agarrar muy fuerte los pies de la cama, visualizando olas de una mar precioso que me acercaban a mi Daniela cada vez más…

Feliz,….y…marcando las contracciones en los breves descanso en un contador de contracciones para corroborar el ritmo con el que debería avisarles…

De repente, el universo en el que me estaba sumergiendo se ve alterado porque un celador viene con una camilla con orden de llevarme a paritorio… A las 22:00h… yo drogada ya en parte por el ritmo del parto…y en mi nube,…pienso que alguien les ha chivado que llevaba media hora en ese ritmo e inocente le digo que aún no ha pasado una hora,…que luego les llamo. El hombre se pone muy serio y me exclama “eres Paloma Cubillas?, pues entonces a la camilla ya, es una orden de arriba”. Yo entonces me asusto y me pongo nerviosa, mi marido no está, está cenando…y yo…yo estaba feliz con mis contracciones, porqué me hacéis esto? Qué pasa?.... Me responde que él no es quién para contestar, que él solo cumple órdenes y que ya pregunte cuando llegue allí.

EL miedo se apodera de mi…. De ese recorrido del pasillo sólo recuero miedo, inseguridad, cero contracciones: todo se para…..voy llena de pánico. Mi marido, dónde está?, qué pasa?, porqué ese secretismo?, que problema saben que yo no?,...

Entonces llego a dilatación y una matrona afable y cariñosa le pide al celador que me pase por allí que ella me atiende,…y de repente, de una habitación oscura sale KIKA, dando voces y ordenando como si en el ejército estuviéramos y como si yo me estuviera desangrando, que la paciente (es decir, yo), soy suya y que me pasen a la habitación del fondo. Allí nadie protesta, todos asienten, y me dirigen a una habitación muy apartada, donde ella entra y cierra la puerta. Empieza a gritarme y a darme órdenes, que si que hago con el colgante y el anillo, que si me pienso que voy a una boda (me los regaló Andrés cuando nos enteramos de la noticia del embarazo…y…eran como un amuleto)… poco menos que me los arrancó de malas maneras, me quitó el móvil en el que yo llevaba apuntado el ritmo de las contracciones,…y trataba de explicarle que… “nada!....un móvil en un hospital! Pero en qué mundo vives y quién te crees que eres!”,….lo tengo en modo avión, no recibo llamadas ni radiaciones…es por la aplicación de contracciones “jajajaja” para que quieres tú eso! Quieres controlarlo todo? Jajaja…aquí los que controlamos somos nosotros! Así nos va…que ahora está de moda que queréis saberlo todo”. En esto que me viene una contracción fuerte, increíblemente mi cuerpo intenta seguir, y yo empiezo a respirar como me pide el cuerpo “qué haces! Qué haces!...pero quieta quieta!...si respiras ya así que vas a dejar para luego!...exagerada te vas a marear!!”. Así que yo trato de aguantar la respiración, y en eso que el monitor marca pico de contracción cuando mi pico ya había pasado, y ella empieza “pero respira ahora! Pero qué haces! Como vas a aguantar las contracciones tan fuertes respirando asi de mal!”. Mientras tanto está trapicheando cosas arriba y abajo, y cuando pasa la contracción le trato de volver a preguntar qué porqué me han hecho llamar “las preguntas las hago yo! Pero quien te has creido que eres! Si controlas te estresas y si te estresas no avanza el parto!...anda que vamos bien!...las pregutas y el control lo llevamos los profesionales!!! Tú déjate hacer!!!”. De repente el interfono suena. Bien, será mi marido por fin. Ella sale cabreada y no le deja pasar… Me ordena que me mueva y que me vaya al potro. No puedo evitar preguntar para qué, y una vez más me regañan por querer saber y controlar. Me exige que abra las piernas y me explora con menos delicadeza q nadie en este mundo… “Ya puedes cerrarlas, venga! Vente al monitor otra vez!”… allá que voy yo y le vuelvo a preguntar si todo está bien y si ha podido ver de cuanto estoy…. “de cuánto?! Jajaja…esto no ha hecho más que empezar…aun te queda todo…así que relájate porque va a ser muy largo y con lo nerviosa que estás no lo vas a poder aguantar. Ya sabes los medios paliativos de dolor que hay, y los vas a necesitar. Están los físicos que poco te van a hacer,…y los químicos que son los que necesitas porque estás muy nerviosa y no vas a aguantar”… En esto que le pregunto que de qué medios físicos dispongo…”jajaja…pero vamos a ver niña! Tú no has hecho las clases de preparación o qué·”…yo si…pero…”pues entonces?...con quién?”….yo con Antonio Malagón…”mi amigo Antonio!!! Entonces deber conocerlos perfectamente! O sino no te has enterado de nada!”… ya….pero que de qué medios disponemos…”pues la ducha! Cuál va a ser! Pero vamos que tú necesitas químicos porque así de nerviosa no aguantas…”…. No….yo vengo convencida de que no quiero epidural…(Antonio solo nos habló de la epidural y del gas de la risa)… y…”jajaja…tu que sabrás lo que quieres….mira lo poco que llevas y cómo estás de nerviosa…”…y en esto que salto y levanto la voz,…y le digo “mira! Si estoy nerviosa es porque tú me estás poniendo muy nerviosa!!!”…y entonces rompo a llorar. En esto que suene de nuevo el interfono…ella que sale corriendo y le niega el pase a mi marido otra vez. Vuelve…y ahora trata de ser dulce y de calmarme cuando me ve llorando y reclamándole otras maneras que no pongan histérica a una parturienta. Es ahí cuando trata de explicarme que tiene calmantes químicos (de los que no me hablaron en preparación) y sigue convenciéndome de que cuando vea que no pueda más los use….que estoy muy nerviosa…q no puedo controlarlo todo…y…una vez más todo lo de antes pero al menos en tono “dulce” y con algo de “tacto”… Así que aprovecho para preguntarle porqué me habían hecho llamar entonces, y porqué no me lo contaba,… Ella me aclaró que era una orden del ginecólogo que había entrado en el nuevo turno y que quería comprobar si no tenía desproporción pélvica. Ella me dice que había comprobado que no y que podía seguir a intentar el parto vaginal. (Y no me podían haber aclarado esto desde el principio?!). Que el ginecólogo pida esa comprobación por la cara me parece indignante,…pero que encima me lo ocultaran de ese modo era ya increíble…

Hace llamar al celador y me recoge, mientras secuestra a mi marido y sin dejarme hablar con él le cuenta su versión de los hechos….de porqué lloraba (por supuesto…porque iba muy nerviosa y no iba a aguantar el parto. No os habíais enterado?).

Mágicamente, porque dadas las circunstancias eso es mágico, las contracciones retoman su ritmo frenético conforme llego a mi habitación.

Cuando regresa mi marido a la habitación yo estoy de nuevo en mi planeta….dejándome arrastrar por las olas que visualizaba cada 2 minutos a lo sumo y que me traían cada vez más cerca a mi preciosa Daniela… Cuando la contracción venía sólo quería agarrarme a los pies de la cama y que nadie me tocara. Gracias a Dios nos tocó estar solos en la habitación, así que podía moverme libremente si molestar a nadie,…el cuerpo me pedía una ducha…quería probar si el agua me aliviaba las contracciones. Entré en el baño y me dejé envolver por el agua que caía y me hacía sentir más fuerte y menos dolorida,… pasé allí un buen rato… hasta que sentí la necesidad de sentarme….estaba muy cansada….llevaba 5 días sin dormir y varias horas de contracciones cada 2 minutos a lo sumo,… Entonces me senté en el sillón, allí sentí que dejando a mi cuerpo empujar un poco las contracciones eran mucho más llevaderas,….pero cuidado!...no debo empujar sino estoy en expulsivo… porqué entonces eso me aliviaba tanto?…sólo empujaba un poco….ufff, cuánto alivio…. Estaré ya cerca del expulsivo?... Rondaban las 3 de la mañana y solicité que me viera la matrona para saber cómo iba… necesitaba saber si esas ganas de empujar era que Daniela estaba llamando a la puerta… quería que me confirmaran que podía dejarme llevar y empujar…y dejarla salir….

EL celador había cambiado, ahora era una señora que me advierte de que anda KIKA por allí,…que me tranquilice,….y me manda ánimos y SUERTE…

Me llevo una alegría cuando me atiende una chica que no era KIKA,…pero tenía órdenes de ella. Me dice que estoy sólo de 2 cm escasos…y que KIKA le había dicho que me debía poner un calmante químico,…me insiste y ella también me lo recomienda, y además me aclara que debo controlar esas ganas de empujar,…que no debo hacerlo… que quizás con el calmante me relaje y se me quiten las ganas,…Entonces yo reconozco el cansancio que me invade,…y el bajón que sentí al saber que “sólo” estaba de 2 cm. La chica muy dulcemente me dice que me va a poner muy poquita dosis, que me vendrá bien y me dejará dormir entre contracciones por muy seguidas que sean,… Le pido que me asegure que no me van a frenar el trabajo de parto (era mi mayor miedo…que el trabajo de parto se parara por culpa de un calmante que realmente no necesitaba…pero…me estaban convenciendo….)…. Ella me promete que no me va a influir…así que finalmente cedo. Entonces me pincha esa “poca” dosis de droga,…que cuán fuerte sería que me deja totalmente atontada,…

Me llevan a la habitación,…y aunque medio consciente por el efecto de la droga puedo seguir contando mis contracciones… pero el sueño me vence….efectivamente cabeceo entre contracciones pero estas se espacian algo…No,…yo no quería esto,…no quería bajar el ritmo…no quiero perder el control….no quiero que se me paren….

Dan las 6 de la mañana,…y necesito que me miren otra vez,… así que vuelvo a pedir que me lleven a dilatación,…. Ahora sí estaba KIKA de nuevo (si llego a saberlo quizás no habría pedido que me llevaran,…. Me esperaba a la otra chica)…. Ella no quiere decir de cuánto estás,…así que me mira y se calla, y me dice que aún me queda mucho,…y sonríe,…y empieza a cargar una jeringuilla. Le digo aun drogada de la dosis anterior, que no quiero más calmantes, que no me sentaron bien. Ella dijo “no te preocupes…esto no es un calmante,…es otra cosa” y conforme me dice eso me pincha el maldito calmante. No pude resistirme ya que aún estaba bajo el efecto de la dosis anterior, más el efecto de mis hormonas, más mi cansancio,… Pero tuvo que cargar mucho esa dosis de droga, mucho, porque no recuerdo siquiera como salí de allí. Ahora sí que me dejó totalmente sedada, y habiéndome drogado en contra de mi voluntad. Desde ahí hasta las 9 de la mañana no recuerdo nada,…solo tengo alguna imagen de un despertar en alguna contracción y ver la cara de mi marido en la penumbra y darme la mano mientras yo estaba tumbada durmiendo,… sedada,…

A las 9 había entrado un nuevo turno de matronas que, sin yo haberme dado cuenta, me habían examinado y me despertaron varias de ellas, jóvenes y lindas dándome palmaditas en la cara y achuchones en el brazo, y mientras sonreían me animaban: “venga cielo, despierta, que ya estás de 5 centímetros,…estás oficialmente de parto y te vamos a bajar a dilatación,…Venga,…intenta comer algo del desayuno que te han dejado aquí,…venga guapa ánimo….”. Eran voces angelicales,….eran efectivamente ángeles.

Mi marido se echó a llorar cuando nos miramos a los ojos y sonreímos diciendo “ya mismo la tenemos con nosotros… ya queda muy poco”….

La droga me había dejado sin ganas de comer, no tenía ganas, aun andaba más dormida que despierta, y las contracciones se habían espaciado: ya no eran tan seguidas ni tan intensas. Seguía dopada….

Antes de bajarme entró en la habitación KIKA a hacer su papel de matrona buena, a desearme lo mejor y a recordarme lo bien que me ha sentado el relajante que me había puesto…y que así debía seguir,…que no había necesidad de sufrir en un parto en el siglo 21,…que tenía un gotero con buscapina y calmantes preparado, que ya había dado orden de ponérmelo a su relevo,…y que también había avisado al anestesista para la epidural,…Que me dejara hacer, y que sin sufrir en breve estaría mi niña conmigo. Me dio un beso de Judas y se fue.

Por supuesto las matronas angelicales habían leído mi plan de parto revocado por duplicado, y habían pasado de las órdenes de KIKA: gracias chicas!... Ni siquiera me nombraron el arsenal que me había preparado…

Ya cerca de las 10 de la mañana, ya en la sala de dilatación la matrona me confirma que las contracciones se están distanciando,… Yo había optado por seguir tumbada la dilatación porque las ganas de empujar seguían siendo muy fuertes, y me habían ordenado que las aguantase, tumbada es como mejor aguantaba esas ganas, pero también era muy duro pasarlas así. No sé si por el hecho de estar tumbadas, o porque las drogas también me habían ido separando las contracciones desde el principio… la cosa es que la matrona me dijo que tenemos que reactivarlas,…y que romper la bolsa podía conseguirlo. Me confirma que estoy de 6 cm antes de hacerlo,…. Yo le doy mi consentimiento asustada porque las circunstancias pararan el trabajo de parto….

Al romper la bolsa éstas se reactivaron enérgicamente, como en la madrugada antes del chute de sedante. Era duro pasar las contracciones tumbada,…pero creo que aún quedaban restos de la anestesia en mis venas… Me tenían el monitor constante,… la matrona solo se asomaba al rato de pararse,…se paraba mucho,…. Pero no le daban importancia (que me expliquen para qué sirve el monitoreo continuo cuando falla constantemente y las matronas no van muchas de las veces porque dan por hecho que es fallo…).

Vuelvo a llamarla…pido que me vuelva a examinar,…quiero levantarme y empujar…es lo que más quiero en este mundo…

Me dice que estoy de 8 cm y me mira a los ojos y me pregunta “de verdad tantas ganas de empujar tienes?”, yo le asiento,…ella me pide permiso para volver a tocarme, y hace alguna maniobra tras la cual me dice, pues venga, levántate ya y empuja todo cuanto quieras, ya estás completa.

Esa frase me llenó de energía, recobré el control que había perdido a las 3 de la mañana. Ahí estábamos, Andrés, Daniela y yo, deseando abrazarnos… Las contracciones seguían su ritmo,… yo me colgaba de Andrés,… y gritaba,… me sentaba en la pelota,…y me balanceaba,… gemía,… las olas por fin volvían a su ser… me volvía a colgar de Andrés,… Así dieron las 12 las 13h…se acercaba la hora de comer porque escuchaba a las matronas hablar de una comida a la que se iban para celebrar algo,…yo cada vez estaba más ausente,…y ya no era la droga de KIKA,….ya no era esa droga que me hizo perder el control de mi parto, no. Esta droga era maravillosa,…yo cada vez me enteraba de menos pero me sentía más fuerte, más cerca de Daniela,…. Una matrona venía muy guapa,…eso dijeron,… y yo mientras gemía,…gritaba… En la pelota,…colgada de Andrés,…mis endorfinas me permitían relajarme….tanto que el sueño se apoderaba de mi…el cansancio acumulado tras 17 horas de parto y 5 días sin dormir… Pero las contracciones eran más fuertes que el cansancio. Me despierto con ellas y grito…. Ahora donde mejor me siento es colgada de Andrés,…pero él no puede soltarme en ningún momento…porque si no estoy empujando en una contracción estoy colgada dormida… EL pobre necesitaba orinar y no podía soltarme….me rogó que aguantara 30 segundos en pie sola,…Tras la contracción se acerca al baño mientras me habla fuerte,…”aguanta despierta guapa,… aguanta…” y volvió corriendo y me agarró…EL final se acercaba,…lo presentíamos….lo necesitaba…la cabeza estaba allí,… Me trajeron la silla de parto y me confirmaron que la cabeza estaba bajando…que ya mismo la teníamos en brazos… No me lo creía!,…estaba allí!...De nuevo se fue el sueño, estaba plena de energía. La silla de partos era genial,…había encontrado mi postura,…mi momento…ahora por fin íbamos a vernos...

Pero la matrona entra de nuevo y me susurra que tenía órdenes del ginecólogo y que tengo q dar a luz en el potro porque tienen q hacerme episiotomía por vagina estrecha…. (eso debió ser el diagnóstico de KIKITA la noche antes: la madre que la… Ni en su casa me iba a dejar tranquila...).

Así que…me sacan de mi momento álgido del expulsivo, así, tal cual me traen al mundo de ellos,…y me hacen andar de la sala de dilatación al potro, con las piernas separadas como nunca las he llevado (llevaba la cabeza de mi niña ahí…y me tenían que hacer andar?!!)…la sangre goteaba por el camino… Me costó tanto subirme al potro… Ya arriba me dice la matrona “muy bien, retoma tu ritmo y en la siguiente contracción empuja igual de bien que lo estabas haciendo”.

Yo empujaba, con todas mis fuerzas, pero la cabeza no avanzaba como debía. Según escuchaba a mi marido y a ella: venía, venía, venía….y se iba. “Tienes que empujar más fuerte, venga… hace falta más fuerza para que corone la cabeza”… Venía otra contracción y yo me deshacía empujando…. “No, no. Se va, se vuelve, tienes que empujar más!” Entonces empecé a gritar y a llorar. A decirles que así yo no podía parir, que yo quería mi silla en la que me sentía tan a gusto. Ellas me convencían de que era lo mismo, que estaba incorporada, ”Venga, ahí viene otra, inténtalo otra vez, con todas tus fuerzas!”. Yo me dejaba el alma empujando, pero nada. Seguía llorando, decía que así no podía, que estaba muy cansada, que no podía empujar más, que no tenía más fuerzas,… “Venga! todas decís lo mismo, y sí que podéis todas!” Yo le recordaba que todas no llegan a ese punto tras 5 días sin dormir y tantas horas de parto: que quería mi silla, que necesitaba la gravedad, que me bajaran por favor,…. Lloraba, lloraba, una contracción más y nada. De repente la matrona me miró y me dijo “si te traigo la silla te vas a desgarrar, seguro que la quieres?”. Entonces, tras mi afirmación, ordenó que le trajeran la silla allí mismo, se sentó en el suelo y me dijo: “venga, vamos, a ver ahora.”. Vino una contracción más, y en esa, en esa volví a poner todas esas fuerzas que estaba poniendo en el potro y que no me dejaban sacar a mi niña, esas fuerzas que parecían insuficientes allí arriba, abajo, en mi postura fisiológica, consiguieron sacar a mi hija como si de un pescadito se tratara. Sólo con esa única y última contracción nació a la luz nuestra preciosa Daniela. Eran las 15:27h. dl 27 de Abril del 2011. La primera hora mágica de mi vida…

Daniela no lloró nada,… nació con los ojos abiertos y oliendo como el más florido campo primaveral…. Tan llenita de vernix…tan blanquita…tan observadora…tan linda… tan calentita….

Me la dieron y la cogí en mis brazos llorando en voz alta como una magdalena “mi niña, mi niña, mi preciosa niña…. Ya estás aquí con papi y mami, no te preocupes, ya estás aquí….”. Andrés también lloraba detrás nuestra mientras me abrazaba.

Mientras yo me sumía en mi nuevo mundo de madre me pidieron me volviera a subir al odiado potro para poder coserme,…me había desgarrado un poco (jajaja…me había desgarrado un poco, sólo un poco…y el expulsivo fue el más bruto y basto y con menor control que jamás se haya tenido nadie: ¿Vagina estrecha?..¡ole el diagnóstico!).

Y allí estaba yo, en lo alto del potro que tanto me había hecho llorar, pero ahora era la mujer más feliz del mundo. Tenía a mi niña en brazos, me la estaba comiendo a besos: que bien olía, que bien sabía,…

La placenta salió rápidamente, no se si de forma natural o ayudada con alguna maniobra, yo ya no me enteraba de nada. De repente la matrona se sobresalta, se llena toda de sangre, estoy perdiendo mucha sangre, se asusta y da la orden de que me ponga un suero con no se qué (supongo que tirarían de la placenta y de ahí la hemorragia repentina) Entonces llega otra matrona y pregunta cuándo fue la última vez que oriné. Yo no me acordaba, las 3 de la mañana quizás. Entonces ordenan un sondaje inmediato. Me sondan, y en breve el sangrado empieza a controlarse, la cara de la matrona cambia, se relaja y deshace la orden del gotero.

Todo vuelve a la calma: me cosen, y mientras se llevan a Daniela, la pesan y la miden (2780 gramos y 47 cm), me la devuelven rápidamente. Apgar 9 , y 10 a los 5 minutos.

Nos llevan a la sala de dilatación juntas, me colocan a Daniela al pecho, al izquierdo, me puse de lado, y ella pegadita a mi. Y allí nos dejan a los tres solos, mirándonos, sonriendo, y disfrutando del placer de ser una nueva familia…

Daniela se agarró perfectamente,…tanto que hoy, 3 años y 3 meses después sigue enganchada…

Nuestra niña ha ido creciendo fuerte, sana y muy muy feliz. Hemos disfrutado de una crianza con mucho apego, mucha teta, mucho colecho,…y por supuesto, mucho, mucho, muchísimo amor.

Miedos y perspectiva tras la experiencia del primer embarazo y parto

Pero en 2012 se vuelve a despertar en mi el instinto de tener otro cachorro. Además, anhelaba el poder llevar un embarazo sin colestasis hepática, un embarazo más disfrutado y cercano a mi ideal desde un principio, y con un final natural y espontáneo. Además, apoyada por el poco respeto que me procesaron en la inducción (que si bien entiendo que era necesaria para evitar males mayores, ésta podía haber sido con mucho más tacto, respeto y dulzura),… Además la tal KIKA había dejado en mi un poso de ansiedad en cuanto me imaginaba dando a luz de nuevo en el hospital. Había noches que me desvelaba reviviendo mi horrible experiencia con ella y temiendo por tener que enfrentarme a ella otra vez, porque ahora me sentía mucho más empoderada y sé que habríamos tenido serios problemas… Me imaginaba a mí misma huyendo del hospital con la bata puesta! Una horrible sensación que revivía en mi tremenda ansiedad, y tremendo MIEDO.

Con todos estos temores, mi idea del parto en casa tomaba más fuerza y se hacía no solo deseable, sino necesaria. Quería que estuviera conmigo sólo una persona (y no todo un hospital metiéndome la mano a cual con menos cariño); necesitaba alguien que estuviera sólo atenta a mi (y no a una comida con compañeros, a otras parturientas, o a lo que dicta un ginecólogo totalmente ido de la cabeza queriendo buscar problemas donde no los hay simplemente porque sí); necesitaba una persona respetuosa conmigo, con mi forma de ser, que fuera dulce; y sobre todo necesitaba a una PROFESIONAL, alguien que infundara en mi tranquilidad, que me hiciera sentir que mi hijo y yo estábamos en las mejores manos si pasaba algo, y no alguien que me hiciera sentir justo lo contrario.

Mi marido no estaba muy convencido, y como tantas personas en esta sociedad, se encontraba, erróneamente, lleno de miedos y tabúes en torno al parto en casa. Entonces, empezó mi trabajo de concienciación de la persona más importante en este proceso: mi pareja. Necesitaba que él me apoyara, que él sintiera algo parecido a lo que yo sentía. Entonces, empecé a tratar de transmitirle y hacerle partícipe de mis traumas derivados del nacimiento de Daniela, empecé a pasarle información contrastada de la seguridad de los partos domiciliarios, empecé a contarle las historias de tantas y tantas personas que hoy en día dan luz en sus casa en Europa, y en muchos países subvencionados incluso por la seguridad social,…

Él empezó a mirarlo desde otra perspectiva, cada vez mostraba menos temores,… pero todo se andaría.

Segundo parto