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Parir en tiempos de Covid19 en Valencia

El viernes 3 de Julio de 2020 cumplía las 40 semanas de gestación de mi hija, y acudí al hospital General de València para los controles pertinentes.

Para la cita acudí con mi plan de parto impreso (el cual había redactado utilizando varios modelos encontrados por internet en los que se hacía referencia a las recomendaciones de OMS, del Ministerio de Sanidad, la IHAN, en tiempos de COVID). En él detallaba claramente mí voluntad de que el parto fuese lo menos intervenido posible. La matrona que me atendió en un primer momento se lo leyó tranquilamente y lo estuvimos comentando. En ningún momento me comentó que lo que pedía estuviese fuera de lugar o que no fuese posible. Al contrario, me comentó que tenía suerte, pues en ese hospital tenían muy en cuenta las peticiones de las madres para tener partos lo más naturales y respetados posibles.

Justo después pasé a hablar con una ginecóloga, quien me hizo un reconocimiento. En él todo se veía bien: no había pérdida de líquido amniótico, placenta bien, mi hija venía con “buen peso” (no llegó a los 3 kilos), no estaba de parto… Todo parecía indicar que me iban a citar la semana siguiente para ver cómo seguía. En ese momento le comenté a la ginecóloga que me habían diagnosticado diabetes gestacional, la cual había estado perfectamente controlada sólo con la dieta. Ninguno de mis controles diarios estaba fuera de lo “normal”. La ginecóloga no estaba segura de cuál era el protocolo y fue a consultarlo con algún/a compañer@. Cuando volvió me dijo que había que inducir, así lo marcaba el protocolo. Me quedé en shock. En todo momento intenté retrasar al máximo dicha inducción, pidiendo a la ginecóloga que fuese unos días más tarde… pero nada, ella sólo me dijo que había que inducirme, sin escucharme, sin explicarme, casi sin mirarme a la cara. La ginecóloga no me explicó en ningún momento los pros y contras de dicha inducción. No me dio a elegir. No atendió a lo que estaba demandando. Me sentí coaccionada. Al ser en julio de 2020, y estar el COVID tan fuerte, no pude entrar con mi pareja. Siento que de haber sido así quizás las cosas hubiesen sido diferentes, pues necesitaba su apoyo. Siento que en ese momento se violaron mis derechos como paciente.

No supe reaccionar como lo haría ahora, y al final ingresé el domingo 5 para la inducción. Cuando rememoro mi parto, lo comparo siempre con una bola de nieve, que empieza pequeña, pero va agrandándose poco a poco, hasta ser tan grande que te engulle. Esa primera noche me pusieron una sonda Foley. Al día siguiente me subieron al paritorio y “empezó el show”. De todo mi plan de parto no se me respetó absolutamente nada, excepto una cosa: parir sin epidural. En paritorios me pusieron el gotero con oxitocina sintética, monitoreo constante de mi hija, rotura de la bolsa, administración de antibióticos a las 12 horas de haber roto dicha bolsa… Cuando habían pasado unas 12 horas, y sin tener ganas de empujar todavía, pues mi hija aún no había descendido del todo por el canal del parto, me dijeron que debía empezar a empujar. Así lo hice. Al rato sí que empecé a notar esas ganas de empujar. Y empujé. Las contracciones eran doloras, pero sabía que ellas me ayudaban a parir a mi hija. Estaba totalmente centrada en el parto, en mi cuerpo, en dejar que fuese él el que la pariese (dentro de las limitaciones que me habían impuesto con la inducción) Y empezó a asomar la cabeza. Ese momento tan deseado. Pero en ese momento me dijeron que debíamos ir al quirófano (una sala adyacente a la que nos encontrábamos) Y estando allí, con ganas de empujar, de repente me dice la matrona que no empuje. ¿Por qué no? ¡Si noto que es lo que me pide el cuerpo! Pues porque me estaban haciendo una episiotomía. No me informaron y mucho menos me pidieron mi consentimiento para ello. Me cortaron el periné sin informarme ni pedirme mi autorización. Pero lo más doloroso que en ese momento viví, fue que una de las mujeres que estaba allí se subió a una banqueta y me realizó por dos veces la maniobra de Krsiteller. Llevaba horas gritando, pero eran gritos de vida, del parto, buenos. Pero con esa maniobra, chillé desde lo más profundo de mi ser. Chillé que ¡NO!, que no me hiciesen la Krsiteller. Me quedé afónica de esos 2 chillidos. Lo viví con dolor físico y emocional. Me sentí violada, violentada, desamparada. Y me pusieron a mi hija sobre mí. No lloré de emoción, sólo sentía un instinto brutal por amamantar a mi cría, por cuidarla y protegerla. Pero sentía que no me dejaban, pues seguía tumbada, con las piernas abiertas, mientras una ginecóloga y unos cuantos estudiantes (imagino que es lo que eran, pues en ningún momento se presentaron ni comentaron nada de nada) me cosían la herida que ellos me habían causado, los 6 puntos más dolorosos (en todos los sentidos) que he tenido nunca. En un momento les dije que si podía bajar las piernas y me dijeron que esperara un momento. ¿Cuánto? Les pregunté, “cuando acabemos”. No sabía cuántos puntos me estaban dando, no me contaban qué estaba pasando… Yo era un mero cuerpo ahí.

Han pasado casi 17 meses de ese día y aún se me saltan las lágrimas al relatarlo. Viví violencia obstétrica. No me trataron con respeto, vulneraron mis derechos como paciente y persona. A los 16 meses, escribí una queja al Hospital reclamando explicaciones de por qué se me habían realizado determinadas actuaciones médicas. Otra de mis demandas es que asuman que se vulneró la Ley 41/2002, de 14 de noviembre (Ley básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica). Y también reclamando que en el detallado informe del parto que me dieron aparezca reflejada la maniobra de Kristeller que me hicieron. Necesito que lo ponga, que sean honestos y admitan que me la realizaron. ¿Por qué aparecen todas las prácticas médicas: sonda Foley, oxitocina sintética, uso de una ventosa…pero no la Kristeller? ¿Acaso están escondiendo algo? Ha pasado un mes de la queja y aún no me han contestado. Es un tema que no dejaré pasar. Siento que me deben ciertas explicaciones.

A pesar de lo vivido, parir es una de las cosas más maravillosas que he vivido nunca. Me empoderó como pocas cosas lo han hecho, es fascinante lo que el cuerpo de una mujer es capaz de hacer. Y deseo volver a vivir un embarazo y un parto, pero no sé dónde pariré, pues me niego a volver a vivir aquello.