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Nacimiento prematuro de Marina

Nacimiento prematuro de Marina en el Hospital Sant Jaume de Calella, 16 de Agosto de 2017

El lunes 14 de Agosto me desperté rara. Sentía dolores como de regla, pero en general me describía como "rara". No me parecía que eso que sentía pudiesen ser contracciones... ¿Quizá era mi útero dando el último estirón? Acababa de cumplir las 35 semanas de embarazo y suponía que aún tenía que agrandarse un poquito más. Seguí con mi día normal, pensando que en cualquier momento se me pasarían las molestias. ¡Pero no paraban! Después de comer decidí echarme una siesta, me sentó bien y al despertarme le propuse a mi marido que nos fuésemos a dar un paseo. El paseo no me sentó tan bien como la siesta, y pronto le pedí a mi marido que volviésemos a casa. Él cenó, yo no porque me acababa de merendar un buen gofre durante el paseo. Cuando él terminó de cenar le dije "cariño, vamos a ir a urgencias". Seguía con dolores de regla, ya importantes, y estando en la semana 35 no me quedaba tranquila sin ir a que me mirasen. ¿Y si algo iba mal y yo lo dejaba pasar? Así que fuimos al Hospital Sant Jaume de Calella, el que me correspondía para dar a luz por la Seguridad Social.

La atención fue inmejorable, a los 5 minutos de entrar por la puerta de urgencias ya estaba con las correas puestas. Resultado: contracciones normales de Braxton Hicks, nada preocupante. ¡Las famosas Braxton Hicks! Llevaba días preguntándome si las notaría o no, y ya tenía mi respuesta: las estaba notando y pasarían en cualquier momento. Entonces entró otra matrona y me dijo que me tenía que hacer un tacto. Yo, antitactos durante todo el embarazo y convencida de que me negaría cuando me propusiesen hacer el primero, le pregunté el porqué de ese procedimiento, y me explicó que habiendo ido a urgencias con contracciones y estando solo de 35 semanas, me tenía que explorar por si acaso... Bueno, no me atreví a negarme. ¿Y si me niego y por mi culpa no ven algo importante? Siempre me quedará la duda de qué hubiese pasado si me hubiese negado al tacto. A lo mejor Marina habría aguantado un poquito más dentro de mi... o a lo mejor no. Como nunca lo sabremos, y como no lo viví como algo invasivo, no le quise dar más vueltas. La matrona fue muy delicada, no noté apenas nada, y con cara de sorpresa me dijo "Bueno, no estás de parto... ¡pero no estás verde!". Cuello del útero borrado al 70% y permeable un dedo. ¡Nada normal para la semana 35! Me dijo que no llegaría a la semana 40, y que hiciese reposo para ver si al menos aguantaba un par de semanas más, hasta la 37, para evitar la prematuridad.

Me fui a casa convencida de que a la mañana siguiente me despertaría como si nada. Mi marido estaba un poco alucinando, me decía "quedaban 5 semanas para el nacimiento, ¡y de repente solo quedan un par!". Así que en esas estábamos, haciéndonos a la idea de que Marina llegaría en 2 o 3 semanas como mucho. ¡Ilusos!

A la mañana siguiente seguía igual, pero ya claramente identificaba cada contracción. Totalmente irregulares y totalmente soportables, pero ahí estaban. En mi interior estaba segura de que el proceso había comenzado y de que no había marcha atrás. Reposé todo el día, fuimos a comer a casa de los vecinos, hice una larga siesta... Y a las 23h empecé a contar contracciones. Entre las 00h y las 02h se volvieron definitivamente regulares, cada 5 minutos o menos venía una, cada vez más intensas aunque nada que no pudiese soportar y suavizar con respiraciones profundas. Intentaba dormir entre contracción y contracción, ¡y qué bien sentaban esos 5, 3, 4, 2 minutos...!

A las 02h hice rápido mi neceser (lo único que me faltaba de mi bolsa del hospital) y desperté a mi marido: "Cariño, hay que ir a urgencias, estoy de parto".

El trayecto, entre curvas y baches, fue un poco duro, pero llegamos en seguida al hospital. Mientras yo intentaba llegar a la recepción de urgencias, mi marido aparcaba el coche. El pasillo de apenas 5 metros hasta la cristalera de la recepción se me hacía eterno, hasta que un chico me vio y salió corriendo "¿¿¿Estás cumplida???". ¿Tanto se me notaba que estaba de parto? jejeje

Nuevamente una atención inmejorable, en nada estaba en correas de nuevo, pero esta vez ni Braxton Hicks ni nada, estaba de parto. La matrona Almudena, un amor, me hizo un tacto muy delicado (mi política antitactos ya había quedado olvidada) para informarme de que estaba de 4cm. No estaba mal, aunque me hubiese gustado aguantar más en casa. Pero al ser un parto prematuro, no quería arriesgarme a quedarme en casa más tiempo del necesario. Me conformé con esos 4cm, me pareció que no estaba nada mal haber llegado hasta ahí yo sola para ser mi primera vez :)

Entonces llegó la pequeña "mancha" de mi parto. El ginecólogo (que por suerte para mi terminó su turno antes de que yo diese a luz) vino, preguntó de cuántas semanas estaba, de 35+4 le dijeron, me regañó por no haber ido directa a otro hospital con unidad de neonatos y me hizo el único tacto de todo el día que me dolió. Dijo que estaba de 6cm y que ya no había tiempo de derivarme a otro hospital, que tendría que dar a luz allí. En plan "no hay otro remedio", como si aquello fuese un cataclismo. Gracias Señor por ser tan poco delicado en un momento en el que lo que yo necesitaba era calma para dar a luz de la mejor manera posible. Se fue y la matrona se encargó de tranquilizarnos, que allí nacían muchos prematuros a partir de la semana 35 y que no había problema, y que no le hiciésemos caso. ¡Gracias Almudena!

Directa a la sala de dilatación: luz ténue, música relajante, aromaterapia de lavanda, masajitos de mi marido y de la matrona, pelota... ¡Y Entonox! (Óxido nitroso, más conocido como gas de la risa). La matrona del curso pre-parto nos había contado que acababan de introducir su uso en los partos, y no dudé en pedirlo. No sé si me hacía mucho o no, para ser sincera, o si era más un efecto placebo, pero ahí estaba por si lo necesitaba. Todo marchó perfectamente hasta los 7cm, donde me estanqué sobre las 6-7h de la mañana del miércoles. Hasta ahí no pensé en la epidural ni un momento. La matrona Almudena esperó varias horas a ver si retomaba el ritmo, y antes de terminar su turno me explicó que si en una horita la cosa no avanzaba, la siguiente matrona tendría que romperme la bolsa. Otra cosa que estaba en mi lista de "No permitir que me hagan...", y nuevamente en ese momento no me pareció tan mal, no me pareció que estuviesen invadiendo mi parto y no opuse resistencia. Ah, en este punto, mi querido ginecólogo, a punto de terminar su turno, le dijo a Almudena que no podía darme Entonox, que si quería un parto natural, que fuese natural, y que si no tenía la epidural. Ea, estaba sembrado el hombre.

Con el cambio de turno llegó Suyapa, mi nueva matrona, otro amor, y por suerte una nueva gine que no tenía nada en contra de mi querido Entonox. Suyapa retrasó lo que pudo la rotura de bolsa, pero mi dilatación no avanzaba, llevaba 4 horas estancada en los 7cm. Así que muy delicadamente (de verdad que no noté casi nada) a las 10h me rasgó un poquito la bolsa, ni siquiera me la rompió del todo. En cuestión de minutos comenzaron las contracciones de verdad, las de antes eran de broma al lado de estas. Iba notando cómo se terminaba de romper la bolsa, cómo Marina iba descenciendo por el canal de parto, cómo mi útero se contraía y empujaba a mi bebé hacia la salida. Ya no había descanso entre contracciones. Era algo tan animal, tan intenso... Ahí empecé a pensar que no podría hacerlo, empecé a flaquear y a pedir una ayudita... Pero tanto Suyapa como mi marido me ayudaron a mantenerme firme, a realizar el parto que había querido, y por ello les estoy enormemente agradecida. En 2 horas, a las 12h, estaba en completa y cruzamos el pasillo hasta la sala de partos. Allí adopté la postura que creía que era mejor, me quise quitar la bata, me quedé desnuda, mordiendo las sábanas y gritando con cada nueva contracción. No podía más. Esa era la sensación, no podía más, quería que alguien acabase el trabajo por mi... Cambié de postura aconsejada por la matrona... Marina estaba ya asomando su cabecita hacía rato pero yo no conseguía sacarla al exterior. En la sala de partos, dos matronas, la ginecóloga y el pediatra, todos pendientes de mis contracciones y de las constantes de Marina. Yo sentía que me desmayaba... me ponían oxígeno y suero... Creo que incluso le pedí a Suyapa que me hiciesen una cesárea. "Cariño, vamos, ya no queda nada, tú puedes, un poquito más", mi marido lo hacía muy bien. De repente, mi cerebro escucha decir que la nena se está quejando. Luego me explicó mi marido que estuvo unos 15 minutos sufriendo, pediatra y ginecóloga intercambiando miradas de urgencia, pero yo en ese momento no era capaz de hacer nada al respecto. No sé cómo consigo retomar un poco el control y me centro en las instrucciones de Suyapa y de la ginecóloga: "Vamos a empujar un poco con las contracciones, aguántalas, que ya lo tienes". Y así fue, sacando fuerza de donde no me quedaba (bueno, ¡está claro que sí me quedaba!), una contracción aguantada, el famoso aro de fuego, un pujo involuntario que salía de lo más profundo de mis entrañas... y "Plop!!", sentí salir la cabecita de mi hija a las 15:28h. Y el dolor desapareció. Y me pusieron a Marina encima, y latió su cordón hasta que le pasó a ella toda la sangre de su placenta. ¡Qué grande es la placenta! El papá cortó el cordón, y ya éramos tres.

Para el Hospital Sant Jaume de Calella sólo tengo palabras de agradecimiento. Salvo por el ginecólogo insensible que he comentado, toda la atención fue inmejorable. Me sentí respetada, acompañada, apoyada. Así fue también en la semana que estuvimos luego ingresados. Quiero destacar también el apoyo a la lactancia materna que recibí en el hospital. Con una nena prematura que se agarró al pecho como una fiera desde la primera hora, pero que como buena prematura se cansa de mamar nada más empezar, todas la matronas y enfermeras de planta estuvieron muy pendientes de nosotras para que nuestra lactancia fuese un éxito. Y se lo agradezco, porque sé que no en todos los hospitales ocurre así.

Del parto han pasado ya 15 días, y sólo tengo recuerdos bonitos. No se me ha olvidado el dolor, no lo he suavizado. No le diré a nadie que "no es para tanto". Es el dolor más insoportable que he sentido jamás. Pero también ha sido la mejor experiencia de toda mi vida, la más intensa, la más animal, la que me ha hecho sentir más poderosa. Ya tengo ganas de repetir...