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Nacimiento de un bebé

Cuando supe que estaba embarazada empecé a investigar sobre cómo sería este viaje, que opciones tenía, leí testimonios y decidí que quería parirlo en casa.

Lo hablé con mi pareja, pero él no lo veía como yo, los miedos le ganaban. Con mi familia pasó lo mismo. Pero yo lo tenía claro, quería un sitio tranquilo para parir, quería hacerlo sin reloj, con calma e intimidad. El sitio que me producía esta sensación era mi casa.

Cumplía todos los requisitos para un parto en casa, pero sin el apoyo de mi pareja, y viendo que iban surgiendo complicaciones logísticas, decidí abortar la idea.

Tuve un embarazo maravilloso y me preparé para el parto con conciencia (mantras, respiraciones, canto, pilates, libros...), quería sentirlo todo, sin epidural.

En la semana 37 empecé a notar molestias en la zona de los ovarios, sobre todo por la noche. Cuatro días antes de dar a luz limpié la casa a fondo, y al día siguiente expulsé el tapón mucoso. Después dejé de notar sensaciones en los ovarios, mi cuerpo estaba en calma.

El día que me puse de parto me sentía genial, horas antes había estado caminando bastante, sin molestias. Sobre las 17:30 empezó la aventura, rompí aguas, un charco de agua clara mojó mis pies. Me asusté y emocioné por la gran cantidad de agua, el parto estaba cerca. Cinco minutos después llegó mi pareja del trabajo. Llamé a mi familia y les conté que mi viaje había empezado, me despedí y me olvidé del mundo exterior. Habían empezado las contracciones, eran cada 3-5 minutos. A la hora siguiente ya eran cada 2-3 minutos. Me intentaba relajar cantando con la "o" y estirándome con la ayuda de mi pareja. Comí, bebí y vomité. Todo era muy animal, intenso y salvaje. Decidimos esperar hasta las 21 en casa, las contracciones eran cada dos minutos y de una intensidad moderada. Sentí que aún podía bajar los tres pisos del bloque y llegar al hospital en taxi. En la entrada de urgencias volví a vomitar. Me sentaron en una silla de ruedas y mi cuerpo empezó a temblar. Había tres chicas más de parto. Esperamos un poco y cuando me tocó me hicieron un tacto, estaba de 2cm. Me llevaron a una habitación de dilatación y parto. Era grande y acogedora. Tenía baño con bañera y una cama al lado de la ventana. Me quité la ropa y me puse el camisón. Fui a la cama y la matrona que me acompañó en el parto me puso una vía con antibiótico por el estreptococo, y monitorización continua con un cinturón. Le pedí si podía ser discontinua, ya que la presión del cinturón durante las contracciones me dolía mucho, pero me dijo que al tener contracciones tan seguidas tenía que ser continua.

Así que ya no pude moverme de la zona del aparato, aunque las contracciones tampoco me lo permitían. Me trajo una pelota de pilates, pero era demasiado baja para mí y me sentía mejor en la cama de rodillas o a cuatro patas. No me dejaban beber ni comer. A cada contracción mi pareja me ayudaba a estirarme, me acompañaba cantando y gimiendo con la "o". Me animaba y me decía lo bien que lo estaba haciendo, que ya quedaba menos, que confiara en mi cuerpo.

A las 22h vino la matrona a hacerme otro tacto y estaba de 5cm, a las 22:30 estaba de 8cm y a la siguiente vez que volvió ya había dilatado del todo. Tuve momentos de miedo que me hicieron plantear la epidural, pero mi pareja estaba allí para recordarme que me dejara llevar por las olas y que lo estaba haciendo genial. Mientras tanto, el monitor del bebé pitaba, marcando que la frecuencia cardíaca descendía mucho durante las contracciones. Llegó a 70 pulsaciones. Mi cuerpo no paraba de temblar entre contracción y contracción, como si tuviera mucho frío.

Evacué bastantes veces, mi pareja me limpió y ayudó. Poco después empecé a notar que la cabeza del bebé llenaba mi pelvis y mi cuerpo me pedía moverme. Empecé a tener ganas de empujar, y avisamos a la matrona, como me había dicho. Con la ayuda de varias auxiliares, que no se presentaron al entrar, transformaron la cama y sacaron unas perneras. Me dijeron que me tumbara. Yo no quería, prefería estar a cuatro patas, pero no me dejaron opción. La matrona me dijo que si tenía ganas de empujar que lo hiciera. Así lo hice durante las contracciones, pero me empezó a reñir porque no hacía apneas. Yo hacía pujos en espiración, veía su cabecita como se asomaba por mi vagina. Llegaron más mujeres, había unas 5 y una cuna enorme por si necesitaba cuidados extra. Al final la matrona me dijo que si no empujaba ya y salía en la siguiente contracción me cortaba. Le pedí por favor que no, mi pareja también le insistió que esperara, que no cortara. Entre dos me cogieron las piernas, y en ese momento me cortó. Grité. Si hubiera podido, me hubiera marchado corriendo, era una pesadilla. Me cortó dos veces. Sin anestesia. Me volvió a decir que empujara, y noté como su cabeza bajaba, y como tiraba de él la matrona. Eran las 2:06 de la mañana. Después le pinzaron el cordón y me lo pusieron encima, limpiado, con pañal y gorro. Estaba calentito, pesaba poco y notaba la barriga vacía. Todo seguido tiró de la placenta. Le pedí que la dejara salir poco a poco, pero me tenía que coser la episiotomía. Le pedí que me enseñara la placenta, como mínimo la quería ver. Después me pusieron hielo en los genitales y me dieron antiinflamatorios.

Me pusieron el bebé a mamar y se enganchó al acto. Nos dejaron solos en la habitación con el bebé durante una horita y después nos subieron a la habitación. El personal de planta nos ayudó y fueron muy amables, era como un hotel.

Unos meses antes de parir, fui a una charla sobre violencia obstétrica en el Parlamento de Cantabria. Allí había personal de ginecología del hospital. Les pregunté cómo podía una embarazada estar tranquila yendo al hospital, si el trato que ibas a tener dependía de la suerte de quien te tocara. Me contestaron que en el momento del parto mi pareja defendiera lo que queríamos, que lo pidiera. Así lo hicimos llegado el momento, y así vimos que no puede ser. Para mí, mi parto tuvo violencia obstétrica.

El bebé ahora tiene casi un año, tardé dos meses en recuperarme de la episiotomía, y sigo con el suelo pélvico muy débil. A la revisión de los 6 meses le pregunté a la matrona si me podía mandar a rehabilitación del suelo pélvico, y me dijo que eso es solo si te meas. Curiosamente, en la cartilla del embarazo no está la casilla de episiotomía, parece que no consta que me la hayan hecho.

Es una pena que un acto tan natural como dar a luz, si lo haces en un hospital, dependa de la suerte del personal que te toque, de las prisas que tengan y de los estrictos protocolos.