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Nacimiento de Olivia

Mi segundo embarazo, fue muy muy deseado, después de una pérdida y de dos años de búsqueda, llegó el tan ansiado positivo. Venía un nuevo bebé y, además de todo, una nueva oportunidad para que su nacimiento no fuera como el de su hermana (https://www.elpartoesnuestro.es/relatos/el-nacimiento-de-alicia?field_centro_value=carta&sort_by=field_count_value&sort_order=ASC)

Hubo un momento muy extraño en el primer trimestre, desde la primera consulta que tuve, cuando la matrona me tomaba la tensión me salía 11/9. Aunque lo achaqué a los nervios, empezaron a pensar que era hipertensa (nunca me tomaba la tensión como rutina antes del embarazo).

Fuimos con mucha ilusión a la eco de las 12 semanas en el hospital Santa Lucía de Cartagena. Tuve la malísima suerte de encontrarme en la consulta con la ginecóloga que nos destrozó el parto y a la que puse varias reclamaciones. Resultó que ahora hacían un cribado para ver el riesgo de preeclampsia. Entre que salió alta resistencia en las arterias uterinas (con mi hija mayor también la tuve pero no dieron importancia) y que, a pesar de que la tensión allí me dio 13/7,5, me pusieron 125/85 “por hacer la media”, lo cual me puso en el grupo de riesgo (una posibilidad entre 50). Además, me puso una fpp incorrecta, ya que yo, que practico el método sintotérmico, conocía exactamente el día de mi ovulación y esa fecha correspondía a una fecha 5 días antes de fecha real de concepción. Se niegan a cambiármelo. Salgo sintiendo que me han robado la primera cita con mi hija, en alto riesgo, con medicación y sin escucharme una vez más. Pido segunda opinión por lo privado. Me dice que va bien, pero que me tome la medicación. Mi hija es más pequeña en esta ecografía hecha a posteriori de la de la seguridad social, se lo digo y le hablo del método sintotérmico, test de ovulación, etc, pero ya me asegura el ginecólogo que no me la van a cambiar, porque “es lo más fiable, los métodos para saber la ovulación, fallan”. Pues si tan fiable es, no sé cómo es posible que salgan medidas distintas. Me tomo la tensión cada tres días. Nunca dio alta.

Nos vamos de veraneo. Como sano, hago ejercicio. A través de dos amigas, Marta y Helena, contacto con Marcos, matrón del Hospital de Torrevieja. Tenía claro que después de la experiencia anterior, no quería repetir en mi hospital de referencia. Me invita a conocer el paritorio, responde a todas mis preguntas, es sincero hablamos de opciones y posibilidades. Salgo con la decisión de parir allí.

No voy a la ecografía de alto riesgo y voy directamente a la eco del segundo trimestre. Sale todo bien. Se sigue viendo que la niña es pequeña pero siguen sin cambiarme la fpp y con ello, la edad gestacional. Anulo la siguiente eco de alto riesgo. Por teléfono me dicen que no se puede anular, que es una orden médica (se pensarán que tengo tres años y el médico es mi padre). Voy al privado en la semana 25 (según ellos, la 26) sin pensar en que me pudiera decir nada de esto y llega el bombazo: Tensión en las arterias uterinas por encima del percentil 99 y niña muy muy pequeña. Me manda a materno-fetal al hospital, como mucho, llegará a la semana 37 de embarazo (no me dejarán pasar) y nacerá con menos de 2.500 gramos. Si empeora la cosa, tendrá que nacer antes. Mejor fuera.

A partir de ahí entro en una vorágine de pruebas: ecografías todas las semanas, que, si bien ya no muestran esa resistencia en las arterias, si una niña cada vez en un percentil inferior. En una, un ginecólogo me manda una analítica sin siquiera mirarme a la cara, cuando miro el papel, veo que es para buscar enfermedades autoinmunes, herpes, toxoplasma, parvovirus… “si es algo de eso, tendremos que sacarla ya ¡con 27 semanas! Iba sola, tienen que ir a recogerme porque no podía ni conducir. Hablo con Choni, mi matrona, (tenía una en la seguridad social con la que terminé no muy bien por mi rebeldía y mi negativa de ser hipertensa a pesar de que sólo salía elevada la medición que se hacía allï), en la que me he apoyado desde que nació Alicia, vemos riesgos. Espero una semana. Pienso. Lloro. No puedo dormir. Hablo, hablo y hablo, con María José, con María, con Helena, con María, con las Oris, con el grupo de El Parto Es Nuestro, con María. Miro todas las tablas de percentiles habidas y por haber. Leo. Investigo. Tomo una decisión. Voy a consulta. Es el día de mi cumpleaños. Resultados perfectos, doppler perfecto, niña pequeña, según ellos CIR tipo I con percentil 2. Bueno pues ya está. ¿Cómo que ya está? Me dice el ginecólogo, “tienes que seguir viniendo todas las semanas y te programamos la inducción en la 37”. Y me fui. Y no volví. Sólo a la eco de tercer trimestre, donde salía una niña de tamaño pequeño pero perfecta. Mientras, Choni me cuidaba, escuchaba a Olivia con un estetoscopio Pinard, me tomaba la tensión, hacía la maniobra de Leopold para saber en qué posición estaba y notar su crecimiento. Hacía con ella gimnasia para embarazadas, que tuve que dejar cuando empecé a tener dolor de ciática muy agudo. También nadé en piscina hasta el día antes del parto. Marcos me recuerda la frase de Michel Odent: Ser feliz y comer sardinas, pues a por ellas.

Nadie me hubiera dicho que ese sería mi día. Estaba de 38 semanas. Fue una mañana normal y corriente, por la tarde, dormimos una siesta y después, mi hija, se metió a “peluquera” peinándome el pelo. Cenamos y a las 21:30 nos subimos a la cama. Al meterme noté perder líquido por la vagina, fui al baño y vi lo que parecía líquido, moco… Me cambié, tosí… No parecía una fisura, sino el tapón mucoso, pero me puso alerta y temí que pusiera acabar en inducción. Mis pensamientos sobre ello acabaron al notar la primera contracción, y sobre 15 minutos después, la segunda, y otra más, espaciadas y cortas, parecía que empezaban los pródromos y yo sólo podía estar en movimiento. Mi marido me dice que me acueste, pero no puedo. Van ya cada 10 minutos, 9, 8, 7, 6… ya son de un minuto de duración. Cuando empiezan, me apoyo en algo y muevo la cadera en círculos, en ochos… Cuando terminan es como el nirvana, ya no tengo ciática, estoy como una rosa. Termino de preparar mi bolsa y de imprimir mi plan de parto, guardo la pulsera que me dio Tamara para que me diera fuerzas, llamo a Helena para que avise a Marcos por si está de guardia en el hospital, me acuerdo de María, que ese mismo día había parido a su hijo, de otra María y de sus buenas experiencias en sus partos, de las Oris y sus mensajes de ánimo.

Cerca de las 12 de la noche, mi marido me dice que llame a mis padres para quedarse con Alicia. Cuando llegan, mi madre me pide que no vaya a Torrevieja, que va muy rápido. Ya vienen contracciones cada 5 minutos. Ni caso. Se quedan en mi casa con Alicia que ya se había dormido. Subimos al coche y mando mensaje para avisar que voy a al hospital. No recuerdo ni a cuanta gente ni en qué momento. Ni si quiera recuerdo haberlo mandado. Al salir, se paran las contracciones y pienso que todo era una falsa alarma. De repente, vuelven y ya son cada 3 minutos. Pongo el pincho con la música que había elegido para el parto y empiezo a viajar con Free Bird de Lynyrd Skynyrd, Kashmir de Led Zeppelin… me llevan a otro mundo. Recuerdo a mi hija cepillándome el pelo, pienso en si seguirá dormida. De repente, noto angustia, por suerte, se pasa. Llegamos a la salida del hospital de los Arcos y me pregunta si nos quedamos allí. Ni de coña. Preparo el dinero del peaje. Al entrar en la primera rotonda, noto ganas de pujar. Serán los nervios, pensé ¡si llevo poquísimo de parto! Llegamos al hospital y aparca en el parking, enfrente de urgencias, me dice: Te ayudo a bajar, pero ya estoy bajando sola, si voy bien… si, si…

De repente, una contracción se apodera de mí y solo puedo estar a cuatro patas. Veo salir a mi marido corriendo a urgencias mientras vienen hacia mí un celador y el guardia de seguridad con una silla de ruedas. Me cogen y me siento como puedo. Noto mucha presión. Las contracciones son insoportables. Entramos por urgencias y me deja un momento en un pasillo ¡No me dejéis solaaaaa! Viene una contracción y me agarro a una barra. Se rompe la bolsa y noto “abombar”. Aparecen por fin. El celador me pone la pulsera y salimos volando a paritorios. El haber recorrido con anterioridad ese mismo camino, me dio mucha seguridad. Al abrir la puerta de paritorios, nos recibió una matrona, que cómo vería el cuadro flamenco que entraba, que en vez de llevar a mi marido a la sala de espera a que lo llamaran, le dicen: coge unas calzas de ese armario y pasa. Llegamos al paritorio ¡Qué pequeño y oscuro! Veo una silla de partos a un lado ya al otro, una camilla con los monitores preparados.

Hola, vamos a ponerte monitores, túmbate. Si, claro. Me tiro de la silla de ruedas y me quedo en cuadrupedia en un rincón, mirando hacia la pared. No hay vuelta atrás. Grito “me cago”, pero no es eso, claro. De repente, hay una revolución atrás, gente corriendo, sacando empapadores… Me bajo los pantalones y las bragas hasta las rodillas. Me dice la matrona, intenta no empujar en la próxima contracción para que sea más suave y no te desgarres. Entonces me doy cuenta de que hace un rato que ya no noto contracciones (posiblemente porque se quedara ya una mantenida) y que se ha puesto “el piloto automático”, ya no podía pensar en nada, pero ese comentario me devuelve por un momento a la realidad y temo desgarrarme por las cicatrices de mi anterior parto, pero da igual, si yo no estoy empujando. ¡Toca la cabeza! Me dice, y ahí está, una cabecita y mucho pelo, cada vez más afuera. De repente y sin notar aro de fuego, sale mi hija, ella sola, se mueve y se escurre, el reflejo de eyección fetal le ayuda y es un placer inmenso. La matrona le dice a mi marido: ¿quieres recibirla? Oigo: ¡ayúdame que se me resbala! Y allí está, mi pequeña Olivia, con los ojos abiertos en la penumbra, sin llorar y mirándolo todo. La cojo en mis brazos ¡Por fin! Me han puesto la silla de partos, así que me siento y oigo “Hola, soy Lola, tu matrona” y yo Elena, jaja. Ni tiempo nos dio a presentarnos. Tenemos el ticket de entrada a urgencias que marca la 01:13. Nació a la 01:26. Era imparable.

Mi matrona me pide permiso para sujetarla mientras me quito la ropa ¡Vaya charco de sangre! Como me encuentro bien y nadie le da importancia, digo yo que será normal…. Bueno, no me ha dado tiempo a sacar el plan de parto, pero te cuento. “Si, si, cuenta” me dice. No quiero que cortéis el cordón hasta que deje de latir. Tampoco quiero alumbramiento dirigido si es posible. Me contesta: ok, lo vamos a intentar, y se acerca con un barreño, todo el rato de cuclillas delante de mí. Mirándome a mí, a Olivia, tocando el cordón, viendo el largo. Ya ha dejado de latir, no hay prisa. Toca. Se nota que se ha desprendido ya la placenta. En la próxima contracción, intenta empujar. No las noto. Prueba a pujar sin ellas. La placenta se escurre como una pescadito. Se me ha olvidado un recipiente para llevármela. Bueno. Que redonda, es más pequeña de lo que creía. La matrona nos la enseña, nos explica cada parte. Le hacemos fotos. Ahora sí que me voy a acostar en la camilla, pero ya con mi hija ¡Cómo me duele el culo! Sólo hay un desgarro muy pequeño, pero va con un sangrado. Vamos a esperar, y si se corta, no me dan puntos. Pero no lo hace. No pueden coserme porque me duele muchísimo cualquier contacto y me pongo en tensión aún con anestesia local, así que me ofrecen probar entonox. Lo respiro a veces sí y a veces no, porque es como tomarse 5 cubatas. Te relaja, te quita bastante el dolor, pero la habitación te da vueltas, jaja. Bromeamos sobre el efecto de “fiesta”. Al final, solo un punto por dentro y otro por fuera. Me piden permiso para ponerme una vía y acepto. Me piden permiso para pesar a mi hija y que la llevara mi marido. 2.909 gr. No era tan pequeña… Me surge una duda, en todo este rato, Olivia no se ha enganchado ni ha dado muestras de querer. Se dedica a mirar y mirar. Al final, con la matrona, le ayudamos un poco a engancharse, pero con la boquita algo cerrada, que hubo que mejorar con los días. Nos dejan un ratito en el paritorio. Todo el rato hemos estado en penumbra. Para coser han usado una lamparita, nada de focos enormes. Pido no poner la vitamina K inyectada y empezar mañana a dársela oral. Sin problemas.

Nos llevan a planta. Pasan ya de las 4 de la mañana. La habitación parece un hotel, con ese ventanal… Vistas a Torrevieja y a las salinas. Cama para acompañante y habitación individual. Nos dejan una canastilla sin chupetes ni biberones. Al día siguiente, nos llaman para pasar consulta de pediatría. En ningún momento se la llevan sin mí, ni hacen nada sin permiso. Discutimos que hacer con la vitamina K, y al final acordamos ponérsela en ese momento con tetanalgesia. En todo momento me preguntan cómo estoy, cómo llevo el pecho… En el informe de alta pusieron: lactancia materna con buen manejo.

Aunque tuve muchas dudas, estoy muy contenta de haber ido a otro hospital y del camino que anduve hasta el día del parto

Gracias a Marcos, a Marta, a Helena, a mis Oris, a María, María y María por acompañarme en mi camino, cada unx a vuestra manera. Y sobre todo, gracias a Ascensión Gómez, por poder transitar a tu lado mi paso, más accidentado de lo que me hubiera gustado, hacia mi segunda maternidad y a Maria Dolores Herrero, por acompañarme en mi breve parto y en todo el postparto inmediato de la manera más digna y empática. Sin vovotrxs, nada de esta historia hubiera sido igual.