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Nacimiento de Oliver, Historia de Anna, Hospital Infanta Luisa de Triana en Sevilla

El sábado 31 de mayo me despertó una contracción fuerte. Llevaba cumplida dos días, en las últimas semanas tenía muchas contracciones indoloras pero ningún otro síntoma de parto. Todavía era muy temprano así que continué durmiendo hasta que mi hijo vino a mi cama tras despertarse. Allí pasamos un buen rato, pero yo ya me notaba incomoda, así que dejamos al padre durmiendo y nos levantamos a desayunar. Mientras preparaba las tostadas venían contracciones y me iba al baño o a la habitación para disimularlas porque dolían bastante. Me comí una tostada con aceite y una infusión de rooibos. Como no sabía si la cosa iba en serio intentaba hacer las tareas de siempre… serían como las diez de la mañana. Mi hijo se empeñaba en querer ver unos dibujos de un tren azul… como no sabía de que me estaba hablando se puso a llorar enrabietado… parece que él algo se “olía”. Las contracciones eran muy seguidas me impedían dominar la situación, así que llamé a A. para que atendiera al niño y fuera haciendo las llamadas pertinentes… estábamos de parto!!!

A. sabía como ayudarme con las contracciones: me presionaba bajo los riñones y me aliviaba un montón!!! Lo malo que tenía que ir organizando la logística y muchas contracciones las iba pasando yo sola.

Mientras A. llamaba a su hermano para que se hicieran cargo de Nicolás, yo intentaba comprobar la bolsa con sus cosas, pero las contracciones me hacían doblarme por la mitad y morder una manopla de rizo. Menos mal que duraban poco tiempo… aunque ni siquiera sabía cuanto duraban y cada cuanto venían… tuve problemas con la ropa ¡no tenía nada que ponerme! Intentaba repasar mentalmente la lista de cosas que me quería llevar a la clínica, menos mal que tenía una lista pegada a la puerta de la entrada!!!! Algo me decía que la pelota de dilatación no me haría falta…

Mientras A. se llevaba a Nicolás a casa de su hermano, en el bloque de al lado. Yo me metí en la ducha. Bajo el chorro caliente me sentí muy muy bien, es verdad que las contracciones son menos dolorosas. No tuve ánimos para lavarme el pelo, requería demasiado esfuerzo. A. me ayudó a vestirme porque yo ya no atinaba, sonó el porterillo, era Antonio, un amigo nos iba a llevar a la clínica en nuestro coche. Todavía no nos explicamos como lo hizo para venir a nuestra casa tan rápido!!!

Luego me di cuenta ya se habían llevado a Nicolás y no le había dicho ni adiós. Que mal!!!

Recuerdo la contracción en el ascensor… agarrada al bueno de Antonio y a A. y en el coche ufff en el asiento del acompañante, encima de una toalla, agarrada al respaldo… menos mal que fueron 5 minutillos…

En la clínica, las cosas se recuerdan de otra manera. El planeta parto estaba en auge. Al llegar me sentaron en una silla de ruedas… exigí a A. que no se separara de mí “Ni ingreso ni leches” creo que le dije.

En un plis-plas estábamos en un paritorio. No me gustó nada estar allí, me traía recuerdos tristes. El matrón me dice que me tengo que tumbar para hacerme un tacto. A. ya le estaba poniendo en situación al matrón y otros que estaban por allí de nuestras intenciones. Yo atiné a decirle que no me rompiera la bolsa, “9 cm y un reborde”, no me lo podía creer. 9 cm, 9 cm!!!!!!!! Sonreí a A.… Oliver estaba a punto de nacer!!!!. El matrón y otro chico (me enteré después que era el ginecólogo de guardia) me dicen algo de una raquis… “No, No. Yo Natural!!!!” Les pregunto si me puedo levantar. Me dicen que sí. Y yo a lo mío a encajar contracciones mordiendo mi manopla y con A. detrás. Él les dice que “si no les importa, mejor no poner todavía nada de vías, que siempre hay tiempo…” Les digo que quiero hacer pis, y me dicen que en el paritorio no hay baño. Me dicen que mi ginecólogo está en camino, y que si quiero puedo ir a mi habitación. ¡¡¡Síiii, claro que quiero ¡!!!

Pues ya ni me acuerdo si fui al baño o no…yo estaba en mi mundo… notaba aliviada a A. detrás de mí en cada contracción empujando mis riñones. Era como si el dolor se repartiese entre los dos… no se si era alivio físico o psíquico. Pero era maravilloso. En algún momento llegó mi ginecólogo… y más gente… matrón, creo que el pediatra, el otro ginecólogo… ni idea, a mi realmente me daba igual. Creo que hubiera parido delante de cualquiera. Ellos andaban ajetreados poniendo empapadores por todos lados, cubriendo el suelo, la cama….

De vez en cuando escuchaban al bebé, con un latido genial y creo que me hicieron otro tacto.. Estaba de pie, apoyada en la cama cuando noté que expulsaba líquido amniótico, también manché de otras “cosillas”. A. pidió guantes al matrón y él mismo me limpiaba, alternando con sus masajes. Estuve un rato de rodillas, agarrada a un sillón. Ellos me hablaban pero yo ya no tenía energía para contestar. Las contracciones eran muy dolorosas, pero sabía que no duraba demasiado, poco a poco el dolor cedía… pero estaba cansadísima… yo pensaba “quiero dormir, quiero dormir” pero ya venía otra… yo seguía mordiendo mi manopla.

Me preguntaron si quería ponerme de cuclillas, que si quería ponerme en la cama. Pero pensar y moverme era muy muy complicado para mí. Al final me subí a la cama, me subieron el respaldo, me dijeron que me agarrara a las rodillas si notaba ganas de empujar. Yo dudaba de mis propias fuerzas, estaba agotada. Todos me animaban, el primero A.. Mi ginecólogo me decía que se me iba la fuerza por la boca, que tenía que empujar con el estómago. Me guiaba con las respiraciones. Me decían, “venga, en la siguiente contracción ya sale!!!!!” Pero no salía!!! En algún momento dudé “y si no me dicen la verdad???” . Realmente yo no sabía si lo estaba haciendo bien o no. Tenía a A. a un lado y al ginecólogo al otro lado… me decían “Venga!!! Que ya está aquí, le vemos la cabeza!!!” “empuja, que ya se le ven los pelillos!!!” y todavía vinieron más contracciones y más pujos. Me agobié pensando en mi periné. Pero pujé, y pujé y todos jaleaban. El último pujo me hizo chillar de dolor, pero fueron sólo segundos, rapidísimo… cuando me di cuenta me estaban dando a mi bebé, morado, lleno de vermix, caliente, llorando… “Oliver, he parido a Oliver, he parido a mi bebé!!!”

Por supuesto, era un bebé precioso. No lo puse a mamar porque estaba agotada y sin fuerzas. No lloré, estaba tranquila, feliz. Inmensamente feliz. Todo había sido tan normal… por fin sabía lo que era parir!!!! El papá cortó el cordón cuando dejó de latir. Pero lo más importante para mi, no me separaron de mi hijo para nada, y se libró de los protocolos. Pregunté la hora. Eran las dos y veinte de la tarde. No me libré de los puntos por desgarro. 4. (creo que por las prisas).

No sabía si era todo un sueño o era algo real. Mi parto había sido maravilloso y no podía sentirme más orgullosa del padre de mis hijos. A. Se había portado como un matrón, totalmente entregado a su papel. Mi parto fue de los dos, un auténtico mano a mano. Y toda una historia de amor.

Oliver nació con mucha energía, se enganchó a la teta a la primera y ya no la soltó por dos días y dos noches. Madre mía!!!!! El primer contacto con el hermano fue muy muy malo, (mi niño grande es un ogro tras la siesta) pero luego todo son besos y abrazos para el bebé.

Sevilla, Junio 2008

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Parto Natural

El pasado 31 de mayo di a luz a mi segundo hijo en el Hospital Infanta Luisa de Triana. Mi primer hijo también nació allí pero en circunstancias muy diferentes porque fue un parto muy medicalizado y acabó en cesárea de urgencia. No deseaba pasar por una segunda cesárea, así que tras buscar información sobre partos vaginales después de cesárea y pedir cita con varios ginecólogos, di con un gran profesional: el doctor Fernando Andrade Ceballos. Él accedió sin problema a atender mi parto pese a estar ya de casi ocho meses de gestación, me escuchó y me apoyó en mi deseo de tener un parto según las recomendaciones de la O.M.S. Esta vez sí, el nacimiento de mi bebé ha sido una experiencia hermosa. Gracias de corazón, Doctor Andrade.