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NACIMIENTO DE LARA, PVDC

Lara nació en la mañana del 22 de Noviembre de 2014.

Lara tuvo trabajo durante su gestación. Fue un bebé tranquilo, me ataqué de naúseas 4 meses pero aparte de eso nada más. Ni medio susto, ni media anomalía, ningún comentario. Pero tuvo mucho trabajo puesto que removió la cesárea de mi mayor, de mi Neus, cuyo embarazo fue de riesgo y su cesárea, pues mi particular historia de miedo.

No fue fácil. A pesar de desearla, no me reconocí a mi misma estar buscando otro bebé, era tal el terror al embarazo y parto. Su mera presencia intrauterina, me hacía llorar pensando en el pasado. Si alguien me hubiese regalado un bebé me hubiese hecho la más feliz de las mujeres, a mi me daba bastante igual eso de gestarlo y parirlo. Si me lo ahorraba pues mejor. Cuando tuve el positivo en mi mano no me nació ninguna sonrisa, ninguna emoción, sólo miedo, y un “vamos a ello”.
Pero mi bebé tranquilo, mi niña Lara, fue calma, fue bálsamo. Ella me dio el tiempo que yo necesité para remover tantas cosas en la cueva de AC.

Después de enjugar muchas lágrimas, llegó la hora de la información. Ellas me decían “tú puedes”, y yo, quería creérmelo. Me lancé a devorar artículos, me empapé de la lista de AC, fue maravilloso encontrarlas, recibir y dar consuelo, valorar consejos, leer mucho mucho, darme cuenta que no me valía el hospital de la esquina, elegir finalmente el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, y dejar mi embarazo progresar. Mi placenta esta vez estaba bien, era una gozada ser de bajo riesgo, trabajar hasta la semana 37, hacer Pilates que para el parto no me sirvió de nada jaja pero pasé unos ratos preciosos con mi Lara, en aquella sala que olía fenomenal, y que me dejaba relajadísima.

Y en la semana 40, apareció la primera de las tres personas que harían “click”, que harían que las cosas tomaran un rumbo concreto en el momento crucial.

Persona 1: Me llamó mi padre el día 19. Para ver qué tal estaba. Esto no es habitual. Nos llevamos estupendamente pero no somos muy de llamarnos a ver qué tal estamos. Me llamó como me hubiese llamado mi madre si ella viviera. Mi padre aún se esfuerza por hacer de madre a pesar de que sus hijos ya somos mayores. Me preguntó cómo me encontraba y me dijo: mira las lunas, en cuanto cambie, te pondrás de parto. Cuando colgamos el teléfono supe que me pondría muy pronto de parto. Pero no quise mirar las fases lunares. No quería que nadie me desvelase el día.

Persona 2: El día 20 tuve ginecólogo en el Hospital. Iba yo decidida a negarme a un tacto, a negarme a monitores, a rechazar cualquier insinuación de inducción. Pero me encontré a una profesional jovencita, súper agradable, que no me hizo tacto ninguno, sólo una eco rapidita para no molestarnos ni al bebé ni a mi, y me dijo “del peso no vamos a hablar. Si llegas a la 41 lo valoramos”. Ni me dijo ni yo pregunté más. Aquello seguramente me ayudó mucho porque no me tuve que preocupar. Al hacerme la eco se le escapó una expresión en el rostro, y la frase” va a ocurrir muy pronto, está muy encajada”. Esa noche escribí un emocionado email a AC “despidiendo la barriga”. Sentía que el trabajo ya estaba hecho. Ahora estaba preparada. Ya me tocaba a mi. El arropo, ánimo, y la piña que se viven en AC es algo inexplicable.

El día 21 por la mañana, a eso de las 7, empezaron las contracciones con un leve dolor de regla. Aquí empezó mi pesadilla particular que no acabaría hasta dar a luz. En cada contracción, sentía ganas de hacer caca. Nada agradable. Estaba segura que tenía retorcijones y esperaba ir al baño antes de que se pusieran más serias. Aún así podía hacer vida medio normal. Nikola se fue a trabajar. Le llamé a medio día que se viniese para acá. Las contracciones seguían, y para pasarlas el cuerpo me pedía ponerme de puntillas y empujar paredes. Mi perro me seguía por la casa, entendiendo más de lo que uno imagina. Eché de menos a mi perra. Ella hubiera sido una compañera maravillosa, pero ya se murió hace tiempo.

Nikola recogió a Neus del colegio. Nos hicimos unas fotos preciosas los tres. Neus emocionadísima porque “ya se escapa Lara”. “Le vamos a comprar una bata y unos guantes”. Nikola y yo nos dimos un beso y Neus nos sacó una foto, por una vez no nos cortó la cabeza.

Aquello se iba animando yo seguía bien, lo único realmente molesto era la sensación de tener un atasco intestinal. Pensaba en que no quería ir al hospital hasta que hubiese ido al baño porque qué vergüenza ir con toda la tripa llena. Llamé a mi hermana, recogió a Neus en casa.

Hubo un momento en que se animó el tema de tal manera que me empezó a dar igual el tema de cagarme allí o aquí. Nikola se movía a toda velocidad y no perdía la sonrisa. Estaba feliz. Yo no tanto como él, pero también, animada y contenta. Así que en su cochecito nos fuimos para Móstoles.

Al llegar me hicieron el primer tacto del embarazo, y aquí vino el jarro de agua fría: no estás de parto. El cuello está borrado, te sacamos monitores y si todo está bien te vas a casa hasta que estés de parto. Los monitores no registraban nada cuando yo sentía dolor. De repente estaba segura de estar con retorcijones, seguro que estaba con un estreñimiento bestial y no estaba de parto, qué vergüenza. La matrona que me vió después de los monitores me soltó como quien lo ha soltado mil veces de carrerilla y sin coger aire: “vuelvecuandolascontraccionesseandeentre5minomenosduranteunahoraomás…..”
qué mal me sentó aquello por dios. Qué sensible estuve al tonito, al soniquete. Le dije que quería un enema, que estaba segura de estar atascada y estar confundiéndome con trabajo de parto. Me dijo que no, que sí que eran contracciones, pero que aún no tenían regularidad, que cuando fuesen regulares volviese. Y que me olvidase del enema.

Volvimos al coche, muy contrariados. Todo el camino de vuelta lo hice con los ojos cerrados, el dolor seguía viniendo, bastante regular según yo. En casa, mandé a Nikola al herbolario a por una infusión para el estreñimiento (yo erre que erre…). Volvió diciendo que le habían preguntado si era para mi y como me ven la barriga no le habían querido dar nada. Al menos me trajo 4 ciruelas. Me tomé una, un vaso de agua caliente, y esperé el milagro metida en la cama. Pero el milagro no venía, lo que venían eran contracciones. Yo “sabía” que estaba de parto pero me habían dicho que no lo estaba. “No estás de parto, no estás de parto…” “tonta, eres tonta” “no sabes nada”.

No sé por qué me dio por machacarme de esa manera. Nikola hacía sus cosas por casa, me sentía sola y estúpida. Abrí el móvil y me puse a registrar cada contracción que tenía con un programita de esos cuentacontracciones. Aún las tengo guardadas. Eran cada vez más intensas, y hubo un momento en que empecé a gemir con cada una. Yo, la que estaba segura que no emitiría ni un solo ruido en todo el parto “esas cosas me dan vergüenza”. Madre mía. Yo creo que esa noche me oyó todo Móstoles y parte de Fuenlabrada. Pero eso sería más tarde.

Nikola, al oir los gemidos, se vino conmigo. Empezó él a registrar las contracciones. Eran como un reloj suizo: duraban 40 segundos, y me daban cada 2,30 min. Pues claro que estaba de parto. Cuando cumplimos la puta hora de rigor, me imaginé una bendición imaginaria de la matrona aquella “aaaah ahora sí estás de parto”. ¡Idiota!
De nuevo al coche. Esta vez nada fácil pues iba todo muy deprisa. En el ascensor me dio una contracción, que me hizo gritar, agradecí no ver a ningún vecino. En el coche, varias en los 25 min de trayecto. Nikola tuvo que aparcar en la puerta de urgencias yo sólo podía andar entre contracciones. Espera en la sala a que te llamen al triaje. Vuelta de contracciones, me pongo de pie, siento que me hago caca de verdad es horrible el dolor en el recto, grito, despacito, no muy alto pero sí muy potente, largo y tendido, no se puede controlar me sale así solo. Abrazo a Nikola me mira todo el mundo. Me llaman a triaje. Según me toman la tensión otra contracción, me quita el habla, vuelvo a mis gemidos, Nikola ha de ir a aparcar su cochecito que se ha quedado en la misma puerta de urgencias, le digo “búscame por todo el hospital no me faltes”. ¡Pienso que le quiero muchísimo! Estoy intranquila por cómo se precipita todo pero sé que todo va bien. Lo sé. Una mujer muy cariñosa me guía por los pasillos, voy andando, cada 2 min me paro, empujo la pared del hospital con todas mis fuerzas y gimo y grito. Luego sigo andando como si nada. ¿Esto es así todo el rato? Se van llamando entre ellos “viene una gestante con parto muy avanzado” pienso ¡joder! ¡vine hace 2 horas y me mandasteis a casa!

Sólo hay una sala libre de dilatación. Por un momento me horrorizo pensando que podrían haber estado todas llenas. Según me llevan me hablan de epidural “no quiero epidural”. Se cruza con otra matrona “que no quiere epidural”. Yo, en mi hipersensibilidad, me molesto por el “que” de su frase.
Me toca la habitación de la bañera, no puedo creer en mi suerte. Pero una matrona me dice que debido a la presión asistencial no la podré usar. Vamos que tienen mucho lío. Vaya por dios. De repente sonrío al pensar que seamos tantas pariendo. Sé que tiene que ser la luna, aunque no lo sé a ciencia cierta. Viene Nikola. Me abraza, está feliz y súper emocionado. ¡¡Vamos vamos vamos!¡¡Ya estamos aquí!! ¡¡Voy a parir, voy a parir!! Tacto: estoy de 4 cm. Escribo un mensaje a la lista AC, informo que estoy ingresada, de 4 cm, y aunque la avalancha de mensajes no se hizo esperar ya me olvidé del móvil, aunque no de ellas, y sus velas, firmes, velándonos a mi y a mi hija.

Se presenta mi matrona. Es amable, habla suave, y me pide que en vez de gemir intente por ahora respirar como si soplara una velita. No puedo evitarlo, no congeniamos. No quiero que me hablen de soplar velitas, yo quiero tumbar paredes. El “yo” que está surgiendo de mi es de todo menos tranquilo y pacífico. Me repito a mi misma “la que pare eres tú” en un intento de quitarle importancia al hecho de que no me haya gustado mi matrona. Mierda.

Los monitores inalámbricos están ocupados. Me quieren monitorizar atada a una máquina hasta que se liberen los inalámbricos. Bueno, mientras pueda estar de pie y moverme un poco por ahora me vale. Pero aviso que si en algún momento me quiero ir más lejos me los quitaré. Creo que he dejado de ser amable, el dolor me azuza. Me vienen a poner la vía, “no me voy a poner la vía”. Mi matrona “ya me imagino Elena pero teniendo cesárea previa tenemos que ponerte una vía”. “No me voy a poner vía, no puedo dilatar con una vía puesta porque se me va a poner el brazo morado”. La matrona la sale y entra, me insiste, yo le digo lo mismo, y además me viene una contracción que me dobla de tal manera que la suelto “déjate de vías y tráeme un enema!!!”.

Se va y no viene nadie en mucho tiempo. ¿Me han dejado en paz realmente? Yuju!

Me centro: el dolor del recto es sin duda lo más acuciante de todo el proceso. No me permite sentarme en la pelota, ni en ningún otro sitio. Solo puedo estar de pie. Me voy poniendo de puntillas y echo la cabeza para atrás. Arqueo la espalda. El cuerpo me habla solo. Nikola me frota la espalda, igual que hacía en casa, me da calor con sus manos, que siempre están calentitas.

Persona 3: Entra una chica jovencísima, y se presenta. Se llama Natalia, y se disculpa porque por una reorganización me han cambiado la matrona, ahora será ella. Le pregunta a Nikola su nombre. Me gusta desde el principio. Natalia, ese nombre significa nacimiento. No puedo creer en mi suerte. Voy a tener a mi matrona-ángel. ¡¡Es ella!!

Natalia está llena de energía, y me dice que si quiero gritar que grite, que escuche mi cuerpo, que haga lo que me de la gana y que le pida cualquier cosa. También ha oído que no quiero vía pero que me la tengo que poner. Le digo que no me la voy a poner y dice que tendrá que llamar a un ginecólogo. Le digo que llame a quien quiera que no me voy a poner la vía. Le explico mi dolor en el recto, me escucha muy atentamente. No han pasado 4 horas desde el último tacto y me pide permiso para revisar la cabeza del bebé (me imagino que quiere ver si está de cara). Le digo que muy bien pero que no me puedo tumbar de ninguna manera, es impensable tumbarme. Ningún problema, me tacta de pie. Estoy de 5 cm y la cabeza está bien colocada.
Me dice que las sensaciones son normales, hay mujeres que sienten más aquí o allá, y yo pienso en qué mala suerte, porque el dolor lumbar y el de la barriga, los tengo bien localizados y los puedo llevar, pero el del recto, que ahora es ya como si alguien me estirase del coxis para arriba es insoportable… me lo estropea todo…

Viene la ginecóloga. La conozco de la visita preparto. Viene brava como un toro, aunque se intenta contener. Que yo ya conozco el protocolo, que me tengo que poner una vía. Que ha visto a mujeres con hemorragias muy fuertes a las que no se las puede sacar una vía por la pérdida de sangre. Que además viene un bebé muy grande. Que el protocolo del hospital es ese y que yo al acudir no les puedo poner en este tipo de situaciones negándome. Pero sí que puedo, yo lo sé, y me sigo negando.
Se enfada la doctora porque no puede hacer nada, me dice que le parece increíble que por una preferencia mía arriesgue el bienestar mío y de mi bebé. Yo la verdad, no me sentía en riesgo, y sólo pensaba en mi dolor. Se limitó a decirme “lo voy a tener que reflejar en tu historial”. Le solté un “eso es”. Y añadió “ah, y respecto a tu plan de parto, si vamos a cesárea de urgencia no puede pasar el padre” y le respondí “de acuerdo, no te apures que no vamos a ir a cesárea” Y se fue.

Natalia, según se fue la gine, se puso conmigo como si nada. Me habló de mi pelvis, de cómo estaba la cabeza de Lara, me sugirió que rotara las rodillas hacia dentro de vez en cuando, y que iría pasándose a ver cómo iba. Le dije que me trajera ya los monitores inalámbricos o me quitaría los fijos. Por suerte alguno debió de quedar libre y me los trajeron.

El dolor iba en aumento. Los 3 dolores, lumbar, barriga y recto. Pero era el del recto el que era un dolor completamente disparado. Lumbar y barriga dolían y mucho pero los tenía más aprendidos, más ubicados. El del recto era insoportable. Mis gemidos pasaron a ser aullidos, gritos. Me agarraba a Nikola, a la bañera, a la cama, a la pelota de Pilates sobre la cama, nada ayudaba con el recto, le pedí a Natalia que me trajera un enema que estaba segura que tenía tal cantidad de caca que en cuanto la echase podría recibir al dolor de lumbar + barriga, como tantas veces lo imaginé… pero Natalia me insiste que es el bebé “Elena viene un bebé grande, y está avanzando muy bien en tu pelvis”. Me sugiere probar el el gas nitroso, me enseña a usarlo. Pero lo que me agarro es una borrachera de esas en las que te da por llorar. Horrible. Lo dejo porque me quita el poco ánimo que tengo. Por suerte, el efecto se pasa en seguida.

Lo mejor son las duchas que me di. Eso sí que aliviaba. El agua, que a mi me gusta ardiendo, fue la mejor analgesia que tuve, mejor incluso que las manos de Nikola. Ya fuera de la ducha, recuerdo un grupito de 3 contracciones, tan intensas que al final de las mismas me generan arcadas. Dudo de mi. Y pafff!! Se rompe la bolsa, cae todo de golpe. Agua clarita. Respiro hondo, pero no percibo ningún olor.

Me vuelvo un poco loca porque pienso que ahora me va a doler más y el dolor me tiene espantada ya. Me muevo como un animal enjaulado, así me siento, por la habitación. Nikola me va persiguiendo. En cada contracción me orino, y él va limpiando todo con empapadores. Supongo que para no me escalabre al pisarlo. Entra Natalia, me dice que tiene que ir a echar una mano a la sala de al lado. Que llame si necesito algo y vendrá una compañera. Me mosqueo, no me gusta quedarme sin matrona ni aunque sea por 5 minutos. El cuerpo ya me pide empujar, y el grito al empujar es distinto a los gritos anteriores. Ahora entiendo bien porqué las matronas de parto en casa se pueden llegar a guiar tan bien por el tipo de sonido que emita la parturienta.

En respuesta a mis mugidos de vaca a la que están torturando (así me oía yo a mi misma, qué bonito), entra la primera matrona la que no me gustaba. Me dice que no empuje, que aún no estoy en completa, y eso no es bueno para el bebé. Que le estoy empujando la cabeza sin que aún tenga posibilidad de salir. Nikola escucha con mucha atención y según sale se vuelca conmigo en impedir que empuje. Fue sin duda lo peor de la dilatación. El desobedecer con todas mis fuerzas a toda la fuerza que emanaba de mi cuerpo. La mayoría de las veces ganó mi cuerpo, pues no podía dejar de empujar. Y sentía la preocupación de Nikola al que de repente quería muchísimo y con todas mis fuerzas quería escucharle y hacerle caso, sentía también la desaprobación de la matrona que me oiría seguramente desde afuera. Alguna vez gané yo, respirando respirando respirando y sin empujar. Dolor, qué dolor tan intenso en el recto y el coxis. Insoportable. Grité que para qué teníamos el coxis, inútil, doloroso.

Volvió Natalia. Le cuento lo que ha pasado, que me han dicho que no empuje, y me dice Elena, si te pide el cuerpo empujar EMPUJA!! CON TODA LA FUERZA QUE TE PIDA EL CUERPO, NI MÁS NI MENOS!! Me pide permiso para explorar, estoy en completa. ¿En serio? ¡¡BIEEEN VOY A PARIR YAAAA!!. Nikola está sobrecogido, se siente culpable de haberme medio obligado a respirar en vez de empujar. Yo estoy feliz de que me dejen empujar, de que nadie me vaya a decir nada. Natalia ya se queda con nosotros. Le suplico que me ayude con el dolor en el recto, pero ella no puede hacer nada. Y sin más le digo que si ya he dilatado y si ya voy a parir, que me ponga una vía que no me quiero desangrar. Sorprendida y contenta me pone una vía, fue una buena decisión por lo que me pasó más adelante.

La primera fase del expulsivo la pasé empujando con todas mis fuerzas, gritando como un animal, de pie y cada contracción de cuclillas. Alguien entró atropelladamente, se llevaban a Natalia, me dice mi matrona que tiene que ir a una cesárea pero que estará aquí en seguida con nosotros. Me muero de miedo, ¡¡no te vayas!! “Elena de verdad me necesitan en una cesárea será un momento de verdad” y yo pienso en esa chica de la habitación de al lado, en su cesárea, y en que qué suerte tener en la cesárea a alguien como Natalia. Ojalá hubiese estado ella para recibir a mi Neus. Y con ese pensamiento me callo y ella marcha.
Nikola está espantado de quedarnos solos. Yo pujo fortísimo de cuclillas. Le aviso que como la nazca la tendrá que coger él. Esto es demasiado para él, me pide que no empuje hasta que venga Natalia, que la esperemos. Eso es imposible y pujo y pujo, me vienen tan seguidos que pienso de verdad en que nos tocará recibirla solos. Natalia tarda en volver. Viene apurada, nos pide disculpas. Le pregunto que cómo está la chica de la cesárea, me dice que todo ha ido bien. Le mando un pensamiento positivo a esa mujer desconocida, de parte mío y de la cueva AC.

Son las 06:00 am llevamos desde las 00:00 en la sala. Yo llevo las 6 horas de pie caminando puesto que no me puedo sentar ni en sueños. Natalia toca con tiento la cabecita de Lara, se devana los sesos para encontrar una postura para el expulsivo en la que me pueda proteger el periné, porque viene una niña bien grande. No exagero si montó y desmontó la cama 3 ó 4 veces para intentar encontrar aquella postura que me dejaría parir sin apoyar el ano ni el coxis. Nada servía porque yo ni me acercaba a la cama, no paraba de dar vueltas y donde me pillaba la contracción ahí me ponía de cuclillas. Pidió ayuda a otra matrona, que yo no había visto aún. Entre las dos me convencieron y tumbaron en la cama y seguidamente me subieron las rodillas al pecho de manera que liberara el coxis y no me doliese al apoyarme. Un par de pujos en esa posición y Natalia estaba feliz porque decía que el bebé había avanzado un montón. Pero las contracciones se espaciaban.

Probamos de lado, con las piernas en tijera. Una contracción poderosa hizo avanzar a Lara de nuevo, pero luego ya no venían tan fuertes. El dolor se me hacía tan insoportable, tan jodidamente localizado en el recto, que las lágrimas me rodaban libremente y ya estaba rendida, gritaba como una loca en cada contracción y sólo podía esperar asustada a la próxima. Lara seguía avanzando, y yo me quedaba sin fuerzas. Las contracciones se espaciaban. Eran las 07:00, llevábamos una hora de expulsivo, y Natalia acababa el turno a las 9:00. Intenté buscar en mi cabeza recursos, porque me estaba rindiendo. Recordaba las velas de la cueva, alguna andaría medio consumida. Intentaba recordar alguna frase del mural ese de frases para el parto que María se andaba montando. Pero sólo recordaba una frase “no tenemos prisa” y en mi cabeza saltaba SÍ TENEMOS PRISA JODER, QUE NATALIA ACABA EL TURNO. Otra contracción EMPUJA EMPUJA EMPUJA, pañitos de agua caliente en el periné, de vez en cuando me vaciaban un vasito de agua caliente también. Todo muy agradable, pero no avanzábamos. Descansaba. Pero el tiempo se me acababa, porque lo decía yo, porque me calculaba ya pocas fuerzas físicas y no me veía cambiando de matrona en esta fase.

Entonces decidí coger las riendas. Le dije a Natalia que yo no iba a parir así nunca, que iba a parir de pie. Llevaba todo el parto de pie, y los pujos de cuclillas, y todo había ido fenomenal, estaba cansada claro que sí, no quería desgarrarme pues claro que no, pero ya pesaba más las ganas de acabar que el desgarrarme. Recuerdo decir “voy a parirla de cuclillas, y si me desgarro me desgarré”. Natalia me apoyó en seguida en mi decisión. Nada más levantarme, y en lo que ella buscaba el mejor sitio para parir a Lara de cuclillas y darle a ella un mínimo espacio para intentar protegerme el periné, se reactivó mi cuerpo, y grité “¡¡¡vamos vamos vamos!!!” allí mismo al borde de la cama y agarrada a la misma, me vino una megacontracción, que dolor más horroroso focalizado en el recto, sentí el aro de fuego, EMPUJA EMPUJA EMPUJA!!!! Venga!!! Esto tiene que acabar ya!! No puedo más!!! Pujo poderosísimo, tras el cual la cabeza de Lara se volvió a esconder, y a mi me dejó llorando diciendo “no puedo no puedo no puedo…” y Nikola, sí que puedes, lo estás haciendo genial, y yo llorándole “¿no ves que no hago nada? ¿no ves que soy esclava de mi cuerpo?” Esperamos de pie. Natalia rápidamente baja la luz de la habitación. Su movimiento me indica que ella está segura de que la paro ya de ya. También avisa en de que mantengan silencio, porque va a nacer un bebé. Qué detalle tan bonito, cómo se lo agradecí.
Alguien me desabrochó el camisón, yo me lo quité y lo arrojé por ahí.


Mi cuerpo estaba decidido. Vino otra contracción tan poderosa como la anterior, de nuevo grité “¡¡¡vamos vamos vamos!!!” a la que me ponía en cuclillas, ésta tenía que ser la definitiva. Empujé como nunca, conteniendo la respiración al principio para dar paso a un bramido, un sonido completamente distinto esta vez, pujo poderoso incontenible, volví a notar el aro de fuego, las matronas me animaban Nikola me animaba todo el mundo me gritaba ánimos y yo sólo me oía a mi misma por encima de todas sus voces. Recuerdo pensar “¿para qué pedimos silencio si luego no paramos de gritar?” jajaja. Mi culo, joder que se me rompe el culo. Pero Lara volvió a esconderse tras aquello. Lloré, pensaba “es que de verdad no puedo pujar más fuerte, ¿¿cómo voy a sacarla??” Natalia quería traerme un espejo para verle la cabeza y ver lo cerca que estaba, yo no quise. Ya sé que asoma la cabeza, la siento en mi vagina, me arde todo cuando asoma.

Pero todo llega, y también llegó la siguiente contracción, y pujé tan tan tan fuerte, que sentí cómo me partía en dos, sentí el aro de fuego rompiéndose, Natalia me gritó “¡¡¡CÓGELA!!!” Y ella la recibió sólo para que no cayese al suelo, pero quien la sacó del todo, escurridiza como un pez, quien la alzó y la abrazó poniéndose de pie, chorreando líquido y sangre, esa fui yo, y así me quedé, unida a mi hija por un cordón. Nikola llora, me quedó completamente flipada mirándole: nunca le he visto llorar, nunca. En mis oídos, oigo el pálpito de mi sangre circulando.

Todo lo que sigue a continuación es muy bonito.
Natalia y Gema me pidieron que me tumbase. El cordón está latiendo y todos lo observamos. Lara está sobre mi barriga, y yo la miro con sorpresa. No se parece en nada a Neus. Y se me hace un bebé muy grande, ¡vaya cabeza! La miro con curiosidad, ella me conoce mucho más que yo a ella. Nunca he vivido esto y quiero ser una esponja y darme cuenta de todo todo. El cordón late, no hay prisa. Y de repente, sin más, Lara empieza a respirar. Sin llorar. Qué bonito e importante se me hizo a mi que no llorase. Natalia pinza el cordón con mi consentimiento. Nikola lo corta, simbólico total, pero es bonito. Hagamos todo bonito ahora.

Un dolor punzante me saca de mi burbuja con Lara, se vuelve a cebar en mi recto, “basta ya basta ya basta ya dejadme con mi niña” le hablo al dolor. Natalia me masajea el útero, me dice “Elena, empuja, para alumbrar la placenta”. Obedezco, le debo mucho a esta chica. Sale la placenta e inmediatamente un alivio placentero me invade. El dolor del recto desaparece. Examinan la placenta. Es enorme y no me gusta nada. Comento sobre el tamaño, Natalia dice “bebe grande, placenta grande”.

Sangro un montón, tengo un desgarro grado 2. Natalia ya empieza a dar muestras de cansancio, que yo interpreto como que está un poco hasta los huevos de mi. Cose que te cose, yo me porto mal, se me cierran las piernas, me agito muchísimo. Me inserta un tubito de espuma para que se absorba el desgarro entre el ano y la vagina, me queda una salchicha adosada al periné. Intenta darme un par de puntos de aproximación en el clítoris pero finalmente desiste. Le lleva coserme 40 min.

En ese rato, Lara de repente empieza a reptar. Yo, lo del arrastre al pecho o “breast crawl” es algo que conocía por youtube y que no me atrevía ni a soñar de lo bonito que me parecía. Es una fortachona, que controla el cuello perfectamente, y le sobra fuerza. Se arrastra desde mi barriga, repta su cabeza hasta el esternón. Allí se detiene y me olfatea. Controla el cuello como un bebé de 1 mes. Me va dando cabezazos, finalmente se decide por mi pecho izquierdo. Repta un poco más, saliva. Su respiración refleja su esfuerzo. Se engancha y se pone a mamar. No me lo puedo creer. Le hago una foto en ese momento exacto, que luego mandaré a la cueva AC.

Es todo tan bonito que se me viene la cesárea encima. Estoy agitadísima y no puedo respirar como una persona normal, estoy muy alterada por el dolor sufrido, por lo bonito que es todo con Lara, por lo que se perdió a Neus, y me pongo a hablar de ella a chorro, les cuento mi cesárea a las dos matronas en lo que Natalia me cose, me escuchan, me preguntan en qué hospital pasó todo, yo hablo y hablo y hablo, pido perdón a Natalia por ser una borde durante el parto, me dice “tú no sabes el mérito que tienes”, pero la sigo notando harta, creo que está disgustada porque me he desgarrado más de lo que ella pensaba.

Lo que ella no sabía es que Lara pesó 4,3kg.

En cuanto acabó de coser, le di las gracias, le recordé la profesión tan bonita que tiene, y le aseguré que Lara sabrá de ella cuando le pueda contar la historia de su nacimiento. Eran ya casi las 9 y su turno acababa, se fue.

Nikola se quedó dormido en el sillón de la sala. Yo, con Lara piel con piel, dormí unas 3 horas. No había habitaciones libres por lo que no había prisa ninguna. Pero no tuve otra idea mejor que querer levantarme al baño porque tenía pis. Le di Lara a Nikola y al levantarme no sé si sangré mucho o qué pero me dio una bajada de tensión tremenda y Nikola avisó por el botón. Nada más y nada menos que 5 personas me ayudaron, todas más frescas que una lechuga porque eran del turno de la mañana, me pusieron gafitas de oxígeno corriendo y entre ellas comentaban que no tenía vía que lo habían visto apuntado, y yo levanté mi brazo con la vía puesta y acerté a decir “que noooo!! Que al final sí me la puse!! En el expulsivo!!” Y contentas y divertidas me enchufaron ahí suero. Mi útero no estaba contrayendo, así que me gané una inyección en el culo de algo que me repitieron 3 veces lo que era pero se me ha olvidado.

Me pidieron que la próxima vez que tuviese pis, me lo hiciese encima. Jaja. Lara lloraba, hacía piel con piel con Nikola pero parece que estaba más cómoda conmigo. En cuanto me la pusieron de vuelta, se quedó callada y expectante de nuevo.

Ana Martín. Otra matrona. Me desperté y me la encontré sentada en la cama junto a mi. Me sonreía llevaba un pañuelo con dibujos de sushi en la cabeza. Le dije que qué hambre, que si me darían sushi en el hospital. Me dijo que venía a verme, que le habían contado de mi parto. Yo no sabía qué le habrían contado, pero ella quería hablar sin más. Le conté algunos detalles pero enseguida me puse a hablar de Neus de lo salada que era y cómo la quería y la mierda de cesárea que tuvimos. Me dijo que le hubiese encantado atenderme el parto, y que se alegraba mucho de que hubiese congeniado tan bien con Natalia, sólo tenía palabras buenas para su compañera.

Como anéctoda: al subir a planta, un señor que no conocía de nada lloraba al verme. Me equivocó con su hija. Su hija era la de la cesárea. Me destapó para ver al bebé, y me tuve que volver a tapar diciendo “señor, yo a ud. no le conozco de nada”. En mi habitación había 7 personas de su familia. Hasta la tele habían puesto. Fue raro porque me metieron allí con todos ellos y nadie sabía quién se tenía que ir. Y al final se fueron ellos.

Los dos días siguientes fueron un piel con piel continuo. Sin llantos, sin problemas, sin inseguridades.
Inevitable comparar el recibimiento a Neus con el de Lara. Una le hizo el camino a la otra, que no se me olvide decírselo a Neus, que no fue en vano.

A pesar de que pensándolo fríamente, yo no puedo decir que disfrutase de mi parto, sí que puedo decir que me valió la pena, que nos compensó en todo.
Creo que mi dolor llegó a ser sufrimiento, recuerdo momentos de sufrimiento, de esclavitud física. A mi no me gustó, es más, me quedé varios días muy impresionada del dolor.

Pero Lara… ella estaba tan contenta… para ella fue tan fácil… no lo pasó mal, no sufrió, no lloró, estaba expectante, comiendo desde la primera hora, y hasta hoy… sigue siendo mi bebé calmo del embarazo. Aquel que no tenía prisa. Aquel que vino a sanar muchas cosas de Neus, y muchas lagunas en mi maternidad.

Allí en el hospital, me quedé una noche sola con Lara. Aproveché para mirar las fases lunares: 22 de noviembre, Luna Nueva.
Gracias Lara. Gracias Neus.

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