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Nacimiento de Clara, en un taxi :-)

PARTO DE CLARA. 22 DE NOVIEMBRE 2018.

Esa noche había llegado de yoga y E. ya estaba durmiendo a M., cené muchísimo, un primero que no recuerdo y merluza en salsa, estaba hambrienta, es curioso pero la noche del parto de M. también me dieron de cenar pescado en el hospital. E. durmió pronto a M. y a eso de las 10 nos sentamos en el sofá a charlar, a los 5 minutos noté como si un globo explotara dentro de mí, sin dolor pero creo que pude oir el chasquido, acto seguido calor húmedo; mire a E., creo que he roto aguas dije sin ni siquiera mirar, nudo en el estómago.

Recordé que en clase de yoga había dicho que ya estaba esperando el momento, pero en ese momento pensé que no era del todo cierto… no sabía si estaba preparada….

Hablé con C., no tenía nada preparado (nada material) noté una sonrisa al otro lado del teléfono ….¿nada? no hace falta nada para parir L., está E. y estás tú, y estoy yo dijo, todo saldrá bien.

Cuando supe que C. nos iba a acompañar sentí un gran alivio, el parto se había adelantado como un mes (semana 35+6) y tenía miedo de que no fuera a acompañarnos al ser fuera de fecha, sentí alivio, y de pronto sí, me sentí preparada e ilusionada.

Sabía que el parto iba a empezar así, rompiendo aguas, aguas limpias, y tenía absoluta confianza en que se iba a desencadenar solo.

E. como siempre me abrazó y dijo: estamos preparados, lo vamos a hacer genial.

Preparé las cosas, M. dormía como nunca, me despedí desde la puerta, las cosas nunca volverían a ser iguales después de esta noche, siempre he sido muy retencionista, me dan miedo los cambios y sentí algo de angustia, sé que es un regalo para M. pero no pude evitar culparme por haberle arrebatado este tiempo.

E. se iba a ocupar de la logística, como siempre sin pereza ni rechistar.

Le dije que quitara la alfombra del salón y me bajara unas toallas.

Avisé a mi familia, mi madre tenía miedo de que les pillara de viaje y así fue, qué brujas son estas madres.

Bajé al salón, Lupa dormía plácidamente como si la cosa no fuera con ella, puse la música y me senté sobre la pelota, seguía saliendo agua limpia y empecé a notar contracciones.

No eran fuertes y las podía controlar bien, me recordaban a los dolores de regla, como la otra vez. Llegó M. discreta se fue a dormir para cuidar a M. Yo estaba tranquila, sorprendentemente tranquila, incluso mi madre me lo comentó por teléfono.

Era la oportunidad y no pensaba dejarla pasar, este viaje lo íbamos a disfrutar.

Las contracciones cada vez eran más seguidas, recuerdo que cuando llegó E. le dije que me parecía que ya eran cada 5 minutos pero que no podía ser. Así que preparó su móvil para contarlas y avisó a C.

Sabíamos que era una fecha un poco antes de lo previsto pero eso no me agobió, confiaba en la naturaleza y en mi cuerpo, eso me lo enseño mi primer parto, creo que C. no se sentía del todo tranquila respecto a eso, o sí , no lo sé. E. tampoco parecía estar preocupado.

Las contracciones se hacían cada vez más intensas, recuerdo esa necesidad de moverme y desnudarme, quitarme la ropa, tenía calor y salí al jardín, no quiero olvidar aquella luna, casi llena, enfrente de mi salón, una noche fría pero despejada, 21 de Noviembre, miércoles, 23.00h, ese viernes tocaba luna llena.

Siempre que le hablo a M. de la luna y las estrellas le describo esa luna, perfecta.

Dolía mucho y necesité gritar, gritar, un grito que no podría volver a repetir, que salía de muy adentro, tan adentro que nunca volveré a llegar a ese lugar. Gritar me aliviaba y sentí abrir mi periné, pensé que iba a usar esa técnica en mi consulta.

Gritar, aullar y moverme.

Recuerdo a E. acompañándome, desde el respeto, el cariño y el apoyo incondicional, como siempre, me acompañaba y de vez en cuando hacía la única maniobra que C. le enseñó.

Llama a C., gritar y moverme, mirar la luna.

Llama a un taxi, nos vamos, no voy a aguantar el viaje sin moverme. Gritar.

Fui al baño como 10 veces, pensaba que necesitaba vaciar, qué inoportuno pensé.

Me puse unos leggins y zapatillas de estar en casa, llegar al taxi me costó una eternidad. Recuerdo pensar que tenía miedo de llegar al hospital demasiado pronto y que todo cambiara, hasta ahora había sido fuerte. Sí dolía pero cada contracción era una menos, y era un viaje, quería disfrutarlo y no tenía miedo, sabía que el final merecía la pena.

Todo fue tan rápido que no recuerdo ese estado mental del cual había leído, no recuerdo perder la conciencia, perder el sentido. Gritaba y respiraba.

Pensé en el taxi otra vez que tenía que hacer caca, qué inoportuno la verdad.

Se lo dije al taxista, no pasa nada, gracias Andrés.

Y toqué a ver si había caca, no había, sólo líquido.

De repente discutimos si Cruces o Basurto, Basurto.

Y entonces sentí escozor en mi vagina, con forma de ….¿aro? quemaba…. El aro de fuego pensé… no puede ser ¿tan pronto? Instintivamente mi mano tocó mi vagina y sentí la cabeza ¡Oh! Ya está aquí grité, E. no daba crédito… ¿Cómo?

Intenté reprimir la siguiente contracción, pero eso ya no tenía sentido, mi mente que había colaborado tan estrechamente conmigo en la inducción ya no era mi mente, no podía reprimir a la naturaleza, me dejé llevar, fueron dos empujones, suaves, sentía que me abría como una flor de loto, lo que tanto había leído, lo que tanto había añorado, estaba ocurriendo allí, en un taxi, E. y yo, y Clara, nació suave, tranquila, de color rosa, cubierta de vermix, la cogí en mis brazos, sin ningún mérito, todo, todo lo hizo ella.

Un segundo de shock ¿respira? Y comenzó a llorar suavemente, E. y yo nos miramos, la puse al pecho y lloré, y fue el momento más emocionante de mi vida, aunque fue tan rápido que tengo miedo a olvidarlo. Sólo podía mirar a Clara y darle las gracias.