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Nacimiento de Assia, por PVD2C.

¡Lo conseguiste! Recuerdo me decía Amnon cuando Assia estaba sobre mí. En mi embriagada mezcolanza de dolor y felicidad no entendía bien si ya podía dar por terminado el nacimiento de Assia. Recordé entonces que una de las doulas me había dicho que hasta que no saliera la placenta se revisara y se comprobara que estuviese completa, no se definía aun como parto terminado satisfactorio (Mazal Tov en hebreo) lo que equivale a “felicidades” en español. Igualmente estaba tranquila, feliz y segura que todo estaría bien, no temía a ninguna eventualidad, sabía que no habría ninguna. Al lado mío Amnon, dos Doulas y un médico, ellos me han acompañado en las últimas 30 horas.

Como dice una amiga aquí están mis “Tres Gracias” belleza, naturaleza y creatividad. Han llegado por diferentes caminos, pero con el mismo protocolo. Las tres en la semana 42, todas con el cordón umbilical enredado al cuello y lo más increíble, las tres cubiertas de meconio (caquita). El hueso de mi pelvis sigue siendo el mismo y también el mismo coxis lesionado. La gran diferencia es que esta vez nadie pudo asustarnos, decidí que el parto era mío, el embarazo era mío y que solo yo decidiría que hacer y cómo parir.

Todo comenzó cuando en la semana 36 de embarazo me encontraba sin médico y sin haberme hecho ningún seguimiento. Me había quedado aislada del sistema en la semana 20 o así, cuando, luego de haber ido a un médico y a otro y no quedar satisfecha con la valoración del embarazo desistimos. El prototipo de médico que había encontrado hasta entonces era arrogante y mecanizado, poco clínico, y como casi todos dependiente de los resultados de laboratorio. Buscaba a alguien que aún dentro de alguna estructura fuera un poco más flexible y de atención más humana. Pero era demasiado pedir que a mis 40 años y con mis dos cesáreas anteriores fuera tratada con decoro o como a una embarazada y no como a una posible portadora de enfermedades dentro de una trama de embarazo de alto riesgo. Cansada de escuchar que tenía que hacerme la aminocentesis, la prueba de la diabetes, tomarme la presión, pesarme cada semana, tomar antibióticos para una infección urinaria, repetirme la prueba del CMV que había salido positiva tanto como en los embarazos anteriores, etc.…, no me quedó otro camino que hacer oídos sordos al sistema, apartarme y disfrutar de mi embarazo lejos de los policlínicos y consultas de rutina. Recuerdo que hasta uno de los médicos nos dio una remisión urgente para unas pruebas genéticas.

Yo sabía desde el comienzo que se podía hacer un PVD2C pero no insistí, pues Amnon me decía que en los hospitales de Israel estaba prohibido y que solo podría ser una cesárea programada. Preferí no hablarle de eso y dejar pasar el tiempo a ver qué pasaba. Después de contarle a la gente que estaba sin seguimiento de embarazo, alguien nos sugirió ir al Dr. Ilan Halevy que tenía una clínica particular con piscina, algo así como un centro de parto natural. En realidad no buscábamos un PVD2C directamente, aunque yo ya estaba metida en los fórums y desde el embarazo anterior recibía información de www.elpartoesnuestro.com y de lo que pasaba en el mundo con respecto a PVD2C. Luego de hablar con él telefónicamente y de comentarle sobre el hecho de no tener médico que siguiera el embarazo, le pedimos que por lo menos nos recibiera para tener con quien hablar. Nos cuenta de la posibilidad de un PVD2C lo cual me dio alegría saber que efectivamente en Israel si existía esa posibilidad. Luego de ir a la cita y que nos explicara como procedía un PVD2C, los riesgos, las ventajas, el trámite legal, etc.… quedamos en que le daríamos una respuesta con nuestra decisión. El por su parte quedo a la espera de las historias de los partos anteriores para poder recibir la autorización. Ya estábamos en la semana 38 cuando consultamos a varios médicos, entre ellos un profesor ginecólogo que se especializa en pelvimetría. Llegamos a él para intentar salir de dudas en cuanto al estado del hueso de la pelvis y el coxis, ambos lesionados con 15 años al caerme de un caballo cuando practicaba equitación. Durante mi primer embarazo me habían dicho que un lado del hueso de la pelvis lo tenía soldado y que este se debía abrir durante el parto unos 2.5 cm, que esto podría complicar el paso de la cabeza de un bebé por el canal. El profesor, a pesar de haberme dicho textualmente “si quieres volver viva y con el bebé vivo hazte una cesárea”, “tienes 40 años”, “los riesgos son grandes”, tenía un talante tan arrogante que todo lo que me decía poco me importó y nada me hizo poner en duda mi intuición. También consultamos a otro doctor, esta vez el que me había hecho mi segunda cesárea, él afirmaba que de haber seguido 20 minutos más de contracciones (entonces) habría sufrido una rotura de útero, ya que mi útero mío estaba transparente. También recomendó no intentar nada que no fuera una cesárea. Entonces me dejó un poco asustada, pero en cambio yo había leído que las mujeres que tenían muchos hijos siempre tenían el útero transparente.

Mi balanza de opiniones estaba totalmente desnivelada, en un lado tenía sólo a Ilan Halevy y la posibilidad de intentar un parto vaginal y en el otro lado tenía a prestigiosos médicos, amigos, con sus temores y sus ortodoxos dictámenes. Llegados a este lugar sólo tenía un camino y era seguir solo lo que yo sentía, creía y me decía la voz de mi conciencia.

Fuimos entonces en la semana 40+2 a la cita con las doulas luego de haberle dicho a Ilan que sí, que queríamos intentar, yo por mi parte siempre deje la posibilidad que en el momento que no me interesara seguir o si había algún inconveniente tendría la libertad de parar el proceso. Las doulas Kesem y Tali (su esposa) me trasmitieron tranquilidad y seguridad. Eso me agradaba mucho, me hicieron un par de clases de preparación y un tratamiento en el agua llamado Jaharra, método de relajación. No teníamos mucho tiempo ya, estaba en la semana 40 cuando empezamos un seguimiento más de cerca. En la semana 41 ya Ilan me dice que debo ir cada unos días a monitorearme al hospital. Mi experiencia con los hospitales desfavorable, pero tenía que hacerlo, era el lugar donde me podía atender.

Estoy en la semana 41+5 empiezan las contracciones. En casa todo el día. No son verdaderas, solo a la 1:00 de la mañana se tornan más fuertes y cada 5 minutos. Sabía que estaba en el periodo latente. Nos preparamos y nos vamos a las 3:00 am. Subo a decirle a una amiga que ha llegado de Cuba para acompañarnos los primeros tres meses, que nos vamos y que cuide mucho a mis niñas. Realmente dejar a mis niñas en casa con una amiga me tranquilizaba mucho. No puedo sentarme en el coche las contracciones son fuertes me siento detrás pero voy de rodillas y con la ventana abierta. Por el camino pensaba que finalmente iba al encuentro de mi bebé. No pensaba en nada más. Llega Tali a vernos y nos abre el centro. Nos quedamos la noche. Llega Ilan a las 7:30 de la mañana. Solo tengo un centímetro de dilatación y ya llevo 9 horas. Me dicen que nada, aun falta mucho. Al mediodía tengo unos 3 cm. Salimos a caminar por el pueblo. A la tarde-noche tengo unos 5 cm. Vienen a verme mis niñas. Entro a la piscina y desde aquí hasta el final ya paso todo el tiempo en el agua.

A partir de aquí ya todo lo recuerdo vagamente. Sé que el médico venia y cada vez tenía más dilatación. Los dolores son cada vez más y más fuertes pero estoy en el agua con Tali, Amnon y Kesem. Dormía profundamente en el agua entre cada contracción. Sentía que eran muy seguidas, pero no era capaz de entender que pasaba, ni cuánto tiempo pasaba. Había cosas que me ayudaban mucho. Una de ellas era imaginarme un túnel y al final del túnel una luz, le decía a mi bebé que a esa luz tenía que llegar. Esa tarde supimos que era una niña. Agnes había pedido mucho saber. Entonces ya sabía que era Assia y podía hablarle. De toda aquella noche solo recuerdo que las doulas y Amnon me ayudaban a soportar las contracciones, pero nada más. Sentía un dolor desgarrador pero sabía que mi útero estaba sano. A las 5 y algo de la mañana me sacan del agua y nos vamos al hospital. Entro en el mini van agachada y en unos 5 minutos estamos en el hospital. El camino estaba lleno de policías acostados, pero no me molestaban. Llegamos, subo en silla de ruedas y ya está la sala de parto lista esperándome. Pido anestesia. Me ponen algo llamado “coctel” que es como una epidural pero algo que me deja aun sentir las contracciones para saber cuándo pujar. Tengo el monitor. Todo está bien y ya casi es el momento de empezar a pujar. Desde aquí el tiempo pasa muy rápido en unos minutos tengo a Assia arriba mío. Pregunto si todo está bien con el bebé pues era la primera vez que vivía esa experiencia. Ella no lloraba. Su cordón aun latía y esperaron un buen tiempo antes de cortarlo. La tengo llenita de meconio encima de mí, tapadita. Llora un poquito, todo está bien. ¡Lo conseguiste! Me decía Amnon. Lo conseguimos le dije yo a todo el equipo. Sin ellos su paciencia, su fuerza, confianza, firmeza, seguridad, método, tranquilidad etc.… no sé si lo hubiésemos conseguido. Gracias a todo el equipo fue maravilloso.

Vale mucho la pena entender que es tener un parto respetado. Ellos han respetado el ritmo de mi cuerpo, han respetado mis señales en todo momento. Han dejado muy claro que ni el cordón umbilical al cuello, ni tragar meconio, ni la semana 42, ni la transparencia de útero, ni la dilatación de 30 horas, ni la lesión en la pelvis han sido impedimentos para tener un parto vaginal. También ya hemos roto con el mito de que en la familia no se dilataba. Mi madre no dilató, mi tía no dilató, mi abuela no dilataba…etc. Ahora tengo la evidencia que mi cuerpo es sabio y que solo necesita su tiempo su espacio, su lugar. El sistema médico no sabe esperar. La medicina como casi siempre quiere resultados rápidos y los métodos usados para ello son fingidos. De nada valió haberme puesto oxitosina cuando mi cuerpo no estaba preparado. Un primer parto lleva tiempo, tranquilidad y apoyo. Ánimo a todas las mujeres que quieran vivir la experiencia de un parto respetado.

Selma