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Mi testimonio

Por donde empezar? El embarazo marchaba bien. Las ecografías del 1r y 2° trimestre junto con las analíticas habían salido bien.

De repente, sin esperarlo, en la ecografía de las 30 semanas nos dicen que nos esperemos fuera porque han visto algo. Nos vuelven a llamar para entrar y nos dicen que las medidas del fémur son más pequeñas de lo que correspondería para la semana de gestación en la que estaba y que volviera dentro de dos días a que me visitara otra doctora a ver si había crecido. No nos dieron otra explicación. Me pareció raro. Cuando llegué a casa me descargué el informe y la doctora ponía que sospechaba de síndrome de Down. Me quedé en estado de shock. Me había ocultado información.Cuando volvimos a los dos días les pregunté que pasaba con lo de síndrome de Down. Me dijeron que al tener los huesos más pequeños podría significar que tuviera down, alguna acondroplasia o que simplemente fuera más pequeño por genética. Me sembraron la duda y decidí pagar en el mismo hospital para que me hicieran un test de ADN fetal porque ya no me quedaba tranquila. Me dijeron que a las 2 semanas me llegaría el resultado al mail. También me dijeron que a partir de ahora debía acudir cada dos semanas al hospital a controlar el crecimiento. Las dos semanas de espera se me hicieron eternas. Intentaba distraerme pero mi mente le daba vueltas al asunto. No salí de casa, pues tenía miedo de encontrarme con algún conocido que me preguntara por el embarazo. Esas semanas fueron llenas de llantos, incertidumbre, ansiedad e insomnio. Llegó el día del resultado y viendo que no me llegaba contacte con el laboratorio. Me dijeron que el resultado se lo habían enviado a la doctora y que hablara con ella. Les pregunté que cómo es que no me lo habían enviado tal y como me dijeron. La respuesta fue que si todo está bien me lo envían a mi, pero si sale algo alterado solo a la doctora. Me entró un ataque de ansiedad y estuve toda la tarde llorando. Por la noche no pude dormir. Al fin a la mañana siguiente me llamó la doctora y me dijo que no tenía Down pero si había salido que tenía triple cromosoma sexual XYY. Que podría ser que fuera un niño completamente normal o que tuviera algún trastorno de conducta como autismo o hiperactividad. Que no me preocupara. Si quería, estaba la opción de hacerme una amniocentesis para confirmar y descartar así otras anomalías como las acondroplasias. Decidí hacerme la amniocentesis a las 33 semanas de embarazo. El resultado llegaría al mes. Ese mes me estuve haciendo la idea y buscando información acerca de niños con triple cromosoma sexual para saber que podía esperar, que tipo de educación tenían que recibir, etc. Al cabo de un mes llegó el resultado y para mí sorpresa, mi hijo estaba completamente bien. No tenía ninguna anomalía cromosómica y la anterior prueba fue un falso positivo. Me alegré muchisimo. Además la doctora me dijo que habían descartado acondroplasias más comunes. A la semana 38 acudí a la eco de control de crecimiento y me atendió otra doctora. Esta me dijo que a pesar de que todo había salido bien podríamos seguir ahondando y buscando más alteraciones genéticas, ya que el niño era muy pequeño. Yo le dije que a estas alturas ya el niño iba a nacer y ella me contestó que si quería se podría reunir un comité y aprobar el aborto aunque ya estuviera a punto de dar a luz. Me quedé alucinada. Le dije que si habían descartado esas alteraciones, me daba igual que mi hijo fuera más pequeño que los otros niños mientras fuera un niño sano. En la visita con la comadrona me entregaron el plan de parto y me dijeron que no hacía falta que lo rellenara porque no se lo iban a mirar. Que ellos tomarían las decisiones que creyesen más apropiadas según fuera transcurriendo el parto. A la semana 39,me empezaron contracciones que se hicieron regulares cada 5 min. Viendo que llevaba toda la tarde así acudí al hospital. Según el video que tuve que ver cómo preparación al parto ( ya que no había clases presenciales debido al covid), debía acudir al hospital cuando las contracciones fueran cada 5 min. Acudí y me hicieron un tacto, me dijeron que el bebé aún estaba muy arriba pero que me tenía que quedar porque me habían roto la bolsa. Me dijeron que si queria la epidural y les dije que si, pero que de momento me podía aguantar el dolor, que aún no había dilatado nada. La enfermera me dijo que el anestesista se marchaba a otras zonas del hospital y que si la quería más adelante lo tenían que llamar pero que igual tardaba un poco. Yo les pregunté que ventajas y desventajas había de ponermela en esos momentos y me dijo que ninguna. Que no pasaba nada. Me la pusieron sin explicarme nada. Resulta que ni me preguntaron si quería poder moverme o no. Me pusieron una epidural que no me permitía levantarme de la camilla, tampoco me explicaron que si me la ponía tardaría más en dilatar ni tampoco me explicaron que no podía comer nada. Así que el resultado fue 27 horas sin comer y 18 h sin moverme. Me inyectaron oxitocina y me conectaron a los monitores. Las pulsaciones del bebé se disparaban y la máquina pitaba. Se hizo cambió de turno y vino una comadrona jóven y le dije que la máquina pitaba muy a menudo, que si el niño estaba bien. Me dijo estas palabras: a ver, tú no estás de parto. Te hemos cogido porque te hemos roto la bolsa, sino te hubiéramos mandado para casa. Yo le dije: es que según el video Preparatorio debía acudir cuando las contracciones fueran cada 5 min. Su respuesta: eso no significa nada. Podrias haber estado así hasta 3 días en tu casa. Lo que pasa es que hay gente que tiene más tolerancia al dolor que tú. Me pareció borde, poco profesional y con una falta de empatía tremenda hacia una mujer que iba a dar a luz a su primer hijo. Vino otro cambio de turno y vino otra comadrona más agradable. Empecé a dilatar y cuando estuve lista vino el ginecólogo de guardia y empecé a empujar. Llevaba un ratito y la cabeza le costaba bajar. La comadrona me dijo: voy a hacer una cosa para ayudarte y se subió encima de mi barriga para empujar hacia abajo. Me hizo muchísimo daño. Acto seguido lo volvió a hacer una segunda vez repitiendo ese dolor. Cuando fue a hacerlo una tercera vez le pedí que por favor parase. Ahí se torció la cosa. Empecé a vomitar muchísimo y me entró un dolor muy fuerte por la zona de los ovarios. Me decía que siguiera empujando y no podía del dolor que tenía. Le decía que me dolía mucho y que no podía más. Me pusieron otra dosis de epidural y no se pasaba aquel dolor. Empecé a perder el conocimiento. La matrona dijo que no me podía dormir y me daba toques en la cara y me decía que tenía que abrir los ojos. Yo por más que intentaba se me cerraban solos. Solo recuerdo que yo no paraba de decir que no podía abrirlos y ella le decía a mi marido que no dejase de cerrar los ojos, que me diera en la cara. La matrona solo hacía que decirme que tenía que empujar, pero yo me desvanecía. Sacaron los forceps y el médico me dijo que no me preocupara que no era peligroso ni para mi ni para el bebé. No recuerdo casi nada del parto porque ahí estaba medio inconsciente. Solo sé que hubo una vez que tiró con tanta fuerza que casi me tira de la camilla. Cuando el niño salió me lo enseñaron pero perdí la conciencia y me lo tuvieron que quitar. Nadie intentó reanimarme ni mirar que me había pasado. Cuando abri los ojos el bebé estaba con mi marido. Yo no recordaba casi nada y no pude hacer el piel con piel. Tampoco le explicaron a él que podía hacer el piel con piel. Lo sostuvo en brazos con la ropa. Afortunadamente el niño nació sano, 48 cm y 3,400 kg. Solo sé que me robaron mi embarazo haciéndome tantas pruebas y sembrandome el miedo y también me robaron el parto y el mágico momento de conocer a mi hijo y sostenerlo en brazos. Siento que no me pertenece y que no se puede reparar ni revivir. Desconozco hasta que punto todo lo que he contado se puede considerar violencia obstétrica, pero si sé que falta de empatía por parte de algunos sí que hubo y mucha. Todo me pilló de nuevas y no sabía cuales eran mis derechos. Me sentí vulnerable y no supe como actuar debido a mi inexperiencia.