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MI RELATO DE PARTO DE LEO

Me siento muy agradecida a El Parto es Nuestro, porque gracias a vuestras reuniones pude tener un parto respetado y elegido. Soy muy afortunada.

Leo nació el 6 de marzo de 2018, parto vaginal natural, en el Hospital REY JUAN CARLOS DE Móstoles. A continuación os comparto mi relato:

“El día 6 de Marzo de 2018 nació nuestro hijo LEO. Había leído mucho acerca del Parto y gracias a acudir a las reuniones de “ El Parto es Nuestro” pude ir haciéndome una idea de qué quería elegir en mi parto, de cómo me gustaría que fuera… Antes de acudir, apenas había pensado en el parto, sabía que era algo importante, pero lo que pensaba era: “Yo quiero epidural… para qué sufrir…”.

Y cómo fue cambiando mi idea… Empecé a enterarme de lo que era un PARTO RESPETADO, de lo importante que era que el equipo sanitario te preguntara sobre si querías enema, por ejemplo, preguntarte si querías que te rompieran la bolsa… o decirte que te harían la maniobra de Hamilton… Empecé a ver con los testimonios de muchas mujeres, que había tantos partos no respetados y tantas negligencias…

Lo primero que decidí fue que daría a luz en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, ya que junto al de Torrejón, eran de los que había escuchado muy buenas experiencias. Hice todo el seguimiento en el Clínico pero en el último mes, pedí el traslado allí.

Después decidí que iba a intentar tener un parto natural, es decir, sin anestesia, sin epidural, y tampoco quería que me pusieran oxitocina externa, sino que fuera mi cuerpo el que fuese dirigiendo todo. Tampoco quería enema, ya que había escuchado que en el expulsivo ayuda a empujar. Y me apetecía pedir un espejo para ir viendo cómo salía la cabecita de mi bebé. Esto último fue lo único que no pedí, porque en el expulsivo no estaba yo para mirar ningún espejo…

Fui a monitores en la semana 39, el día 2 de marzo, todo estaba bien pero yo no tenía ninguna contracción. Me citaron para la semana siguiente, y me dijeron que si ya la siguiente no me había puesto de parto, me lo provocarían. Esto trastocaba mucho mi idea de parto natural, me daba miedo que no me pusiera de forma natural y que tuvieran que inducírmelo. Había escuchado que las contracciones con oxitocina externa eran mucho más dolorosas que las propias, y me asustaba que si eso era así, quizá tendría que pedir la epidural, y no vivir las sensaciones de mi cuerpo por la anestesia.

El caso es que cotilleando por internet, descubrí que con acupuntura en la semana 40 se puede promover el parto natural. Me dieron la referencia de un acupuntor. El caso es que fui y él me contó que tenía que ir 3 días seguidos de mañana y de tarde y que desde que acabara, me pondría de parto en las siguientes 24-48 horas. Yo estaba un tanto sorprendida, pero a la vez contenta de tener una posibilidad natural para no tener que ir a parto inducido.

El lunes 5 de marzo sólo tenía una sesión a las 16h y después el martes 6 y el miércoles 7 tenía que ir a las 9,30 y a las 16 h. Fui a la sesión de las 16h y duró como unos 20 minutos. Me pusieron una aguja en cada mano, una en cada tobillo y una en cada empeine. La de los empeines, tenían que entrar cada 3 minutos para moverla… Al salir de allí, lo único que noté fue unas ganas de ir a hacer caca, y poco más. Pasé la tarde y la noche sin ninguna otra molestia. Me fui a dormir, y como cerca de las 2 de la mañana, noté que tenía un escape mientras estaba en la cama. Me levanté y pensé que podría ser pis, me volví a acostar. Y al rato, noto que vuelvo a mojarme pero esta vez con mucho más líquido, y cuando llegué al baño, tenía las bragas y el pantalón empapado… es decir, HABÍA ROTO AGUAS!! Era líquido transparente, así que no tenía de qué preocuparme. Me quedé un rato en la taza del wc procesando que eso era romper aguas, y llegué a la habitación y le dije a Jose: “Creo que he roto aguas”. Él se despertó sobresaltado, y dijo: ¿Sí?, estaba nervioso. Y entonces dice: “Bueno pues esperamos un poco no?”, y se queda metido en la cama. Yo también me metí, pero le dije… ¿A qué vamos a esperar? Si uno de los motivos para ir al hospital es romper aguas… El caso es que nos levantamos, ya tenía la bolsa preparada, y cogimos cuatro cosas más… y para el Hospital. De camino, seguía soltando líquido. Al llegar a Urgencias, me atendieron muy rápido, y cuando me vio la enfermera, me dijo que efectivamente había roto aguas y que me quedaba ya ingresada. Me contó que íbamos a esperar 12 horas porque había dos posibilidades: que me pusiera yo sola de parto o que tras 12 horas no hubiera dilatado nada y que entonces me lo tendrían que inducir. En ese momento estaba cero dilatada.

Me pasaron a una habitación, y empecé a notar las primeras contracciones. Venían cada 5, 6, 7 minutos, a veces cada menos, pero no dejé desde el primer momento de tenerlas. Estas primeras contracciones eran bastante tolerables. Me movía, me sentaba en una silla, incluso me tumbaba de lado y aunque dolían, podía soportarlas bastante bien. Jose se durmió un poco porque el pobre no había dormido nada. Ya por la mañana temprano, empezaban a doler un poquito más, y yo estaba convencida de que no quería ponerme la epidural.

Sobre las 14h, tal y como me habían dicho, me dijeron que me miraría el ginecólogo. Yo tras esas 12 horas sí que tenía pensado que si me decían que seguía sin dilatar, sí iba a pedir la epidural, ya que había pasado bastante dolor durante esas horas. Me vio el ginecólogo, me hizo un tacto y me dijo: “Estás de 5-6 cm, estás para parto!”. Y realmente me dio una alegría, mi cuerpo se había puesto solo de parto, y ese dolor sí que había producido las primeras dilataciones. Así que me pasaron a una habitación nueva, que era el PARITORIO.

Recuerdo haber bebido más agua que en toda mi vida, cada vez que me venía una contracción, le pedía a Jose que me diera la botella para beber agua.

Desde las 14 hasta las 19 h que nació Leo, fueron las más duras que he vivido en toda mi vida. Desde las 14h hasta las 18 h más o menos seguí dilatando desde los 5-6 hasta los 10 cm. El dolor era brutal, cada vez iba en aumento, y ni con movimiento se calmaba. A veces me tumbaba en la cama, chillaba en la almohada, cogía la mano fuerte de Jose, e intentaba pasar el dolor lo mejor que podía. Jose estuvo ahí al pie del cañón, acompañándome, y eso para mí era lo que necesitaba. No necesitaba palabras de él, de hecho me dijo “No hay dolor”, “Una menos” y le dije que no volviera a decir nada de eso… sólo con su presencia me bastaba.

Tuve varios momentos críticos porque me dolía mucho, y le dije que yo no iba a poder aguantarlo. (Previamente yo le había dicho que si tenía esos momentos críticos, intentara convencerme para que siguiera). Y así fue.

Después de cada contracción, le pedía beber agua, no sé cuántas botellas de agua llegué a beberme! Porque me aliviaba, tenía la garganta seca.

Tuvo otro momento crítico de muchísimo dolor, y le dije que llamara a la matrona para pedir la epidural. Me dijeron que había dos caminos intermedios, que me diera una ducha de agua caliente y que tenían un gas: Nitrógeno, que podía aspirarlo durante la contracción. La ducha de agua caliente me calmó mucho mientras me la daba, pero era sólo en ese momento. Y después, el gas también hizo su efecto. Cada vez que venía una contracción, aspiraba y aspiraba y creo que algo paliaba el dolor.

Ese dolor es indescriptible, es un dolor tan intenso, tan insoportable… que dura segundos o incluso algo más de un minuto, y que cuando se va te deja exhausta y temes cuándo volverá a aparecer.

Llegó un momento que empecé a notar que mi cuerpo me pedía empujar, y entonces volvimos a llamar a la matrona, y me dijo: “Estás en dilatación completa, puedes empezar a empujar”. Esto serían las 18h aproximadamente. El período del expulsivo duró como 1 hora más o menos.

Entonces ahora las sensaciones cambiaban, el dolor tan intenso cambió a ganas de empujar, y esas ganas de empujar, eran distintas, ya sabía que se acercaba el momento de que mi pequeño apareciera, y algo también aliviaban. Ese dolor tan terrible paraba, y ahora tenía ganas de empujar y empujar. Jose me dijo que me hice caca varias veces, y por eso es importante no ponerse un enema, porque tener caca también ayuda a empujar. Yo notaba cada empujón, y también empecé a notar que la cabecita de mi pequeño estaba ya abajo.

Mi postura fue tumbada de lado y así estuve muy muy cómoda, no cambié. La matrona y el resto del equipo me animaban a que siguiera empujando cada vez un poquito más largo… yo estaba muy cansada, pero seguía y seguía empujando. Y con cada contracción y empujón, la cabecita iba asomando. Ahí miré un momento a Jose, y ví que se emocionaba al ver la cabeza, ví que se le saltaban las lágrimas, y eso me emocionó, pero no pude detenerme mucho en ello, porque volvía otra contracción y tenía que centrarme en empujar.

Me dijo la matrona que iba a ir notando una sensación de que me ardía la vagina, y varias veces noté que me echaba agua caliente que me aliviaba muchísimo. Empujaba y empujaba… y a esperar la siguiente contracción. Hubo un momento que me dijo: “Ahora hay que hacer una cosa más difícil, te diré que empujes y empujes, pero habrá un momento que te diga que pares, y que aguantes”. Entendí que esto me lo decía para ver si no me desgarraba… y se lo agradecí, pero yo en esos momentos, y tras las 17 horas de parto, estaba tan exhausta, tan cansada, que ya no tenía fuerzas para concentrarme en esos pasos. Me vino una contracción y empujé y empujé y empujé con tanta fuerza, que salió por fin la cabecita de mi pequeño y su cuerpo, y sí me desgarré. (Por suerte fue desgarro tipo I, que hay hasta 4). Y entonces me colocaron a Leo sobre mí, le pusieron un gorrito, y me eché a llorar de emoción, de tener por fin a mi bebé encima, de haber terminado con mi idea de parto natural sin epidural, llorar de la tensión y el dolor que había pasado…

Ahí la matrona me empezó a apretar la tripa varias veces y volvió el dolor, aunque esta vez era distinto, pero dolía. Ahora tenía que alumbrar la placenta. Por fin salió la placenta, y me cosieron. Me hice un desgarro tipo I, es decir, sólo piel. Para coserme sí me pusieron anestesia local, aunque aún así, los puntos se notaban, pero después de todo el dolor que pasé con la dilatación, eso no era nada…

La matrona me hizo un comentario de que eran mi fan, como que admiraba cómo había soportado el dolor, no recuerdo exactamente las palabras, pero esas palabras de capacidad me llegaron y me fortalecieron, aparte de que yo también me sentía así.

Y ya nos quedamos solos con nuestro bebé precioso. Yo estaba exhausta de todo lo vivido y acumulado, pero a la vez muy feliz de poder tener a mi querido Leo sobre mí.

Después tuve muchas ganas de ir al baño y nunca olvidaré la cantidad de sangre que pude echar en ese primer momento de sentarme en la taza del wc después del parto.

A partir de ahí, nos llevaron a la habitación y empezó la aventura de ser madre.