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MI PARTO EN CASA. IRIA Y MARINA. A CORUÑA

Siempre tuve en mente parir en casa. Pero llegado el momento me dejé llevar por convencionalismos y miedos y no me lo llegué ni a plantear en serio. Adela nació en un hospital en un parto medicalizado bastante traumático y cuyas consecuencias nos hicieron vivir un puerperio agotador y poco gratificante.

Esto se “olvida” porque tienes a tu hija sana y “tienes que estar feliz” y realmente lo estás pero, cuando me volví a quedar embarazada, todo volvió a mi mente y supe que tenía que hacer todo lo posible para vivir una experiencia diferente.

Silvia y Vicky lo hicieron posible.

26 DE JUNIO 2015

Después de un día ajetreado Marina empezó a asomar la cabeza de madrugada. Su primer saludo fue un leve crujido acompañado de una mancha húmeda y una hora más tarde empezó el baile.

Un baile que vivimos las dos en solitario. Una noche larga en la que conseguí disfrutar de cada subida y cada bajada dando la bienvenida a mi bebé al mismo tiempo que me despedía de esa sensación de tener a tu hijo dentro, esos movimientos que soñaré muchas veces.

Por la mañana temprano Silvia se trajo las maletas y me mentalizó a tener paciencia.

En la bañera disfruté otro rato y conseguí relajarme para descansar un poco en cama y reponer fuerzas.

Aunque enseguida el baile continuó... papá tecleaba en la habitación de al lado mientras mi niña y yo seguíamos bailando en solitario...

Llegó la hora de comer pero las contracciones no me dejaron meter más que dos bocados.

Me metí en la ducha pensando en relajarme otra vez con el agua... pero no funcionó. Las olas apacibles se estaban agitando y me di cuenta de que iba a nacer mi otra niña y lloré de alegría junto al papá... yo sentada sobre un taburete rojo mientras el agua caliente me caía encima.

La primera en llegar fue Vicky, calmada y tranquila. Ahí, sentada en la ducha, en el descanso entre contracción y contracción, escuchamos a marina que latía contenta.

Xosé se tuvo que ir a buscar a Adela en el momento en que las olas se hacían más y más intensas... y me quedé con Vicky que fue mi soporte hasta que llegó Silvia minutos más tarde...

La abracé ¡¡¡Marina ya viene!! le dije... y las dos fueron mi apoyo en las siguientes contracciones, en la entrada de nuestra habitación. Vicky a la izquierda y Silvia a la derecha me agarraban mientras mis pulmones y mi mente se iban liberando para gritar y gritar... y allí le toqué la cabeza resbaladiza entre mis piernas por primera vez.

Me faltaba Xosé y me faltaba Adela y los llamé a gritos.

Recuerdo la sensación de una droga que te invade. Recuerdo caminar de un lado para otro entre contracciones como una gata buscando "el lugar". Recuerdo liberar mi mente y el instinto se apoderó de mí como creo que jamás volveré a sentir. Me volví animal.

Lancé la alfombra de una patada y me tiré al suelo a los pies de la cama y ahí acabó ocurriendo mucho más rápido e intenso de lo que yo me hubiese imaginado. Papá y Adela llegaron y me encontraron todo dolor y gritando de todo. Vicky sobre la cama delante ofreciéndome sus manos y brazos que yo tiraba con fuerza. Papá con Adela en el regazo sentados a mi lado. Y Silvia detrás masajeando y limpiando... y esperando a mi niña.

Recuerdo la presión y las ganas irrefrenables de empujar y empujar y sentir como mi cuerpo se abría en dos para dejar paso a la cabeza de Marina que de vez en cuando tocaba entre mis piernas. Recuerdo como un ardor tirante dió paso a los últimos empujones y como en un último esfuerzo, que parecía que no iba llegar nunca, salió y de repente, todo paró y pude respirar al fin.

Del trance me sacó la voz de Silvia diciéncome que cogiese a mi niña entre mis piernas... y me puse de pie de un golpe para recibirla en mis manos.

Recuerdo la imagen blanca y el tacto resbaladizo y el sonido del llanto que en mis miedos había temido tardar en oír y el cordón que nos seguía uniendo recorriendo el camino entre mis piernas hasta la niña que ya tenía en mi regazo.

Y allí estaba esa mirada que jamás olvidaré. descubriendo el mundo y el mundo era yo, ... su mamá

Vivimos en una sociedad artificial en la que estamos acostumbrados a manejar y dirigir nuestra vida y nuestro entorno. Siempre pensé que en el fondo solo somos un animal más sobre la tierra y que el peso de nuestra evolución como especie tenía que aflorar en algún momento de nuestras vidas.

La experiencia de la maternidad, entendida como parte de nuestra sexualidad, ha sido para mí ese momento.

Tendemos a entender la sexualidad como un acto pero en realidad es un proceso lleno de actos de amor y hormonas que desatan nuestros instintos. El parto vivido como una de esas actuaciones, íntimo, institivo y lleno de amor, ha sido para mí una experiencia reveladora que recomiendo vivir a toda familia.

Gracias Silvia y Vicky por todos los momentos, y sobre todo y muy especialmente, por esa “media hora”.

Y gracias Xosé por ser tan buen compañero y tan buen papá.