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Mamíferos

10 de Febrero, Martes, son las 4 de la tarde aproximadamente, estoy en el estudio trabajando, fase de producción de un juego bastante potente para nuestro cliente principal, la verdad es que vamos bastante de culo con el proyecto. Suena el whatsapp, mi mujer, para no perder la costumbre de decirme cosas no muy importantes en horarios poco convenientes, ella es así de oportuna, y yo la quiero así. Que está teniendo contracciones dice. Está en la semana 38 del embarazo, ejem… ahora no toca, o no debería. Son constantes, las contracciones digo, y parecen ir en aumento. Yo estoy tranquilo, soy una persona calmada y serena, de las que sabe controlar la situación, y Bea, mi mujer, lo sabe.

Sigo trabajando pero apenas me da tiempo a nada. Sobre las 4 y media de la tarde me llama:

- Axel, tengo contracciones cada 5 minutos, y me duelen bastante, cuando me viene una tengo que dejar lo que estoy haciendo y concentrarme en el foco del dolor. He hablado con Inma (nuestra comadrona) y dice que si en media hora sigo así vienen pitando. Estoy con Axel jr (nuestro primer hijo de casi 3 años de edad) en la cama, él está dormido haciendo la siesta y… mmm… te tengo que colgar, me viene una.

No dudo ni un segundo, sé que está de parto, ella aún no lo sabe y le asaltan las dudas que cualquier mujer tiene en ese momento: “¿y si es una falsa alarma?”, “deben ser las contracciones esas que te vienen días antes del parto”, “no quiero molestar por si es cosa mía y no estoy de parto”.

Ah, un detalle que se me escapaba, decidimos parir en casa, como antes, respetado, como cuando dejaban que la mujer, como buen mamífero que es, fuerte y valiente, se dejase llevar por su instinto, por su fuerza, por su sentido común, y tuviese un “parto natural”. Que fácil es decir “parto natural” eh. Me gustaría saber cual es el porcentaje real de partos naturales respetados y sin medicación que hay en los hospitales de este país. Pocos me imagino, yo no paro de escuchar cesáreas, oxitocinas y epidurales por todos lados. Nosotros íbamos en busca de algo que no nos ofrecen los hospitales, queríamos sentir lo que somos, animales, MAMÍferos.

En fin, que me voy por las ramas, confiamos en el grupo de comadronas, porque hemos leído sus historias, conocemos en primera persona una de muy potente, un PVD2C (parto vaginal después de 2 cesáreas) y porque después de una primera entrevista con ellas, nos enamoramos. La decisión fue muy fácil.

Son las 5 de la tarde, llego a casa con los bártulos, porque mi intención es grabar el parto lo mejor que pueda y no descuidar la atención de la futura mami. Tengo una GoPro Hero 4 con 3 baterías cargadas y un arnés de pecho, la cosa no puede salir mal. También tengo a punto una Canon 5D MarkII por si en algún momento puedo hacer algún plano más trabajado, repito, la cosa NO puede salir mal.

Beatriz, como yo sospechaba, está de parto, tiene cada vez más contracciones y más fuertes. Estamos en nuestro dormitorio, que por suerte es tipo suite con bañera.

- NECESITO UN REPORTE DE LA SITUACIÓN!

Esta es Inma por whatsapp. Le digo que va en aumento, contracciones más frecuentes y más fuertes. Me llama:

- Axel, cojo el metro, tengo ocho paradas hasta el coche, cojo los trastos y salimos a toda mecha con Roser (nuestra segunda comadrona) por la Ronda de Dalt, Vanessa (comadrona en prácticas) está de camino.

Vienen desde Barcelona, en hora punta, y deberían llegar a Vilanova i la Geltrú a tiempo. Cruzo los dedos por que así sea.

Estoy intentando por todos los medios que Pepi (mi suegra) se lleva a nuestro hijo a su casa, que vive a tres calles y adora a su yayi, sin causarle ningún trauma ni usando la fuerza, porque es un niño muy sensible a lo que le pueda pasar a su mami, y si la ve así seguro que lo pasa mal. Lo conseguimos, sigo con la mami.

Vamos a la bañera, el agua caliente de la ducha sobre su barriga le calma cada contracción, yo mientras con el crono del móvil calculo cada cuanto viene una contracción. Cada 5, cada 4, cada 7, cada 9, 5, 4, 4, 4… parece que se estabiliza en los 4 minutos.

Llega Vanessa, que está de prácticas y vive más cerquita, no se ni que hora es, ya no miro esas cosas, mi mente y mi cuerpo están enfocados al cien por cien en la mami. A estas alturas Bea debería saber que está de parto, pero aún así pregunta a Vanessa:

- ¿Tu crees que estoy de parto? ¿O se me puede parar?

- Mmmmm, yo no me quiero mojar mucho, pero creo que sí Bea, que estás de parto.

Yo ya lo sabía, era más que obvio, pero de nuevo las inseguridades de una parturienta.

Unos círculos en la pelota de yoga con una bolsa de semillas caliente en la espalda. De pie, apoyada en el armario haciendo movimientos circulares con la pelvis. Ahora lo mismo pero en el marco de la puerta del baño.

- Axel necesito agua, vamos a la bañera.

Estoy disfrutando este parto, se que va a salir bien, que mi mujer confía en mi, y lo estoy dando todo. Incluso no me olvido de grabar de vez en cuando. ¡Vamos Axel que esto está chupado!

Intuyo cada contracción y enciendo la ducha para masajear suavemente su barriga. Agarro a Bea con firmeza, acompaño su dolor, lo hago mío, lo interiorizo y me preparo para la siguiente sin descuidar ni un segundo a esta supermami, MI supermami.

En algún momento, sobre las 7 de la tarde llegan Inma y Roser. En sus caras se intuye que esto va rodado, y yo me relajo aún más. Cojo todo el aire que puedo y me vuelvo a sumergir en NUESTRO parto.

Recuerdo los gemidos de Bea, los tengo grabados en mi mente. Se que en cada uno de ellos, cada vez más intensos, más salvajes, más “naturales”, más animales, el dolor la envolvía, y a la vez me envolvía a mi. Nos cogíamos con decisión, de ella venía un dolor que me llenaba, y yo lo transformaba en seguridad y coraje, y se lo hacía llegar cerrando así un circuito perfecto. Lo estábamos haciendo bien.

Pero hubo un grito que ya no era gemido, un sonido que ya había escuchado en más de un documental en la tele. Era un aullido de bienvenida, el que marcó el punto de inflexión y anunciaba que Gael ya estaba muy cerca. Di un paso a mi derecha, su cabeza estaba fuera, era él, estaba ahí mismo, a tres palmos de su padre, en nuestra bañera, y no había material quirúrgico de por medio, ni batas blancas ni verdes, estábamos en casa, preparados para el último grito de amor incondicional y darle a Gael el mejor “hola cariño, cuanto te quiero”

Gracias a Inma, a Roser y a Vanessa, por imprimir esa humanidad, cercanía y respeto.

Gracias, gracias, y mil gracias más a los que habéis confiado en nosotros desde el primer día, sin dudas ni preguntas. A los que no, gracias también por darnos la oportunidad de demostraros una vez más que somos capaces de lo que sea.

GRACIAS, en mayúsculas, a Bea, por ser mi mejor compañera de viaje, mi mejor amiga y la mejor MAMI. No hay un “te quiero” lo suficientemente grande para ti.

Y para los o las que habéis leído hasta aquí, y que en vuestra mente rebota la expresión “que valiente”, yo os digo:

- Valientes vosotras las que acudís a los hospitales depositando en ellos toda vuestra confianza. Porque cuando algo va mal, va mal en casa y en el hospital, pero cuando todo va bien, en casa va bien y en el hospital puede ir mal.

Parece que poco a poco algunos hospitales van humanizando y respetando los partos, pero queda un gran camino por delante para que la experiencia sea parecida a un parto en casa.