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Los partos de Cris

Historia de Cris

Se me ponen los pelos de punta cuando oigo desear eso de “una horita corta”, me pongo de mala hostia cada vez que alguien habla de un parto ajeno calificándolo de “muy bueno” en función de su brevedad y no puedo callarme cuando alguien me suelta eso de “cuando tienes al niño se te olvida todo”... a mí no se me olvida nada...

Mi primer embarazo fue buscado y deseado, fue un embarazo estupendo, salvo algún ardor de estómago o alguna molestia de ciática no hubo ningún problema, seguí con mi vida habitual: andando mucho, nadando casi a diario y luciendo con orgullo mi preciosa barriga. Asistí a las clases de preparación al parto y modifiqué un poco mis hábitos alimenticios para cuidarnos. La verdad es que no me apetecía parir porque me daba miedo y porque llegué a sentir que mi estado ideal era el embarazo... supongo que no era la mejor motivación.

Mi única preocupación respecto al parto era que en el hospital de Monforte sólo ponían la epidural “por enchufe”, pensé irme a parir a Miranda, dónde la ponen siempre, pero quería estar donde estuviera Carlos... no sabía qué me iban a hacer ni qué tenía que hacer yo, sólo sabía que durante la dilatación tenía que respirar en las contracciones y relajarme entre ellas y que en el expulsivo tenía que empujar “mucho” y “muy seguido”... aparte de eso me gustaba la idea de dilatar caminando por los pasillos con mi marido junto a mí, lo había visto en un episodio de “Urgencias”, todo el mundo los miraba con admiración, yo quería hacerlo “así de bien”.

El 15 de agosto de 2000 desperté con contracciones, pasé el día intentando entretenerme y cuando Carlos volvió de trabajar insistió en llevarme al hospital, a mí no me apetecía nada, quería retrasarlo lo máximo posible, pero fuimos, eran aproximadamente las 11 de la noche.

Afortunadamente (o desgraciadamente, según cómo se mire) no había nadie más pariendo. La sala de dilatación es un espacio común con tres camas (que se pueden separar con cortinas) y un servicio, una falsa pared separa un cubículo donde el personal del paritorio mantiene conversaciones que todo el mundo escucha, es la misma sala donde te monitorizan una vez a la semana las últimas semanas del embarazo y donde te llevan nada más parir antes de subir a planta.

Me recibió una matrona enorme con unas uñas larguísimas pintadas de rojo, me regó con un líquido rosa contenido en un porrón y me hizo un tacto, yo ni siquiera sabía que eso se llamaba así, nunca me habían hecho nada tan desagradable, estaba dilatada 3 cm.

Pregunté si me podía marchar y volvía más tarde, era una preciosa noche de agosto, el día principal de las fiestas de Monforte, en media hora empezaban los fuegos artificiales y yo seguía con mi idea de dilatar caminando y “hacerlo muy bien”, la respuesta fue NO. Oí cómo la matrona pedía que me prepararan una cama en la planta de maternidad y pensé que era para dejarme dilatar lentamente (yo aún pensaba que se dilataba lentamente y era una de las cosas que más miedo me daba)... Nada más lejos de la realidad, esa llamada era el pistoletazo de salida para “parirme”.

La matrona dijo algo así como que las contracciones eran poco efectivas... camisón, enema, monitores, rasurado, vía en la muñeca y oxitocina... Recuerdo que estaba dictando a alguien los datos de mi ingreso y oí comentar que tenía un reborde en el cuello del útero... recuerdo perfectamente el miedo que da que hablen de algo que te pasa a tí sin saber qué es ni qué consecuencias puede tener, que lo hagan delante de tí como si tu no estuvieras sin plantearse siquiera la posibilidad de explicártelo.

Tengo que decir que en principio el ambiente era “cordial”, la matrona y su ayudante contaban tópicos como que hay quien prefiere parir a sacarse una muela, me preguntaron si sabía el sexo y cómo se iba a llamar (iba a ser niña y fue niño), la matrona comentó que se llamaba como ella pero en gallego. Recuerdo que al principio comentaban que lo llevaba muy bien y me preguntaban si no tenía ganas de ver ya su carita...

Carlos entraba y salía, yo no me atrevía a hablar con él, no sé si en algún momento estábamos solos pero la sensación era que escuchaban lo que decíamos, yo no me atrevía a decirle que habían dicho no sé qué de un reborde... le mandaban salir cada vez que me iban a hacer algo: quitar el reborde, romper la bolsa, hacer miles de tactos????: la matrona me decía “esto es para ayudarte, cuando notes la siguiente contracción aprieta con todas tus fuerzas”... yo me retorcía de dolor, ni siquiera tenía clara la posición de mi cuerpo, y el tono iba subiendo “si no te pones bien no puedo ayudarte”... me recuerdo suplicando que no me riñeran y diciendo que lo hacía lo mejor que podía.

Cada vez que entraba Carlos era una bocanada de aire, no me atrevía a contarle que me hacían mucho daño, creo que le conté medio a escondidas que me reñían, que lo estaba haciendo mal... su presencia era lo único no agresivo a mi alrededor.

No recuerdo en qué momento empecé a esperar con terror cada nueva contracción, me recuerdo mirando el registro y diciéndole a Carlos “no, otra no”... según la matrona el bebé estaba muy alto y tenía que aprovechar las contracciones para apretar para que bajara... yo quería respirar como nos habían dicho en las clases, yo quería relajarme... en un momento dado quise echarme a llorar, no era un llanto histérico ni nada parecido, era una forma de “aflojarme” en medio de tanta tensión, “no puedes llorar” me gritó la matrona y yo paré en seco. Ese no puedes llorar se me quedó clavado dentro y hasta hace poco sólo recordarlo me hacía llorar amargamente. En otro momento Carlos me estaba diciendo “tranquila” y la matrona contestó (metiéndose en nuestra “conversación”) “de tranquila nada, hay que parir”.

Desde el principio fui cambiando de postura, me incorporé, me senté en el borde de la cama, me puse de pie y acabé en cuclillas agarrada al respaldo de una silla, fue una concesión que durante bastante tiempo me hizo pensar que me habían tratado bien...

Hacía mucho calor, yo sudaba, el esparadrapo que sujetaba la vía en mi muñeca se despegaba con el sudor y la vía se movía, las contracciones eran muy intensas y muy seguidas, las contracciones que no me dilataba a mano me hacía empujar con todas mis fuerzas... la vía se movía, intentaban recolocármela pero no daba tiempo entre contracción y contracción, volvía a moverse, volvía a despegarse el esparadrapo...

Otra sensación que recuerdo era que querían que dijera que tenía ganas de empujar. Yo no notaba ninguna gana de empujar, sé que hubo un momento en que estaba aún tumbada, debía ser en la segunda hora aproximadamente, en que noté que algo líquido salía de mí (ni siquiera sabía por donde) y pensando que no me oían comenté con Carlos que no sabía si me estaba cagando... supongo que ahí confirmé esa sensación de que espiaban lo que decíamos porque enseguida entró la matrona preguntando “¿qué?,¿que tienes ganas de cagar?, eso es bueno, ¿tienes ganas de empujar?...”, creo que insistió de forma que mi respuesta fue algo como “no, bueno, igual...” y ella lo interpretó como un sí.

Y, de repente, me mandan ponerme de pie e ir andando al paritorio y todo se vuelve más confuso, ya no recuerdo nada de lo que vi, sólo un trapo verde sobre mis rodillas, que estaban más altas que mi cabeza. Sé que Carlos estaba junto a mí pero no tengo ninguna imagen de él “vestido de verde”, recuerdo que en un momento dado me dijo “respira” y yo le contesté “ahora no... tengo que empujar...”, recuerdo que me mandaban empujar todo el tiempo y yo no notaba ni contracciones para saber cuando tenía que hacerlo, ni ninguna gana de empujar, recuerdo gente apoyada sobre mi barriga, a la enorme matrona literalmente sobre mí, recuerdo una chica joven a mi derecha que apareció como salida de la nada y me dijo en voz bajita “lo estás haciendo muy bien” (es lo único amable que recuerdo de mi parto, no sé ni quien era ni por qué entró allí esos segundos preciosos pero es como el ángel de mi parto) y desapareció, y el bebé estaba fuera de mí y se lo llevaron rápidamente a una esquina donde lo manipulaban y alguien dijo que ya había meado...

El resto de lo que pasó en el paritorio me lo ha contado Carlos: la matrona parecía agobiada, en un momento dado parecía que algo no iba bien y la matrona dijo “tiene que nacer ya”, cogió “unas tijeras de podar” (según su descripción), me practicó una episiotomía y sacó a Xan que estaba bastante azul. Algo después llegó el ginecólogo y hubo un pequeño rifi-rafe, parecía que la matrona lo había mandado llamar varias veces y él no contestaba, entonces se dieron cuenta de la presencia de Carlos y cortaron la discusión en seco.

Mi hijo nació a las dos menos diez con un Apgar de 5 y a mí, además de la episiotomía tuvieron que coserme un desgarro en el útero (me enteré porque lo leyeron en mi historia en la primera monitorización de mi segundo embarazo), supongo que esa es la razón por la que me dieron antibióticos mientras estaba en el hospital. Yo daba las gracias a todos avergonzada de lo mal que lo había hecho.

Esto ocurrió en el año 2000 y durante casi tres años intenté olvidarlo, no pensarlo, no contarlo, que no existiera. Mi recuerdo del parto no era en absoluto el dolor (que evidentemente lo hubo), era algo que yo definía como “estar vendida”, era no conocer, no saber qué estaban haciendo, no tener control sobre nada, algo entre angustioso y humillante, tenía claro que mi parto había sido una experiencia horrible pero no sabía explicar por qué, me preguntaban si me habían tratado mal y yo decía que no, que todo lo contrario (incluso recuerdo que le estaba tan agradecida a la matrona por todo lo que “me había ayudado” que pensaba mandarle pasteles cuando Xan cumpliera un año), pensaba simplemente que eso era un parto y que a mí “no se me daba bien” parir, sólo tenía la sensación de que no estaba bien haber tardado tan poco, de que “me habían parido” a base de oxitocina, de apretar antes de tener que hacerlo y de ponérseme gente encima...

Segundo parto de Cris

Mi segundo embarazo fue completamente distinto del primero, sin llegar a sentirme “enferma” comenzó con una habitual sensación de naúsea y con un estado de vulnerabilidad que me hacía estar siempre al borde (cuando no completamente sumergida) del llanto. Aparte de eso una candidiasis (que se me diagnosticó como una infección de orina y se me “trató” con antibiótico) me mantuvo alejada de la piscina la mayor parte del embarazo, lo que incrementaba mi sensación de no estar cuidándome, a eso le sumamos una irrefrenable tendencia a comer dulces (fundamentalmente chocolate) y un conflicto interno sobre el hecho de mantener la lactancia de mi hijo mayor durante el embarazo... dejé de sentir que el embarazo era mi estado ideal y, aunque lo disfruté y lucí todo lo que pude mi, en esta ocasión enorme, barriga, no tuvo nada que ver con las sensaciones y sentimientos del primero.

Elegí la misma ginecóloga que en mi primer embarazo, una persona amable y atenta que a pesar de no estar de acuerdo con que yo mantuviera la lactancia durante el embarazo (e intentara disuadirme con apocalípticas advertencias) respetó mi decisión sin volver sobre el tema. Es una persona que yo no relacionaba con mi primer parto ya que en ningún momento estuvo allí...

En uno de los controles me sugirió que para la siguiente cita pensase si quería solicitar la anestesia epidural o no... yo le expliqué que sí que la quería porque no quería que mi parto fuera como el anterior y se mostró sinceramente interesada en que le explicase por qué me había sentido tan mal (yo no sabía explicarlo, aún no había recorrido ese camino) y me dio su teléfono particular (aún no tengo muy claro por qué, no sé qué tipo de puerta me abría a qué).

Tengo que añadir que esta persona es la jefa del Servicio de Ginecología del Hospital de Monforte y que tiene la virtud de hacerte sentir bien tratada, de hacerle sentir a todo el mundo que le dispensa un trato especial. Tampoco estuvo en mi segundo parto por lo que sigo sin relacionarla con esa vivencia aunque su cargo sugiere que en último término depende de ella cómo se hacen las cosas.

El momento más duro del embarazo fue la primera cita para monitorización, para quien no haya leído el relato de mi primer parto explicaré que la sala de dilatación es un espacio común con tres camas (que se pueden separar con cortinas) y un servicio, una falsa pared separa un cubículo donde el personal del paritorio mantiene conversaciones que todo el mundo escucha y es allí donde te monitorizan una vez a la semana las últimas semanas del embarazo y donde te llevan nada más parir antes de subir a planta..., entrar en esa sala, tumbarme en una cama a dos metros escasos de la otra en la que viví mi primer “trabajo de parto”... no puedo describir lo que sentí en ese momento, la única medida que tengo de mi estado en ese momento es el hecho de que no fui capaz de reconocer a la matrona que atendió mi primer parto (y que casualmente se ocupaba de ese turno) hasta que ella me preguntó si no me acordaba. Fue en esa visita cuando me enteré que había tenido un desgarro en el útero que, al parecer, constaba en mi historial... Otro hecho que me ha hecho pensar es que la matrona en cuestión se acordaba de mí y de mi parto perfectamente, lo cual, considerando que ya habían pasado casi tres años y no nos habíamos vuelto a ver desde entonces, me hace pensar que algo debía haber sido “especial” para no olvidarlo tan fácil...

Afortunadamente no volví a coincidir con ella y, aún más afortunadamente, no coincidí con ella atendiendo ningún trabajo de parto, no creo que hubiera sido capaz de soportar ver (en el mejor de los casos se corre una cortina y sólo se oye) cómo dilataba a mano a otra persona, creo que eso sí que hubiera condicionado completamente mi actitud ante el parto de Sabela.

Quiero explicar que en ese momento yo aún no sabía que la “dilatación a mano” es una práctica contraproducente e innecesaria que esta señora realiza por sistema, aún creía que había sido necesaria y aún esperaba que el hecho de que fuera necesaria o no dependiera de la evolución del parto y no de la matrona que estuviera de guardia, con lo cual estaba medianamente confiada en que no tenía por qué pasarme eso de nuevo.

Y si el embarazo fue completamente distinto del primero el parto también... en mi tercera cita de basales el monitor registró algunas contracciones imperceptibles para mí, mi ginecóloga me hizo un tacto y me anunció que tenía una dilatación de dos dedos y que en cualquier momento me podía poner de parto. Esto fue un viernes, el sábado viajé 120 kms de ida y 120 de vuelta para asistir a un curso de Capacitación en Lactancia Materna, ya notaba las contracciones, no dolorosas, irregulares y muy espaciadas... así seguí el domingo, el lunes las contracciones eran más intensas pero igualmente irregulares y poco frecuentes, no recuerdo en que momento, entre el viernes y el lunes, expulsé el tapón mucoso...

El martes por la tarde las contracciones ya eran molestas y frecuentes, aunque irregulares, a las 8 fui a hacer un examen en la escuela de idiomas y le comenté a la profesora que seguramente no podría asistir al del día siguiente, me recuerdo en el examen parando, respirando profundo y dándome aire durante las contracciones, fueron unas cuatro así que calculo que en ese momento eran aproximadamente cada 15 minutos. Al acabar una compañera me acercó a casa en coche, cuando entraba en casa salía hacia el hospital una vecina que es enfermera en la planta de maternidad y le dije que esa noche nos veíamos.

Entre unas cosas y otras ( esperar a que Carlos llegara de trabajar, dormir a mi hijo, llamar a mi suegra para que cuidara de él...) llegué al hospital hacia la una de la madrugada. Nuevamente “no me apetecía” ir al hospital pero ya estaba todo preparado y tampoco quería llegar “demasiado tarde” para ponerme la epidural...

Era una noche de intensa actividad, cuando llegué la recepcionista que llamó al paritorio dijo que “mandaba a otra”, en la puerta del paritorio esperaban cuatro hombres sentados pacientemente y dentro del paritorio todo el mundo se movía mucho... me hicieron dar varias vueltas por distintas puertas para no pasar por donde estaban las otras parturientas (tres más en un hospital donde la media de partos no llega a uno diario) y oí (y como yo supongo que todos los demás) a una matrona diciendo a voces que alguien estaba con tres centímetros y estaba histérica y que ya no tenía edad para esas cosas (me quedó la duda de si la que no tenía edad era la parturienta o ella)...

“Me tocó” la cama junto a la puerta, una matrona muy charlatana me mandó bajarme los pantalones pero no quitármelos “hasta que entraran los hombres”, todo lo charlatana que era para las bromas era hermética para la información, le pregunté si estaba de parto y dijo que todo estaba bien mientras ponía una cara de circunstancias y añadía algo como que era difícil acceder al bebé... Como estaban “completos” no tenía acceso al baño sin pasar la cortina que me separaba de otra de las parturientas así que me libré del enema y como andaban de un lado para otro no se pararon a rasurarme, de lo que no me libré fue de la vía de rigor y, por la evolución de las contracciones, creo que tampoco de la oxitocina sintética aunque no lo puedo asegurar (insisto en que, de nuevo, en ningún momento me informaron de los procedimientos a los que me sometían). También me rompieron la bolsa pero no recuerdo cuando, supongo que lo confundí con uno de los tactos que, desgraciadamente, si que tuvieron tiempo para hacerme.

Los recuerdos más claros que tengo son la sensación de alivio de que me dejaran sola mientras se ocupaban de los otros partos y el terror que me entró cuando la matrona hizo el mismo comentario que la otra en mi primer parto, que el bebé estaba muy alto... recuerdo que le pregunté si podía hacer algo para que bajara y ella me contestó que nada, que esperar y cuando fuera el momento empujar... recuerdo que en ese momento me vine abajo e inmediatamente me recuperé pensando que no iba a ser igual y que en esta ocasión “lo iba a hacer bien”.

Recuerdo que estaba tumbada de lado con los cinturones de los monitores en la barriga y en uno de los tactos la matrona llegó a toda prisa diciendo que me tumbara boca arriba que tenía que mirarme, yo dije que esperara un poco (para girarme) y me contestó: “bueno, si prefieres no te miro” (si hubiera sabido... le podía haber dicho que no y eso que me habría ahorrado), le expliqué que necesitaba un momento para cambiar de postura (en realidad aunque me costaba cambiar de postura me costaba más cambiar de “actividad”, de estar concentrada en mis contracciones, en esa ola que subía y volvía a bajar, tenía que salir de ahí y moverme, y hablar y escuchar...)... Es curioso que esa mujer ni siquiera se había planteado que yo necesitase tiempo para obedecer, de hecho ella misma en algún momento posterior que no puedo concretar le explicó a alguien que necesitaba algo de tiempo para cumplir otra de sus órdenes (no fue una observación satírica ni nada parecido, simplemente le dijo que esperase un momento mientras me movía ahorrándome decirlo a mí)

Hacía muchísimo calor, recuerdo un desfile de gente preguntando cosas variadas: si me dolía mucho, si quería la epidural... yo contesté que sí y al momento me vino la matrona diciendo que cómo iba a querer la epidural si ya estaba de ocho centímetros, que si quería me podían poner no sé qué otra anestesia en el expulsivo pero la epidural ya no... yo no entendí su explicación ni podía entrar en más detalles así que dije que no quería nada y me dejaron en paz... a la siguiente persona le pedí que dejaran entrar a mi marido, dijo que iba a preguntar y al rato entraron Carlos (y al menos otro de los acompañantes para el otro lado de la cortina).

Apenas hablé con Carlos, le dije que estaba bien y que lo llevaba mucho mejor que la otra vez, lo recuerdo a mi lado, cogiéndome la mano e intentando darme aire con una bolsita de gasas, en ese momento una ayudante de la matrona le dio una gasa mojada y me ayudó a soltarme un poco el camisón para que Carlos me refrescara con ella, realmente lo necesitaba...

El resto de cosas las recuerdo sueltas, sin continuidad ni sentido, recuerdo que en un momento, cuando aún no estaba Carlos me coincidió una contracción mientras estaba la matrona y le agarré de la mano y ella se soltó quejándose de que le dolía, recuerdo que en otro momento le acariciaba el brazo con una necesidad intensísima de contacto mientras le preguntaba si podía tocarla y ella me decía que mientras no le agarrase la mano que le dolía... (lo recuerdo como algo humillante, estaba suplicando que me dejara acariciarla y yo ni siquiera quería tocar a esa mujer), me recuerdo hablando con mi niña, explicándole que tenía que bajar para salir, que yo le estaba esperando e iba a estar conmigo, que no tuviera miedo, que me ayudara... recuerdo que me mandaron doblarme sobre mí misma y apretar muy fuerte cuando notara las contracciones, seguía tumbada de lado, mandaron salir a Carlos y, de repente, estaba completamente sola, ya no había ruido detrás de las cortinas, sentí que se había ido todo el mundo y que me habían dejado allí, enchufada a todo y sola... dije que no me dejaran sola y apareció una de las ayudantes que se sentó delante de mí y al ver que apretaba me dijo que no lo hiciera, yo le dije que me habían mandado apretar y se fue a preguntar si tenía que apretar o no tenía que apretar, volvió diciendo que sí y al momento entró la matrona diciendo que nos íbamos mientras bromeaba diciendo que si no daba tiempo a limpiar el paritorio (que era lo que ocurría) no había ningún problema en parir en el pasillo (ojalá hubiera sido verdad L)... recuerdo que dije que quería que mi marido estuviera conmigo y me contestaron que ya verían, que según como fuese el expulsivo... en ese momento tuve la certeza de que no le iban a dejar entrar, tal como me sentía sabía que no quedaba tiempo para ver cómo iba nada, no pude hacer nada más...

Mientras la dilatación la pasé agradeciendo el poco tiempo que tenían para ocuparse de mí en el expulsivo, evidentemente, no tuve tanta suerte..., sé que en esta ocasión no subí yo sola al potro, me subió un celador, lo siguiente que recuerdo son unos segundos de tortura, unos segundos en los que se centra el recuerdo de este parto... el ginecólogo metió la mano y agarró mi periné mientras me ataban las piernas, en ese mismo momento se giró (sin sacar la mano) para buscar la tijera con la que practicarme la episiotomía, recuerdo retorcerme con angustia y sacar una pierna del estribo mientras le gritaba que sacase la mano de ahí, se giró hacia mí, ya con la tijera en la mano y yo intenté (de hecho lo hice) meter la pierna de nuevo en el estribo, en esto la matrona se dio cuenta de lo que pasaba y empezó a recriminarme (en un tono muy desagradable) que yo era una mujer adulta y que estaba allí para tener un hijo y que no tenía que hacer tonterías y tenía que ayudar..., no recuerdo nada más, creo que para cuando acabó de escupir todo eso mi bebé ya estaba fuera de mí, alejándose en manos de dios sabe quién. Repito que fueron unos segundos pero parece que se concentraron en ellos todas las cosas desagradables que no me habían ocurrido por estar tan “desatendida”, todo el dolor físico, toda la humillación...

Mientras manipulaban a mi hija el ginecólogo seguía sentado frente a mí con gesto de preocupación, le pregunté qué pasaba y dijo “el útero se está cerrando y la placenta no sale” al tiempo que gritaba “que alguien cierre este gotero”. Yo no entendía lo que pasaba pero parecía bastante malo, me quedé allí callada, esperando aterrorizada, hasta que, afortunadamente, salió la placenta.

Luego comenzó la costura, mi niña ya estaba vestida y dijeron que iban a dejar pasar un momento al padre para que la viera (¿y a mí?), entró Carlos y ya no se fue, se quedó a mi lado ayudándome a aguantar, mi hija estaba sobre mí sin dejar de llorar... y yo me preguntaba cuándo la podía poner al pecho, aunque en ese momento no me apetecía hacerlo, me dolía demasiado lo que me estaban haciendo... en un momento determinado el ginecólogo me dijo, este te va a doler y comentó con alguien que a ese punto le llamaban el de la suegra... recuerdo el dolor, me recuerdo completamente tensa aguantando, recuerdo la tensión en el ambiente, tanta que Sabela se calló en seco y volvió a llorar cuando pasó...

Me llevaron a la sala de postparto, la misma de la dilatación, me aparcaron en una cama (por lo menos ya no estaba junto a la puerta) junto a otra pareja con su hija (que subieron a planta enseguida) y me dijeron que permaneciera boca arriba con la piernas cruzadas... yo pregunté (grité) a través de la pared (en realidad hablaba con la pared) si ya podía poner a mi hija al pecho, una voz también a través de la pared me dijo que hiciera lo que quisiera pero que no me pusiera de lado... Carlos me ayudó como pudo a colocar a Sabela... y pasado un tiempo casi eterno me subieron a planta, donde estaba mi vecina que se volvió a llevar a Sabela para volver a pesarla y no sé qué más y cuando me la devolvió me trajo un zumo de manzana y me ayudó a ir al váter...

La “bola extra” consiste en que, no sé por qué extraña razón la sutura de al menos dos de las cuatro episiotomías de esa noche se realizó con un material distinto del habitual, hecho que hubiera sido anecdótico si alguien me hubiera avisado de que esas suturas no iban a caer en un plazo razonable, y, aunque acudí a la revisión puerperal con la matrona del centro de salud antes de la fecha que me correspondía, los puntos se habían convertido en una especie de alambres para los que tuvo que usar dos bisturís porque el primero no consiguió cortarlos... al hematoma de rigor tuve que sumarle cuatro abscesos que me mantuvieron todo un mes en un ay, sin poder sentarme en condiciones ni para amamantar, al cabo del mes y tras un tratamiento con antibióticos dejaron de supurar...

Han pasado dos años y sólo ahora empiezo a no pensar en el ginecólogo agarrando mi periné cuando “intento” mantener relaciones sexuales con penetración, sólo ahora empiezo a sentir menos dolor cuando las mantengo y aún no he conseguido mirar ni tocar la cicatriz sin estremecerme...

Me pregunto por qué no pensé todas estas cosas antes del segundo parto, por qué entré en la web de la clínica Acuario y no entendí qué era eso de “una comuna hippy que paría en una cueva”, por qué intenté apuntarme sin éxito a lisnac para ver qué decían por ahí, por qué andaba buscando partos en agua y cosas semejantes... ahora me doy cuenta de que no sabía qué buscaba pero evidentemente buscaba, y no fui capaz de encontrar, no fui capaz de no tropezar por segunda y definitiva vez con la misma piedra...