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Los dos partos de María José, nacimientos de David y Balma. Hospital General de Castellón (2002) y Maternidad Acuario (2005)

Parto de David en Hospital General de Castellón y su estancia en el hospital (13/9/2002)

Quiero comenzar diciendo que este es un relato quizá demasiado largo, pero no puedo acortarlo, en principio escribí sólo el parto, pero me di cuenta de que mi experiencia se compone de dos partes, el parto y la estancia de mi hijo en el hospital, así que añadí la segunda parte y así se quedó, espero no aburrir.

En diciembre de 2001 decidimos ir en busca de nuestro primer hijo, y en enero de 2002 ya tenía mi positivo. ¡Qué suerte y que felicidad!

Pasé un embarazo fabuloso y con la ilusión que da el saber que en unos meses vas a tener un bebé en tus brazos y que será tu hijo.

Pero pequé de ingenua, no sólo me hacía falta ilusión, también debí buscar información, pero yo era una gran creyente de la medicina tradicional, no se me pasaba ni por la cabeza la idea de parir de una manera diferente a la que lo habían hecho todas las mujeres que conozco excepto mis abuelas y mi suegra. Además aquello eran otros tiempos y ahora teníamos mucha suerte con toda la tecnología y adelantos tan a mano.

El día 13 de septiembre era mi fecha probable de parto y el día 12 yo ya había ido dos veces a monitores con sus tactos y sus omnioscopias y había firmado mi autorización para la epidural, total ¿Qué mal podía hacer esa anestesia que tanto había liberado a la mujer de los horribles dolores de parto?, pensaba que era un atraso no utilizar los avances de la medicina.

La tarde del día 12 la pasé en la terraza de la cafetería de debajo de mi casa con unas amigas tomando unos refrescos, todo el mundo me decía que no podía aguantar mucho más con esa barrigota, pero yo tan feliz que estaba con mi barriga que les decía que yo no tenía ninguna prisa y además que tenía el presentimiento que se me iba a retrasar. (¿Miedo del subconsciente?).

Esa noche me fui a cenar a casa de mi cuñada porque mi pareja se iba a quedar a trabajar hasta tarde ya que estaba muy cerca de casa y con una simple llamada de teléfono, estaba en casa en 5 minutos.

Estando en casa de mi cuñada y antes de cenar me fui a levantar del sillón y noté como se escapaba un poco de líquido entre mis piernas, fui al baño y me miré, era totalmente trasparente y no muy abundante. Se lo comenté a mi cuñada y me dijo que eso es que ya se me había roto la bolsa. Me puse algo nerviosa, llamé enseguida a mi pareja y le di instrucciones para que antes pasara por casa y cogiera la bolsa con la ropa para mi y para el niño que ya tenía preparada y la carpeta con todos los controles que había ido haciéndome a lo largo del embarazo.

En media hora ya estábamos en el coche mi cuñada, mi pareja y yo, yo iba más contenta que unas pascuas, en cuestión de horas iba a conocer a mi niño (si en ese momento llego a saber lo que me esperaba, me da allí mismo un infarto).

Entramos por urgencias, yo iba un poco avergonzada porque llevaba un vestido de lino y una gran mancha en todo el culo donde se me había ido escapando todo el líquido. Enseguida me llevaron a monitores, allí estuve un buen rato con otra chica que la estaban controlando por preeclamsia. Mi pareja y mi cuñada se iban asomando a la puerta y me preguntaban que tal, y yo más fresca que una rosa porque no sentía ningún dolor.

Me empecé a preocupar por mis padres, pensé que si no les avisaba se iban a enfadar y si les avisaba tenían que venir de 60km. de distancia de noche y mi padre con 66 años. Así que en vez de pensar en mi parto y en mi bebé, empecé a dar instrucciones para que localizaran a mi hermano y que él fuera a por mis padres y les trajera.

Pasado un buen rato, me dijeron que me llevaban a la habitación porque todavía iba para largo, no me extrañaba, no tenía ni un solo dolor. Pero por supuesto antes me tuve que poner el ridículo camisón medio transparente sin nada más debajo y una vez en la habitación vino una auxiliar y me hizo ponerme de lado en la cama para ponerme un enema, me lo puso y me sentí muy avergonzada, me dijo que aguantara un par de minutos con el enema dentro, pero fue entrar ese líquido en mi cuerpo y salir zumbando al baño, la verdad es que durante el parto fue el momento en que más humillación sentí.

Cuando ya estaba en la habitación, llegaron mis padres todos acelerados, y yo tranquilizándolos porque estaba muy bien. Mi padre se fue a dormir a casa de mi hermano y mi madre no se quiso mover de la habitación y por supuesto mi pareja tampoco, con lo cual tenía dos espectadores para dormir. La verdad es que no tenía ningunas ganas de que mi madre se quedara allí, pero no sentía la fuerza suficiente para decirle que sólo quería estar con mi pareja.

Cuando me empezaba a dormir, noté que las contracciones ya eran algo dolorosas, pero muy soportables, les dije a mi madre y a mi pareja que controlaran los tiempos (venía muy bien enseñadita de las clases de preparación al parto). Las contracciones no cogían un ritmo lo mismo venían a los 4 minutos que a los 8 minutos, así que como me habían dicho que no llamara hasta que no fueran cada cuatro minutos, yo muy obediente no llamaba a nadie.

A primera hora de la mañana (supongo que con el cambio de turno) vinieron a por mi y me llevaron a la sala de dilatación junto con mi pareja, allí ya me enchufaron el gotero y seguramente la oxitocina, porque entonces empezaron a doler de verdad las contracciones y yo me retorcía en la camilla, al poco rato ya estaba pidiendo la epidural, vinieron y me dijeron que ya estaba de 4 centímetros, así que podrían ponérmela en cuanto viniera la anestesista.

Al poco rato vino la anestesista e hicieron salir a mi pareja, me hicieron sentarme en el borde de la camilla y me dijeron que no me moviera, una auxiliar me hablaba con mucho cariño y me ayudaba a estarme quieta, cosa bastante difícil con las contracciones. Una vez puesta la epidural, sentí que sólo se me aliviaba medio cuerpo y en el otro medio seguía sintiendo las contracciones, así que movieron un poco el catéter y entonces sentí un gran alivio, aquellos horribles dolores habían cesado y no sentía nada.

Volvió a entrar mi pareja y yo le hablaba tan tranquila de lo bien que estaba con la epidural, lo que no sabía es que entonces lo empezaba a pasar mal mi pobre hijo. Empezaron a entrar en la sala de dilatación mi madre, luego mi padre, luego mi hermano, luego una amiga, se iban turnando para verme y yo allí recibiendo a todos como si estuviera en una recepción haciendo de buena anfitriona.

Volvió a venir mi pareja y le dije que ya no entrara nadie más que aquello no era serio, entonces vino la matrona y me dijo que podía empezar a empujar, pero yo no sentía nada ni cuando me venía una contracción ni nada, pero allí nos quedamos mi pareja y yo. Yo empujaba cuando notaba algo dura la barriga pero no tenía ninguna seguridad de hacerlo bien. Respiraba muy profundamente para pasarle oxígeno a mi hijo y al final me mareé de tanto respirar (me hiperventilé). De vez en cuando entraba la matrona a la que en ningún momento le noté ninguna seguridad en lo que hacía (yo creo que estaba de prácticas), me hacía un tacto y me decía que el niño se subía para arriba en vez de bajar. Me pusieron a empujar de lado y tampoco dio resultado.

De pronto me dijo la matrona y una auxiliar que me iban a llevar a paritorio pero que mi pareja no podría entrar porque iban a utilizar ventosa ya que el niño no salía.

Me dio pena pensar que el padre no vería nacer a su hijo pero tenía ganas de que todo acabara y ver por fin a mi hijo, aquello se estaba alargando demasiado.

Me colocaron en el potro, y me dijeron que empujara con todas mis fuerzas, así lo hice y vi que las caras ya eran de mucha preocupación, me entró mucho miedo y di un último empujón pensando en que mi hijo corría peligro, entonces noté como se deslizaba por mi vagina y quise verle, pero se lo llevaron corriendo, sólo le vi el piececito y allí me quedé queriéndome morir.

Sabía que todo había salido mal y me entró una profunda tristeza y una gran decepción. El momento que había estado soñando se había transformado en una pesadilla. Giré mi cabeza hacia un lado y en silencio comencé a llorar. Lloré amargamente por mi hijo y por mi, llore porque mi cuento de hadas se estaba convirtiendo en película de terror, lloré en silencio sin que ningún sonido saliera de mi cuerpo, todo era silencio, hasta que la matrona se apiadó de mi y me preguntó que porqué lloraba, como pude le dije que no veía a mi hijo y que no sabía como estaba, la matrona me explicó que había sufrido en el parto y que lo estaban examinando, pero que ella iba a verlo para decirme como estaba. Cuando volvió me dijo que era muy guapo y que tenía buen color pero que debía seguir en observación. Ya daba igual lo que me dijera, estaba en un pozo sin fondo y lo único que quería era desaparecer de allí.

Me estuvieron cosiendo un largo rato, el ginecólogo todo el rato me preguntaba si me dolía y yo no podía más que mover la cabeza diciendo que no, pero las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas. Ha sido el llanto más silencioso y más amargo de mi vida.

Me llevaron a la habitación y por el pasillo estaban todos mis familiares queriéndome felicitar, todavía no sabían nada, pero yo no quería ver a nadie y le pedía a la auxiliar que me llevara a la habitación.

Después todos fueron a ver al niño porque era hora de visita en neonatos y cuando vinieron me dijeron que era muy guapo y que se le veía bastante bien. Pero a las dos horas llamó el pediatra a mi pareja, él se acababa de ir a por ropa para cambiarse a casa, yo estaba aturdida, ¿por qué no podían hablar conmigo?, todos se fueron a neonatos a ver que pasaba, se quedó mi cuñada conmigo y yo ya no podía ni hablar, llamé por el timbre a las enfermeras y pedí que me informaran a mi de lo que pasaba, pero me trataron como a una demente y me dijeron que yo descansara que era lo que necesitaba. ¡NO! Yo necesitaba saber de mi hijo, no quería descansar. Llamé a mi pareja por teléfono para ver si él sabía algo, me dijo que ya estaba llegando al hospital, estaba muy nervioso, me dijo que iba directo a neonatos a ver que pasaba. Cerré los ojos y me puse a esperar a que viniera a decirme algo. Pasó un rato, no se cuanto y al fin llegaron todos, mi pareja se sentó en mi cama, me dio la mano y me dijo que David había empeorado, pero que estaba en muy buenas manos. Me pareció ridículo, yo quería la verdad, no una explicación como si tuviera dos años, así que dije ¿Pero qué le pasa?, por fin mi pareja tuvo un poco de lucidez, echó a todos de la habitación y me explicó que el niño había convulsionado debido al sufrimiento fetal y lo habían trasladado a la UCI neonatal, el pediatra le había dicho que tenían que esperar para ver como respondía a los anticonvulsivos que le habían administrado y que las siguientes 48 horas serían decisivas para mi hijo.

Yo quería ver a mi hijo, pero estaba muy débil y no me dejaban ir a verlo hasta el día siguiente. Vinieron unas auxiliares y me dijeron que iban a probar a levantarme para sentarme en una silla de ruedas y así al día siguiente podría ir a verlo en la silla. Me daba miedo levantarme, me sentía muy débil, pero quería entrenarme para poder ir a ver a mi hijo, así que intenté levantarme, pero de pronto vi unas manchas negras y lo siguiente que sentí fue a mi pareja gritando y una mano que me daba en la cara. Pensé que todo había sido un sueño, un mal sueño y que yo seguía embarazada, pero no, no había sido un sueño y estaba allí sentada en aquella silla de ruedas ya sin barriga. Estaba muy mareada en esa posición, así que me volvieron a intentar subir a la cama y me volví a desmayar.

Me pusieron una cuña y me dijeron que tenía que orinar, no podía, pero no paraban de amenazarme con que si en un par de horas no orinaba me sondarían. Al final no pude y me sondaron, casi lo preferí para que no me agobiaran más.

Vino el ginecólogo a verme y me preguntó como estaba, yo sólo le preguntaba por mi hijo y me dijo que si tan angustiada estaba, llamaría al pediatra y vendría a hablar conmigo. Al rato vino el pediatra junto con el ginecólogo y me explicó que la situación del niño era crítica, que básicamente teníamos que esperar para ver como evolucionaba en las próximas horas y si seguía adelante, en la próxima semana le harían un electroencefalograma y una ecografía cerebral para detectar posibles daños. Además me dijo que al día siguiente podría ir a ver a mi hijo cuando quisiera, que no tendría que esperar a la hora de visita.

Esa noche la pasé deseando que esas 48 horas pasaran y que mi hijo saliera adelante, era lo único que mi cabeza podía pensar. Al día siguiente, yo seguía con gotero con un suero, yo quería ir ya a ver a mi hijo, pero las enfermeras me decían que tenía que esperar a que se acabara la bolsa de suero y como una tonta allí estuve pasando el rato hasta que la maldita bolsa se acabó, no se cuanto tiempo costó, pero me pareció eterno. Cuando se acabó el suero, las enfermeras empezaron a decirme que total para lo poco que quedaba para la hora de visita, que me esperara, pero ahí mi pareja ya no aguantó más, me ayudó a subirme a la silla, y salió empujando la silla y maldiciendo hacia neonatos. Llamó a la puerta y dijo que el pediatra del día anterior había dicho que podría entrar cuando quisiera. Me dejaron pasar, pero a mi sola, me acercaron a una cunita de plástico y allí estaba con la cabeza cubierta por una burbuja de plástico un bebé muy grandecito en comparación con los que había por allí, lo vi como muy ancho de espalda y con unas manos muy grandes. Temblorosa lo acaricié y se puso a llorar y yo también, habían muchas máquinas, todas hacían ruidos y llevaba algunos cables, uno de ellos pinchado en la cabecita. Me daba mucho miedo hacerle más daño. La enfermera de neonatos me dijo que siguiera tocándole, que hasta ahora siempre que le habían tocado le habían hecho daño y que tenía que acostumbrarse a mis caricias. Le acaricié sin dejar de llorar y enseguida me dijeron que ya tenía que salir, me sacaron de neonatos y la verdad que no recuerdo ya que pasó.

A partir de aquí siguieron días de rutinas muy marcadas. Recuerdo que para ir a las visitas me peinaba y me lavaba pero siempre sin mirarme al espejo, tenía miedo a verme, no lo puedo explicar, era un miedo irracional y me costó muchos días el mirarme a un espejo y lo tuve que hacer muy poco a poco, como si hubiera tenido un gran accidente y mi cara fuera a estar deformada. Los dos días que estuvo David en UCI podíamos ir a verle cuatro veces al día, a las 7 de la mañana, pero sólo a través de una ventana, luego a las 12:00 y a las 18:00, visitas en las que podíamos entrar y tocarle durante media hora, y la última visita a las 12 de la noche otra vez sólo desde la ventana. Por otra parte, cada dos días teníamos entrevista con su pediatra que nos comentaba como estaba la situación de nuestro hijo. Además el pediatra me preguntó si le pensaba dar el pecho, dije que por supuesto, así que me dieron un pequeño sacaleches con el que los dos primeros días me estimulaba para que me subiera la leche y una vez me subió, ya pude ir cada tres horas al lactario para sacarme la leche y así se la daban a mi hijo, primero por sonda y después cuando fue mejorando en biberón. Aunque el lactario estaba dentro de neonatos, no me permitían ver a mi hijo cuando me sacaba la leche, pero aún así me sentía contenta de poder ir, porque aunque fuera de reojillo, cuando entraba y salía podía verle y eso me reconfortaba bastante.

Después de dos días en UCI, lo trasladaron a neonatos, era una muy buena noticia, además ya le daban biberones, así que podíamos ir a darle dos biberones al día, aunque ya no teníamos las visitas de las 7 de la mañana y de las 12 de la noche, porque esas eran sólo para UCI, era mucho mejor porque teníamos la posibilidad de entrar dos veces más y además podíamos alimentarlo, por fin nos sentíamos útiles.

Aunque la visita de las 7 de la mañana y de las 12 de la noche en la que le veíamos a través de una ventana ya no la teníamos, íbamos igualmente a verle, porque como abrían la puerta del pasillo de las ventanas, pues a veces se dejaban las cortinas de neonatos sin bajar o medio bajadas y podíamos ver a nuestro hijo, recuerdo una de las veces que una enfermera muy enfadada nos bajó la cortina de golpe. Se que no era hora de visita a neonatos y que las enfermeras trabajaban mejor sin observadores, pero ¡¡¡ERA MI HIJO Y LO TENÍAN SEPARADO DE MI!!! ¿Cómo no iba a ir a verlo aunque por protocolo no me tocara? Si tenía la oportunidad de verle aunque fuera sólo la manita no quería perderla.

A los 3 días me dieron el alta a mi, pero me dijeron que podía quedarme hasta que mi cama se necesitara, así que me quedé, pero el ambiente era demasiado deprimente y a los 2 días después del alta me fui a mi casa. Sentí que traicionaba a mi hijo, porque aunque no podía estar con él, parecía que en el hospital estaba más cerca por si pasaba algo, pero la verdad es que ya no aguantaba más tiempo allí encerrada. Ese mismo día en que me iba, me dijeron que si quería ya podía darle el pecho porque ya no tenía ningún cable. ¡¡¡VAYA SUBIDÓN!!! Me volví loca de alegría y en ningún momento dudé que mi hijo se cogería bien, no se porque, pero estaba muy segura, así que cuando se hizo la hora de darle el pecho, allí estaba yo dispuesta a todo, me hicieron pasar (a mi y a otras mamás) a la misma sala donde me extraía la leche, pero ahora sólo tenía que sentarme en un sofá y esperar a que me trajeran a mi hijo. Me lo trajeron y le puse cerca de mi pecho, se cogió como si acabara de nacer y no hubo ningún problema. Lo malo es que teníamos 30 minutos justos para darle el pecho y claro yo no tenía ni idea de lactancia, así que me empeñé en que tenía que tomar 15 minutos de cada pecho, y claro, el niño no era una máquina y se dormía en contacto con mi piel. Los primeros días esto me preocupaba, pero al final decidí que era un regalo poder estar con él cada tres horas, así que me relajé y cuando se dormía, lo ponía piel con piel en mi pecho y disfrutaba de su contacto.

Iba a darle el pecho cada tres horas, con lo que el descanso no era mucho, le daba a las 9 de la mañana, a las 12, luego visita con el papá al niño, luego a las 15 otra vez pecho, a las 18 otra vez, luego visita, a las 21 otra vez pecho y a las 24 la última vez del día. La toma de las 3 de la mañana se la daban en biberón y la de las 6 de la mañana podía ir yo, pero la verdad es que me era imposible, necesitaba descansar esas horas.

Hubo una noche, que soñé que había un incendio en neonatos y que estaba yo allí sola con todos los bebés, cogía a mi hijo y quería irme de allí, pero había muchos bebés y se estaban poniendo negros del humo, quería cogerlos a todos, pero estaban conectados a cables, me desperté sudando y con muchísima angustia, estuve a punto de llamar al hospital para asegurarme de que no había ningún incendio.

Recuerdo aquellos ratos con mi niño en la teta en aquellas butacas con mucha ternura, recuerdo mis nervios cuando traían a los bebés, porque yo no quería perder ni un minuto y quería que el mío viniera el primero, recuerdo la emoción cuando veía a la enfermera con mi niño al brazo y recuerdo también cuando venían a llevárselos de nuevo, era horrible, aunque mi niño no estuviera mamando hacía como que seguía mamando para que me lo dejaran un poco más y se lo llevaran el último, cuando lo entregaba a la enfermera, sentía que me arrancaban un trozo de mi cuerpo y recuerdo salir de allí y cuando iba por el pasillo, echar una última mirada a la cuna de mi niño y verle allí tan guapo y tan solito. Era desgarrador.

Los ratos en el lactario eran muy íntimos, aunque habían muchas más mamás, hasta que nos traían a nuestros hijos hablábamos todas, pero una vez teníamos a nuestro hijo en los brazos, ya no hablábamos, unas cantaban a sus bebés, otras les hablaban, otras cerraban los ojos con su bebé al pecho. A mi me encantaba sentarme en una butaca donde siempre había sol que entraba por la ventana y allí le hablaba mucho a mi niño, sentía su calor, su suavidad, su boquita en mi pezón, eran momentos hermosos.

Sólo tengo un recuerdo malo de aquella sala (además de cuando venían a por los bebés claro) y fue un día, antes de que nos trajeran a los bebés, una madre se echó a llorar por su hija que no había engordado (allí la mayoría eran prematuros y el peso era muy importante), una enfermera se acercó a consolarla y le dijo que no llorara, que su hija el único problema que tenía era el peso, que habían bebés que tenían problemas gordos, por falta de oxígeno durante el parto, por problemas durante el embarazo, etc. que eso si que eran problemas, que eso si que podía traer secuelas graves. Cuando oí eso, quise ponerle un tapón en la boca ¡¡¡YO ESTABA ALLÍ Y MI HIJO HABÍA TENIDO FALTA DE OXÍGENO EN EL PARTO!!! Entonces me trajeron a mi hijo, lo miré tan desvalido y me eché a llorar sin ningún consuelo posible. La misma enfermera me preguntó que porqué lloraba y le dije que mi hijo había tenido falta de oxígeno. Se puso muy nerviosa, se dio cuenta de su metedura de pata e intentaba arreglarlo diciéndome que no me preocupara que al niño se le veía muy saludable y yo le dije que nadie me aseguraba las secuelas que le podían quedar a mi hijo. Ya no supo que decir, se fue y allí me quedé yo llorando sin parar con mi niño pegado a mi pecho. Había mucha tensión entre todas las mamás, nadie sabía que decirme, solamente una me dio un pañuelo de papel para secarme las lágrimas.

Mientras tuvimos allí a mi hijo le hicieron un electroencefalograma y una ecografía cerebral. En una de las entrevistas con su pediatra, nos dijo que ya tenían el resultado del electro y que no nos podían decir que era bueno, que se veía que había alteraciones en la actividad cerebral. No entendíamos nada, sabíamos que no era bueno, pero no que consecuencias podía tener. Yo le pregunté al pediatra que me dijera que secuelas podía tener esto y obtuve la misma respuesta de siempre, que teníamos que esperar a ver su evolución, que habían niños con el mismo diagnóstico que mi hijo que lo único que les quedaba era epilepsia. En aquel momento la epilepsia me pareció un mal menor, pero salimos muy desmoralizados de aquella entrevista

A los 12 días del nacimiento de mi hijo, su pediatra nos dijo que si seguía así de bien nos lo podríamos llevar a casa en los próximos días, nos dio mucha alegría y mucho miedo al mismo tiempo, me sentía incapaz de darle los cuidados necesarios. Al día siguiente nos dijeron que a medio día nos lo podríamos llevar, así que muy nerviosos nos fuimos a casa, cogimos la bolsa con su ropita que el día del parto nos habíamos llevado al hospital pensando en que enseguida se la pondríamos y nos iríamos felizmente a casa. Esta vez era de verdad, por fin nos íbamos con nuestro hijo a casa. Por fin lo vería vestido con la ropa que yo le había preparado y a medio día en la visita de las 12, le vestimos tranquilamente, lo vi hasta raro sin su pijama del hospital, lo envolvimos en una mantita y salimos de allí. Muchos recuerdos se quedaban atrás. Sus primeros días habían transcurrido allí y aunque muy duros, no podía ni puedo dejarlos de recordar con una gran ternura. Allí le había dado por primera vez el pecho, allí le había cantado, allí le habíamos acariciado por primera vez, allí le habíamos cambiado por primera vez el pañal, allí le habíamos cogido en brazos por primera vez, allí le habíamos dado nuestros primeros besos, allí nos habíamos iniciado como padres, de una forma inesperada, pero fue nuestro inicio y no hay otro.

Salimos por la puerta del hospital y respiré profundamente con mi hijo en los brazos, ahora empezaba una nueva etapa, quedaban muchos controles, nos íbamos con una caja de anticonvulsivos que le teníamos que dar cada 12 horas, y con unos enemas por si volvía a convulsionar para parar la convulsión, nos íbamos con mucho miedo y con mucha felicidad, eran sentimientos ambiguos pero visto desde la distancia predominaba el optimismo y el amor.

A partir de aquí comienza otra historia de crecimiento como mujer, como madre, como familia, pero eso ya es otra historia.

Sólo queda por decir que mi hijo es un niño totalmente sano sin ningún tipo de secuela y que no ha habido día que pase ni lo habrá en que no recuerde su nacimiento y maldiga mi ignorancia y los malditos protocolos de hospital, pero este fue nuestro inicio y sólo queda mirar hacia delante.

PARTO DE BALMA EN ACUARIO (14/10/2005)

Antes de contar esta historia quiero decir que este parto fue así gracias a la asociación El Parto Es Nuestro que tanta información me aportó en momentos tan importantes, gracias a los profesionales que lo atendieron porque hacen que las mujeres junto con nuestros bebés nos sintamos protagonistas de nuestros partos y gracias especialmente a mi primer hijo que tuvo que pagar la novatada de su mamá ingenua, pero que sin la experiencia de su parto, su hermana no hubiera tenido la bienvenida que tuvo ¡¡¡GRACIAS DAVID!!!

Tenía la fecha prevista de parto para el 4 de octubre, pero ya era día trece y Balma no daba señales de querer salir, estaba muy agustito.

El día trece por la mañana fuimos a la clínica de Acuario en Valencia el ginecólogo me hizo una eco y un tacto (con mi consentimiento), y me dijo que tenía dos o tres centímetros de dilatación y que la placenta estaba muy bien, pero que como ya llevaba nueve días de retraso, que esperara al lunes (era jueves) y si no me ponía de parto me fuera para Beniarbeig e ingresara en la clínica de Acuario.

Me fui para casa tan tranquila pero por el camino me di cuenta de que ya algo pasaba, fui al baño y vi que me había manchado un poquito, pero no le di mayor importancia, era normal después de un tacto según he leído en muchos sitios.

Mi pareja se fue a trabajar y yo me quedé en casa, a las 17:00 fui a recoger a David del colegio y nos quedamos en el parque que tenemos debajo de casa. Allí mismo en el parque ya empecé a notar dolorcillos que venían cada cierto tiempo pero que no se paraban.

Sobre las 20:00 me subí con David a casa, le bañé y le di la cena, mi pareja ese día iba a venir tarde porque pensó que sería mejor terminar un trabajo que tenía entre manos antes del lunes y así irnos a Acuario sin dejar ese trabajo a medias.

Acosté a David pero yo ya sabía que esa noche nos íbamos para Acuario, los dolores no paraban y cada vez eran más fuertes.

Cuando David se durmió y la casa se quedó en calma me fui al comedor y no tuve ganas ni de cenar, me comí una croqueta que le había sobrado al niño y me puse a ver la tele (la final de O.T. y Cuéntame haciendo zapping). Pero los dolores cada vez iban a más y yo ya no estaba cómoda en el sofá por más posturas que probara.

Llamé a mi pareja sobre las 22:00 y le dije que sin prisa se viniera para casa porque nos íbamos para Acuario.

Llegó a casa, se duchó y yo mientras llamé a mi cuñada para avisarle de que le llevábamos al niño, se puso super nerviosa y empezó a meterme prisa diciéndome que no íbamos a llegar, pero yo estaba tan tranquila y segurísima de que llegábamos.

Cuando fuimos a coger a David de su camita, me dio mucha pena, estaba tan agustito, me arrepentí de no haberme atrevido con un parto en casa, pero bueno, ya era tarde para arrepentimientos y era muy afortunada pudiendo ir a Acuario a parir.

Dejamos al niño con mi cuñada a las 24:00 y nos fuimos para Beniarbeig, las contracciones venían cada 6,7 u 8 minutos más o menos, pero la verdad es que no lo iba controlando. El camino se hizo muy llevadero, las contracciones las soportaba bien respirando profundamente y empujando el asiento del coche con mi espalda con todas mis fuerzas. La carretera estaba desierta y yo estaba super contenta, lo único que me asustaba era la velocidad que cogía de vez en cuando mi pareja y yo le decía que no corriera que no había prisa.

Llegamos sobre la 1:30 de la madrugada a Beniarbeig, aparcamos el coche y no pude bajar porque ya me dio una contracción bastante fuerte, bajé cuando pasó la contracción y fui a la puerta de la clínica, toqué al timbre y alguien preguntó :"¿Quién?", pero yo ya tenía otra contracción y mi pareja estaba cogiendo las cosas del maletero, así que como pude contesté casi con un gruñido:" Que estoy de parto". Abrieron la puerta y me dijeron que esperara que enseguida venía la matrona.

Enseguida llegó la matrona y no me podía creer la suerte que iba a tener, ¡Iba a parir con Rachel!, ella era la matrona que nos había dado las clases de preparación al parto, es una pasada de matrona y de persona, siempre cuando pensaba en mi parto pensaba en la suerte que sería poder parir con ella, y allí estaba ella recibiéndonos con su uniforme blanco, nunca la había visto de uniforme y me hizo gracia.

Les presenté (a Rachel y a mi pareja), pero ya me estaba dando otra contracción, así que Rachel me ayudó a apoyarme en una butaca para poder llevar bien la contracción.

Le dije a Rachel que creía que las contracciones venían cada 5 minutos más o menos y me llevó al paritorio para monitorizarme un momento y ver como iba todo. Me senté en una mecedora y vimos que todo iba bien, el corazoncito de mi niña latía con fuerza, y me dijo Rachel que las contracciones eran más rápidas, más o menos cada tres minutos, y tenía razón, porque desde que llegué a Acuario todo se había acelerado.

Me quitó los monitores y me propuso probar la pelota de dilatación y la verdad es que me gustó mucho, no quería pasar ya ninguna contracción sin esa pelota. Fuimos a la cama de partos y me hizo un tacto que ni me enteré y me dijo que llevaba ya 4 centímetros de dilatación. Me dijo que su turno acababa a las 9 de la mañana y que yo iba a parir con ella. Eso me dio mucho ánimo.

Nos subimos a la habitación y por supuesto mi nueva compañera (la pelota de dilatación) se venía conmigo. Rachel me dijo que iba a descansar en la habitación de al lado, me trajo zumo y agua y me dijo que bebiera todo lo que quisiera y que si necesitaba algo que le llamara.

Me senté en la butaca y mi pareja en la cama y continuamos con las contracciones, cada vez que venía una, me sentaba encima de la pelota y mi pareja me cogía por las axilas para ayudarme a balancearme, ya eran bastante dolorosas, pero los descansos eran muy reconfortantes, me sentaba en la butaca y subía mis piernas en la pelota para descansar mejor y me dormía e incluso soñaba.

Una de las contracciones dejé de notar los movimientos de Balma y empecé a asustarme y a acordarme de todo lo que le pasó a mi hijo, me asusté mucho y le dije a mi pareja que llamara a Rachel y le dijera que no notaba a la niña. Al momento ya estaba allí Rachel y me puso como un micrófono en la barriga y le oímos su corazoncito latiendo. Rachel me dijo que mi bebé venía preparado para nacer que no me preocupara. Puede parecer una tontería pero esa frase me ayudó mucho. Pensar que mi niña estaba preparada para nacer. Mi niño seguro también estaba preparado para nacer pero todas las intervenciones no le dejaron nacer bien, pero ahora estaba en el lugar correcto para darle la bienvenida a mi hija.

Rachel volvió a su habitación y yo me quedé allí con mis contracciones, con la pelota y con mi pareja.

Pasó el rato y ya venían muy seguidas, casi no tenía tiempos de descanso o por lo menos a mi me parecían muy cortos. Le dije a mi pareja que llamara a Rachel para que me dijera de cuantos centímetros estaba ya. Ella vino y me dijo que nos bajaríamos al paritorio para entrar en la bañera a ver si allí me relajaba un poco.

Entré en la bañera con el agua calentita y todo se calmó, fue una sensación muy buena, Rachel me hizo un tacto y me dijo que estaba de 8 centímetros. Seguí allí en la bañera y allí mismo se rompió la bolsa, yo casi ni me enteré si no es porque me lo dice Rachel, enseguida me entraron ganas de empujar y lo dije. Rachel me dijo que empujara que ya estaba dilatada.

Yo me ilusioné pensando que enseguida tendría a mi niña y encima iba a nacer en el agua, que mejor recibimiento que el agua calentita de la bañera. Empecé a empujar con cada contracción y Rachel controlaba con su aparatito los latidos de la niña después de las contracciones. No encontraba la manera de empujar con más fuerza, me puse de rodillas, después Rachel me metió la silla de partos dentro de la bañera pero tampoco conseguía que Balma bajara.

Rachel me propuso salir de la bañera y entre mi pareja y ella me ayudaron, una vez fuera probé con la silla de partos y no bajaba la niña, Rachel a veces era dulce conmigo y otras veces me gritaba que era yo quien tenía que sacar a mi bebé, recuerdo que su frase era: "¡¡¡MUJER, TU TIENES QUE AYUDAR A TU BEBÉ!!!" Y yo empuja que te empuja pero la niña que no salía, así estuve tres horas, desde las 4:00 hasta las 7:00.

Rachel me empezó a hablar de poner un poco de oxitocina, porque me dijo que a estas alturas del parto ya no era peligrosa y me ayudaría a que las contracciones fueran un poco más largas, pero yo no quería oír esa palabra ni en sueños, la oxitocina hizo que mi hijo sufriera tanto y yo no quería oxitocina para mi hija.

Rachel respetaba mi decisión y entonces me dijo que me pusiera en cuclillas cogida a la bañera por la parte de fuera, así me puse y empecé a empujar, pero estaba muy cansada, entonces entró Pedro el ginecólogo, Rachel lo había llamado, él pensaba que venía para llevarme a quirófano y ponerme una ventosa para sacar a la niña, pero Rachel le dijo que no, que ella me iba a ayudar con sus manos empujando la barriga y que él sujetara a la niña cuando saliera.

Allí mismo en cuclillas vino la penúltima contracción, Rachel me ayudó con sus manos sobre mi barriga y entonces noté como bajaba la niña, en la siguiente contracción salió toda fuera, enseguida la cogió Rachel (Pedro, el ginecólogo, se quedó con las ganas) y me la pasaron hacia delante entre mis piernas para que la pudiera coger.

Fue increíble, ya la tenía en mis brazos, estaba tan calentita, era como un pececito resbaladizo, y estaba muy enfadada, gritaba y lloraba con mucha fuerza, se ve que no le había gustado la tardanza, pero enseguida se calmó, mi pareja lloraba y no paraba de decir lo bonita que era, y yo por raro que parezca no derramé ni una lágrima, no podía parar de mirar a mi niña.

Me pusieron encima de la cama de partos y allí cuando el cordón dejó de latir mi pareja lo cortó, expulsé la placenta, me preguntaron si la quería y les dije que no que yo lo que quería era lo de dentro y ya lo tenía. Me tuvieron que coser por un desgarro, pero nada comparado con la episiotomía de mi primer parto.

Allí mismo se cogió a mi pecho y nos dejaron solos a los tres para disfrutar del momento, todo estaba en penumbra. Después de un rato vino Pedro y sin mediar palabra me dio un beso, un beso lleno de cariño en medio de aquella penumbra que conservaré siempre en mi recuerdo.

Después Mª Carmen, una auxiliar que era un cielo, me ayudó a ponerme con mi bebé en una silla de ruedas, me limpió toda con suma paciencia sin ninguna prisa, hablándome con todo el cariño del mundo y sin vestirme ni nada, envuelta en toallas con mi niña pegada al cuerpo, me llevaron a la habitación donde ya entraba el sol de la mañana.

Al día siguiente dimos un paseo por el pueblo con la niña en brazos, hacía sol y el pueblo estaba muy tranquilo.

Se que el expulsivo no fue todo lo natural que podría haber sido, pero eso lo comprendí más adelante con la ayuda de la matrona. Mi subconsciente me jugó una mala pasada y no dejaba salir a mi hija porque mi único recuerdo de una situación parecida era el desagradable desenlace del parto de mi hijo. Se que antes de este parto además de toda la información que recopilé tenía que haber hecho un trabajo de curación de mis heridas, pero así fue el parto de mi hija y me siento muy contenta con él y me ha ayudado a reconciliarme por fin con mi cuerpo. Quizá este parto fue el trabajo de curación que me hacía falta. No se si habrá un tercer parto, pero si lo hubiera volvería a este maravilloso lugar con su maravillosa gente.