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La mentira del parto respetado en el Hospital Puerta de Hierro

Hace ya dos meses y todavía tengo problemas para dormir pensando en como se desarrolló mi parto. Los acontecimientos de aquel día me han dejado una profunda tristeza, una gran sensación de impotencia y mucha rabia contra la gente que me atendió. No tuvieron en cuenta el plan de parto que les habíamos dado, y me engañaron sobre el tipo de anestesia para tenerme controlada en una cama como una inválida, ni nos consultaron para realizar una maniobra que rompió la bolsa en un momento en el que se puso en riesgo la salud del bebé, todo a favor de sus intereses sin pensar ni en la madre ni en el bebé. Lo peor es la culpabilidad por haber elegido este hospital fiándome de su categoría de “hospital de parto respetado”, lo que resultó un total engaño, una experiencia fue horrible y muy traumática.

Desde la llegada sufrí una total dejadez y falta de empatía por parte de quien me atendió en el triaje y en las horas siguientes. Llegaba con cuatro centímetros de dilatación y cuando me llevaron a la habitación solicité que entrara mi pareja. Tardaron dos horas en dejarle entrar, todavía no sabemos por qué, creemos que simplemente se olvidaron.

Nada más entrar la matrona lo primero que me preguntó es si quería la epidural. Le conté que en mi primer parto hacía cinco años en Montreal me la pusieron y la experiencia fue muy buena: me quito parte del dolor y a la vez podía cambiar de postura durante el pujo y, sobre todo, ayudar a mi hijo a nacer. Me dijeron que la tenían pero que no la ponían, que solo en algún caso la empleaban… que iban a llamar al anestesista para que hablara con él, le dije lo mismo que quería sentir las piernas y las contracciones para poder empujar como en mi primer parto, me aseguró que sentiría las contracciones y podría empujar, me puso la epidural normal. Sin embargo, tras la anestesia mis piernas se volvieron corcho, solo sentía un cosquilleo, no me podía mover.

Aun así, sola en la habitación durante dos horas, intenté ponerme lo más erguida posible y balancear la pelvis apoyada en las manos ya que no sentía las piernas. Tras esas dos horas se acordaron de mí: ¿qué tal vas?, les pregunté por mi acompañante… Al fin le dejaron entrar. Al rato vinieron a hacerme la primera exploración desde el triaje. La matrona tocó algo, la bolsa no se había roto y el bebé avanzaba con ella. Los partos velados, en los que el bebé sale con la bolsa intacta son raros, y parecía que este iba a ser uno. Sin embargo, sin decirnos nada, la matrona volvió a meter su mano y rompió la bolsa. Sin el líquido empecé a sentirme muy mal y a temblar. El bebé, al sacarle tan bruscamente del líquido y encontrarse con el torax presionado, empezó con bradicardia y bajaron sus pulsaciones. Además de que la rotura de la bolsa no está recomendada por la OMS ni en Manual de Parto Normalizado, nunca hay que romper la bolsa una vez que el bebé está a punto de salir. Las pulsaciones del bebé bajaban, me dijeron que había que sacarle ya. Yo no podía empujar, no sentía las piernas, así no podía empujar, no era capaz de ayudar a mi hijo, lo intentamos 3 veces y como no salía se volvió a ir y me dejó de lado, yo seguía temblando y las pulsaciones del bebé bajaron aun más. La matrona empezó a gritar llamando a gente, entraron unas 6 personas en la habitación, gritos, nervios… Instalaron una mesa con material quirúrgico. Entré en pánico, les preguntaba ¿qué pasaba? ¿qué iban a hacer? No obtuve repuesta. Me tumbaron completamente, la ginecóloga se me tiró encima (maniobra de Kristeller), a continuación sacaron el potro les grité que no quería que me tumbaran y me pusieran las piernas ahí, les dio igual, me pusieron las piernas en los estribos contra mi voluntad. En mi primer parto el expulsivo fue el mejor momento, erguida y al borde de la camilla ayudé a Axel a salir sin problemas, pero ahora no contaba con mis piernas. Sentía todo el dolor del pujo, pero no era capaz de empujar en esa postura y sin piernas. Fue el momento más horrible de mi vida. Estaba completamente bloqueada pero como pude hice fuerza, aterrorizada por lo que podía pasar, afortunadamente consiguieron sacar al bebé. Cortaron al instante el cordón y le pusieron en la mesa de reanimación, le metieron una sonda, el bebé estaba bien y al final me lo pusieron encima.

Mi hijo estaba bien, pero el estrés, la precipitación y el miedo con el que llegó al mundo no deberían haberse producido, le pusieron en peligro por ignorancia y por sus desmesuradas ganas de intervenir en un parto que estaba siendo perfecto (solo 5 horas hasta llegar a los 10 cm y la frecuencia cardiaca del bebé perfecta hasta que rompieron la bolsa). El personal del Puerta de Hierro ve decenas de partos al día, pero para cada familia y para cada bebé que nace es un acontecimiento único e irrepetible, que recordaran el resto de su vida. Por eso, tan importante es el cómo finaliza, como el cómo se desarrolla. En nuestro caso, el no respetar como estaba desarrollándose el parto, y romper la bolsa nos llevó a unos problemas y una angustia que no nos dejaron disfrutar de ese momento mágico y que podía haber tenido consecuencias terribles, afortunadamente era mi segundo parto y mi cuerpo estaba más preparado, sino como en muchos casos hubiera habido episiotomía, fórceps, etc.

Se debe permitir el proceso natural y fisiológico del parto, que se respeten los ritmos y no se intervenga provocando problemas, al final parece que las prisas del personal sanitario es lo que prima.

El que no puedas elegir el tipo de anestesia (porque prefieren tenerte postrada para facilidad de matronas y ginecólogas), que te mientan diciéndote que con una epidural normal se puede empujar, y que no te informen o pidan permiso para romper la bolsa, te pone en una situación de vulnerabilidad total frente a algunos sanitaros que parece que lo único que quieren es terminar lo antes posible, sin pensar en el trauma que se genera tanto en la madre como en el bebé.