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La cesárea de Natalia, el nacimiento de Malena

Ya ha pasado 1 mes desde que Malena, nuestra princesa, está con nosotros, y hoy he sacado un ratito para contaros como fue mi cesárea y estancia en la clínica Nuestra Sra. Del Rosario, en Madrid.

Desde que me supe que estaba embarazada, empecé a soñar con ese momento mágico e irrepetible, ver nacer a tu hijo.

Por desgracia no pudo ser, Malena estaba de nalgas y aunque yo salía de cuentas el 19 de Julio, mi ginecólogo decidió programar la cesárea para el día 3.

Fue una desilusión saber que no iba a poder vivir el parto, que mi marido no estaría conmigo, etc.; hoy siento que me perdí verla nacer pero a la vez siento miedo al pensar qué hubiese pasado si hubiese sido parto vaginal porque en quirófano me enteré de que la niña traía 3 vueltas de cordón umbilical al cuello.

Entre en quirófano bastante tranquila, pero muy pronto empecé a sentirme muy sola, nadie me hablaba, todos estaban a lo suyo. La única persona que fue amable fue el anestesista, que por dos veces vino a acariciarme el pelo y a decirme que estuviera tranquila que ya faltaba poco.

Después de sondarme, afeitarme, etc., me quitaron las gafas y yo me eché a llorar pidiendo por favor, que me las pusieran cuando naciese mi hija porque sino no la iba a ver.

A los 20 minutos de estar en quirófano sentí que mi hija salía de mi tripa y la oí llorar, fue el llanto más hermoso que jamás he oído.

La enfermera me había puesto las gafas 2 segundos antes, y la matrona me enseñó a mi niña, nunca olvidaré la expresión de su cara, con los ojos abiertos como platos y mirándome fijamente. Pero se la llevaron a otra habitación y yo ya ni siquiera la oía.

Los minutos siguientes se me hicieron horas, nadie me decía nada, seguían a lo suyo y yo no preguntaba por no molestar. Cuando me cansé de esperar pregunté si habían avisado a mi marido de que la niña había nacido ya, nadie sabía nada.

Ahí apareció el neonatólogo que me habló sin gana alguna, “La niña ha pesado 2,610kg y mide 48cm”. Yo me eché a llorar porque en la última eco me habían dicho que pesaba 3,100 y además de llorar sólo decía: “¿La pasa algo? Es muy chiquitina”. Ahí mi ginecólogo se dignó en hablar y salir de detrás de la sábana verde para decirme que estaba perfecta, y que no había engordado más por las 3 vueltas al cuello. “A veces el ordenador de las ecos se equivoca”, me dijo, y yo seguía llorando y preguntando si alguien había avisado a mi marido.

Mi familia era la única que estaba a la puerta del quirófano y cuando el neonatólogo salió, casi ni les vio. Les contó con 3 palabras que todo estaba bien y sin dejar que mi marido preguntase nada, dio media vuelta y se fue.

Terminaron de coserme y vino la matrona con mi niña y me la puso en mis brazos. Malena me miraba y empezó a buscar su comida. Yo estaba en una nube, aquella personita tan perfecta y tan bien hecha estaba dentro de mi, era increíble. Al salir del quirófano mi marido pudo conocer a su niña.

A él le robaron verla nacer y a mí me robaron el ser la 1ª persona que la abrazase.

A partir de aquí comenzaron 4 días de desilusión, abandono y despreocupación, en los que me sentí muy sola en cuanto a atención médico-sanitaria y en los que estuve realmente estresada.

Nada más llegar a la habitación, pedí que me pusieran a la niña al pecho y me contestaron que ni hablar, que tenía que esperar como mínimo 2h porque sino la herida me iba a doler. Yo no entendía nada, si la niña estaba desesperada buscándome!!. Además es justo lo contrario a lo razonable, ¿por qué tenemos que esperar? A aquella enfermera no la hice caso, nada más irse, mi marido me ayudo y mi niña empezó a mamar. La tuve así más de 2h, calentita contra mí.

En los cuatro días que estuve ingresada en ningún momento vino a verme una matrona, nadie me habló ni explicó absolutamente nada de la lactancia materna, ni siquiera se me preguntó si quería o no amamantar a mi hija, nadie me preguntó si podían darle un biberón a mi hija en el nido, directamente se lo dieron sin importarles que yo la estaba amamantando. Cuando supieron que le estaba dando el pecho, tampoco me dijeron cuánto tiempo era normal que mamase, si tenía que ser de 1 pecho o de los dos, nada, y si preguntábamos parece que se molestaban.

Las revisiones por parte del ginecólogo no duraron más de 1 minuto por día, y por supuesto, en ese tiempo no me revisó nunca la cicatriz; las curas de la cicatriz fueron escasas y nadie me explicaba cómo evolucionaba. Yo misma me quité el apósito al día y medio de estar ingresada, cuando me pude duchar, ni siquiera en eso perdieron el tiempo.

Era desesperante tener que preguntar siempre por todo y que te contestaran de mala gana.

En cuanto a la atención recibida por mi hija fue aún más escasa que la que recibí yo.

Las visitas del pediatra eran Express y sin explicación alguna de la evolución de la niña; a los dos días de estar allí preguntamos si en el nido la estaban curando el cordón umbilical y nos contestaron que no, que eso teníamos que hacerlo nosotros. Yo me hundía cada día un poquito más y lloraba pensando que se la podría haber infectado, si estaría bien, que cómo la tratarían en el nido, era desesperación porque nadie decía nada, ni siquiera cuánto peso había perdido y si era poco o mucho, en fin, resumiendo, sinceramente me parece vergonzoso y lamentable que en un hospital uno se sienta abandonado, más exactamente fue desolación lo que sentí, falta total de información, desinterés y abandono por parte de ginecólogo, pediatras, matrona, enfermeras, etc.,

En conclusión, sentí que mi seguro privado había puesto a nuestra disposición una habitación de hotel, simple y llanamente eso, porque ninguna de las 2 recibió cuidados propios de la situación en la que estábamos.

Ya en casa, me sentí más atendida por mi familia que en el hospital, y si no llega a ser por el curso de preparación al parto que hice en mi Centro de Salud, no se a quién hubiese recurrido porque nadie informaba ni decía ni hacía nada.

Creo que fue un milagro que al día siguiente de la cesárea yo ya tuviese calostro, fueron 4 días en los que no paré de llorar, angustiada por la niña y deseando irme a mi casa.

Igual nada hubiese cambiado pero esta frialdad ya la sentí en la 1ª consulta que tuve con el ginecólogo, era sentirme un número y si yo no preguntaba, él no decía nada. Igual debería haber hecho caso a mi instinto y haber buscado otro médico y clínica, no sé, ya está hecho y ya pasó, la niña está bien, está sana y es preciosa, pero nos amargaron los primeros días de vida con ella.

Ahora sólo pienso que si algún día tenemos un 2º hijo desde luego no será en esta clínica ni con este médico, y ojalá sea parto vaginal, necesito sentirlo.

Espero que las cosas cambien, que el personal sanitario que está en maternidad se dé cuenta de que somos personas y de que sólo pedimos que nos traten con respeto y un poquito de empatía y amabilidad, además de que realicen su trabajo con profesionalidad.

Ojala dejemos de pasar por esto pronto.

Un fuerte abrazo para todas.

Natalia Parte