186

Historia de Y.M.

Dos días después de la fecha prevista de parto, en el control de final de embarazo, el ginecólogo dijo que tenía poco líquido amniótico y que al día siguiente tenía que ingresar para una inducción. Me prepararon el gotero de oxitocina, me llevaron a la sala de dilatación y me ataron las correas del monitor...y a esperar. Estuve 7 horas en "dilatación". Los dolores se fueron haciendo más y más fuertes, a las dos horas ya empezaba a hacer gestos de mucho dolor y muy seguidos. De vez en cuando venía una enfermera, miraba la gráfica y se iba. Yo empecé a intentar cambiar de postura, porque estaba acostada hacia arriba y las contracciones me daban en los riñones, así que empecé a ponerme de costado.

Cuando una enfermera me vio cómo cambiaba de postura me dijo que no me moviese porque los latidos se escuchaban peor en el monitor, así que volví a la postura inicial, pero el dolor ya se me hacía insoportable (ya llevaba 3 ó 4 horas así), ya no podía estarme quieta. Las contracciones ya casi no me dejaban descansar, me ponía las manos en los riñones y empecé a presionar con fuerza en la zona lumbar, pero no noté mejoría. Cuando las enfermeras no me veían volvía a cambiar de posición porque me era imposible estar hacia arriba y sin moverme, el cuerpo me lo pedía.

Vino la matrona y me hizo un tacto, me dijo que "nada de nada", que no dilataba. Sentí ganas de orinar y mi marido lo hizo saber a las enfermeras. Me dijeron que no me podía mover de allí, así que me trajeron una cuña y oriné acostada boca arriba, lo cual me fue bastante difícil (por la postura y por las contracciones) y humillante, en aquel momento me sentí inútil, como inválida, como una enferma que no puede valerse por sí misma. Y seguía sin dilatar casi nada, así que empecé a desanimarme y a tener miedo ante el final incierto que aquello tendría. Ya me imaginaba así muchas horas más con aquellas contracciones infernales. Me armé de valor y me dije que aguantaría las horas que fuesen necesarias porque esperaba un premio muy valioso al final. Llegué a retorcerme de dolor en la camilla, a morder la almohada, a jadear y a tener escalofríos y así pasé las últimas 2 o 3 horas (mi marido me iba diciendo la hora para convencerme de que ya faltaba menos). Era un dolor insoportable, quería gritar pero me daba corte de que me escucharan afuera y pensaran que era una quejica.

Mi marido de verme así se asustó mucho. Él es muy religioso y se puso a rezar. Vino una enfermera y miró la gráfica del monitor, entonces le pregunté si faltaba mucho, pues yo notaba una sensación rara en la pelvis, era como si me "imaginara" que el niño estaba a punto de salir, creía que ya faltaba poco... cuál fue mi desilusión cuando me dijo que todavía faltaba muchísimo, rompí a llorar diciendo que ya no podía más.

Inmediatamente vino la matrona, me hizo un tacto y dijo que estaba prácticamente igual que al principio. Para mí casi fue una liberación cuando la matrona se fue y volvió al cabo de unos minutos para decirme que como era primeriza y no era capaz de dilatar que me iban a hacer una cesárea.

He vuelto a revivir aquellos momentos como si hubiera sido ayer mismo, es increíble y triste cómo lo recuerdo todo con detalle. Espero haber expresado todo lo mal que lo pasé para que llegue a alguna matrona y se den cuenta de que la oxitocina no es algo que se deba poner a la ligera, y muchísimo menos sin que la mujer lo sepa. Me da tanta rabia cada vez que escucho la famosa frase "llegué a hospital con X centímetros y me pusieron el gotero de oxitocina para acelerar...". La ventaja que tiene la cesárea es que no volveré a pasar por ese trance jamás en la vida.