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Historia de Nuria

El Domingo dia 26 di a luz a mi hijo Nuno. En realidad, no salió como esperábamos pero estamos contentos. Yo digo que cuando tenía la carrera ganada pinché en la misma linea de meta.

El sábado 25 a las 8 de la tarde empecé a tener contracciones muy dolorosas cada 5 minutos. Nos fuimos a dar un paseo a comprar cosas de comer, naranjas, nueces...etc. para esa noche. Llamé a mi comadrona, Anabel, y me dijo que como aún no eran muy fuertes que se pasaría en unas horas. Pusimos velitas, todo preparado para el gran acontecimiento. Estábamos tan contentos... En casa empezaron a doler muchísimo. Anabel llamo al rato "¿como vamos ya?" y yo "Espera que me viene una y no puedo hablar"

Anabel llegó a eso de la 1:30 de la madrugada. Me hizo un tacto y me dijo que llevaba un centímetro de dilatación. Luego me enteré que en realidad no había dilatado nada pero no quería que me decepcionara, encima que estaba sufriendo tanto. Me dijo que Montse, la doula, llegaría en cualquier momento.

A las 2 de la madrugada,las contracciones eran ya casi insoportables. Cada 2-3 minutos venía una y no podía casi ni respirar. Se me partía la espalda en dos. Anabel dijo que el niño se estaba girando hacia la posición posterior y por eso el dolor se me iba a la espalda. No sentía alivio en ninguna postura. Probé a cuatro patas, con la pelota, en la ducha, de todo. Solamente me aliviaba un poco estar de pie, empujando la pared y moviendo las piernas muy fuerte, dando patadas en el suelo. A las 3 más o menos, Javi se quedó dormido en la cama y Anabel en el sofá. Tampoco podían hacer mucho más.

A las 5 desperté a Anabel. Me hizo otro tacto. ¡Llevaba solo 3 centimetros! Me quería morir. Ella me animaba "Estáa fenomenal, Nuria, tu no sabes lo rápido que vas". ¿Rápido?. La gente empieza con contracciones cuando está a más de 3 centimetros y yo llevaba partiéndome en dos, mas de 8 horas como si nada. ¿Dónde estaban las endorfinas?. ¿cómo era posible que la gente pudiera dormir entre contracción y contracción?

A las 8 llegó Montse. Entraba el sol por la ventana y las velas se iban consumiendo. Luego me enteré que Anabel le había dicho que viniera tarde, para que hubiera alguien con la mente despejada a esas alturas ya que iba a ser un parto lento, lento. A esta hora llevaba 6 centímetros y en cada contracción juraba que no aguantaría ni una más pero allí seguía dando mis patadas en el suelo y moviendo muy rápido la rabadilla...

La llegada de Montse obró el milagro. Javi y Anabel estaban ya desencajados y ella fue la que me mimó. Ella tuvo un parto en posterior como el mio y me entendía perfectamente. Me abrazaba en cada contracción. Me daba masajes en la espalda. Me presionaba el sacro con el puño, muy fuerte. Las contracciones se aceleraron. Ahora sí que era insoportable y no había descanso entre una y otra. Montse me hacia mecerme "expulsa la contracción, baja a tu bebe". Me hacía flexionar las rodillas y balancear mi pelvis, y así obligar al bebé a que dejara de presionar mi espalda. Me dijo "llama a Nuno, llora por él" y reventé a llorar. Javi lloraba conmigo "Nuno, cariño, papi y mami te queremos ver la carita, ayúdame..." Esta llorera fue el impulso que necesitaba para seguir. Tenía que luchar por Nuno y Javi...

Me quitaron de la vista todos los relojes porque estaba demasiado pendiente del tiempo que pasaba.

A las 11, más o menos, Anabel me hizo un tacto. ¡Al fin estaba de 10 centimetros!. Me contaron que a partir de ahora, tendría unas contracciones distintas a las anteriores. Debía empujar en cada una de ellas para sacar al bebe del coxis, obligarle a que se desplazara hacia delante y así aliviar el dolor de riñones.

Fui al baño y cuando volví lo tenían todo preparado para la llegada. Anabel había extendido todo su instrumental, habían puesto toallas y almohadones. ¡que feliz estaba! ¡estaba todo a punto de ver a mi hijo!. Yo bromeaba "Venga, que llegamos a misa de 12, que sé que tenéis muchas ganas de ir..."

Ahora las contracciones me dejaban descansar un poco. Había unos 3-5 minutos entre una y otra. Anabel y Montse empezaron a pensar que me estaba relajando demasiado y que se estaba parando el parto. Las contracciones eran cortas. Solo empujaba una o dos veces en cada contracción y sin mucha decisión. Yo solo quería dormir...Tuve que estimularme los pezones para que las contracciones fuertes volvieran. Me dieron un masaje con aceite de árnica en la barriguita y me tomé una pildorita de homeopatía de pulsatila porque es buena para el músculo liso. Las contracciones volvieron a desbordarse.

Me puse a 4 patas para que la postura obligara al bebe a que se girara en anterior y empecé a empujar. Dolía muchísimo, muchísimo. Los riñones, los riñones... Empujaba fuertemente y me imaginaba que la cabecita de Nuno bajaba un poquito más cada vez.

Anabel me dijo que no estaba empujando con demasiada fe y que me sentara en el baño para tocar la cabeza del bebe y así comprender cómo tenia que empujar. Me senté en el inodoro. En cada empujón notaba cómo la cabeza del bebe bajaba un centímetro pero volvía a subir. Les preguntaba "si era normal que una vez que iba bajando volviera a subir" y se miraban unos a los otros. Pensé "Algo no va bien". De repente, Javi desapareció y Montse se lo llevó a "comprar el periódico y el pan". ¿que estaba pasando? Javi ya no podía soportar verme sufrir así. Los gritos eran desgarradores y mis gatos maullaban de pena conmigo.

Nos quedamos solas Anabel y yo. Anabel me animaba a empujar "¡muy bien, Nuria!, ¡ya esta aquí!". Cuando relajaba, la cabeza volvía a subir. El niño se movía mucho pero no se colocaba en anterior. Probamos varias posturas empujando cada vez más y más con dolores insoportables. En cuclillas, a 4 patas, de lado agarrándome una rodilla. El niño no bajaba ni un milimetro. El niño, en vez de salir con la coronilla, estaba torciendo la cabeza hacia un lado, y en cada empujón flexionaba el cuello pero lo volvía a estirar después. En cada contracción Anabel controlaba el corazón. Latóa como el de un toro. Me rompió la bolsa para dejar espacio al bebé, a ver si se movía. El agua estaba teñida de meconio, pero el corazón de mi hijo estaba latiendo perfectamente. Sabía que estaba en buenas manos.

Cuando llegaron Montse y Javi, la cosa seguía igual pero con contracciones seguidas, muy muy dolorosas. Monste me decí "si no empujas el niño hacia delante, el dolor de espalda va a seguir ahí." Yo gritaba, lloraba, empujaba 5- 6 veces en cada contracción con todas mis fuerzas. Anabel me decía "descansa un poco", pero yo seguía y seguía. Se miraban entre ellos. ¿cómo podía tener tanta fuerza a esas alturas?. Anabel introducía sus dedos en cada contracción, a ver si dejando más hueco, el niño se giraba. Nada.

3 de la tarde. Me fui de nuevo al cuarto de baño, sola. Me senté en el inodoro para tocar la cabecita y empujar. Una y otra vez, llorando, gritando, suplicando "¡Nuno, ayúdame!". Ni un milimetro. Cada contracción podía empujar 5-6 veces a toda maquina. Empujaba perfectamente porque la cabecita bajaba, pero volvía a subir.

Salí del baño a la media hora. Era momento de rendirse. "Vámonos al hospital". Anabel comentó que tenían que sacarlo con forceps porque estaba encajado y no había otra manera. Empecé a imaginarme, llegar al hospital, pincharme oxitocina, abrirme el periné hasta el ano y meter un forceps para hacerle daño al niño, que estaba "demasiado" encajado. No podía soportar más dolor.

Llamamos al Ruber para que llamaran a mi médico: Marcos Ordenes. Anabel habló con él y le explicó en qué estado iba y cómo se presentaba el niño. Anabel fue compañera de trabajo de la mujer de Ordenes, Cecilia, que es su comadrona.

Aquí perdí la noción del tiempo. Montse me ponía unas bragas y una compresa que le dio Javi ¿o fui yo?. Yo seguía y seguía con contracciones continuas insoportables. Me decían lo guapisima que estaba. Hasta me reía. ¿Dónde estaban las endorfinas? Teníamos una bolsa con las cosas de emergencia por si hacia falta salir corriendo.

Llegamos al Ruber.Ordenes y Cecilia me estaban esperando en el pasillo. Me hablaron con muchísimo cariño y hasta bromearon acerca de cómo siendo tan pequeña tenía un niño tan grande. Me llevaron a la habitacioó casi en volandas. La mujer de Ordenes me hablaba con cariño mientras me ponía una vía. Me explicaba lo que me iban a hacer y que iba a pasar todo pronto.

Llego al quirofano. Ordenes me monitoriza y me hace un tacto. El niño se habií encajado demasiado. Cesárea. Su comentario fue "Es una cesárea como deberían ser todas, cuando son necesarias". Seguía con contracciones continuas. Me tenían que pinchar la raquíidea y no podií estar quieta. Cecilia me agarró fuertemente las manos "Nuria, sopla con fuerza para que puedan pincharte y acabar con esta pesadilla". Llorando, gritando ¡no puedo más, no puedo más!, me pincharon la raquídea. Javi estaba esperando fuera y lloraba al oírme.

En dos minutos ya no sentía dolor. Me dejé llevar y no pensar en nada. Todo iba a acabar en breve.

Entraron Javi y Anabel. Fue un detalle por parte de Ordenes. Fui tan feliz al verles con sus uniformes verdes y sus gafitas...

"Marcos, no me hagas mucha cicatriz que las cicatrices se me quedan todas queloides y yo hago nudismo en Almería" y el "No te preocupes, que te voy a dejar un tipazo"

Javi se sentó detrás de mí. Le vi los ojitos rojos. Rompimos a llorar. "Javi. No dejes a Nuno solo cuando le saquen. No te preocupes por mí y sal corriendo con él".

En dos minutos tenía al niño encima. 5 y cuarto de la tarde. Para nosotros, 4 y cuarto todavía. Morado como una berenjena, llorando ¡qué grande!. "Mi niño, mi Nuno, mi vida". Javi y yo llorando sin parar. "Ha pesado 3650, ya te dije que era grande" Presentaba un chichón en el parietal derecho de los empujones que le di. Se llevaron al niño "¡Javi ve con él, no le dejes solo!". Al rato volvio "Se ha ido Anabel con la pediatra. Ya sabe lo que tiene que decirle".

Salí del quirófano y Montse en la puerta. ¡qué encanto de chica!. Cogiéndome la mano hasta que llegamos a la habitación. Me decía "Nuria, qué bonito" "El niño es guapísimo" "Anabel y Javi están con él".

A la hora o así me trajeron a Nuno envuelto en una guata. Le quité la ropita como pude, me quité el camisón del quirófano y lo puse al pecho, piel sobre piel. Mamaba con una fuerza... Se me caían las lágrimas de alegría. Ya había acabado todo. Había tenido mi parto en casa, con mis gatos, mis velas. Mi hijo no había sufrido con epidurales, oxitocina ni litotomía. Yo tenía todas sus hormonas y él todas las mías. Solo cambió la puerta por la que salió.

Besos a tod@s

Nuria