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Historia de la inducción y cesárea de Lucía

"Mientras miraba las tuberías y unas válvulas que sobresalían del techo, con los ojos ahogados en lágrimas, veía y notaba como mi cuerpo era balanceado con muchísima fuerza, haciendo una buena escena de carnicería, mi útero..."

El pasado día 8 de marzo fui junto con mi novio al hospital La Paz, porque noté que había soltado unas gotitas de líquido transparente, un poco contra mi voluntad porque ya sabía que no estaba de parto. Lo dije. Me dieron un paño verde para que me lo colocara y me mandaron a dar una vuelta por la entrada y que volviera en media hora. Llegué, se lo enseñé y no había nada, me hicieron varios tactos por si no la tenía rota la bolsa romperla, unos tactos fortísimos y de varias personas. Luego en monitorización había una chica que había tenido antes cesárea y sin hablar más la dijeron “Vamos a hacer cesárea. ¿Quieres una ligadura de trompas?” Nos miramos y ella, asustada, dijo que no, se la llevaron…me quedé sola, en una sala para 8. Yo pensaba que tendría mi parto normal, que yo sería capaz de parir y me entristecía aquella chica. Luego otra vez los tocamientos dolorosísimos, y con un despotismo, y otra vez, varias personas que deberían ser aprendices por su corta edad (yo tengo 26). Sin preguntar ni nada, como si fueras un vaca “no tendida, nada borrado el cuello” me dijeron. “Que en estas condiciones me tenían que inducir el parto” y bueno, pensé, esto va rápido…

Me subieron a dilatación…allí podía ver a mi Josete que entraba y salía para informar a la familia.

El embarazo, aunque fue genial no tuve ni un constipado tan siquiera, fue duro porque perdí a mi padre cuando estaba de 5 meses, en el hospital Ramón y Cajal, después de una operación. Estaba muy reciente todo, esperaba con ansia poder abrazar a mi bebé tanto…por estar vivo, quería oírle gritar bien fuerte, notar su calor para que apaciguase el dolor de notar a mi padre helado, oír su corazón latir, pedirle perdón por haberles hecho sufrir con mi dolor.

Fui a las 11:30 a La Paz, y a las dos o así me pusieron la oxitocina, a las siete de la tarde tenía unos dolores terribles, cuando paraban las contracciones me quedaba dormida, como una nebulosa. Estaba como drogada.

Venían y otra vez los tactos dolorosísimos. El parto no avanzaba y le decía una a la otra “Mira a ver, tu, como lo ves” Le tocaban la cabeza, y yo confiaba en que podría dar a luz, como cualquier mamífero. A las 19:30 pedí la epidural, esperaron hasta las nueve de la noche en dármela.

Vino el médico con otras 9 personas, algunas estaban de risitas, y otra vez los tocamientos, esta vez ya no dolían, tenía todo dormido…

“Bueno, pues como esto no avanza, te vamos a hacer una cesárea, por tu bien y por el del bebé” Me llevaron a otra sala, me quitaron el camisón, yo llorando de miedo por mi bebé, por el dolor de la muerte de mi padre, por no ser una mujer completa que puede parir, y allí hablando de lo que iban a cocinar al día siguiente…me afeitaron, hubo un revuelo de gente, me enchufaron más anestesia, me pusieron unas tablas debajo de los brazos y me las ataron, me dijeron que era porque había reflejo de coger al bebé…yo les conté mi historia, y hablándome como si todos los días se les muriera su padre…diciéndome que la cesárea es lo mejor, que de qué ha muerto tu padre, que por qué le tengo miedo al quirófano…me pusieron trapos verdes por encima, para que no me impresionara psicológicamente me dicen…pero bueno, soy capaz de llevar durante 9 meses a un ser humano completo en mi interior, y ahora venís vosotros a robarme este momento. Mientras miraba las tuberías y unas válvulas que sobresalían del techo, con los ojos ahogados en lágrimas, veía y notaba como mi cuerpo era balanceado con muchísima fuerza, haciendo una buena escena de carnicería, mi útero….mi feminidad, mi maternidad…rajado por un bisturí, rajado las entrañas para sacarme a mi bebé, no sabía cuando me lo habían arrancado, hacía tiempo que había dejado de tener sensibilidad.

Cuando de repente aparece una persona…con mi hijo entre sus brazos. Ya me lo habían vestido, el primero abrazo se lo dio otra, las primeras palabras se las dijo otra, otra ha podido compartir las primeras 15 horas de mi bebé, mi bebé, que me había acompañado al entierro de mi padre, a todos sitios, viviendo lo que yo vivía, pues…estaba solo sin mí, sin poder conocernos, sin poder llorar juntos, sin poder oírte el corazón, después de este momento tan humillante, porque podía cogerle ella y yo no, un instinto…porque te dejan las piernas dormidas…

Toda la noche esperando desde las nueve hasta las doce de la mañana, yo en reanimación, José en casa, y el niño en alguna habitación desconocida. Cuando a los celadores les dio la gana dejar de hablar, nos subieron a planta para poder conocer a nuestros hijos. Allí estábamos otras diez mujeres que les había pasado lo mismo, recuerdo una marroquí que la trataron fatal porque no sabía el idioma…

Por fin, y junto a toda la familia en la habitación, pude conocer a mi hijo. Todo lo anterior fue la peor experiencia de toda mi vida.