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Falta de respeto, deshumanización y VIOLENCIA OBSTETRICA

Era la tarde del 15 de mayo de 2017. 39+3 semanas de un embarazo en el que no había tenido ni un solo problema. Todas las pruebas correctas y estado general bueno en todo momento

Primeriza y nerviosa eso sí. Empecé con unos dolores sobre las 20 horas que ahora, después de tener dos hijas más, eran muchísimo más leves de lo que yo tenía la sensación. Llamé a la matrona, pues así me lo había dicho mi ginecóloga cuando sintiera alguna molestia, y me dijo que me acercara al Hospital 9 de octubre de Valencia, donde estaba previsto que naciera mi pequeña Clara.

Cogimos las maletas, serían las 22 horas aproximadamente, y nos fuimos. Al llegar allí me indicaron que la matrona estaría llegando y me esperara. Así hicimos y cuando llegó me tumbó en una camilla con el monitor puesto y me hizo un reconocimiento. Sin decirme NADA, se salió de aquella sala a hablar por teléfono, (entiendo que con la ginecóloga que llevaba mi embarazo) y entró para lo primero decirme, “vas a ingresar ya, te voy a romper aguas y para ello te voy a poner la epidural pronto, porque estas muy nerviosa y no lo vas a soportar”. Yo, que nerviosa sí que estaba y desde ese momento desconcertada, le pregunté, “pero, ¿de cuánto estoy dilatada?” su respuesta, “eso a ti te da lo mismo ahora, tu relájate que ya es bastante”.

Me subí a la habitación tras hacer el ingreso, me dieron un enema y tras aplicarlo, con el malestar que ello conlleva, vinieron varias enfermeras a pedirme papeles y un body y mantita para él bebe cuando naciera…todo eso me llevo a un estado de nervios y una presión que me hizo hablar mal y gritar en varias ocasiones a mis padres y mi marido que allí se encontraban.

Una vez ya situada en la sala de dilatación en la que estábamos solos, vino esa señora a decirme que me iban a poner la epidural y que el anestesista estaba de camino. ¿Pero cómo podía ser eso si ni siquiera me habían dicho nada, yo no me había quejado, no sabía de cuanto estaba dilatada y si ni siquiera si estaba en trabajo activo de parto?

En medio de eso, ya tenía puesto un gotero de oxitocina, y otro adicional que me dijo que era para que me relajara y estuviera “tranquilita”.

Llegó el anestesista, me pinchó la epidural, me volví a tumbar y lo siguiente ya fue, la señora que se hacía llamar matrona, con una especie de palo fino larguísimo que venía a romperme aguas. Así procedió, salpicaron hasta por la pared, sangre incluida y allí me dejó. Si necesitas algo me avisas. Era la 1 de la mañana aproximadamente.

A partir de ese momento, se dedicó a venir cada hora a hacerme reconocimientos, mirar los goteros y decirme frases tales como “uuuuy si no te tranquilizas no parirás por abajo, a cesárea irás. Duérmete que es lo mejor que harás” esto lo repitió hasta en 4 ocasiones cada vez que vino.

Ahora lo pienso después de haber tenido dos partos más sin medicación ni anestesia, y analizo, ¿pero cómo me iba a dormir estando en pleno trabajo de parto?, ¿Qué tipo de bomba de tranquilizantes me puso esta señora para que yo me encontrara como drogada?

Llegaron las 5 de la mañana y en una de esas visitas me dijo que la ginecóloga estaba de camino, que iba a parir en media hora como mucho. Me cogieron, me llevaron a otra sala, me cargaron entre dos enfermeros porque yo era como un corcho sin sensibilidad y apareció mi ginecóloga.

Cuando todo comenzó y me dijeron “empuja cuando notes la contracción”, literalmente le contesté; “es que no noto NADA”. Mi sensibilidad era NULA. Desde ese momento empujé, por decir algo, cuando me pareció y me lo indicaron. Tuvieron que utilizar ventosa porque al parecer mi pequeña se subía hacia arriba y entre esa multitud de maniobras, el mismo que me había puesto la epidural, comenzó a abalanzarse sobre mi vientre y costillas y a presionarme subiéndose casi encima mientras me cortaba la respiración y me hacía tanto daño, que en una de esas tuve que decir con el hilo de voz que me quedaba “ME ESTAS AHOGANDO”.

Entre todo aquello yo me preguntaba si aquello era parir. Si no sentir nada, si ser un trozo de corcho, si solo sentir dolor porque alguien se abalanzaba sobre mis costillas era traer una vida al mundo. Aunque sinceramente me sentía en ese momento afortunada de tras varias amenazas, haberme librado de esa cesárea inminente que parecía que me esperaba.

Lo siguiente que sentí fue caer mi pequeña en el pecho. Literalmente sentí eso, que me la lanzaron encima y empezó a llorar. Era muy feliz, allí estaba mi bebé. Preciosa como no había visto nada igual. Eso la verdad eliminó, por el momento, todas las dudas y fantasmas que me asaltaron sobre mi parto.

Pero no desaparecieron para siempre. Al transcurrir las horas y los días me di cuenta, en pleno postparto, que lo que habían hecho conmigo era una aberración. Nunca en caso de tener más hijos volvería a ese hospital ni ese personal sanitario. Tenía la sensación de que no sabía de dónde había salido mi pequeña. Me rompieron con su proceder, esa conexión tan necesaria mamá-bebé que se produce en el transcurso de todo el parto y que es imprescindible para conseguir aquello que es lo único que importa, ayudar a nacer a tu hijo/a.

Me mermaron de tal modo a base de fármacos y faltas de respeto mi voluntad y mi conciencia, que me provocaron esa sensación de vacío y que por suerte nunca fue a más.

Esos días llegué a varias conclusiones y me prometí a mí misma varias cosas; las mujeres sabemos parir y el personal sanitario solo tiene que ser una asistencia para el caso de complicación. Los bebés saben nacer y solo hay que dejar que conecten con su mamá para que juntos consigan el objetivo. El dolor de parto es necesario y no hay que hacerlo desaparecer más allá de quien por voluntad quiera amortiguarlo por vivir mejor ese momento. El dolor indica la magnitud de lo que estás llevando a cabo, tu cuerpo se prepara y abre paso, para que una nueva vida salga al mundo y eso hay que dejarlo ser y dejarlo fluir.

La naturaleza animal del parto, la explosión de adrenalina, el montón de oxitocina y demás cambios fisiológicos que se producen, solo te llevan a entender que eso que tienes en tu cuna al lado de la cama, ha salido de ti. Sin eso, si eso te lo cargas y te pierdes cosas, no entiendes otras muchas y sientes, junto a la revolución hormonal, que algo no hiciste bien.

A mí no me respetó nadie ese día ni hubo ética profesional de ningún tipo. Y como he dicho me prometí, que mis siguientes partos, los que fueran, serían distintos si la naturaleza me lo permitía.

Así ha sido, he tenido dos hijas más. Me encontré con personal sanitario maravilloso en el hospital IMED de Valencia, que me hizo sentir como lo que de verdad era, LA DUEÑA Y PROTAGONISTA JUNTO CON MI BEBÉ DE MI PARTO.

Agradecida y siempre con algo en mente; EL PARTO ES NUESTRO Y PARIR MOLA.