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El relato del parto de mi hija Luna

Me documenté durante todo mi embarazo sobre cómo tener un parto lo más natural posible, pues era lo que siempre quise desde que vi el famoso corto de Icíar Bollaín "Por tu bien", cuando todavía estaba en la facultad. Mi embarazo transcurrió tranquilamente. Di negativo en todos los tests habidos y por haber y no tuve sino un poquito de anemia al final del tercer trimestre. Viendo que todo progresaba hacia un parto normal, elegí el hospital clínico de Granada porque tenía buenos referentes de allí y quería tener un parto respetado. Era un domingo por la tarde cuando tuve un dolor fuerte, muy diferente del dolor que había estado teniendo en las contracciones irregulares que había tenido desde la semana 38. Tras ese dolor vino otro, como a los 20 minutos, y luego otro, y luego otro... y me senté a ver una serie por echar el rato mientras pasaban los pródromos. A eso de las 12 me acosté y pude dormir entre contracción y contracción hasta las 2 y media de la mañana. Se hicieron más frecuentes y regulares, aunque no eran intensas, podía hacer mi vida normal prácticamente. Con el tiempo, el dolor aumentó. Me duché, comí algo ligero y desperté a mi marido a las 5 de la mañana. Nos fuimos al hospital con total tranquilidad, con las contracciones cada vez más seguidas y dolorosas, especialmente si caminaba. Cuando llegamos, serían las 6 y media de la mañana, me conectaron a monitores para ver las contracciones y allí me tuvieron como una hora. Llegó una doctora residente y quiso reconocerme, no me negué así que me metió el espéculo y luego me hizo un tacto con el que vi las estrellas. Su respuesta fue "Pero si no te había metido la mano todavía". Me sentí culpable por sentir dolor ante un tacto, al tener la zona sensibilizada. Me porté bien y me dejé tocar. Estaba de sólo 1 cm de dilatación, aunque había echado el tapón mucoso, y me sentí avergonzada. Pensando en que mandaban para mi casa, me dijeron que no, que me conectaban otra hora o dos horas al monitor de nuevo. La explicación de la doctora no tenía mucho sentido para mí: por un lado hablaba de que mis contracciones eran irregulares, que a lo mejor yo estaba nerviosa, y por el otro, que la frecuencia era baja. No entendí que se refería a la frecuencia cardíaca del bebé. Se marchó y yo quedé amarrada a las correas del monitor, sola, durante dos horas y sin explicaciones claras hasta que llegó una matrona que me desconectó tras revisar el registro y me pidió que esperara en la sala de espera. Las contracciones desaparecieron y pensé que me podría ir a mi casa a descansar, terminar mi embarazo con normalidad y volver otro día cuando estuviera de parto, pues eran pródromos claramente. Cuando llegó la doctora del turno de día, a eso de las 12 de la mañana, me llamaron de nuevo y esa doctora me explicó con más claridad. Me dijo que en el registro de la mañana temprano, el primero que me habían hecho, mi bebé parecía tener algunos pocos picos de taquicardia con las contracciones, sólo dos o tres. El otro registro había salido normal y de hecho la niña parecía estar plácidamente dormida después de que se le pasara el efecto del zumo que me habían dado. Pregunté si me podía ir, pero me dijeron que me querían hacer un test de Posse, es decir, me metían oxitocina intravenosa y hacíamos un "ensayo general" del parto, con los monitores conectados. Una parte de mí quiso protestar, pero estaba cansada y la otra aceptó la prueba. Dos horas más tarde salía con el cuerpo cortado de la prueba. El registro de la misma, perfecto. La doctora amable de antes me pide hacer un tacto y le digo que tenga cuidado, que antes me habían hecho mucho daño. Fue suave a más no poder y no me dolió nada, y quedé muy agradecida por su trato humano y cariñoso. Sin desmerecer la profesionalidad de la residente, pensé que se le notaban las tablas. Entonces me dicen que me dejan ingresada con 2 centímetros y medio de dilatación, que obviamente no estoy de parto todavía pero que me queda muy poco. ¿Por qué?, le pregunté. Me dijo que medio centímetro lo podía dilatar en cualquier momento, más con la prueba que me habían hecho, y que total, iba a volver en media hora casi seguro. Me animó diciéndome que ese centímetro y medio, aunque me pareciera poco, en realidad lo había hecho yo, no la oxitocina (habían tenido que ponerme muy poco para provocarme contracciones fuertes), y que tenía que estar muy contenta por ir dilatando. Me tranquilizó también, diciéndome que empezar con un test de Posse no quiere decir que tenga que tener un parto medicalizado, y que podía tener ese parto natural que yo tanto deseaba. Entró mi marido, me duché y me dieron de almorzar, ya en una habitación. Seguía con contracciones, pero eran soportables, hablaba y me reía entre unas y otras. Hasta que me relajé del todo. Entonces empezó lo bueno. No recuerdo mucho de aquello, salvo que me quedé dormida entre contracción y contracción, y que en una de ellas acabé tirada en el suelo, buscando una postura en la que aguantar el dolor. Todo esto lo recuerdo como una niebla. Entró una matrona y me hizo otro tacto, y me dijo lo que sonó en mi cabeza como un coro de ángeles celestiales: "Estás de 4 centímetros y medio, estás de parto y vas muy rápido, vamos a paritorio". Sólo había pasado una hora desde que había ingresado. En paritorio pedí la famosa bañera de dilatación del hospital, que estaba disponible. Entonces se presentaron las dos matronas, una residente y otra matrona de allí, y me dijeron que tenían que asegurarse de que todo iba bien antes de meterme en la bañera. Me conectaron otra vez a monitores dentro del paritorio, mi marido les dio mi plan de parto y lo leyeron y revisaron. Salvo el tema de no llevar vía intravenosa (que ya la llevaba puesta por el test de Posse y no me la habían quitado, total, ya que me la habían puesto para qué iba a pedirlo, no me molestaba demasiado) el resto del plan de parto fue respetado. Las matronas no quisieron pillarse los dedos con mi bebé por la taquicardia de la mañana, así que no me metieron en la bañera. Me preguntaron si quería ir a otro paritorio con más luz, y dije que no, que no quería que me movieran más. Me tumbé de lado y así aguanté las contracciones, con la mano de mi marido agarrada como si no hubiera mañana, como si esa mano fuera la mejor anestesia. Me dieron óxido nitroso pero no me hacía nada, así que al rato dejé de aspirarlo. Lo peor de ese momento fue tener puesto el monitor, que se me clavaba en la barriga cada vez que tenía una contracción, o me lo tenían que clavar las matronas para no perder el latido fetal. Eso me dolía mucho más que la dilatación en sí. En mitad de una serie de contracciones escuché "Plop" y se me rompió la bolsa. Me dio mucha pena porque pensé que ya sí que no había vuelta atrás, mi hija iba a nacer y el mundo iba a dejar de ser el mismo para siempre, porque íbamos a dejar de ser una misma persona. De pronto sentí muchas ganas de ir al baño y me avergoncé muchísimo. Le pregunté a la residente, que era una encanto, si muchas otras mujeres se hacían caca allí mismo, y me dijo que sí. Comenté que no iba al baño desde el día anterior y que, si me pasaba, lo sentiría mucho por ellas pero que no era nada personal. Nos echamos todos a reír. En una de ésas llegó una contracción y tuve muchísimas ganas de empujar, así que lo hice sin pensar. La matrona mayor me preguntó "Clara, ¿tienes ganas de empujar?" y yo le dije que sí. Me preguntaron si podían hacerme otro tacto y acepté. Estaba casi en completa pero quedaba un reborde de cuello uterino. Me dijeron que si empujaba no pasaba nada porque la cabeza de mi hija lo borraría del todo. También me explicaron que mi hija estaba bastante adentro y que tenía que empujar con su mano dentro de mí para ver hasta dónde la llevaba. En la siguiente contracción empujé por probar y la llevé casi hasta a coronar, y nos pusimos todos muy contentos. ¡Iba a poder parir como yo quería! Me dijeron que si quería cambiar de postura para el expulsivo y dije que quería parir así, de lado. Me ayudaron a ponerme un poco más cómoda y, tres empujones más tarde, Luna estaba con nosotros. Recuerdo haber leído que había un aro de fuego cuando salía la cabeza, yo no noté nada porque salió facilísimo. Recuerdo la sensación del cuerpecito resbaloso saliendo de mí como un caballo desbocado, a toda velocidad. Mi hija nació a las 6 y 10 de la tarde, tan sólo 4 horas después de que me ingresaran oficialmente. Fue un parto con dolor pero sin sufrimiento. Noté todo y me encantó notarlo, sobre todo cuando la niña se revolvía entre contracción y contracción (y se escapaba del monitor) para ayudarme a que saliera más fácilmente. Mi hija y mi marido hicieron equipo conmigo, fue fantástico sentir así que éramos una familia. Cuando todo terminó y ya me llevaban para planta, después de 2 horas muy íntimas con mi marido y mi hija en el que lloramos, nos reímos y hasta nos hicimos fotos (incluso con mi cara de recién parida, os podéis imaginar las pintas), la matrona me fue a despedir mientras el celador se llevaba mi camilla. Me dijo que me iba a esperar al año siguiente para el segundo. La verdad, acababa de salir de un parto, pero no me lo pensé. Le contesté aceptando el reto, con un "Aquí nos veremos el año que viene". La verdad, mi parto tuvo momentos buenos y regulares, pero desde luego el dolor, aunque a ratos fue grande, no lo veo como algo nocivo en ese contexto. Veo más nocivas algunas actitudes de los humanos en lo que se refiere a la violencia obstétrica, o el hecho de tratar al paciente como a un número, que el hecho del parto y el dolor que puede conllevar. No cambiaría el haber sentido ese dolor, ni aunque me regalaran todo el dinero del mundo en epidurales, porque ese dolor también conllevó el hecho de poder vivir y sentir a mi hija durante su nacimiento.