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El PVDC de Inma. Nacimiento de Martina

Cuando se van a cumplir casi tres meses del nacimiento de mi pequeña, me encuentro con energías suficientes para poner en orden mis pensamientos y sentimientos y poder hacerlos llegar a todas las personas que lean mi relato.

Yo tengo dos hijas, la mayor de ellas, nació por cesárea en 2011. Aquel caluroso verano, yo esperaba con mucha ilusión a mi princesa, tras un embarazo muy malo, yo lo único que deseaba es que el parto fuera bueno y lo que no me imaginaba es que lo que tenía que ser el mejor momento de mi vida se convertiría en un mal recuerdo. Me diirgí a la clínica donde nació mi hija de madrugada con la sospecha de tener la bolsa rota y efectivamente, la bolsa estaba fisurada, me quedaba ingresada. Tras permanecer toda la noche en la habitación y sin ningún signo de inicio espontáneo de parto, a primera hora de la mañana, me lo comienzan a inducir. Paso el día con muchas contracciones pero sólo llegué a dilatar 2 centímetros y pasadas las 12 de la noche y tras 15 horas de inducción, me hacen una cesárea. Mi hija nació muy sana y por ello doy gracias cada día, pero yo me quedé hundida y sumida en un estado de tristeza del que me costó mucho recuperarme o eso es lo que yo creía, pero no, la espinita seguía clavada por mucho que el tiempo pasaba. Para ayudarme a entender la situación que había vivido, comencé a leer libros, unos de ellos titulado Nacer por cesárea, que me encantó. Poco a poco fui informándome más sobre lo que me había pasado y entendiendo algunas cosas y dándome cuenta también que a lo mejor mi cesárea se podía haber evitado, pero bueno, ya eso no lo podía cambiar y debía seguir adelante.

Cuando mi hija cumplió los dos años, empezamos a pensar en la idea de darle un hermanito, pero yo estaba aterrada, me daba pánico volver a pasar por lo mismo. Tengo la gran suerte que consigo quedarme embarazada en los primeros intentos de búsqueda, pero mantenía la esperanza de que este segundo embarazo tardara más en llegar o que incluso no llegara, debido a mi miedo. Pero llegó, y ese día tenía en mí unos sentimientos encontrados, por un lado, una alegría inmensa por lo que suponía para la familia la llegada de un nuevo miembro y, por otro lado, pánico de tener que volver a pasar por la pesadilla que en su día viví.

El embarazo no empezó bien, antes de cumplir las 12 semanas de embarazo, sufrí un incidente y se me produjo un hematoma con desprendimiento de placenta, teniendo que guardar reposo y utilizar "óvulos" de hormonas para conseguir que el hematoma desapareciera. Finalmente, y tras dos semanas en reposo, el hematoma desapareció y pude comenzar a hacer vida normal.

Los siguientes meses trascurrieron con normalidad, al contrario que en el anterior embarazo todo iba genial hasta que estando de 7 meses, la placenta se volvió marginal, comencé a manchar sangre y de nuevo reposo hasta que en la siguiente revisión, la placenta había subido y recobré de nuevo la normalidad. Pero tenía otro contratiempo, la niña venía de nalgas, pero rápidamente busqué remedio y comencé a hacer pilates y he de reconocer que es lo mejor que me ha pasado, conocer a la matrona que impartía las clases de pilates y al grupo de embarazadas que íbamos juntas a clase, me aportaron mucha confianza en mí misma y en mi cuerpo. A los dos días de estar recibiendo clases de pilates para embarazadas, la niña se colocó en posición cefálica.

Hasta ahora, se me ha olvidado decir, que el embarazo me lo estaba siguiendo en una clínica privada. Al cumplir el octavo mes, las revisiones eran semanales, todo iba bien para el tiempo en el que estaba. La última revisión a la que fui en la clínica se convirtió en una pesadilla para mí, al día siguiente cumplía las 40 semanas, el cuello estaba completamente formado y la niña muy alto, no tenía ningún síntoma de ponerme de parto en breve, así que el facultativo me indicó que me vería la semana siguiente para revisar y si todo seguía igual, me darían fecha para inducción y que al tener cesárea previa, la inducción sería muy suave y estaría unas pocas horas, unas 5, y si no se iniciaba el parto, cesárea de nuevo porque estaba claro que yo no había servido para parir a la primera y seguramente, tampoco esta vez lo conseguiría.

El mundo se me cayó encima, las palabras se me grabaron con fuego y yo solo sabía llorar y llorar. Había hecho muchos esfuerzos para conseguir mi parto vaginal y ahora de un golpe se me iban todas las esperanzas. Yo no servía!!

Menos mal, que tenía mi grupo de embarazadas de las clases de pilates, que fueron un apoyo en todo momento, porque es cierto, que en mi alrededor tenía poco apoyo, muchas personas de mi entorno pensaban que estaba loca por intentar un parto vaginal tras una cesárea y que mejor otra cesárea y no complicarme más. Pero yo, gracias al apoyo recibido, seguí con mis ejercicios, natación y caminando todos los días el tiempo que aguantaba, que era mucho. Como he comentado, esa tarde la pasé llorando y parte de la noche también.

Esa noche se me fisuró la bolsa y en ese mismo momento, tomé una decisión, que creo que fue la más acertada, me fui a la urgencia del hospital virgen del Rocío. Es cierto, parece que la bolsa estaba fisurada, pero la niña bajó, se encajó y ejercía las funciones de tapón y dejó de salir líquido y éste dentro del útero era muy abundante, así que me recomendaron irme a casa para evitar una inducción y posible cesárea final. Era un jueves y el día que cumplía las 40 semanas. Me fui a casa, me fui a clases de pilates y me relajé, me habían aportado mucha tranquilidad, había oído evitar una cesárea, estaba feliz.

Estaba tan feliz, que el sábado me fui a una boda y hasta bailé, y al llegar a casa y descansar en el sofá, comenzaron las contracciones, cada vez más seguidas, cada vez más fuertes. ¡yuju! estaba de parto, estaba feliz!! Aguanté en mi casa 8 horas con contracciones hasta que a las 5 de la mañana me volvió a salir líquido y éste era verde... oh oh, la peque se había hecho caquita y salimos corriendo al hospital. Al bajarme del coche, la bolsa se rompió por completo, ya no dejaba de salir líquido.

Nada más llegar me metieron en monitores, tenía contracciones!! Me exploraron y tenía el cuello borrado y tenía 1 centímetro de dilatación, no era mucho, pero yo estaba feliz, muy feliz, ya había conseguido mucho más que en mi anterior embarazo. Me pasan a la sala de dilatación junto con mi esposo. Siguen las contracciones. Al rato llega una matrona y me dice que la cosa pinta mal porque la niña se ha hecho caca dentro. Yo me pongo muy nerviosa y se me detuvo la dinámica de parto. Llega la ginecóloga a verme y me tranquiliza diciéndome que es cruz1, es decir, que es muy poca cantidad, pero que ahora me van a tener todo el rato monitorizada porque además me tienen que inducir para volver a recuperar la dinámica del parto. Pedí por favor si podía estar de pie y me lo concedieron.

Al rato, comenzaron de nuevo las contracciones y esta vez eran más dolorosas. No pude aguantar mucho tiempo y pedí la epidural, estando de 2 centímetros. Me pasan a una zona donde estoy más vigilada y sin ningún familiar y estoy continuamente con el monitor. Decidí tumbarme un rato y como apenas sentía dolor y estaba muy cansada, me dormí un poco. Me despertaron para explorarme de nuevo y estaba de 8 centímetros, comencé a llorar como una niña pequeña, las matronas se acercaron a mi cama preocupadas, pero les dije que no me pasaba nada malo, es que estaba emocionada, que cada vez veía más cerca mi sueño.

Llamaron a mi marido, entró conmigo y al rato, sentí muchas ganas de empujar, me exploran y estoy en dilatación completa y la cabeza de la niña ya está, ya está!! y escuché las palabras mágicas: nos vamos para paritorio!! Tras media hora en paritorio, por fin nace mi niña, mi princesa, no me lo podía creer, había parido!! había sido capaz!!

No hay quien me borre la sonrisa de mi cara, todos los fantasmas han desaparecido y todas las espinitas clavadas ya no están!! Estoy feliz! Y sólo puedo agradecer el apoyo incondicional de mis preñis de pilates, de la profe de pilates que es una profesional como la copa de un pino y a todo el personal del hospital Virgen del Rocío que me atendió ese día, sólo sabían ofrecerme palabras de aliento y mucho ánimo y fuerza. Nunca os olvidaré.

El resto... fue cosa mía, y me agradezco a mi misma el haber confiado en mi cuerpo, el no haberme vencido nunca a pesar de los contratiempos porque como me dijo la ginecóloga en paritorio: enhorabuena, se te notaba que querías parir y lo han conseguido!!

Inma C.