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El parto de Wendy

Por fin tengo algo de tiempo para poder escribir como se desarrolló mi parto. Tengo que decir, que mi embarazo fue “de libro”, porque no tuve ni un solo mal estar. Nada de nauseas, nada de antojos, ni diabetes gestacional, ni sobrepeso,…lo que viene siendo un embarazo maravilloso. He podido comer, hacer deporte, ir de viaje, y llevar una vida casi completamente normal. A si que se puede decir que soy una afortunada.

Debido a que tuve mucho tiempo, o porque soy curiosa de nacimiento, me fui informando sobre los tipos de partos. Tenía claro que yo quería un parto lo más natural posible y que quería experimentar todo, incluidos, los dolores. Y así, descubrí, que por suerte o por desgracia, en mi hospital de referencia, el parto está tan protocolizado que se me quitaron las ganas de dar a luz en mi pueblo, y me entró cierta ansiedad.

Estuvimos barajando las posibles opciones, y eran 2. Irnos a Madrid, al Hospital Universitario Juan Carlos I, o al Reina Sofía de Córdoba. Ambos con protocolos establecidos de Parto Humanizado Natural. A si que tras barajarlo todo, decidimos seguir nuestros instintos y nos íbamos a ir una semana antes de salir de cuentas a Madrid, ya que teníamos la comodidad de ir al domicilio de unos familiares cercanos y esperar así el feliz evento. Pero como todo en esta vida, no se puede planear, y nuestro pequeño decidió por nosotros. Aquí es cuando empieza mi relato de un parto… que al final, fue maravilloso:

He de comenzar diciendo que desde que me quede embarazada y justo pasadas las 12 semanas, volví a retomar el Pilates que venia realizando, pero adaptado claro esta a mi nuevo estado. Mi profe de Pilates, además es Fisioterapeuta y Osteopata, está especializada en obstetricia y suelo pélvico. Fue ella la que me recomendó realizar la preparación al parto con ella, y creo fervientemente, que mi parto se desarrollo así de bien gracias a ella.

Bien, pues yo salía de cuentas el día 28 de Octubre, y el día 20, fue mi última sesión con ella. Habíamos estado trabajando los pujos y la dilatación usando bajo su supervisión un aparato. Nos despedimos pensando que aun me quedaba al menos una semana para dar a luz.

Ese día 20 pasó como otro día más, me encontraba fenomenal, no tenía los pies hinchados o la cara deformada, solo tuve contracciones leves de Braxton Hicks.

A las 23.30 de la noche mi marido y yo nos fuimos a la cama a descansar. Raro en nosotros acostarnos tan pronto, pero yo al día siguiente a las 9 tenia monitores en el hospital, y quería ir descansada.

Pues a la 01.15 de la madrugada del ya día 21, algo me despertó. Bueno, me despertó un PLOF tremendo. En un inicio pensé que mi niño me había dado una de sus maravillosas patadas (durante las últimas semanas estaba más activo que nunca) y como ya estaba despierta aproveché para levantarme para ir al baño a hacer pis. No llegué a apoyarme en la taza, cuando un líquido transparente y tibio empezó a salir de mi interior sin control. Ahí estaba la explicación del Plof, había roto aguas. Así que tan tranquila y viendo que las aguas eran claras llamé a mi marido que dormía para informarle de que nuestro peque estaba llamando a la puerta. El pobre se quedó a cuadros, pensando como yo, que no estábamos en Madrid, y que había que llegar allí como fuera puesto que habíamos descartado Puertollano para dar a luz. Como no tenía ni un solo dolor, y yo había leído y sabia que aunque se rompa aguas el parto puede no ser inminente y más siendo yo primeriza, con todo mi arte, sacamos los billetes del AVE para irnos a Madrid a primera hora de la mañana. Bueno mejor dicho, en el segundo AVE, porque yo estaba totalmente convencida que nos daba tiempo de llegar a Madrid relajadamente. Mandé a mi marido a la cama y yo tras comprobar que ya no “chorreaba” me fui al salón. Estaba convencida que no podría dormirme así que me fui para relajarme escuchando música sentada en mi pelota de pilates.

Durante más de 1 hora no tuve ni una sola contracción y solo fue a las 2.15 cuando sentí la primera. Y que diferentes son. Comienzan en los riñones y se desplazan hacia delante. Es como cuando vas a ponerte con la regla. El mismo dolor, la misma sensación. Y claro, 9 meses sin sentir eso, en cuanto me vino la primera, dije: esta sí es una contracción. Empecé a controlar los intervalos y para mi sorpresa no me venían cada muchos minutos. Las tenía cada 6 o 7 minutos y me duraban algo menos de un minuto. Eso, me mosqueó, porque pensaba que me debían empezar cada 20 o 30 minutos y no… pensé incluso que no eran contracciones reales de parto, así que a eso de las 3 me fui a la ducha. Estuve unos 20 min debajo del agua caliente, y solo os puedo decir que es maravilloso el alivio que te ofrece una buena ducha. Las contracciones iban haciéndose más fuertes y más regulares. Y a las 04:00 y tras tener una bastante dolorosa mientras me secaba el pelo, avisé a mi marido para decirle, que evidentemente a Madrid no llegábamos y que nos tendríamos que ir al Hospital de Puertollano.

Su cara fue un poema, porque no entendía como en menos de 3 horas yo estaba con contracciones tan fuertes y tan seguidas. Así que mientras él se duchaba y arreglaba, mi pelota de pilates y la mesa del salón, se convirtieron en mis mejores amigas. Con cada contracción, un balanceo continuo y constante, respirando hondo e intentando relajarme. En mi mente solo visualizaba que debía de relajarme y abrirme, y me imaginaba a mi misma como si yo fuera un túnel y ese túnel se iba haciendo cada vez más ancho y más luminoso.

A las 05:00 tuve una contracción muy fuerte, de las que te hacen querer empujar, pero como estábamos aun en casa yo intenté todo lo contrario, y fue cuando al ir al baño a ponerme otra compresa, vi que había manchado de sangre roja la anterior. Ahí fue cuando le dije a mi marido: Cariño, no te asustes, pero nos tenemos que ir YA. En cinco minutos salíamos por la puerta con otra contracción igual en el ascensor y otra mientras sacaba el coche de la cochera. Yo sentía que el niño hacia presión para abajo, y que unas irremediables ganas de empujar me invadían. Gracias a Dios, vivimos a 5 min del Hospital así que llegamos a Urgencias en un periquete.

Las enfermeras al verme llegar con respiraciones cortas (jadeos) me dijeron que iba a hiperventilar. Se pensaban que al ser primeriza serían mis primeras contracciones y que lo estaba haciendo mal, así que tras explicarles que tenía contracciones de más de un minuto cada 3, les cambio la cara, y les entró las prisas cuando también les dije que notaba la cabeza del bebé en el culete. Así que corriendo a monitores, y aquí la matrona, igual: primeriza= aun le queda. Mientras intentaban ponerme las correas para monitorizar al bebé, 2 contracciones seguidas. Intento como puedo explicar que noto al niño en el culo y es entonces cuando la matrona se pone un guante y me explora. Tengo una imagen grabada a fuego en mi mente: la mano de la matrona entrando por completo dentro de mi. Sus siguientes palabras fueron: ¡PERO SI VIENE EN COMPLETA!. Yo también me sorprendí. Pero la cara de la matrona y la auxiliar fueron dos poemas. Corriendo me desvistieron, se pusieron las batas y llamaron al celador para que me llevara a Paritorios. Me dijeron que la epidural ya no me la podían poner, y yo les dije que tampoco la hubiera querido. Solo quería empujar, y la matrona por fin me dio vía libre y me dijo que por supuesto que podía empujar.

Así que las 2 siguientes contracciones hasta estar subida al potro, pude al menos desahogarme haciendo fuerza controladamente tal y como había practicado. Además de que me pedía el cuerpo empujar así, mi mente se concentró en lo aprendido, intentando no empujar hacia abajo con el diafragma, al revés, más que empujar era como estirarme, como crecer… tanto es así, que la enfermera me decía que así no, hasta que pude explicar que por favor me dejaran empujar como yo quería. La matrona dio vía libre y me agarré a la camilla por detrás de mi cabeza. Mi marido llegó en este intervalo, justo cuando el celador más amable del mundo me ayudaba a pasar a de la cama al potro y tras suplicar por favor un par de veces que no me hicieran la episiotomía, pude empujar a gusto. Y que sensación. La cabeza de mi hijo abriendo camino dentro de mi. Si cierro los ojos y me concentro casi vuelvo a sentirlo. Una sensación que te sale de las entrañas un jadeo que te araña la garganta y un calor abriéndose a través de ti, hasta que esa presión de repente cede, y sabes que la cabeza ha salido, y que ahora viene lo fácil. Respirar coger fuerzas y volver a empujar. Mi pequeño resbaló de mi, como si de un pez se tratara y de repente lo tenía sobre mi vientre. Eran las 05:35 del Viernes 21, y solo atinaba a acariciarle la espalda llena de esa grasita blanca y mi corazón no volvió a latir hasta que no lo oi llorar por primera vez. Y es en ese instante cuando te sientes la mujer más fuerte del mundo. No lloré, solo atinaba a tocarle la espalda y asegurarme de que estaba allí, sobre mi. Le cortaron el cordón y a muy a mi pesar se lo llevaron a la mesa de al lado para hacerle, todo lo que les hacen a los bebés. Su padre no lo dejó ni un momento, y el pequeño no dejó de cogerle un dedo a su padre en todo el proceso. Yo solo podía oírle llorar, mientras, la matrona me masajeaba el vientre para preparar la salida de la placenta. Salió perfecta. He de decir que es mucho más molesto el masaje que me hicieron para que el útero se retrajera que casi el parto. Yo empecé a estimularme el pecho mientras la matrona me decía que me había desgarrado por dentro y que tenía que darme un par de puntos.

Perdí la cuenta cuando llevaba 20. Me dijo que no me había cortado porque yo se lo había pedido, pero que me iba a coser muy bien. Y he de decir hoy, 23 días después, que hizo un trabajo maravilloso. Un desgarro, por muy grande que sea, es mil veces mejor a la hora de la recuperación que un corte a tijera. Que nadie os venda la moto de lo contrario. Mientras, a mi pequeño le lavaban las fosas nasales y el estomago vía sonda, le aplicaban el colirio para los ojos, y le inspeccionaban el culete, además de pesarlo y someterlo al test de Apgar. Fueron los 15 minutos mas largos de todo el proceso. Solo repetía que por favor me lo dieran enseguida, que lo quería conmigo, sobre mi, en mi pecho. Ese era su lugar, y no una mesa. Así que tras limpiarme, coserme y tapar a mi príncipe, por fin me lo dieron, y yo como una posesa casi me arranco el camisón. Me lo puse en el pecho y mi pequeño príncipe sin un lloro se agarró a mi pecho y empezó a mamar como si lo hubiera hecho toda la vida y ese fuera su lugar. Ahí, es cuando sentí que era mamá de verdad. Teniendo a mi hijo en mi pecho y a su padre a mi lado dándome ánimos y diciéndome lo bien que lo había hecho.

Pero no solo fui yo. Fueron las horas de charlas con E. (mi fisio y amiga), los libros leídos sobre Parto Natural, los artículos, los comentarios y experiencias de más madres. Fue la pelota de Pilates, el agua caliente y los balanceos, hasta la danza del vientre. Fue que mi hijo decidió no ser demasiado grande (3.200Kg). Fue que mi cuerpo conectó con mi mente y mi mente con mi cuerpo, y que a pesar de la tensión, de la presión, las contracciones fueron llevaderas y que las más duras, al poder empujar, te van liberando.

Fue un parto rapidísimo. Dilaté 10 cm en apenas 3 horas. Y mi cuerpo en todo momento supo que hacer. Al igual que mi pequeño supo como mamar.

Doy las gracias a la matrona que me toco en suerte y a la auxiliar, que a pesar de la fama que tiene nuestro Hospital, me respetaron en casi todo y me trataron a mi y a mi bebe divinamente. Mi mayor miedo era que tuvieran que hacerme cesárea, seguido de que me hicieran una episiotomía sin necesidad. Me faltó el contacto piel con piel inmediato, pero no puedo quejarme del todo, puesto que después de esos 15 minutos apartado de mi, mientras lo examinaban, mi pequeño estuvo las 2 horas siguientes en mis brazos en la sala de recuperación, junto a mi pecho.

Pude levantarme para hacer pis tan solo 3 horas después, y me duché esa misma mañana. Sentía una leve flojera, debido a la perdida de sangre, pero nada de dolores, y lo mas importante, no me dolía nada fuera de lo normal. Así que doy gracias a quien corresponda y firmo por un parto igual para la próxima vez.

Solo deciros, que os enfrentéis al parto sin miedos, con seguridad y tranquilidad. Que nuestro hogar es el mejor lugar para dilatar y que si decides dar a luz en casa, os entiendo perfectamente. Yo también me lo planteé. Escucharos a vosotras y no os quedéis con los malos relatos, sino con los buenos. Haceros caso a vosotras mismas e informaros sobre todo lo que podáis. La información es el poder.