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El parto de Natalie en Úbeda

Soy canadiense, tengo 30 años y vivo en Madrid desde el año 2001. Di a luz en Úbeda el 10 de noviembre de 2007 a mi primera hija: Mathilde. Siento haber tardado tanto en escribir este relato pero estos primeros meses con mi hija fueron muy intensos...

Hice el seguimiento de mi embarazo a través de la SS. Como me mudé hacia el 7º mes pude conocer dos sistemas distintos: el del hospital Clínico San Carlos y el de La Paz. Al principio, pensé que el cambio iba a ser positivo. Sabía que en La Paz das a luz en la sala de dilatación... Pero después de hablar con la matrona me di cuenta que iba a ser lo mismo o peor...

Hice los cursos de preparación al parto de la SS y también un curso llamado “Yoga, nacimiento y parto” impartido por Montse Cob. Casi todas las que asistían a este curso tenían un plan alternativo para su parto. Yo, la verdad es que hasta entonces había intentado convencerme de que parir en el hospital que me tocaba era lo normal y que todo iba a ir bien.

Empecé a ponerme nerviosa a medida que pasaba el tiempo. Sobre todo quería intentar evitar la epidural y la episiotomía... La idea de no poder andar durante la dilatación me daba pánico.

Aparte de Acuario no había encontrado ninguna alternativa que me convenciera. Hasta que una tarde de estas encontré en el foro una referencia al hospital de Úbeda y la dirección de Antonio (Semana 36). Hablé con mi marido y la verdad es que a los dos nos parecía la mejor opción por ser un hospital publico no demasiado lejos de Madrid... Tras intercambiar correos con Antonio y aunque este nos había dicho que podía esperar a ponerme de parto para venir al hospital, decidimos hacer una visita previa para terminar de convencernos que valía la pena irnos tan lejos para tener a nuestra hija.

Antonio había avisado a las matronas que trabajaban el fin de semana que íbamos a venir. Así conocí a Lola y Asun. Las dos encantadoras. La verdad es que tenia muchísimo trabajo y ellas nos dijeron que sentían no tener más tiempo para hablar del parto. A pesar de todo pudimos confirmar lo importante para nosotros. En caso de parto normal: Ni enema, ni rasurado, ni rotura de bolsas, ni monitor interno, ni episiotomía. Posibilidad de usar la ducha para aliviar el dolor de la dilatación y libertad de parir en la posición en que me encuentre lo más cómoda.

Recuerdo que al salir del hospital mi marido y yo no nos podíamos creernos que al final habíamos encontrado un lugar decente para tener a Mathilde. Volvimos a Madrid supercontentos (Semana 37).

Quedaba decidir cuando irnos a Úbeda. Por un lado, yo quería trabajar hasta el final pero por otro lado tenía miedo de ponerme de parto antes y no tener tiempo de ir hasta allí. Decidí apurar hasta la semana 40. Salía de cuentas el jueves 8 de noviembre y nos fuimos el fin de semana anterior. Me instale en un pisito del centro (Azaray: muy bien todo) donde me quedé unos días sola ya que Alfonso tuvo que volver a Madrid para trabajar. Con la parada de taxi al lado me sentía segura.

La verdad es que tuvimos suerte. Alfonso volvió el jueves. Los dos rezábamos para que me pusiese de parto ese fin de semana. Sino todo iba a ser más complicado: el alquiler del piso, nuestras respectivas bajas, etc.

Aunque yo no sentía nada especial, así fue. Me desperté el sábado a las 4:30 de la mañana. Recuerdo soñar que subía una cuesta empinada en bicicleta con un dolor de regla espantoso. Pero al despertar no me dolía. Una hora más tarde me desperté del mismo sueño pero seguía el dolor. A partir de entonces y hasta las 8:00 me despertaba cada media hora el dolor de regla y volvía a dormir. La verdad es que no me había imaginado que las contracciones fueran así. Me dolían los riñones pero la tripa nada. Tampoco se ponía dura ni nada. Desperté a mi marido y después de ducharnos y desayunar pusimos en marcha nuestro pequeño plan. Habíamos traído videos de nuestros viajes y nos pusimos a verlos para pasar el tiempo. Andaba entre las contracciones y cuando tocaban me echaba a gatas sobre la cama o me apoyaba en la pared.

Las contracciones se hicieron dolorosas mucho más rápidamente de lo que había previsto. Cada 20 minutos de 9:00 a 10:00, cada 12 minutos de 10:00 a 11:00 y luego cada 8 minutos hasta que nos fuimos al hospital a las 12:30. Durante las contracciones Alfonso me ayudaba siguiendo un método bastante conocido en Canadá llamado Bonapace.

Yo quería quedarme en casa hasta tenerlas cada 5 minutos pero me parecía que si esperaba más no iba poder bajar las escaleras y subirme al coche así que nos fuimos. Cuando llegue a paritorios las tres salas de dilatación estaban ocupadas. Me instalaron en una sala donde había otras tres chicas con monitores pero en seguida me trasladaron a una sala de dilatación. Menos mal porque me dolía mucho y quería tener mí espacio para moverme.

Tuve mucha suerte. Lola estaba trabajando ese sábado y pudo atenderme. Me pregunto si podía explorarme para ver como iba. No me hizo dañó ninguno y cuando me dijo que estaba de 8 cm no me lo podía creer. Aunque había hecho todo este camino para evitar la epidural y que sabía que todo iba muy bien le pedí que me confirmase que ya era tarde para una epidural y que no valía la pena. Me dijo que desde su punto de vista así era. Luego escuchamos a Mathilde con el monitor y todo bien.

Me dolía mucho y me sugirió usar la ducha para aliviarme. Para mi fue casi milagroso. Entre las contracciones estaba de pie y dejaba el agua caliente caer me encima de la cabeza y durante las contracciones me sujetaba la ducha justo encima de los riñones y me apoyaba en la pared. Estuve así más de media hora con mi marido sentado justo del otro lado de la mampara animándome.

Lola venia a verme con frecuencia y nos dijo de avisarla si sentía ganas de empujar. La verdad es que tenía tantas sensaciones extrañas que no sabía si tenía ganas de empujar o no y como quería quedarme en la ducha lo más tiempo posible, Lola me ofreció hacerme un tacto en la ducha: me quedaba 1 cm. Me dijo que me podía quedar un rato más pero que le gustaría escuchar al bebe. La salida de la ducha fue graciosa. Empezaba a secarme y en cuanto tenía una contracción no podía resistirme y abría el grifo...De vuelta en la sala de dilatación, descansé un poco tumbada en la cama y escuchamos al bebe. Pregunté cuanto tiempo me quedaba. Lola me dijo que seguramente menos de una hora. Me dijo también que si quería me podía romper la bolsa por si aceleraba el proceso. Le dije que si.

La verdad es que me resultaba muy difícil aguantar el dolor tumbada. Me puse de rodillas encima de la cama y me apoyé en al respaldo. Completé la dilatación así. Cuando vinieron las ganas de empujar me recomiendo Lola ponerme de pie y en cuclillas si podía. Me resulto bastante menos evidente de lo que había imaginado. Probablemente porque funcionaba... el bebe bajaba bien pero la incomodidad era ya extrema. Estuve agarrada del lado de la cama bastante tiempo. Esperando los pujos. Lola escuchaba al bebe con frecuencia aunque no era fácil por mi postura. Hizo todos los esfuerzos posibles para no molestarme. Se asomo el ginecólogo para ver como íbamos. Lola le dijo que todo bien y se fue.

Me preguntó como quería dar a luz. Ya le había dicho que si fuera posible no quería ir al paritorio. Le pregunté que le parecía mejor y me dijo que a gatas encima de la cama como estaba antes era una buena opción. Lo intente pero tenía los brazos muy cansados y no me sentía cómoda. Me senté en la cama y agarre mis rodillas. Mi bebe había coronado. Cuando Alfonso vio el pelo de Mathilde se animó muchísimo y su ilusión me dio mucha fuerza. No me podía creer que había llegado el momento. Empujé 3 o 4 veces luego Lola me pidió dejar de empujar un rato y nació Mathilde a las 15:55 tras una hora de expulsivo.

Lola me la puso encima inmediatamente y me ayudó a colocarla al pecho. Luego Alfonso cortó el cordón. La placenta no salió entera y Lola tuvo que trabajar para sacar lo que se había quedado dentro. Mathilde estuvo siempre en mis brazos o los de mi marido. Incluso cuando Lola me llevo a paritorios para ver si necesitaba puntos. Tuve suerte, tenía el perineo intacto. Solo tuvo que hacerme dos puntos por dentro de la vagina. Otra vez fue muy paciente. Tenía miedo y pregunté si podía darme algo para el dolor. Me explico que el pinchazo probablemente me iba a doler más que los puntos. Tenía razón, aunque parezca increíble no sentí nada.

Quería dar las gracias a todas las que invierten tiempo y energía en EPEN y por supuesto a todo los que me atendieron en Úbeda, especialmente a Lola y Antonio. Fue un parto maravilloso. Un abrazo muy fuerte, Nathalie.

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