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El parto de Ana en Huércal-Overa

Bueno, todo empezó más o menos a las 4 de la madrugada. Estaba durmiendo (o semidormida) cuando sentí unos retortijones en la tripa y fui al baño. Después de un rato de "cagalera" volví a la cama. Pero ¡sorpresa! el dolor de barriga no se iba, aunque aquello ya no me parecían los mismos retortijones de antes. Estuve un buen rato mirando el reloj, porque me di cuenta de que aquellos dolores eran regulares, que seguían un ritmo. Por fin mi compañero Joxe se despertó y llegamos a la conclusión de que se trataban de contracciones de parto. Ahora mismo me resulta imposible recordar cómo era ese dolor, ni siquiera podría localizar la zona de mi cuerpo donde sucedía. Pero era cada vez más frecuente y más fuerte: 5.45, 5.54, 6.06, 6.20, 6.32, 6.42, 6.50, 6.55. Joxe empezó a hacer preparativos para salir al hospital, que está a una hora aproximadamente de nuestra casa.
Cuando estuvo todo listo, el dolor ya empezaba a ser fuerte de verdad. Me daba miedo meterme en el coche y no poder soportar aquello sentada y con el cinturón de seguridad... Al rato de ir en el coche las contracciones ya se mostraban en todo su esplendor: tuve que soltarme el cinturón, y cada vez que tenía una gritaba como una loca. Llevábamos la radio puesta y la verdad que íbamos de tan buen humor y tan contentos que entre contracción y contracción aún cantábamos y nos echábamos unas risas. Yo iba apuntando en qué minuto me daba la contracción: 7,15, 7.25, 7.35, 7.42, 7.48, 7.52, 7.56, 8.00, 8.05, 8.08, 8.12, 8.18, 8.24, 8.27, 8.32, 8.37, 8.44, 8.50. Ya era de día. Mientras veíamos amanecer yo iba pensando que si era niño, tendríamos que llamarle Eki (Sol, en euskera).
Por fin llegamos al hospital. Entramos por urgencias y yo tenía que pararme cada vez que tenía una contracción. Nos tomaron los datos y subimos ya a la zona de dilatación-paritorio. Allí nos dieron una habitación, donde iba a transcurrir el período de dilatación y en mi caso también el expulsivo.
Me pusieron un monitor externo. Allí sentada las contracciones me resultaban insoportables. Además tenía constantemente ganas de hacer pis. Por fin entró alguien, no sé si era matrona o enfermera. Le dije que quería ir al baño y me quitó el monitor. En algún momento me hicieron un tacto y ya estaba de 6 cm.
Joxe fue al coche a por la maleta que habíamos preparado. Me cambié de ropa y preparamos los papeles que teníamos que entregar. Teníamos un plan de parto que ya habíamos entregado y comentado un par de meses antes con Teresa, la super de ginecología.
Después de un rato (siento hablar constantemente de "ratos" pero allí perdía la noción del tiempo) fuimos a una oficina donde estaba Longinos, el jefe de gine, Manuela mi matrona y creo que alguna enfermera. Me preguntó algunas cosas y comentó algo con la matrona, como que la cosa iba bien y todo pa'lante. Les dejamos el papeleo.
Volvimos a la habitación y yo iba probando posturitas para aguantar las contracciones, que cada vez eran más fuertes. A veces me ponía de pie, apoyando la espalda en la pared, y cuando estaba en la cresta de la ola, me restregaba la zona de los riñones contra la pared. Otras veces me senté en el water. También me di un par de duchas, aunque me resultó muy incómodo. La temperatura del agua se regulaba muy mal y a veces casi me quemaba la piel. Además no había donde agarrarse, lo cual me resultaba casi imprescindible. Así que me agarraba al grifo mientras Joxe me mojaba con agua caliente la zona del riñón cuando tenía una contracción. Sin embargo ya digo que aquello era muy incómodo y al final lo descarté.
Desde el principio con cada contracción sentía un deseo enorme de gritar y así lo hice. Me sorprendió aquello, porque nunca me ha dado por ahí, pero parece que lo del grito hasta me aliviaba algo... La cosa es que cuanto más fuertes se iban haciendo las contracciones, los gritos me venían de más hondo, de modo que al poco tiempo el sonido se parecía al de un animal berreando.
Bueno, allí fueron pasando horas (yo ni idea de cuánto tiempo) y prácticamente no entró nadie en la habitación. Cuando volvió la matrona yo estaba casi debajo de una cama, a cuatro patas, y Joxe frotándome la espalda. Recuerdo que la matrona dijo que no podía atenderme en esa postura, y yo me sorprendí de que siquiera lo hubiese considerado. ¡Menudo punto, parir debajo de una cama!
Ella trajo una ball-birth y jugué un poco con ella, pero no me resultó cómoda. Me di cuenta de que no podía apoyar la zona de la rabadilla, que me dolía a rabiar. Ese iba a ser mi principal problema en el parto. Le pedí el entonox, y me explicó cómo funcionaba y me trajo el cacharro, que al final no utilicé.
Prácticamente la única persona que entró en la habitación en todo el tiempo fue ella, y sólo cuando empezó el expulsivo se quedó allí. El resto estuvimos solos, lo que me hizo sentirme muy cómoda y muy libre de hacer lo que quisiera. De hecho creo que si no hubiese sido así, mi parto no hubiese progresado tan bien.
Voy a aclarar que el período de dilatación es muy raro, porque durante cada contracción yo veía las estrellas, no podía hablar ni estar pendiente de otra cosa que no fuese eso. Pero cuando pasaba era yo otra vez, y parecía que no pasaba nada y estábamos en el hospital de paso... La certeza de que las contracciones tenían un principio y un final, era lo que más me ayudaba a soportarlas.
Pero eran cada vez más frecuentes. Entonces la matrona me dijo que cuando sintiese ganas de empujar, y esas ganas no se fueran, que la avisáramos. Creo que a partir de ese momento fue cuando alterné las posturas de "en-el-water" y "debajo-de-la-cama". En esta última estaba cuando sentí muchas ganas de empujar. Recuerdo decirle a Joxe que avisara, y para que no cupiese duda añadí ¡ya viene!.
La matrona vino y creo que me hizo un tacto. Vio que el bebé se acercaba, pero que aún faltaba y volvió a irse. Cuando volvió la cosa ya iba más avanzada (y el dolor también). Me preguntó si no quería parir en la cama y le dije que no. Así que trajeron una silla de partos, y allí me senté. Joxe se puso detrás de mi y me hacía de apoyo, yo me agarraba a sus manos para hacer fuerza. Y la matrona estaba delante, controlando y de vez en cuando me decía algo o me daba ánimos.
Cuando llevaba ya mucho rato empujando, la matrona me dijo que todavía no había roto la bolsa, y que si la rompíamos que la cosa iría más rápido. Le dije que sí, y así lo hizo. Yo no noté nada en absoluto.
En esa última parte, me encontraba como si me hubiesen drogado, con la cabeza alelada, aunque podía oir lo que me decía la matrona y responderle con sentido. Me daba la sensación de que la cosa no avanzaba, y se me agotaban las fuerzas. La matrona me pidió que hiciese los pujos más largos. ¡Era fácil decirlo! A partir de ahí, dejé de gritar y concentré toda la fuerza en empujar hasta mi último aliento.
Pero al rato de empujar, pensé que no sería capaz de parir. "¡Quítamelo!" le pedí a la matrona, jeje. Pero ella me animaba "¡venga!, que ya le veo los pelillos" y me decía que le tocara la cabeza. Cuando la toqué me di cuenta de que mi hij@ estaba saliendo, que ya estaba aquí. Empujé con todas mis fuerzas, y entonces sentí "el círculo de fuego". Un dolor brutal que como casi todos los del proceso, no puedo describir ni siquiera precisar su localización. Tras 3 o 4 pujos sintiendo ese círculo, por fin mi bebé salió (12.30 AM), lo que experimenté como un pez resbaladizo y mojado que se escapa de tus manos cuando lo aprietas mucho. Fue una sensación de alivio enorme, acompañada de un subidón más grande aún. La matrona me la puso encima y yo la agarré. Al sentir aquella cosilla mojada sobre mi piel me invadió un sentimiento de alegría que se impuso sobre todo lo demás. Me reía y lloraba y miraba a Joxe que sonreía. "¿Qué es?, ¿qué es?". "Es una niña" Me reí, porque estaba convencida de que era un niño, y estaba preocupada porque no teníamos nombre para él. "Mi niña..."

Me subí a la cama y la matrona me dijo que me había desgarrado. Me llevaron al paritorio para coserme y allí expulsé la placenta. La verdad es que cuando pasó sentí muchísimo alivio, como si me hubiese estado presionando cerca de los pulmones. En el paritorio estuvimos bastante rato, pues el desgarro era grandecito, aunque luego enseguida se cerró, y apenas me molestó una semana. Cuando acabó de coserme, la matrona me dio algunas instrucciones sobre cómo cuidarme la herida y otras cosillas.
Por fin nos fuimos a planta. Bajé en una silla de ruedas con mi niña en brazos. Allí estuvimos fenomenal el primer día, los tres solos. Pero el segundo, ingresó una mujer de parto, que estuvo permanentemente acompañada de su gran familia. Aquello fue horrible, y además mi niña no se cogía al pecho, tenía hambre y lloraba. En la habitación hacía un calor del demonio, ya que estábamos dos parejas durmiendo allí, y me agobié mucho. Pero al día siguiente ya nos dieron el alta y nos fuimos a casa, donde nos esperaba un mes de aúpa...

En conclusión yo señalaría que para mí:
- fue fundamental que nos dejaran solos y a nuestro aire.
- fue mucho más doloroso el expulsivo que la dilatación, que mal que bien pude tolerar.
- la ayuda de la matrona, su serenidad, respeto, consideración... son imprescindibles en ese proceso.
- la experiencia es fortísima, desde luego merece la pena. Creo que se experimentan con igual intensidad el dolor en su grado más alto y la alegría máxima.

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