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El nacimiento de Santiago, una aventura.

Santiago duerme y mientras tanto me decidí a escribir el fin de una larga aventura de 9 meses.

El viernes 9 de diciembre fui a ver a mi ginecólogo ya que por causas de fuerza mayor mi cita se adelantó una semana. Me revisó y al hacer el último ultrasonido me dijo que tenía poco líquido (y entonces me sentí una mierda por haber estado perdiendo líquido amniótico y no haberme dado cuenta). Me recomendó esperar unos días más hasta que cumpliera 38 semanas y entonces que el bebé madurara lo que le faltara, me escribió una carta para llevarla a mi clínica y salí de su consultorio muy preocupada, pero tenía examen en unas cuantas horas así que estaba evaluando mis opciones, la primera era ver si mi profesor me aplicaba el examen más temprano así podía ir al hospital más tarde.

Tomé el autobús y me dirigí a la universidad a recoger una tarjeta para recibir mi beca por el servicio social y en pleno trayecto empecé a sentir dolor en la espalda baja y un poco de fiebre pero yo pensé que eso era normal por lo que no me quejé. Cuando llegué a recoger mi tarjeta le expuse la situación a mi jefa de servicio social y alarmada me envío de regreso a casa pensaba que ahí mismo iba a dar a luz, pero yo le decía que se calmara que no podía pasar nada porque el niño venía sentado. Salí de la universidad y tomé un taxi para ir a mi casa, porque mi instinto me decía que ya estaba por venir, el taxista intentó bromear conmigo y me preguntó si ya casi me aliviaba y cuando le dije que ya sentía molestias se puso serio y me llevo lo más rápido que pudo a mi casa, al llegar me encontré a mi mamá y le platiqué la situación, se alarmó un poco y me llevaron al servicio de maternidad pese a que ese día viajarían.

Recuerdo que días antes de ir al hospital ya había sentido contracciones pero pensaba que eran las de siempre, aunque esa semana había luna llena y el fin de semana un eclipse lunar, entonces mi instinto me hacía pensar que mi hijo nacería esa misma semana. Cuando llegamos al servicio de maternidad lo primero que hicieron fue preguntarme que molestias tenía y cuando le explique al ginecólogo de guardia recibió la carta que mi ginecólogo me había proporcionado, me hizo un tacto vaginal y cuál fue mi cara de sorpresa al ver el guante ensangrentado y yo sin sentir “mayores molestias”. Él dijo que tenía membranas integras, que mi médico era un idiota por decir que mi bebé ya no tenía líquido que nada que ver por lo que yo estaba ahí que más bien Santiago tenía bradicardia fetal, lo siguiente fue un tanto humillante porque una enfermera me rasuraba mientras yo me retorcía en una miserable camilla, luego me pasaron a bañarme para “quitarme“ el jabón que pudiera haber quedado en esa área, y al ver en la taza, yo veía claramente coágulos de sangre, el médico afirmaba que era el tapón mucoso, pero yo estoy segura que lo había perdido semanas antes, sino ¿cómo me pueden explicar que ya no tuviera líquido suficiente para mi hijo Santiago?. Me pidieron que me quitara la ropa y se la diera a mis familiares, me vendaron las piernas porque no tenían pantuflas y tampoco podía entrar yo con unas, cuando le dí mi ropa a mi mamá vi a mi hermana con cara de preocupación decirme “tranquila estamos aquí contigo todo va a estar bien, si puedes dile al ginecólogo que me deje pasar, dile que tienes una hermana que es enfermera” aunque yo sabía que eso sería prácticamente imposible.

Después de entregarles mi ropa, me pasaron a una camilla, recuerdo que era el número 5 y empezaron a llegar internos, enfermeras, todo mundo haciéndome preguntas y yo temblando de frío sin saber lo que pasaba. Primero llegó el ginecólogo y me empezó a hacer las preguntas rutinarias y me dejó sola, después se acercó una enfermera que para mi era más una pasante que otra cosa y me puso un yelco en la mano derecha, y me acuerdo que me dolió hasta el alma. Rato seguido, llegó una enfermera a empezar a monitorear a mi bebé y ni siquiera podía poner bien el aparato porque no identificaba donde estaba el corazón del bebé, eso empezó a preocuparme pero me tranquilizó cuando el ginecólogo le sugirió la posición. Una media hora más tarde se acercó un médico conmigo y se presentó creo que se llama Christopher y empezó con más preguntas, sobre mi vida sexual que si me había hecho pruebas de sangre, que cuál era mi tipo sanguíneo, qué si había comido y a qué hora, más tarde me enteré que era el pediatra y que recibiría a mi hijo si le tocaba nacer en su turno. Cuando se fue llegó un interno más y me volvió a hacer otro tacto vaginal, yo me sentía tan incómoda ante la idea de que me estuvieran manoseando y comencé a sangrar (aunque previamente ya había sangrado) era con más intensidad. En momentos se detenía y ya no sentía más la incomodidad, me dejaron sola en la camilla y parecía que el tiempo se había suspendido. Intentaba dormirme pero me era imposible porque nadie me decía que sucedía con mi pequeño y tampoco me decían que pasaba conmigo. Sentía como si me estuviera orinando y llamé a una enfermera cuando vio me dijo que solo era sangre y se retiró como si fuera normal, (tal vez si lo era pero yo estaba lo suficientemente asustada).

Pues bien, yo no podía más con la incomodidad que sentía cuando de repente expulsé algo parecido a un coagulo, yo ya estaba más que asustada entonces llamé a una de las enfermeras que me rondaba como si yo fuera “carroña”, cuando le mostré el coagulo que era bastante grande llamó al ginecólogo y al equipo que me estaban vigilando, se alarmaron demasiado y empezaron a gritar que sacaran a quien estaba ya a punto de ser operada y me metieran a mí porque tal parecía que ese coagulo era la placenta que ya se estaba desprendiendo. Hicieron que me pasara a una camilla y empecé a temblar con muchísima fuerza, tenía demasiado frío, vi cómo me empujaban a través de varios pasillos hasta que me llevaron a un pequeño quirófano, me prepararon y empezaron a tratar de que me calmara, me explicaron el procedimiento que iban a hacer y después tuve que pasarme yo a la camilla porque el camillero no pudo hacer su trabajo. Me voltearon hacía el frente y quedé de espaldas, entonces el anestesiólogo me explicó que iba a sentir un piquete y después un ardor cuando me inyectara la anestesia porque estaba a punto de experimentar una cesárea de emergencia. Cuando me inyectó sentí una molestia y después mis piernas pesaban como si fueran plomo, a partir de ese momento yo era como un muñeco de trapo que manejaban a su antojo. Me desvistieron de la cintura para abajo, limpiaron mi abdomen y me cubrieron de la cintura para arriba porque yo no podía ver nada de lo que estaban haciendo. El médico empezó a maniobrar y cuando me di cuenta ya tenía yo a un equipo de 6 u 8 personas a mí alrededor.

Me preguntaba el anestesiólogo si sentía los movimientos que hacía el doctor y la verdad es que no, estaba tan adormecida que no sentía nada más que el frío que me rodeaba desde que me sacaron de la camilla, y el doctor decía que era por el aire acondicionado, pero lo cierto es que yo tenía frio desde antes de que me pasaran a quirófano. En medio del proceso me dijo que si sentí el tirón que me dio pero solo sentí un movimiento leve, cuando recuerdo que sacaron a Santiago y empezó a llorar, no lo vi porque no me dejaron, ni si quiera lo acercaron para que lo conociera, se lo llevaron y lo primero que les pregunte era si estaba bien, me respondieron que sí y entonces me puse a llorar como si fuera una niña, lloraba no sé si de emoción o de preocupación, pero no podía controlarme, gire la cabeza para ver el monitor y entonces me di cuenta de la hora, eran las 5.23 de la tarde cuando mi hijo nació, minutos más tarde terminaron de coserme, desmontaron el equipo que habían puesto para que yo no viera lo que pasaba y me pusieron en otra camilla. Ahora el siguiente paso era llevarme a recuperación. Yo seguía temblando por el frío que tenía y me llevaron a una pequeña habitación donde una enfermera muy amable conectaba aparatos y me preguntaba como estaba, aunque después se preocupó porque veía mi presión bajar y en efecto así era yo sentía mucha presión en el pecho. Le expliqué que tenía frío y me ofreció una cobija para taparme porque solo tenía una miserable sabana. Por más que quería moverme no podía por lo que de forma muy leve intentaba mover mis piernas para que me respondieran y poderme ir a casa. Cuando me desperté de la anestesia y estaba más lucida vi una pequeña habitación de cristal y me percaté que tenían una pequeña incubadora, entonces ahí estaba Santiago, se acercó el pediatra y me preguntó si ya lo había visto y le dije que no, y le reclamó al enfermero que por qué no me lo enseñaba y le dijo que le estaba dando de comer pero que cuando terminara lo iba a conocer.

Unos minutos después envuelto en una sábana azul conocí a Santiago, medía 48 cm y era muy pequeño. Llegó un camillero y me pasó a otra camilla, y dijo que nos iba a llevar a piso. Yo tenía a Santiago envuelto contra mi pecho y simplemente estaba impresionada porque después de 9 meses al fin lo podía conocer. Me llevaron a una especie de pasillo que ya había conocido una semana antes, y a un lado estaba una anciana por infección. Cuando caí en la cuenta, eran casi las 10 de la noche y al preguntarme si me iban a dar de alta la doctora me dijo que no que tenía que quedar en observación hasta que dejara de sangrar. Pasaban las horas y eran las 2 de la mañana, la enfermera se presentó y seguía inyectándome medicamentos para que no sintiera dolor. A la mañana siguiente eran las 7 cuando vi salir el sol y entonces me dijo que tal vez me daban el alta este día aunque no estaba segura porque había sido cesárea, me dieron de desayunar con una dieta líquida y Santiago se despertó porque tenía hambre. Lo alimenté y se volvió a dormir. A las 11.30 de la mañana empezaron a llegar las visitas y primero subió Daniel, fue una emoción muy grande cuando llegó porque no lo había visto desde hacía 2 días y tampoco pude avisarle. Después subió mi mamá y la enfermera me pidió que me metiera a bañar así que le hice caso, por si las dudas y me dejaban salir. Mis familiares se retiraron y me volví a quedar sola con el bebé, estuve alimentándolo y cambiándole el pañal hasta que se dieron las 2.30 de la tarde y al fin me llevaron de comer, yo como no había ingerido nada de alimento desde hacía más de 12 horas fue la gloria aun cuando la comida supiera a rayos. A las 4.30 de la tarde era hora de otra visita más en el día y volví a cuestionar a una ginecóloga mal encarada si me podía dar de alta pero estaba necia a dejarme hasta el domingo aunque realmente era hasta el lunes porque en fin de semana no daban las altas, me revisó y dijo que ya estaba dada de alta desde las 10 de la mañana. Se me iluminó el rostro y le pedí a Daniel que fuera por mi ropa para poder irme de ahí porque me estaba enloqueciendo. Vestimos a Santiago y esperamos por una vacuna porque era indispensable ponérsela y se tardaron casi una hora en ir por ella y aplicársela.

Cuando finalmente salí del hospital pregunté a mi mamá que era lo que sucedió y me explicó que a ellos nunca les dieron el permiso para que firmaran y aceptaran que me estaban operando, que se enteraron hasta después que el niño nació tampoco les dijeron si yo estaba bien o no mucho menos los dejaron pasar a visitarme hasta la mañana siguiente. Por mi parte siento que me arrebataron algo más que mi parto (que según ellos era imposible porque el niño estaba en posición podálica) me arrebataron los primeros minutos con mi hijo, me arrebataron una cesárea digna ya que en todo momento me sentí menospreciada y humillada por el sistema.

Ahora que todo ha pasado, aún lo recuerdo con cierta nostalgia y pienso que en mi próximo embarazo acudiré a servicios de maternidad particulares, porque si promueven el contacto madre a hijo en los primeros minutos de vida.

Adriana 22.