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El nacimiento de Naroa, PVDC2 en el Hospital Santa Caterina de SALT, Girona

Mas o menos a las 7 de la tarde noto que empiezo a perder liquido, supongo que he roto la bolsa, o mejor dicho que tiene una fisura, tengo contracciones, espaciadas, molestas e irregulares.

Sobre las 1 de la mañana seguimos igual, las contracciones son regulares cada 20, 25 minutos, pero no son intensas, las paso acostada sin problemas. Decidimos llamar a la doula para comentarle la situación y valorar cuando salir hacia SALT. Nos comenta que dado que hay rotura y el camino es largo, mejor salir pronto para hacer el viaje con tranquilidad.

Así decidimos llamar a mi madre para que se quede con las niñas (afortunadamente están durmiendo) y yo me meto en la ducha.

Las bolsas ya están en el coche, ultimamos detalles y salimos sobre las 2 de la mañana.

Vamos a recoger a la doula y de allí directos a Salt.

El viaje no es muy pesado, hay poco tráfico y las contracciones las voy llevando bien en el asiento de atrás del coche, es un viaje tranquilo, lleno de esperanzas, de algún miedo y de mucha felicidad, queda poco para tener a nuestra pequeña en brazos, qué emoción.

Llegamos sobre las 5.30 de la mañana, entramos por urgencias, y nos encontramos con una comadrona estupenda, como el resto del equipo, pero ella en un momento concreto de esta historia fue como un ángel para mí.

Entramos y hablamos con ella, le decimos quienes somos (pvd2c de lleida) y me pide permiso para mirarme, primero le digo que no, por la rotura de bolsa, riesgo de infección y todo eso, y me dice que tiene que confirmar que este soltando liquido pues tienen que ponerme antibiótico (estreptococo positivo) Así que accedo, me tumbo y me mira, me confirma que hay bolsa rota, inicio del proceso, cuello duro, bueno que aun queda mucho camino por recorrer, pero con mi historia clínica no puede darme el alta que mejor me ingresa en planta y vamos viendo como evoluciona.

Me suben a la habitación, empieza a salir el sol, sigo con contracciones, me van monitorizando de vez en cuando para ver como sigue la nena, es una campeona, esta perfecta.

Ya es domingo. El día lo voy sobrellevando, pero a partir de la tarde las contracciones son muy, muy fuertes, se me doblan las piernas, al caer la noche son cada minuto, minuto y medio, estoy desfallecida, llevo dos días casi sin dormir, con dolores, me siento sin fuerzas, se lo digo a mi marido y a nuestra doula, no puedo mas, me dan ánimos, los dos estuvieron siempre a mi lado.

No puedo mas, él me dice que lo que yo decida esta bien, que he llegado hasta allí yo sola, que soy muy valiente y muy fuerte, que no pasa nada, lloro. Deciden bajarme de nuevo a partos a ver como están las cosas, serán las 11 de la noche, más o menos. La comadrona que me atendió cuando llegué acaba de empezar su turno, viene a verme y me pide permiso para mirarme, le digo que sí, y me dice que las cosas no evolucionan, estoy a dos centímetros, cuello parcialmente borrado, me derrumbo, el cansancio, el dolor, el miedo, toda la presión se me caen encima de golpe, le digo que no puedo más que ya no lo aguantaré que me doy por vencida, todo entre sollozos y contracciones; ella se convierte en mi ángel, de repente se pone seria y me dice que deje de decir tonterías que soy una mujer que ha llegado hasta allí luchando por algo, que todas las mujeres dicen lo mismo y todas pueden, me da una buena reprimenda, y no sé como pero consigue levantarme del suelo, me devuelve las fuerzas para seguir un poco más.

Deciden ponerme un relajante muscular, a ver si consigo descansar un poco, no me quita las contracciones, pero me da un respiro, esa noche puedo dormir un poquito, entre contracción y contracción, mi marido y nuestra doula, están al pie del cañón, como yo duermen entre contracción y contracción, yo me levanto ellos también, para aguantarme y darme masajes en la espalda, menos mal que están conmigo.

Por la mañana amanecemos con una nueva esperanza.

Viene la ginecóloga que entra de guardia, y casualmente, afortunadamente diría yo (creo que mi bebita espero que llegara ella) es la misma con la que he tenido las visitas de control en Santa Caterina.

Me mira, y me dice que bueno que estoy en ello, pero que no podemos seguir así mucho tiempo, que tengo contracciones importantes, pero no dilatamos, estoy de 2, 3 centímetros, después de 1 día y medio.

Llega el pacto. Me dice que con mis antecedentes hay que hacer algo, ella apostó por mí al principio y va a seguir haciéndolo hasta el final, pero hay que tener en cuenta algunas cosas, estoy con bolsa rota, estreptococo positivo, que me están pasando antibiótico y haciendo analíticas cada 12 horas, pero hay un riesgo de infección, las dos cesáreas, un preparto que se esta alargando mucho, así que la opción que me da es poner un poco de oxitocina, con mucho control y en un margen de 4 horas si vemos que sigo sin dilatar se acabo el intento, vamos a quirófano; que nosotros decidimos. Lo hablamos y creemos que llegados a este punto es la mejor opción, no quiero rendirme todavía, así que accedemos.

Volvemos a la habitación, son las 8.30 la mañana, a prepararnos para lo que viene, me ducho, trato de relajarme, pensar, hablar con mi bebé y esperar, no queda otra cosa que esperar y confiar en mi cuerpo y en mi bebé, las contracciones siguen viniendo, pero creo que las vivo de forma diferente. Son las 11, vienen a buscarnos para ir a la sala de partos, donde están las habitaciones, la grande, con bañera esta libre así que nos ponen en esa, genial, ya la conocemos, estamos cómodos.

Empezamos con la oxitocina, me ponen el monitor; a la media hora las contracciones empiezan a ser constantes, rítmicas y duelen, pero se aguantan bien; empiezo a perder la noción del tiempo, no sé que hora es, ni cuánto ha pasado, van pasando a verme las comadronas, me ayudan, me sugieren posturas para aliviar el dolor, la ginecóloga no deja de asomarse a cada rato y observan desde la distancia, me ayudan, me apoyan, me aconsejan; siento su calor, pero no molestan, no interfieren.

La ginecóloga me pide permiso para mirarme, le digo que sí, no se que hora es, cuanto tiempo ha pasado, entre contracción y contracción, como podemos me mira, y sonríe, genial, las cosas avanzan, 5 centímetros, un aliento de esperanza nos llena, al fin parece que todo saldrá bien, seguimos adelante; mi marido me mira y sonríe, me acaricia la cabeza, me apoya, me acompaña, me sostiene, siento que su presencia fue imprescindible para mi. En algún momento me preguntan si me apetece meterme en la bañera, pero sin llenarla por el riesgo de infección, les digo que sí, el agua caliente es genial, me acuesto y mi marido se sienta detrás mío, me va mojando con el grifo de la ducha, las contracciones son mas llevaderas, pero siguen ahí, constantes, dejando patente que estoy ayudando a mi hija a venir al mundo.Con cada contracción pierdo el control, mi marido me ayuda a recuperarlo, me repite suave, respira, relájate, no luches, deja que venga y se vaya, ya falta menos, te quiero; su apoyo fue mi amuleto.

De nuevo me preguntan si pueden mirarme, esta vez lo hace una comadrona a petición de la ginecóloga, dice que quiere otra opinión que no sea la suya, me mira, me sonríe, me dice, 7, y creo que sí que podrá parir, me pide que empuje, lo hago, quería comprobar si la nena podía bajar, y sí que puede, todo va bien. El dolor es grande, el cansancio no lo noto, el tiempo pasa y yo no soy consciente.

Llaman al anestesista para ponerme la epi, la necesito, no puede venir, tiene la sala llena, tengo que ir yo, me recoge un celador, mi marido me acompaña hasta la puerta, tenemos que separarnos, uffffffffff, acostada no puedo aguantarlas, una, dos, tres, dónde esta el anestesista, lavándose las manos, ya viene, cuatro, cinco, ya esta aquí, me explica el proceso, empieza, seis, siete, espera contracción, como duelen, ocho, primer pinchazo para dormir la zona, nueve, …….., me pone la epi, trata de relajarte, acuéstate, je, ni que fuera tan fácil, el celador me mira con cara de dolor, trata de consolarme, tranquila, aguanta un poco más, ya queda poquito, enseguida te hace efecto, no sé el tiempo que pasé allí, pero se me hizo eterno, necesitaba a mi marido conmigo. Ya me vuelven a llevar a partos, la epi empieza a hacer efecto, las contracciones son más suaves, las noto pero puedo descansar.

La nena sigue bien, su corazoncito late fuerte y seguro, es una campeona.

La nena esta en cefálica lateral, hay que tratar de que acabe de girarse y ponerse como toca, así que me acomodan en una cama, acostada sobre el lado derecho y con la pierna izquierda en el estribo, suerte de la epi, sino quién aguanta así.

Permiso para mirarme, creo que es sobre las 7 de la tarde, 9 centímetros, una sonrisa ilumina los rostros de todos, y poco a poco parece que la nena se va girando. Todo va bien. La ginecóloga me pide la mano, noto a la niña, le he tocado la cabeza, ven papá, mira, mi marido ve la cabeza de la nena esta en un primer plano, aún falta pero todo va bien. Siento una gran presión en la zona del culo, siento deseos de pujar, la comadrona me dice que si lo siento que lo haga, y con cada contracción voy haciendo, la anestesia está desapareciendo, pusieron la bomba muy tarde, viene el anestesista a verme, se alegra de saber que estamos en 9 y pide que me añadan un poco de anestesia, todo vuelve a estar algo más tranquilo. La presión sigue, se acerca el momento, estoy ansiosa, me siento feliz, deseo enormemente abrazar a mi hija, ayudarla a venir al mundo, sentir su calor sobre mi pecho. Siento deseos de empujar, me duele, la presión es increíble, ufffffffff que poquito falta, creo, que falta poquito.

Viene la gine, confirmado, falta poquito, estamos en la fase final, casi lo hemos conseguido, llega el momento de empujar, y lo hago, vaya que si lo hago, como una loca la presión es muy grande, quiero que se acabe, mi marido esta conmigo, me ayuda, me da ánimos, me acompaña, la comadrona también, esta al otro lado me dan calor, creo que lo digo en voz alta, duele, la presión duele, la ginecóloga me dice tranquila, te ayudo un poco, la niña corona, la veo por el espejo, mi marido se cambia de sitio ya no está a mi lado está esperando para recibir a nuestra beba, quema, también lo digo en voz alta, la ginecóloga me dice sí mamá, primero duele la presión luego quema y ya esta aquí la pequeña, no empujes, respira, respira, tranquila, aguanta, (trata de que no me desgarre), aguanto, llega la próxima contracción, empuja, ahora papá cógela, es tuya, y papa la coge entre sus manos, se le ilumina la cara, la mirada como nunca antes.

Mi niña nació son las 11.20 de la noche del lunes 24 de noviembre de 2007, y la recibió su papá, me la pone encima enseguida, la acaricio, la secan rápido para que no le dé frío, le ponen una toalla caliente encima y la abrazo, tengo deseos de llorar, de felicidad, de tristeza, de cansancio, de dolor, de emoción, de todo, pero sobretodo de felicidad, lo hemos conseguido, nuestra niña ha venido al mundo como deberían hacerlo todos los bebes, rodeada de respeto, de calor, de amor, de cariño, de tranquilidad.

Qué pequeñita es, qué bonita, abre los ojos, parece que me mira, no puedo dejar de acariciarla, mirarla, sentirla, la pongo al pecho y enseguida lo coge, no sé cuánto tiempo ha pasado, ya la gine no está, me ha cosido, solo un punto, un pequeño desgarro, se han ido todos, estamos solos, papá, la bebé y yo, tranquilos, en penumbras y silencio. Nos miramos y creo que hoy hemos empezado a amarnos un poco más.

Gracias a todo el maravilloso equipo medico con el que nos encontramos que en todo momento estuvieron a nuestro lado, supieron acompañarnos en la distancia cuando fue preciso, y estar a nuestro lado cuando las fuerzas desfallecían, gracias por demostrar vuestra humanidad y respeto por el nacimiento de una nueva vida, gracias por todo, nunca podremos olvidar nuestro paso por el Santa Caterina.