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EL NACIMIENTO DE MARCOS EN EL H.DE CABUEÑES

EL NACIMIENTO DE MARCOS. EL 25 DE NOVIEMBRE DE 2019 EN EL H.DE CABUEÑES.

Mi pareja J. y yo decidimos que queríamos tener hijos hace unos 5 años, pero no encontrábamos el momento. Este Febrero decidimos que el momento adecuado nunca iba a llegar y que el presente era tan bueno o tan malo como cualquier otro. Sin más, nos pusimos manos a la obra, cogí mi calendario y calculé mis días fértiles, pero la cuenta de la vieja me parecía poco fiable y puse en mi cesta de Amazon varios test de ovulación y de embarazo. Spolier alert: nunca llegué a comprarlos

En Marzo hicimos lo propio los días que yo había marcado y en Abril, tras un considerable retraso compré un test de embarazo en la farmacia. No me decidía a hacerlo, no quería que fuera negativo (había tenido un mes muy duro) y a la vez ¿cómo iba a ser positivo tras intentarlo una sola vez?... El décimo día de retraso me desperté decidida en medio de la noche, saqué el test de la caja y leí las instrucciones: hacer pis en un vaso, introducir el test y esperar. ¡No hizo falta esperar! Casi instantáneamente al meter el test en la orina dos claras rayas rosas se formaron. Estaba embarazada, super-embarazada :)

Pedí cita con mi matrona y allí me informaron de la importancia de tomar Yodo para la formación del sistema nervioso del bebé desde antes de quedarse embarazada. Empezamos bien, no tenía ni idea... Empecé a tomar Yodocefol desde ese momento y Marcos nació sano, pero si estás leyendo esto y lo estás intentando puedes hacerlo mejor que yo y empezar a tomarlo ya. El Yodocefol es barato y se vende con y sin receta, pero hay otros muchos que puedes elegir.

Mi embarazo transcurrió sin novedad, me alegra decir que no vomité ningún día, aunque tuve cansancio el primer trimestre. La única prueba que me salió alterada fue el Test de O’sullivan, la curva corta de la glucosa, pero la larga me salió bien por lo que se descartó la diabetes gestacional y no tuve que hacer dieta.

Me gustaría decirte que a esta prueba acudí muy nerviosa, me habían comentado que era fácil vomitar el líquido incluso desmayarse. Al final resultó que el líquido no es tan desagradable, sabe cómo una “cantimplora” o un “flas” de los que se vendían en el quiosco, no es que esté rico, pero tomarlo no me supuso un gran esfuerzo (es mucho peor comer alcachofas). Por otro lado, la curva larga es, pues eso, larga. Pasas unas 4 horas en la sala de espera y te pinchan 4 veces, pero ya tenía la experiencia anterior y sabía que lo más importante era tener paciencia. En general las molestias son como las de una extracción de sangre si te mareas puedes tumbarte en una camilla.

Llegada la semana 22 de embarazo, empecé a ir a un curso de AIPAP con el equipo de Acompañando en Gijón, muy recomendable. Las matronas y el matrón que lo imparten trabajan en el H. de Cabueñes lo que te da la posibilidad de tener una cara conocida el día del parto, aunque yo no la tuve. Pude resolver mis dudas, trabajar los músculos que necesitan estar fuertes y flexibles para el parto y compartir mis inquietudes con las compañeras. Te lo recomiendo.

El tercer trimestre llegó sin darme cuenta y la barriga empezó a crecer, especialmente a partir de la semana 32. Llegada la semana 36, en la última revisión ginecológica, di la tensión un poco alta por lo que me derivaron a la consulta de Fisiopatología fetal y me controlaron con monitores y analíticas por riesgo de preeclampsia.

La preeclampsia consiste básicamente en que la placenta no pasa suficientes nutrientes al bebé. Pero como mi embarazo estaba a término y mi bebé tenía suficiente peso no resultó ser grave. Aun así, me vigilaron de cerca, me tomaban la tensión a días alternos y me hacían una analítica semanal.

Y en la semana 39 y 4 días ¡llegó el momento del parto!

En la semana 37 empecé a tener molestias como un dolor de regla constante y suave (yo tengo reglas muy dolorosas) que no fueron a más hasta el sábado 23 de noviembre, que empecé con contracciones leves durante la mañana. Sabía que eran contracciones porque empezaban poco a poco, se volvían intensas y luego se disipaban gradualmente. Pero eran poco frecuentes y sabía que estas contracciones podrían irse y volver a lo largo de varios días por lo que continué con mi día. A eso de las 9 de la noche, empezaron a ser más frecuentes e intensas. Vendrían cada 15 minutos, pero no me impedían caminar ni hablar.

Durante la noche las molestias empeoraron, con cada contracción tenía que levantarme, sujetarme a una mesa y estirarme de puntillas para soportar mejor el dolor. Al irse me daban unas ganas muy intensas de ir al baño y eso hacía.

A eso de las 5 de la mañana, fui al baño tras una contracción y noté un flujo muy denso y blanquecino en mi ropa interior, había expulsado el tapón mucoso. Me animé mucho, el parto ya estaba en marcha y pronto llegaría el momento de conocer a Marcos.

Intenté dormir algo, pero pasé la noche en vela. Al amanecer del domingo, aún tenía las contracciones cada 10 minutos. Me repetía a mí misma lo que me habían dicho en las clases de preparación al parto, no ir al hospital hasta tener contracciones cada 5 minutos que duren 1 minuto y esto durante una hora. Yo no había roto la bolsa por lo que me tocaba esperar y así transcurrió la mañana del domingo y la tarde.

J. se encargaba de que comiera y bebiera, habíamos hecho el curso de preparación juntos y controlaba los tiempos de las contracciones. Traté de que el parto se acelerara dando paseos y subiendo y bajando escaleras.

Por la tarde, el cansancio y la intensidad de las contracciones hizo mella y me metí en la ducha bajo el agua calentita. Estuve tanto rato que perdí la noción del tiempo, el calor me aliviaba mucho el dolor y eché de menos una bañera.

A las 10 de la noche, con contracciones de un minuto o incluso más pero cada 7 u 8 minutos decidí que necesitaba ir al hospital. Me esperaba otra noche en vela por delante y ya eran muchas horas con contracciones. Así que cogimos los bártulos y fuimos a urgencias.

En el triaje fueron muy amables apenas tuve que decir nada y me pasaron directamente a la zona de ginecología. Me atendieron rápidamente y me exploraron. Tenía el cuello de útero borrado y estaba de un centímetro. Se me cayó el alma a los pies.

Me hicieron un monitor y las contracciones las tenía cada 9 minutos, creo que ese momento en la camilla, fue el que tuve menos contracciones de todo el parto. Me dieron la opción de quedarme, pero me recomendaban irme. Todavía me quedaba y yo sabía que si ingresaba podía estresarme y ralentizarse todo. Lo que menos quería y más miedo me daba era necesitar oxitocina, pensar en que las contracciones podían ser más fuertes e intensas que las que ya tenía se me hacía imposible.

Así que, hice acopio de toda mi fuerza de voluntad y me fui a casa. Al llegar me metí en la ducha, concentrarme en sentir el calor y el alivio de del agua me sirvió para sobrellevar el viaje de vuelta en el coche. Pasé muy mala noche, no podía sentarme ni apoyar la zona lumbar, fue agotador. Hacia las 5 de la mañana me empezaron a dar calambres en las piernas y saque la manta eléctrica y una crema para relajar los músculos. Recuerdo pensar, “ahora que puedo respirar y pasar las contracciones bien me dan calambres en las piernas”.

Amaneció y las contracciones aún eran cada 7 minutos, llevaba 48 horas sin dormir y hacía tiempo que había superado el mayor cansancio que había sentido nunca. A las 10:00 tenía programado un monitor y a las 12:10 consulta con fisiopatología, no quería volver a urgencias y que me dijeran que estaba de 2 cm, no me creía capaz de soportar otra vuelta a casa. Así que decidí saltarme el monitor e ir a la consulta de fisiopatología.

Fue difícil mantener el tipo mientras tenía contracciones en el aparcamiento, la administración del hospital y la sala de espera. Pero en cuanto vi a una enfermera le expliqué que estaba apurada y que tenía contracciones frecuentes para que me atendieran lo antes posible. Fueron muy agradables y la ginecóloga al explorarme me dijo que ya estaba de 4 cm. Lloré de emoción y alivio, ya podía pasa a partos tras 36 horas con contracciones fuertes.

Me dieron una habitación en planta y un camisón para ponerme. J me ayudó a vestirme y me apoye en la que sería mi cama para seguir concentrada en mis contracciones. Ya me dolían menos las piernas y las contracciones las tenía controladas, aunque eran muy frecuentes y no me permitían hablar ni moverme, solo respirar.

Al poco vino una auxiliar a preguntarme si quería desayunar café o colacao, me pareció lo más surrealista que me podían preguntar en ese momento. Dije que descafeinado y volví a concentrarme. Poco después llegó la que sería mi matrona, no la había visto antes, me pareció muy seria pero profesional. Me preguntó el nombre que tendría el niño y si llevaba tatuajes, pendientes o las uñas pintadas.

A las 13:00 vino una auxiliar para llevarme a partos, me tumbe en la cama y me llevaron hasta allí. Al llegar le dijeron a J. que tardarían media hora en prepárame y que hasta entonces no podía pasar. No entendí muy bien porque, lo único que se me ocurre es que la sala de dilatación era muy pequeña. J. aprovechó ese momento para ir a comer a la cafetería y reponer fuerzas, sería lo último que comería hasta conocer a Marcos.

Ya en la sala de dilatación, me exploraron y estaba de 6 cm. pero el bebé estaba muy arriba. Me rompieron la bolsa, me pusieron una vía y el monitor vía vaginal. No sé si esto se hace siempre o si la matrona lo consideró necesario en mi caso.

Vi que pasaba el anestesista y no lo dudé pedí la epidural, aunque podía soportar el dolor no me veía capaz de llegar al expulsivo sin dormir nada. Me daba tranquilidad tener la vía puesta por si era necesario entrar en quirófano y si finalmente el parto terminaba por ser instrumental yo prefería tener la epidural.

Recuerdo que me dijeron que no siempre se podía, pero al cabo de 2 minutos ya lo estaban preparando todo y me colocaron. La posición es algo incomoda, pero soportable, te sientas en un extremo de la cama con las piernas hacia delante extendidas sobre el colchón. Me pusieron anestesia local y esperaron a que no tuviera contracción, fue muy rápido y no me costó mantenerme quieta.

Pedí algo de beber y me ofrecieron Acuarius o agua, elegí agua y eché de menos una pajita. De todas las cosas que llevábamos para el parto solo utilicé el bálsamo labial. Entonces sentí el calor de la anestesia hacia mis piernas, me relajé y por fin, tras dos noches en vela, dormí.

Al cabo de un par de horas me volvieron a explorar y ya estaba de 10 cm, pero el bebé seguía muy alto, así que la matrona me colocó de lado con una pierna sobre la otra y poco a poco Marcos fue descendiendo.

A eso de las 5 de la tarde el efecto de la epidural iba pasando y la matrona me dijo que íbamos a empezar a empujar. Al parecer lo hacía fatal, yo lo intentaba con todas mis fuerzas, pero me decía que lo hacía al revés. Me dio mucho bajón y pensé que no lo iba a conseguir, la matrona me repetía lo mal que empujaba y yo no sabía qué más podía hacer, pero no me quedaba otra y seguí intentándolo. En algún momento debí empezar a hacerlo bien porque me dijeron que ya se veía la cabeza.

En ese momento tuve el mayor dolor de todo el parto. Justo al terminar la contracción y dejar de empujar sentí un dolor muy intenso y fuerte en la zona lumbar, me resultaba insoportable. La matrona dijo que no podía sentir nada con la epidural y que si no tenía contracción no me podía doler, me asusté al pensar que no era normal e insistí. Finalmente, la matrona dijo que era por la presión que hacia la cabeza del bebé en el canal del parto y que cuanto más empujara menos me dolería. Me sonó un poco a cuento y me lo creí a medias, pero una cosa estaba clara cuanto antes terminara antes pararía. Me abracé al brazo de J. con todas mis fuerzas y seguí empujando.

En algún momento llegó la ginecóloga y las auxiliares para llevarme al paritorio, ya solo quedaban un par de pujos (aunque yo no lo sabía). Mientras me preparaban el bebé se hizo caca y hubo entonces que llamar a la pediatra y acelerar el proceso. Sabía porque nos lo habían explicado en el paritur, que en ese caso al bebé se le cortaría el cordón sin esperar y que lo llevarían al pediatra para que lo valorasen sin hacer piel con piel. Te recomiendo ir al paritur con tu pareja, incluso pedir el día en el trabajo si hace falta, J. no pudo y nos hubiera gustado ir a los dos.

En la misma cama me llevaron al paritorio y me subí con dificultad a la silla de partos, donde me coloqué en posición de litotomía. La matrona y la ginecóloga valoraron mi periné y me comunicaron que en mi caso lo mejor era hacer episiotomía y evitar un desgarro casi seguro. Yo tengo la piel muy delicada y soy pelirroja así que sabía que era una posibilidad. Los puntos no me dieron problemas, simplemente me lavaba con agua un par de veces al día y en un par de semanas ya no tenía ninguna molestia.

Ya en la sala de partos y subida en la silla esperamos a que viniera la siguiente contracción. Me agarre a la silla y empuje con tas mis fuerzas, al menos dos o tres veces en cada contracción. En la tercera me hicieron el corte y Marcos salió con fuerza, eran las 19:05 del lunes 25 de noviembre. Solo vi una mancha roja pasar de las manos de la ginecóloga a la auxiliar, se lo llevaban al pediatra para comprobar que todo estuviera bien. Estaba exhausta y preocupada, pero me concentré en el siguiente paso: la placenta.

Realmente, poco tenía que hacer aquí, más que asegurarme que estaba entera, y así fue. Tras el alumbramiento, se dispusieron a coserme, pero me dolió el pinchazo y me ofrecieron anestesia local que acepté de buen grado.

Entonces escuchamos el llanto de Marcos, nos dijeron que todo estaba bien y nos lo trajeron. Me lo pusieron en el pecho para hacer piel con piel y sentí su calor. Recuerdo que llevaba un gorro de rayas azules y rosas y que solo le veía un hombro. J. me decía que era muy guapo y que tenía los ojos muy abiertos. Así estuvimos unos minutos hasta que me llevaron a la sala de dilatación en la que estuvimos una hora los tres juntos. Este fue un momento muy especial para nosotros y te recomiendo que lo disfrutes al máximo, sin distracciones.

Si quieres dar el pecho debes empezar cuanto antes, Marcos pesó 2,800 kg y apenas mamó durante esa hora. Quizá porque estaba bajo de peso y dormido, pero le costó mucho engancharse, hasta el cuarto día que me dieron pezoneras.

Te recomiendo que si tu bebé no se engancha las pidas cuanto antes y no esperes a que pase tanto tiempo. Nosotros nos quedamos ingresados 5 días porque Marcos no ganaba peso, no se enganchaba y no tenía interés por comer. Fue muy estresante y traumático, me replantearé la lactancia exclusiva en el futuro, sobre todo si el bebé nace tan justo de peso.

Cuando nos llevaron a la habitación de planta eran las 21:00 y entonces me dispuse a comunicar el nacimiento a mis familiares y amigos. J. y yo decidimos no comunicar el parto hasta que hubiera pasado, así yo estuve más tranquila y al día siguiente mis padres vinieron descansados y frescos a relevar a J. El trato en planta fue muy bueno y agradezco un montón la atención a todos los profesionales, pero eche de menos a una especialista en lactancia.

No hace falta llevar gran cosa, te facilitan todo lo que el bebé necesita, pero no puedes dejarte la ropa para ir a casa (o primera puesta) y la silla del coche. Para mí lo imprescindible fueron las zapatillas, el neceser y la bata y para J, el cargador del móvil, las zapatillas y para dormir: una sábana, una almohada y una manta.

Me habían comentado que en el Hospital de Cabueñes habían cambiado mucho las cosas y me alegra confirmar que así es. Volveré a elegir este hospital para otros partos si es que llegan.

Mucha suerte en tu maternidad, espero que conozcas pronto a tu bebé y nos lo cuentes.