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El nacimiento de Ezequiel

PRÓLOGO

Yo llevaba mucho tiempo informándome sobre el tema del parto. Incluso antes de estar embarazada me gustaba pasar horas viendo videos y leyendo testimonios de mujeres que habían parido recientemente.

Me di cuenta de lo mucho que sufrían algunas de ellas en lo que debería ser la experiencia más gratificante de sus vidas. Y no me refiero al dolor físico, si no al que viene de ciertos procedimientos hospitalarios tales como la tendencia a medicalizarlo excesivamente, la separación del bebé y su madre, la privación a que ésta sea protagonista en todo momento y un largo etc. Supe que cuando me llegara la hora, haría lo posible porque ni mi bebé ni yo pasáramos por eso.

Cuando estuve embarazada comencé a informarme sobre todos los procedimientos médicos que se siguen ahora en los hospitales. Siguiendo las recomendaciones de la OMS elaboré un plan de parto en el que pedía que se respetasen mis decisiones, en el que exigía intimidad y mucha dulzura. Lo que más me importaba era saber lo que me harían en cada momento, poder participar y que no me separasen de mi hijo bajo ningún concepto.

Envié este plan de parto a un par de hospitales para saber que opciones tenía. La verdad es que ambos me contestaron una carta en la que me explicaban su procedimiento a seguir, insinuando que eso era lo único que ellos podían ofrecerme y que no tenía ninguna garantía de que fuese a respetarse mi plan. Sabiendo esto, y teniendo en cuenta que yo descartaba desde un principio la posibilidad de parir en casa por diversas razones, elegí entre esos dos, el hospital que me quedaba más cercano y que además era el que me correspondía: el Hospital Cantabria (HUMV).

Casualmente me hicieron llegar una carta de bienvenida del servicio de ginecología y obstetricia de dicho hospital (que habían editado muy recientemente) en la que me explicaban su propósito de mejorar la asistencia al parto y respetar su fisiología al máximo posible... lo que me tranquilizó bastante.

Me decidí a tener a mi bebé en dicho hospital confiando en esto y en que un par de conocidos que trabajan allí pudiesen “ayudarme”.

Resultó que como suele ocurrir, las cosas no suceden como las planeamos pero a pesar de ello, todo se resolvió perfectamente y todo fue como tenía que ser.

En resumen, mi parto fue un parto difícil aunque maravilloso. (Lo relato completamente más abajo). Desde que rompí aguas hasta que nació Ezequiel pasaron 23 horas. Fue un parto muy respetado e íntimo aunque necesariamente medicalizado. Y digo “necesariamente” porque mi dinámica de contracciones no era efectiva y mis picos de dolor eran tan altos que se me frenaba el efecto de mi propia oxitocina. Me estanqué en 3 cm de dilatación y con un sufrimiento tal que tuvieron que ayudarme con un gotero de oxitocina artificial porque ya llevaba muchas horas con la bolsa de aguas rota y había riesgo de infección. Lo cierto es que en esos momentos solo deseaba que todo saliera bien y pasara rápido, ya no me importaba necesitar oxitocina o epidural, ya había hecho todo lo que estaba en mi mano. Desde el momento que me pusieron la epidural, todo fue fantástico y rapidísimo: al no sentir dolor pude relajarme e incluso dormirme...lo que me llevó a dilatar completamente en una hora. Los momentos previos y el periodo del expulsivo fueron todo felicidad y optimismo. El hecho de tener que empujar con todas mi fuerzas me hacia sentirme viva y heroína de mi propia aventura. Agarré al bebé y lo arrimé a mi pecho con el instinto y la decisión de una verdadera madre en la naturaleza más salvaje. Después hubo tiempo para todo. Padre, madre e hijo estuvimos juntos todo el tiempo que quisimos, alumbré espontáneamente y el cordón umbilical no fue cortado hasta mucho tiempo después de que dejase de latir...y todo en la mas absoluta intimidad (solo estábamos nosotros y la matrona, y una enfermera muy silenciosa y discreta que pasaba desapercibida). El ambiente fue muy familiar, hubo risas y un montón de bromas que anunciaban lo tranquilo que se había quedado el entorno después de que naciera el que sería el último bebé de esa noche.

HA NACIDO MI ANGELITO

9 de Febrero 09 (40+4)

"....Para entonces ya estábamos muy impacientes por verte. Los días se pasaban lentísimos y ya no quedaba nada por preparar. Todo estaba listo y yo estaba atenta a cada cosa anormal que me ocurría. El día 5 de febrero salí de cuentas y tu aún no habías llegado... ¿Sería yo una de esas mujeres que se les retrasa tanto el parto que tienen que provocárselo?1 En realidad no... Semanas antes yo había empezado a expulsar el tapón mucoso... y mis contracciones se hacían cada vez mas frecuentes, incluso un día había sentido ya contracciones dolorosas (que dolor mas dulce...) La noche del día 8 de febrero papá y yo estábamos viendo la televisión, tu no parabas quieto ni un instante, parecías una centrifugadora a toda máquina. Yo lo interpreté como un intento tuyo de romperme la bolsa de aguas, y mira por donde... así fue. Cuando nos metimos en la cama empecé a sentir contracciones y algunas ya dolían un poquito más. Decidí dormirme pensando que si estaba de parto me despertaría en mitad de la noche por el dolor, pero antes de que pudiese cerrar los ojos sentí que salía mucho flujo, me levanté de un brinco y le dije a papi "creo que he roto aguas" (eran las 12.30). No estaba segura porque no había sido mucha cantidad, así que esperamos un rato antes de decidir que hacer. A la media hora comencé a echar mucho líquido amniótico, era evidente, íbamos a conocer a nuestro pitufín, ¡que felicidad!, papá y yo nos abrazamos... Llamé a mi madre y se lo conté. Empezamos a organizar la casa, la maleta y nos dimos una duchita. Las contracciones cada vez me dolían mas. A las 4.30 de la madrugada entrábamos en urgencias. Me hicieron un tacto2 y me dijeron que solo había dilatado 1 cm y que el cuello del útero solo estaba borrado al 80%, pero que como ya había roto aguas me quedaba ingresada. Me llevaron a una habitación para dilatar y me dieron una pelota de esas grandes para hacer ejercicios y que fuese más rápido. Las contracciones pararon y pude dormir unas horas... a la mañana siguiente volvieron a mirarme, solo estaba dilatada de 3 cm , las cosas habían avanzado poco, y las contracciones me dolían mucho.3 Me estanqué ahí unas cuantas horas... los dolores ya no me dejaban ni respirar, venían cada 5 minutos pero eran muy intensos. Pedí por favor que me bajaran a partos y me pusieran la epidural4 pero me dijeron que tenia que aguantar una hora más así porque si me anestesiaban con tan poca dilatación el parto podría retrasarse. Así lo hice, esperé todo lo bien que pude hasta que me bajaron a partos, para entonces el dolor era indescriptible, sinceramente creí que yo no aguantaría ni una contracción más de esa manera. Tenia ganas de vomitar, de desmayarme, ¡quería que me abriesen y te sacaran ya! estaba a punto de tirar la toalla... ¡que desesperación! Entonces me pusieron la epidural. Costó que me hiciese efecto, y al principio solo se me durmió un lado del cuerpo. Cuando consiguieron dormirme ambos, vi la luz...que gloria madre mía no sentir dolor...

Me pusieron oxitocina para acelerar un poco el parto, las contracciones que tenia ahora eran mucho mas frecuentes, aunque menos intensas, y como no sentía nada conseguí dormirme. Una hora y media después me hicieron otro tacto ¡y había dilatado casi completamente! estaba en 9 cm. Cuando oí a la ginecóloga decir "esta casi completa" casi me echo a llorar. Que alegría sentir que ya llegabas y que todo iba a salir bien... di la mano a tu papi y ambos nos dimos cuenta de que todo había merecido la pena. Me explicaron que solo faltaba que bajases un poco en el canal del parto, en media hora me dijeron que estaba lista para empujar y que en un cuarto de hora me pasarían al paritorio. Llegué a los pujos con las piernas totalmente dormidas. Me dijeron que tenias la cabeza bastante grandecita y yo la pelvis bastante estrecha, no sabían si tendrían que hacerme una cesárea5, pero me dijeron que íbamos a intentarlo vaginal. Ya estaba tumbada en el paritorio y lista para empujar, la matrona me decía cuando debía hacerlo y cuando debía descansar y coger aire. Fue increíble porque te expulsé en 4 contracciones, en cada contracción hacia 3 pujos y descansaba, así que en 10 minutos te tenía fuera. Olga, la matrona, fue estupenda y Álvaro también, ambos me motivaban muchísimo diciéndome que la cabecita ya estaba casi fuera, y que yo lo estaba haciendo muy bien. Cuando salió la cabeza y casi todo tu cuerpecito me dijeron que me incorporase. Pude agarrarte y terminar de sacarte con mis propias manos, te arrimé a mi pecho y empecé a llorar de emoción. (Eran las 23.20 del día 9 de febrero). Estabas tan calentito...embadurnado en esa grasita tan suave... Tu olor no se me puede olvidar, que olor tan tibio...a vida nueva. La matrona sabía lo mal que lo había pasado y me dejó estar contigo todo el tiempo que quise.6 Pude disfrutar de ese contacto piel con piel tan importante durante el alumbramiento de la placenta y mientras me cosían (necesité una pequeña episiotomía)7. Esos fueron los minutos más felices de toda mi vida, te contemplé ensimismada, contemplé todo tu cuerpecito intentando entender cómo había podido crear algo tan bello y tan perfecto y haberlo tenido en mi interior...tan cerquita. Entonces me sentí orgullosa de mí y de ti...y me sentí en paz. Fue muy íntimo, solo estuvimos la matrona, tu papi, tu y yo.

Tú y yo estábamos manchaditos de sangre. Me enseñaron la placenta; era enorme, y también me dijeron que el cordón umbilical era de los mas largos que habían visto. Cuando me sentí preparada para separarme de ti, te llevaron a pesar: ¡¡¡3, 970 Kg!!! Menudo ternerito... Mediste 52,5 cm y en los dos test de Apgar sacaste una puntuación de 9 sobre 10. Álvaro corrió a decir a nuestros familiares, que estaban bastante preocupados, que ya habías nacido, y después te sacó para que te viesen, creo que todos lloraron de emoción. Estabas enorme, enorme, sano y precioso. La matrona me felicitó y me dijo muy sinceramente que nunca había visto a una chica que hubiese empujado tan bien y eficazmente como yo. Después de 23 duras horas de parto, y con las piernas totalmente dormidas había conseguido expulsar a un bebe de 4 kilos y una cabeza bastante grandecita ¡en 10 minutos!

Entre las enfermeras, las matronas y las gines me llamaban << la leona >>. En 20 minutos ya estabas enganchado a mi pecho, succionando como un loco... Todo había salido bien, todo había pasado, y el último periodo del parto había sido muy rápido. Cada vez que lo recuerdo me echo a llorar, y deseo pasar por ello de nuevo, o trasladarme al pasado para volver a sentirlo. A pesar de haber insistido con firmeza en que quería que mi parto fuera grabado, tu padre, entre los nervios, la emoción y el cansancio acumulado de noche y día... no pensó en mas que acompañarme, y asistir activamente al parto...y verlo todo y conocerte a través de sus ojos, y no a través de un objetivo. Y así fue que minutos después de que nacieras sacó la cámara y grabó esos momentos tan únicos e irrepetibles. Mientras tu estabas en mi pecho, y yo todavía estaba conociendo cada parte de ti...hipnotizada, memorizándolas como un mapa que nunca olvidaré, el me preguntó: -"¿Quieres decir algo Cayetana?", y yo no atiné a decir nada mas que una frase que me salía del alma; sonriente y con ese brillo en los ojos que ya no voy a perder...dije: -"Que soy muy feliz"-

En el tiempo que transcurrió en el paritorio, justo antes de que me pasaran a observación...te di un millón de besos, te agradecí todo, y te quise, en silencio, más de lo que nunca antes lo había hecho. No podía dejar de recordar ese instante tan intenso, en el que sentí que me rompía de ansias y de amor por darte paso a la vida y en el que habría hecho lo que fuera por ayudarte a llegar. Ese segundo mágico en que por primera vez respiraste tu solo y dejaste de ser yo. Recuerdo que me miré la que antes había sido una tripa enorme, redonda y tersa y ya no estaba. Volvía a estar deshabitada... sentí tu ausencia y una melancolía que me llevó irremediablemente a buscarte otra vez con la mirada y confirmar que seguías encima de mí. Respiro profundamente...te siento y el gozo me inunda, el tiempo se ha detenido. Viva la vida.
Todo se había iniciado aquel momento 9 meses atrás, aquel momento tan bello que ahora se colmaba de significado y todo su proceso culminaba en ti, en mi y en ese preciso instante...”

Ezequiel te quiero. Me has hecho tan feliz...

REFERENCIAS/NOTAS

1. Antes de parir esa pregunta me la hacía mucho porque tenía miedo de que me provocaran el parto, que es algo que se suele hacer casi sin pedir la opinión de la madre. Mi gran deseo era ponerme de parto espontáneamente, sin presión, cuando mi bebé quisiera y mi mayor miedo era sobrepasar el estándar hospitalario de 40 semanas y verme”sometida” por las prisas y el miedo absurdo de algún ginecólogo a que se me oxidara la placenta, a que el bebé creciera demasiado, etc.
Ahora sé que estas dudas son normales una vez se ha llegado a los estándares hospitalarios (40 semanas) pero según la OMS cualquier nacimiento que se dé entre la semana 38 y la 42 está dentro de lo normal. Así que, técnicamente, no existe un "retraso" y las inducciones en su mayoría se realizan sin justificación científica, es más una cuestión de protocolo que de seguridad de la madre o el bebé.

2. El problema de los tactos durante el parto es que aumentan la posibilidad de infección y, por tanto, disminuye el tiempo de espera que se le puede dar a tu hijo para que nazca. Otra de las consecuencias negativas es que pueden desmotivar mucho a la madre, ya que la información de un tacto es relativamente fiable (puedes estar muy poco dilatada y en cuestión de una hora o menos avanzar muchísimo y viceversa, tener muchos centímetros y que durante un tiempo el parto se pare o vaya más despacio, ambas situaciones son completamente normales).
Yo no se cuantos tactos me hicieron durante todo mi parto, pero sé que no los contaría con los dedos de una mano. Efectivamente estos me desmotivaron mucho, tanto el primero como todos los demás porque mi dilatación fue extremadamente lenta, y me imagino que en parte fue por la propia decepción resultante de cada uno de esos tactos. Además éstos me provocaron miedo e inquietud porque yo sabía que cuantos más tactos más riesgo de infección.

3. Tengo que aclarar que el tiempo que estuve dilatando en la habitación, antes y después de haber dormido, no tenía oxitocina puesta, (o al menos eso me respondieron cuando lo pregunté) si que tenía una vía pero me dijeron que no era eso. No se por qué tuve tales dolores, supongo que cada mujer es un mundo, pero tengo entendido que los partos largos, habiendo roto aguas, son los que más duelen. Además el hecho de sentirte atosigada e intimidada (por preguntas, visitas inesperadas, interrogatorios, presiones, pruebas, tactos, inmovilización, etc.) lo empeora todo: retrasa el parto, lo hace más prolongado y duro, doloroso y traumático, tanto para la madre como para el bebé.

4. Afortunadamente, yo tomé la decisión de que me pusieran la epidural a sabiendas de sus pros y sus contras. Y afortunadamente en mi caso fue maravillosa y todo lo que puedo decir de ella es positivo. En mi caso no retrasó el proceso ni lo dificultó de ninguna forma, ni llevó a que fuera un parto instrumental o cesárea. En este aspecto tuve mucha suerte porque para mi el parto estaba siendo muy doloroso y duro.

5. He sabido después de escribir este relato que es prácticamente imposible determinar exactamente el tamaño de la cabeza de un bebé y de la pelvis de su madre a través de los instrumentos de medición (y mucho menos simple vista); en segundo lugar, tanto la cabeza del niño como la pelvis son asombrosamente flexibles y pueden adaptarse a las necesidades del momento y el contexto; y, en tercer lugar, las verdaderas desproporciones céfalo pélvicas suelen estar relacionadas con enfermedades degenerativas o fracturas óseas. Todas las mujeres sanas (salvo excepciones como las que nombro antes) están físicamente capacitadas para parir a sus hijos vaginalmente.
Yo desconocía bastante este tema antes de parir y recuerdo lo mucho que me inquietaron las palabras “cabeza grande”- “pelvis estrecha”- “cesárea”. A pesar del miedo que estas me produjeron, empujé con una fuerza que no procedía de mí y, efectivamente, Ezequiel salió por donde tenía que salir SIN NINGUNA DIFICULTAD. Ahora tengo una inmensa seguridad sobre esto y en mi próximo parto no dudaré ni un segundo sobre las capacidades de la mujer y su cuerpo.

6. En este punto quiero aclarar que pase lo pase (siempre y cuando el bebé o la madre no necesiten atención médica urgente) todas las madres tenemos derecho a estar con nuestro bebé nada más nacer y siempre que queramos. Aunque desgraciadamente todavía en muchos hospitales no se respete esto o en otros (como es mi caso) se haga solo en casos extraordinarios debemos exigirlo. La separación rutinaria de madre e hijo al nacer es un error. La OMS la desaconseja con insistencia y sólo en caso de algún problema grave está justificada. (Puedes obtener mucha más información en la Web www.quenoosseparen.info).
Personalmente el hecho de que yo haya podido terminar de sacar a mi hijo de mí, y haberlo tenido encima todo el tiempo que quise, cuidándole, hablándole y dándole mimos, fue tan maravilloso que eclipsa todas aquellas cosas que ocurrieron en mi parto en contra de mi voluntad y mi deseo. Es sin lugar a dudas el momento de mi vida que recuerdo con más felicidad y alegría.

7. Realmente no sé si la necesité o no porque yo estaba concentrada haciendo bien mi trabajo (los pujos). En el momento escuché el corte y me dio mucha rabia porque yo estaba empujando muy eficazmente. Mi marido, que lo vio todo me dijo después del parto que cortaron porque la cabeza del bebé era muy grande y no lográbamos que terminara de salir, la matrona tuvo miedo de que yo me desgarrase más de la cuenta y decidió hacer la episiotomía, no porque hubiera sufrimiento fetal. Personalmente yo creo que la matrona, que había vivido muy de cerca mi parto, decidió hacerla “por mi” y no por el bebé. Es irónico porque desde luego yo habría preferido que no me la hicieran pero creo que ella lo hizo porque yo estaba realmente agotada y sedada después de 23 horas de parto y quería que el proceso terminase cuanto antes. Lo que desde luego debió hacer es preguntarme si yo quería que me la hicieran pero no lo hizo.
En mi caso, lo peor de la episiotomía fue:
En el momento en que cortaron no sentí nada porque todavía me hacía mucho efecto la epidural, pero oí el corte y recuerdo que me dio rabia. Sentí como si le quitaran mérito a mi trabajo, ¡con lo bien que estaba empujando! (me sentía una loba).
Lo peor de la episiotomía fue el posparto, sobretodo los primeros días. Recuerdo la primera noche en el hospital… Ezequiel lloraba en su cuna y yo no podía levantarme a cogerle, ni siquiera incorporarme porque me dolían mucho los puntos. Esta sensación fue mejorando día a día.
A pesar de haber tenido la episiotomía, que tanto miedo me daba, estoy muy contenta porque creo que he tenido suerte: No he tenido infección, cicatricé rápido y los puntos se cayeron en seguida. Dejé de sentir dolor en menos de un mes y pude retomar mi vida sexual muy pronto, a pesar de que las primeras veces sentía miedo porque pensaba que me haría daño o que se me abriría el corte. De aspecto, la vulva está prácticamente perfecta, el corte casi no se aprecia dado que fue pequeño y que, parece ser, lo cosieron muy bien.

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