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40 semanas

40 semanas.

Eso es lo que se supone que dura un embarazo, aunque en mi caso, siempre es y parece que va a ser más.

Aquí estoy yo, tercer embarazo, semana 40 y mi hija sin venir. El primero cesarea (aún no se si necesaria), el segundo vaginal y maravilloso... la tercera con 40 y sin venir y ya comienzan las presiones.

La experiencia no hace que se te quiten los temores, pero lo que realmente afecta es el trato que te dan si algo "sale de lo normal", esas informaciones a medias, esas miradas condescendientes, esa actitud de "tu no sabes lo que es bueno para tu bebé". Me hace tener sentimientos encontrados, rememorar viejos miedos y genera en mi rabia y ganas de pelearme y que me devuelvan mis horas perdidas en controles inncesarios o en dilataciones larguísimas.

Mi primer hijo nació hace casi 8 años. Antes tengo que decir que vivo en Alemania, que me vine a vivir enamorada y embarazada sin tener ni idea de alemán, por lo que dependía totalmente de mi pareja para todo.

Mi hijo nació en la semana 40+4, después de haber roto aguas. Yo tenía 24 años, no tenía muchos temores, pero sobre todo, no tenía información. Me dejé llevar completa y totalmente por la seguridad de que todo iría bien, que mi cuerpo y mi hijo sabrían lo que hay que hacer y mi pareja como yo así lo hizo también. Teníamos esa seguridad a pesar de que mi ginecóloga se pasó todo el embarazo metiéndome miedo: si tenía un poco alta el azucar, me mandaba a control al hospital, si el bebé era grande me mandaba a control, si ese día se movía poco, me mandaba a control... me pasé el embarazo de aquí para allá en controles que en el hospital encontraban innecesarios, pero que aceptábamos por el "bien del bebé". Imagino que para ella era algo nuevo tener a una madre extranjera, si no, no puedo entenderlo.

Por supuesto a la semana 40 comenzaron las presiones, las "si no empieza tendremos que inducirlo", los "podría sufrir", "si no viene ya"... Como si estuviese en mi mano tener contracciones y provocar el parto.

No tenía ni idea que el embarazo duraba más cerca de los 10 meses que de los 9, la aritmética me falló. Así, una noche, a las 00.15 rompí aguas. Estaba sorprendida de lo poco que dolía, de lo bien que lo llevaba... en fin, primeriza como era, no sabía la que se avecinaba.

No puedo dar datos técnicos del "parto" de mi hijo mayor, como decía, no hablaba nada de alemán y mi pareja tenía que traducirme todo a cada rato, además de darme apoyo moral y físico. Me obligaron a ponerme un enema, algo que me extrañó, pero que entendía como normal. Luego, a las pocas horas, comenzaron las idas y venidas de distinto personal. Hay que decir que estaba en un hospital universitario, con lo que no sólo había visitas de rutina de médicos, matronas, enfermeras, si no que además de vez en cuando había paseos de estudiantes de distinto tipo. Entiendo que los sanitarios deban formarse, pero quizás sería necesario fijarse en de qué forma se hace.

Yo no sabía, en ese momento, lo mucho que afectaría a la progresión de mi parto el que estuviesen constantemente "interrumpiéndome" y entrando en la sala. A eso se sumó la cegación que tenían con tenerme monitorizada a cada rato, obligándome a tumbarme sin permitirme moverme libremente por la sala. Más adelante descubrí que tenían además monitores inalámbricos, pero por alguna razón sólo me pusieron cables.

Al par de horas de no dilatar mi indujeron el parto y me pusieron la epidural. Se supone que a partir de ahí todo progresaría, pero para lo único que sirvió fue para que mi pareja descansase un rato. Yo seguía notándolo todo y sin poder dormir.

El "no parto" de mi hijo, duró 18 largas e interminables horas. No fue tanto el dolor, como el trato lo que peor llevé de la situación. Cada tacto era doloroso, en una de las revisiones la matrona me hizo tanto daño que mi marido estuvo a punto de pegarle, sólo por mi cara de dolor. Cada nueva entrada de un sanitario era una angustia nueva. Al principio creía que era sólo yo, porque no entendía el idioma, pero más adelante, cuando fuimos cicatrizando heridas, mi marido me contó que él se sentía igual que yo. Ese parto fue de todos, menos nuestro.

A las 18 horas, me hicieron una ecografía que confirmó que mi hijo estaba mal colocado, en lugar de con la coronilla, tenía puesta la carita, lo que hacía que mis contracciones fuesen "inútiles". A partir de ahí todo se precipitó. Al oir "cesarea" comencé a temblar irremediablemente, no podía controlar mi cuerpo. Luego, con la incisión no noté nada, pero cuando quisieron sacar a mi peque y comenzaron a sacar la placenta, lo noté todo. Fue tal mi impresión que tuvieron que dormirme completamente. Tengo fotos en las que salgo con mi hijo, pero no recuerdo nada... Sólo recuerdo despertarme a las horas, con mi marido al lado y sin mi hijo. Mi peque estuvo horas solo, quien sabe cuanto tiempo llorando, porque nadie nos dijo que el padre se podía quedar con él. Mi marido se quedó conmigo porque yo no podía expresarme, pero podrían haberle ayudado a "ayudarnos" a los dos.

Tuve que insistir mucho para que me subieran a planta, porque sólo así vería al niño. Cuando finalmente lo trajeron y lo pude conocer... no sentí nada. Sólo alivio porque estuviese sano, sólo el dolor que me provocó el efecto secundario de la anestesia, un dolor peor que una contractura en todo el lado izquierdo del cuerpo. Eso, sumado a que le dieron biberón sin nuestro consentiemiento, hizo que el principio de la lactancia fuese un desastre... duró tres dolorosos meses, cuando al final, por el bajo peso del niño, comenzamos con biberón.

Luego, más adelante, cuando me quedé embarazada de mi segunda hija, comencé a informarme, a leer, dí con la mina de oro: "El parto es Nuestro" y decidí hacer de mi segundo parto algo mío y sólo mío, como mucho extensible a mi pareja. Fue un parto maravilloso y considerado, pero también luchado, donde tanto mi pareja como yo tuvimos que ser muy firmes ante cuestiones que sabíamos eran importantes para sentirnos respetados.

Al informarme descubrí:

- que estar embarazada no quiere decir "enferma".

- que si mi embarazo no era de riesgo no había necesidad de monitorizar constantemente.

- que quizás si me hubiesen permitido moverme, mi hijo se hubiese "colocado" y yo hubiese podido parir.

- que el exceso de control, sin información, sólo sirve para asustarte.

- que si no te informas previamente, lamentablemente, tienes muchas posibilidades de perder el control sobre tu propio cuerpo.

- que no pueden obligarte a hacer nada que tú no quieras, pero que antes tienes que "empoderarte", como mujer, como madre e incluso como padre, sólo así puedes luchar y tener las fuerzas para asumir esa "carga".

- que sí se puede un PVDC y que puede ser la catarsis para curar esas heridas, tanto físicas como psicológicas, que te inflingieron si tuviste una "innecesarea".

- que la actitud del personal es fundamental para ayudar a esa situación óptima, donde sientes que un proceso tan natural y profundo es tuyo, del niño y del papá.

Ahora, en la semana 40 de mi tercer embarazo, mañana será la 40+1 y luego 40+2... y acabo de pasarme 3 horas en la clínica, porque hoy es domingo y aunque tenga que volver el martes, es mejor hacerme salir con 30º a la sombra a monitorizarme, que dejarme tranquila en casa y revisarme el martes. No sin antes añadir: "¡40 semanas y sin contracciones!". Cuando mis dos hijos nacieron después; en la semana 41 la segunda... y ambos sin sufrimiento fetal. Cuando en realidad sí he tenido contracciones, dos grandes durante el control, señal de que todo progresa, pero que mis hijos necesitan su tiempo y yo también.

Que decir tiene, que sigo asustada, pero también tengo mucha rabia y ganas de enfrentarme a este reto. Y que poder contar esto, rememorar mis otros partos y poder contarlo, me está ayudando a reunir las fuerzas para sentirme preparada para este que viene, que sólo deseo que sea como el segundo o al menos, no como el primero.