La mente del bebé recien nacido

¿Qué es lo que ves al observar los brillantes ojos de un recién nacido mirándote fijamente? ¿Son realmente los de una persona? ¿Este bebé que frunce el ceño en silencio o se pone rojo de rabia puede pensar y sentir? A pesar de su pequeño tamaño produce un convincen­te ruido, pero ¿está diciendo algo en realidad?

Hasta hace poco existían muchas teorías sobre los recién nacidos pero eran pocos los hechos conocidos. Durante innumera­bles siglos han estado separados del resto de nosotros por un velo de ignorancia. Aunque hayamos permanecido tan cerca de ellos, hemos ignorado lo sorprendentes que son. La sabiduría popular acerca de los recién nacidos se basaba en las patentes limitaciones de su tamaño, peso y fuerza muscular.

Por consiguiente, aunque se describieran a veces como unos seres adorables, se les consideraba incapaces, infrahumanos, prehumanos, torpes e insensibles y, como tales, eran tratados. La ciencia del siglo XX sostenía que los llantos de los recién nacidos eran meros sonidos «casuales»; sus sonrisas sólo «gases», y sus expresiones de dolor, simples «reflejos». La falsa información que ha existido sobre ellos ha hecho que la tarea de la crianza de los hijos fuera más difícil, y la primera infancia, más desdichada.

Ahora está surgiendo un futuro más brillante para los bebés, ya que en los últimos veinticinco años se ha estado investigando sobre ellos. La combina­ción sin precedentes del interés que han despertado, de las grandes sumas de dinero público y privado invertidas y de los innovado­res métodos de estudio empleados han producido una nueva informa­ción en gran parte sorprenden­te. Las contribu­cio­nes a nuestro creciente conoci­miento sobre el recién nacido proceden de diversos campos científicos, desde la embriología hasta la psicología.

Como la mayor parte de esta información se ha escrito en el lenguaje propio de los especialistas y se encuentra principalmente en las bibliotecas académicas, pocos padres han podido acceder a ella o han tenido el tiempo y la oportunidad de considerar estas distintas conclusiones como un todo. Este libro reúne los hechos más importantes incluidos en esta extensa literatura con el propósito de darlos a conocer a los lectores, en especial, a los nuevos o futuros padres. Aunque no se trate de una obra con notas a pie de página dirigida a especialistas, el lector interesado encontrará las fuentes y las lecturas apropiadas para cada capítulo al inicio de la página 219.
Los investigadores más destacados alaban ahora a los recién nacidos. Berry Brazelton, de Harvard, los califica de «talentosos»; Hanus Papousek, pionero alemán en estudios infantiles, de «precoces»; el famoso pediatra Marshall Klaus, de «sorprendentes». Y el Profesor T. G. R. Bower, uno de los investigadores infantiles más innovadores y producti­vos, declara que son «sumamente competentes» en cuanto a percepción, aprendizaje y comunicación se refiere.

Los bebés han alcanzado la mayoría de edad en nuestro siglo. Como se ha descubierto tanto sobre ellos y este impulso no ha dejado de aumentar, creo que el siglo XX ha sido el del recién nacido, la época en la que por fin hemos obtenido un conocimiento pleno y objetivo de todo lo que son.

A principios del siglo XX sólo existía un puñado de trabajos científicos sobre los recién nacidos en todo el mundo. A mediados de él, podían ya citarse casi quinientos. En los años sesenta y setenta, las publicaciones serias sobre esta literatura incluían al menos dos mil obras y artículos. Esta explosión informativa continúa. Los bebés se han medido por dentro y por fuera, han sido filmados con cámaras que permitían incluso analizar los microsegundos, se han observado durante infinidad de horas y examinado a través de inteligentes experimentos. Los resultados demuestran que captan información constante­mente y que aprenden de su experiencia igual que nosotros hacemos.

Uno de los aspectos más emocionantes de este nuevo conocimiento es el haber comprobado las capacidades del bebé en épocas cada vez más tempranas de la vida. Las tablas que calculaban las distintas edades en las que debían surgir determina­das aptitudes tuvieron que modificarse una y otra vez hasta retroceder casi al momento del parto. Muchas capacidades son innatas y parecidas a las de los adultos, y este descubrimiento ha sorprendi­do a los investigadores y ha echado por tierra algunas teorías. Una regla fundamental de la psicología evolutiva —que todas las conductas complejas se inician como simples conductas y se van desarro­llando gradualmente— se ha vuelto obsoleta. Sorprendente­mente muchas conductas se inician siendo ya complejas.

Lo cierto es que gran parte de lo que tradicionalmente se creía sobre los bebés era falso. Hemos comprendido mal y subestimado sus capacidades. No son seres simples sino complejos, pese a su corta edad: son pequeñas criaturas con unos pensamientos asombrosamente amplios.

El recién nacido sabe mucho más de lo que suponíamos. Tras haber visto el rostro materno durante algunos minutos después de nacer, puede ya identificarlo de entre una exposición de fotos. También reconoce el sexo de otros bebés aunque los vistamos con ropa del sexo contrario, siempre y cuando éste se mueva, algo que los adultos no podemos hacer. Es mentalmente curioso y está ansioso por aprender. Fíjate con qué soltura un recién nacido coordina sus sentidos: gira los ojos y la cabeza al unísono hacia el lugar del que procede el sonido; levanta las manos para protegerse los ojos de la brillante luz; mama y respira con perfecta sincronía en su primer contacto con el pecho materno, y grita y se retira al practicarle un corte en el talón para obtener una muestra de sangre.

El territorio de la vida anterior al nacimiento ha sido explorado como nunca antes se había hecho. Mediante la maravillosa técnica del microsco­pio electrónico, la fibra óptica y las lentes especiales, de la ecografía, y de otros inventos destinados a la medición, así como de las técnicas de laborato­rio, podemos obtener una visión completa del desarrollo de cualquier parte del sistema físico antes de nacer. Estos descubrimientos se han sumado a las numerosas capacidades del recién nacido que ya conocíamos.

Los neurocientíficos han descubierto la tabla cronológica del desarrollo del sistema nervioso. Por ejemplo, los estudios han demostrado que el sentido del gusto empieza a funcionar aproximadamente a la 14ª semana después de la concepción, y el sentido del oído, a la 20ª semana. Al cabo de tan sólo ocho semanas de gestación, al acariciarle las mejillas al bebé no nacido con un fino cabello, se producen reacciones que indican que la sensibilidad táctil ya se ha establecido. Durante la gestación van instalándose todas las estructuras, lo cual permitirá al recién nacido utilizar el sentido del olfato igual como lo hace cualquier adulto. También se da un desarrollo similar para poder usar la gran gama de facultades visuales. Se ha demostrado en muchos experimen­tos que el recién nacido está capacitado para el aprendizaje.

Una gran cantidad de descubrimientos científicos confirman lo que muchos padres y abuelos ya sabían: que el recién nacido es una persona de verdad. El entusiasmo que mostraban los padres por las capacidades del bebé solía calificarse de vanidad, parcialidad o de alucina­ción. Ahora la ciencia confirma que el recién nacido es un ser social capaz de establecer estrechas relaciones, expresarse con energía, mostrar preferen­cias e influenciar a los demás desde el primer momento. Puede integrar una compleja información procedente de numerosas fuentes y, con la pequeña ayuda de sus amigos, empezar a regularse a sí mismo y ajustarse al entorno.