Ana Castillo

Residencia: Suiza

Nací en 1970. Soy catalana de padres andaluces, aunque me siento vinculada a muchos lugares. Desde hace varios años vivo con mi familia en África, por trabajo y también por la atracción que sentimos hacia este continente y su gente. Me licencié en derecho y me especialicé en cooperación al desarrollo. Admiro los movimientos que tienen como finalidad última la defensa de derechos humanos y el progreso social. Por eso me gusta El Parto es Nuestro. Porque reivindica derechos elementales, como el derecho a una atención sanitaria adecuada, y actúa para favorecer cambios en el modelo de atención obstétrica de acuerdo con la evidencia científica más reciente.  

He tenido la suerte de dar a luz en cuatro ocasiones sin necesidad de bisturís, goteros ni intervenciones médicas, tres de ellas en la intimidad. Me sentí totalmente libre de expresar mi lado más instintivo y pude descubrir el potencial, la sabiduría de mi propio cuerpo y la riqueza de las sensaciones del parto. Hubo dolor, pero era un dolor de vida, que se alternaba con momentos de bienestar y que me invitaba a permanecer interiorizada. Traté de no resistir a la energía que encauzaba el parto, arrebatadora, intensa y dulce a la vez, y que situó mi conciencia en un plano que considero trascendental. Tras nacer mis hijos me inundó una increíble sensación de poder, de logro con mi propio esfuerzo, que ha repercutido positivamente en mi forma de vivir la crianza. Mi pareja fue el mayor apoyo y los dos sabemos que su protagonismo reforzó su confianza y le permitió tomar conciencia de la importancia de su papel de padre desde el primer instante.

Creo que dar a luz puede ser una ocasión extraordinaria que nos brinda la naturaleza para superar miedos y dotarnos de fuerza adicional para acoger y acompañar a una personita en su desarrollo. Lamentablemente, con demasiada frecuencia, la falta de sensibilidad de algunos profesionales y muchas intervenciones de rutina entorpecen y complican un proceso fisiológico sutilmente orquestado, socavan la confianza de la mujer en su poder para parir y provocan heridas más allá de lo físico. Siento indignación de que a muchas mujeres se les prive, gratuitamente y en contra de su voluntad, de vivir la experiencia única de dar a luz, que se prive a muchos hombres de participar plenamente en el nacimiento de sus hijos, y peor aún, que mujeres y niños sufran abusos y violencias durante un acontecimiento que merece el máximo respeto. Por eso decidí unirme a El Parto es Nuestro. Porque creo en la fuerza de iniciativas como ésta, que aspiran a que la violencia, la dominación y el miedo no se impongan desde el mismo nacimiento. Para que se ponga fin a la “epidemia mundial del parto intervenido” de la que alerta la OMS desde hace años recordando que “toda intervención innecesaria es peligrosa”. Para que se proteja con humildad la vida y se respete el misterio del encuentro mágico de cada mujer con su bebé.