¿Qué hay que cambiar?

¿Cuáles son las principales quejas de las mujeres sobre la atención al parto en España?

  • Sufrir la presencia de estudiantes y que éstos les realicen tactos vaginales para aprender la técnica

Los tactos causan dolor y malestar a la mujer, son una práctica muy intrusiva y pueden provocar infecciones, al transportar los gérmenes de la vagina allí donde pueden hacer daño: el cuello del útero. Por estas razones, su uso debería limitarse estrictamente a una indicación médica en beneficio de la mujer. En todo caso, la Ley General de Sanidad (y ahora la reciente Ley 33/2011 General de Salud Pública) exige el consentimiento expreso e informado de los usuarios antes de ser incluidos en un proyecto docente, lo que raramente se hace en los hospitales españoles cuando la usuaria es una mujer que va a dar a luz.

Más grave aún, un manual de obstetricia y ginecología con el que topé hace poco citaba, entre las indicaciones para practicar un fórceps, la que denominaba “indicación didáctica”. Es decir, autorizaba esta intervención, que puede causar lesiones graves en el niño y dejar los genitales de una mujer hechos picadillo, con la única finalidad de enseñar a unos estudiantes el procedimiento. Pienso que con esta práctica lo que realmente se enseña al estudiante de ginecología y obstetricia es que la mujer de parto es un mero contenedor de bebés, alguien cuyos genitales están a disposición "de la ciencia" y no de ella misma. Creo que esta práctica es en realidad un ritual de normalización de la violencia hacia las mujeres digna de estudio por parte de la antropología y la sociología. Recomiendo al respecto los textos de Isabel Aler Gay, profesora de sociología de la Universidad de Sevilla.

  • Recibir frases despreciativas o ser objeto de actos vejatorios

Estos testimonios hablan por sí solos:

“...Yo lloraba y lloraba. La ginecóloga me dijo 'si quieres te pintamos la habitación de rosa'. Cuando alcancé los diez centímetros de dilatación me dijeron que iban a hacerme una cesárea sin más explicación. Me agarré a la camilla y pregunté por qué y entonces se miraron la comadrona y la ginecóloga y una le dijo a la otra '¿Tu crees que ésta pare por abajo?' Ese 'ésta' se refería a mí. Yo estaba allí, era 'mi' parto y mi hija. Me dolió y humilló que hablasen de mí como si no existiese." M.F., Hospital de Móstoles, Madrid.

“Una enfermera detectó sufrimiento fetal, a lo que la doctora respondió: 'como no va a sufrir el feto con la madre que tiene, que ni sabe empujar'. Me llevaron al quirófano y mi bebe nació por cesárea. Tenía neumonía y estaba muy grave, por lo que lo llevaron a la UCI.” P.G., Hospital Materno Infantil de La Coruña.

  • La falta de intimidad

Las puertas de los paritorios suelen estar abiertas a los pasillos y el personal entra sin llamar ni pedir permiso. En muchos casos, los genitales de las mujeres son afeitados o incluso se realizan cesáreas con las puertas abiertas y delante de personal no médico, como cuenta este testimonio de Lucía:

“Una recién parida, rodeada por 4 o 5 personas con bata gritaba de dolor, mientras las otras la reprendían y la amenazaban con contarle lo mal que se había portado a su hijo de 9 años mientras le curaban las heridas. Yo estaba vuelta contra la ventana, que si hubiera querido podría haber visto todo el espectáculo sin problemas ... y cualquiera que entrase por la puerta. Eso es consideración.”

“Yo tengo dos hijos, ambos por cesárea sin remedio (ya lo sabía antes de quedarme embarazada, tengo una malformación que obliga a ello). No me quejo de la cesárea en sí, pero sí de algunas cosas que ocurren en los hospitales: que te lleven a paritorio (junto al quirófano) para monitorizar y en la sala de enfrente estén haciendo una cesárea con las puertas abiertas, y tú viéndolo todo; que oigas decir 'ésa, como siga gritando, se va a ganar una cesárea', ¡y tú esperando la tuya! ¡Así dicho parece un castigo divino! ; que no me pudieran sondar y les molestara que les llamase cada media hora en la UCI para hacer pis." A.B., Hospital Clínico de Madrid.

  • Ser separadas de su recién nacido por rutina

“Yo tuve un parto de lo que se llama 'normalito': oxitocina, epidural, episiotomía ... En ese momento todo me pareció normal. No me sentí protagonista, desde luego, pero tampoco fue tan traumático como para otras mujeres. Hay una cosa, sin embargo, que me ha dejado mal, y es que yo quería quedarme con mi hija. Pero vino una enfermera y se la llevó 'para observarla', porque era el 'protocolo'. Yo estaba recién parida y no me sentí con fuerzas para discutir. Luego he pensado mucho en que mi hija estuvo muchas horas solita, que buscaría mi pecho y yo no estaba allí con ella”. A.G., Clínica privada de Madrid.

  • No pedir el consentimiento de la mujer u obtenerlo mediante coacción y amenazas

Generalmente, la coacción consiste en alegar la existencia de un riesgo grave e inminente para la salud del hijo, en realidad inexistente, cuando los padres optan por una alternativa que no gusta a los asistentes. Esta situación es tan común que hasta tiene nombre:' la carta del bebé muerto'. Los profesionales saben que, cuando se saca esta carta, se anula la capacidad de los padres para ejercer su poder de decisión.


Francisca Fernández Guillén, abogada