4. Decide qué quieres y qué no en tu parto.

El mensaje que erróneamente se transmite de forma habitual es que es el profesional quien "hace el parto", siendo el papel de la mujer el de limitarse a acatar las decisiones que el profesional le dirija. Esta idea, tan presente en nuestra sociedad actual, parte de la concepción de la relación médico-paciente como una relación de subordinación, cuando lo cierto es que la mujer ni siquiera es una paciente, pues no está enferma, es una usuaria del sistema sanitario perfectamente sana, que simplemente va a dar a luz. El profesional tiene la obligación de asistirle, respetando siempre que sea posible, los deseos de la mujer.

¿Qué quiero yo para mi parto?

¿Cómo me gustaría que fuera el nacimiento de mi bebé?

Es fundamental que te plantees estas preguntas para poder saber cómo quieres vivir ese momento y que esperas de las personas que te asistan durante el mismo.

Eres tú quien va a parir y tu hijo, quien va a nacer. Es por ello que te corresponde a ti tomar las decisiones relativas a la atención al parto que deseas recibir. Según la OMS: "Toda mujer tiene derecho a una atención prenatal adecuada y un papel central en todos los aspectos de dicha atención, incluyendo participación en todos los aspectos de dicha atención, incluyendo participación en la planificación, ejecución y evaluación de la atención...Toda la comunidad debe ser informada de los distintos métodos de atención al parto, de modo que cada mujer pueda elegir el tipo de parto que prefiera." - Recomendaciones de la OMS sobre el nacimiento. Declaración de Fortaleza de 1985.

Conviene que conozcas las recomendaciones sobre la atención al parto da la OMS, y así una vez informada puedas decidir que quieres y qué no en tu parto. En la clasificación de las prácticas en el parto normal (Ginebra, 1999), la OMS estableció 4 categorías:

  • Prácticas que son claramente útiles y deben ser promovidas (entre otras, apoyo afectivo de los asistentes durante el parto, respeto a la elección de los acompañantes de la mujer durante el parto, monitorización fetal con auscultación intermitente y libertad de posición y movimiento durante todo el parto);
  • Prácticas que son claramente perjudiciales o ineficaces, que deberían ser eliminadas (entre ellas, uso rutinario del enema y del rasurado púbico, y perfusión intravenosa de rutina en el parto);
  • Prácticas de las que no existe evidencia clara y deben usarse con cautela (por ejemplo, rotura artificial de la bolsa amniótica en la primera fase del parto);
  • Prácticas que a menudo se utilizan inadecuadamente (entre ellas, restricción de líquidos y alimentos durante el parto, control del dolor con anestesia epidural y monitorización fetal electrónica).