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NACIMIENTO DE HÉCTOR

Llevábamos unos días esperando el nacimiento de Héctor y un día y medio antes del mismo empecé con pródromos por la tarde (día 11 de agosto). Teníamos tantas ganas que pensábamos que sería ya, hasta llamamos a los abuelos para que vinieran a por Jaime. Pero al llegar la noche todo se paró y descansé muy bien toda la noche. Por la mañana (día 12 agosto) nos fuimos al museo del ferrocarril, ya que estábamos de vacaciones. Aunque tuve algunas contracciones, estaba tranquila y disfruté de la que sería la última mañana en la que fuéramos tres en familia.

Al llegar a casa comimos y parecía que las contracciones eran más seguidas y molestas, así que yo me metí en la habitación con el aire acondicionado y la música que había preparado para éste momento. Y ahí estuve, mientras que el papá y Jaime veían una película, yo intentaba relajarme y prepararme para el gran momento.

Al final de la tarde volvimos a dudar si llamar a los abuelos, pero como las contracciones se pararon un poco no lo hicimos y cenamos tranquila y copiosamente. Yo estaba algo decepcionada de que todo se volviera a parar.

Pero de repente todo comenzó de nuevo y esta vez no había lugar para la duda, Héctor nacería pronto.

Las contracciones eran dolorosas, rítmicas y muy seguidas, y nada me aliviaba: ni la pelota, ni los movimientos pélvicos, sólo colgarme de algo, la mayoría de las veces del cuello de Emilio o sino de una toalla colgada, lo que fuera. Se llevaron a Jaime sobre las 11 de la noche.

Pusimos música relajante (mantras) e incienso, disponiéndonos a aguantar lo máximo en casa, pero en una hora decidimos irnos al hospital (salimos a las 12 y media de la madrugada), ya que las contracciones no me daban tregua, eran cada menos de un minuto y muy muy intensas.

El camino al hospital de Torrejón se hizo muy largo (20 minutos), sabíamos que ya no había retorno posible.

Al llegar al hospital (1 y 10) y decir que estábamos de parto nos pasaron en seguida al triaje y de ahí un celador nos acompañó a paritorios ¡Vaya caminito más largo esos pasillos eran interminables! Y yo iba respirando y gritando lo que me pedía el cuerpo, en ningún momento me cohibí.

Al llegar a la sala de espera, en seguida nos llamaron. “Hola soy Antonio y seré tu matrona” Al oír esas palabras, supe que estaba en buenas manos (me pareció recordar algún relato de parto en el que hablaban muy bien de él).

Fuimos a monitores, yo estaba muy incómoda sentada, así que los pasé de pie. Yo pensaba ¿Cuándo me llevarán a paritorio? Creo que esta claro que estoy super de parto! Se me hizo eterno.

Al final, volvió Antonio y pasamos a la sala de exploración. Antonio me pidió permiso para hacerme un tacto vaginal y lo hizo de una forma muy muy delicada y respetuosa (lo mismito que en el 12 de octubre… ejem). Estaba de 5 cm, pero los paritorios esa noche estaban a tope. Antonio nos pidió que aguardáramos en la sala de exploración hasta que prepararan un paritorio, y así lo hicimos, pero esa espera se alargó alrededor de una hora y a mí me estaban empezando a entrar ganas de empujar al final de cada contracción.

En dos ocasiones mandé a Emilio a que avisara a Antonio, que nos vino a ver muy apurado por la imposibilidad de pasarnos ya al paritorio, pidiéndonos que esperáramos un poco más. Dentro de lo delicado de la situación no me puse nerviosa, pero estaba incómoda y cansada de estar de pie tanto tiempo, y aguantando las contracciones que eran tremendas.

Al fin llegó el momento de pasar a nuestro paritorio, era amplio, y con luz tenue. Antonio me sugirió que me diera una ducha y así lo hice, pero rápidamente me sequé, porque lejos de aliviarme, me destemplé. Así que me puse el camisón que me dieron y me eché en la cama de lado. Éste fue un momento de agotamiento y parálisis, pero duró poco. Volvió a entrar Antonio y me sugirió hacerme otro tacto y acepté: estaba de 10 cm! Y serían las 3 de la mañana aproximadamente.

Antonio me preguntó que qué me parecía que trajeran una colchoneta y probáramos en cuadrupedia y me pareció bien.

En seguida me desnudé, porque me estorbaba la ropa. Mi marido se sentó de manera que yo apoyaba mi cabeza sobre una almohada, entre sus piernas, aguantando mis embestidas cuando venían las contracciones. Entre Emilio y Antonio me ayudaban a respirar y a hacer los cantos.

Ya empujaba muy fuerte, pues así me lo pedía el cuerpo. Hubo algún momento que pensé que no podría pero me animaron y apoyaron tanto entre mi marido y mi matrona… En esto que nos piden permiso para que entre una residente de matrona, y aunque dudamos al principio, accedimos.

Al entrar Patricia en pleno expulsivo, comenzó hablándome mucho y eso me molestó, pero luego fue muy cariñosa y profesional y ayudó mucho también.

Rompí aguas de una manera explosiva, ¡me di un susto! Y después comencé a cansarme de la postura. Me propusieron traer la silla de partos y me pareció bien.

Emilio se sentó detrás de mí y me apoyaba en él hacia atrás. Poco a poco la cabecita de Héctor comenzó a asomar, Patricia y Antonio me invitaron a tocarla y a verla gracias a un espejo. ¡Lo iba a conseguir! Eso me dio fuerzas. También me sugirieron que realizara pujos mas largos y sostenidos en vez de tan cortos como los estaba haciendo (empujaba con cuidado porque me daba miedo o no sé si porque me dolía más). Les hice caso y en seguida coronó la cabecita ¡Qué intensidad!

Ahora tocaba empujar despacito para evitar un gran desgarro, ¡y la cabeza salió! Qué emoción, le tocaba y le hablaba y en seguida salieron los hombros y lo terminé de sacar yo ¡Hola Héctor ya estás aquí! Y he parido de la forma que deseaba hace más de tres años! ¡Lo hemos conseguido papá! ¡Gracias mil gracias! Lloramos de emoción, creo que todos los presentes y Héctor sobre mí también lloraba.

En cuanto Emilio cortó el cordón (una vez dejó de latir) vino una pequeña contracción y salió la placenta, y que bien porque no quería que me pusieran oxitocina sintética. Y de ahí más de dos horas solitos piel con piel, y el papá se puso a avisar de la gran noticia.

Tengo que agradecer:

  • Al hospital De Torrejón por el excelente protocolo de atención al parto normal.
  • A mi matrona: Antonio. Nunca te olvidaré, me trataste de forma exquisita y me ayudaste a hacer lo que por naturaleza soy capaz.
  • A mi marido y padre de mis hijos por su apoyo incondicional antes, durante y después del parto, por confiar en mí y ayudarme tanto a que Héctor naciese así.
  • A Jaime, mi niño mayor que al nacer por cesárea, me hizo preguntarme si otra atención para el parto y otra forma de parir era posible. Y la respuesta fue que sí.
  • A la asociación El Parto es nuestro, por su labor indispensable para mí y a cada una de las mujeres y familias que me acompañaron en las reuniones. Información es poder y yo la tuve toda, gracias a vosotras. En especial las coordinadoras del grupo de Arganzuela: Arancha, Amelia y Hortensia.
  • A mí y a la madre que me parió ¡Viva!