Idoia Armendariz Mantaras
16 Ene 2013
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La incubadora: buen invento, mal uso.

Parte I

Con motivo del 60 aniversario de la invención de la incubadora, se han difundido artículos en los que se alaban las bondades infinitas que ha traído este invento.

La incubadora ha sido un avance tecnológico en un momento en el que morían casi todos los bebés prematuros, pero supuso al mismo tiempo la implantación de un tipo deshumanizado de atención a los prematuros que se mantiene hasta nuestros días.

La historia de la incubadora comienza realmente hace bastante más de sesenta años. Fue hacia 1880 cuando Tarnier, un obstetra francés, inventó la incubadora, reduciendo la mortalidad de los prematuros en un 50%. Counier, un colega suyo, realizó exposiciones en las que se cobraba por ver a los prematuros en las incubadoras; a sus madres no se les permitió cuidarles durante los días que duraban las exposiciones. Imitando el modelo de estas exhibiciones comerciales, se implanta un tipo de cuidados neonatológicos que excluye a la madre, sustituyéndola por una incubadora. El sistema se basaba en la limpieza, la esterilidad y la exclusión de la madre. No fue hasta la década de los 70 cuando se permitió a las madres comenzar a acceder a algunas unidades neonatales. En muchas otras, hoy en día se sigue sin permitir el acceso sin horarios de los padres a las unidades neonatales.

La invención de la incubadora marca más de 100 años de separación forzada
entre los prematuros y sus madres.
Este formato se extendió también a los nacidos a término, implantándose
la separación rutinaria después del parto.

Sobre la imagen: Exposición de Incubadoras con prematuros. Pan-American Exposition. 1901

Para leer más (en inglés) sobre el modelo de atención que se promulgó con las primeras incubadoras: