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11 Nov 2010
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6 comentarios

Dentro de mí. Doris Lessing

Extracto del libro Dentro de mí (1994), de Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura 2007. Mi
segundo parto no fue lo que esperaba. Hago este apunte por esa afirmación de que lo que determina el transcurso del parto es la actitud mental. Mi primer parto o lying-in (“reposo en casa” como solía llamarse antiguamente al parto y con bastante acierto, pues debías guardar reposo durante semanas) lo abordé tranquilamente, sin esperar dolor, o dificultades, dada mi joven y arrogante salud. Pero el dolor fue terrible; después el bebé acabó por agotarme, seguramente debido a la exuberante salud que heredó de mí. Y por eso la segunda vez me preparé para un parto doloroso y para otro combativo bebé. De nuevo la Primera Dama de la Clínica de Maternidad, la estúpida enfermera autoritaria, esas joviales enfermeras que se aseguran de que las madres y los bebés se vean lo menos posible. Yo estaba en una habitación en el extremo opuesto de la entrada, la habitación contigua a la que había ocupado anteriormente; la vida en una pequeña ciudad ofrece continuidades insospechadas para los habitantes de las grandes ciudades. Llegué, como la primera vez, por la noche, tras reconocer los dolores que eran diferentes a otras punzadas, retortijones, sensaciones, presiones del final del embarazo, y por la inconfundible oleada de energía de la que te provee atentamente la Madre Naturaleza. Sola, iba y venía por la habitación, después de haber sido bañada y, por supuesto, afeitada. Como de costumbre, la clínica ya no daba más de sí. “Tú sé buena chica”, gritaban las enfermeras, asomando sus cabezas sonrientes por la puerta. Yo quería estar sola. Paseé, paseé toda la noche, dando vueltas y vueltas, fui a ver a los bebés que al principio todavía dormían, pero después los evité cuando empezaron a dar gritos, dos horas antes de la hora de comer. Miré las estrellas por la ventana. (…) Después, a las diez de la mañana, unas punzadas aguadas, entraron el doctor y las enfermeras, y el bebé nació al cabo de media hora. Todavía esperaba que comenzara el parto. Me había dolido muy poco antes del cloroformo. Me enseñaron una niña menuda, más pequeña que su hermano, y al mismo tiempo hecha evidentemente de algo diferente, una cosita hermosa lista para ser abrazada y mecida. Pero: “Pronto acabará con tu paciencia”. “Por favor, enfermera, no te la lleves”. Oh, ya, pues entonces sólo un minuto. Los diminutos labios se aferraron al pezón, de nuevo el milagro, la vida que sabe exactamente lo que tú sabes. La enfermera está de pie frente a ti, con el ceño fruncido. “Todavía no tienes leche, ¿sabes? Mañana te bajará”. Y se llevaron al bebé triunfalmente, y a mí me dejan sola, lista para llorar desconsoladamente, en la cama. Pero faltaba otra vuelta de tuerca. La enfermera había prohibido a los hermanos y hermanas visitar al recién nacido a causa del peligro de infección. John [su primer hijo] vino con su padre y se quedó de pie, fuera, tras la ventana, en la entrada, y desde el otro lado yo alzaba al bebé en brazos y se lo enseñaba. Me sentía fatal. Él también tenía el ánimo por los suelos. No se me ocurre nada que pueda despertar más celos hacia el recién nacido, o que produzca más ansiedad a la madre. Esto fue lo peor de este segundo nacimiento. (…) Es normal que uno se pregunte: “Si era tan horrible aquel lugar, ¿ por qué volviste?”. De hecho es una buena pregunta. Pues bien, hasta más adelante no supe lo horrible que era. Y “todo el mundo” iba allí. Tampoco había otro lugar adonde ir, realmente. No recuerdo clínicas de parto. Me refiero, por supuesto, a las mujeres blancas. Si hablamos de la pasividad de la mujer, y buena parte de mi actitud era de pasividad, creo que los hombres pocas veces carecen de pasividad cuando se trata de médicos.
Raquel (unverified)
11 Nov 2010
Qué interesante. Gracias por colgarlo. Estoy de acuerdo con la afirmación de que el proceso del parto lo determina la actitud mental. El mío tampoco fue como me esperaba, por la brutal razón de que no esperaba nada en concreto, iba completamente abierta a cualquier reacción del tándem cabeza-cuerpo, pero mi (dañada) actitud mental determinó que no tuviera un parto tan maravilloso como habría podido. Las palabras de Lessing nos remueven, una vez más, las entrañas. Raquel
Merce (unverified)
11 Nov 2010
Qué triste saber que estas sensaciones son algo tan común y que mujeres que deberían estar más preparadas, no profesionalmente sino psicológicamente para ayudar a sus congéneres se sientan triunfalistas (por experiencia propia) de seguir con protocolos higienistas y a la vez antinaturales. Me alegra, sin embargo que cada vez se alcen más voces en contra del sistema sanitario que nos engulle. Qué falta de educación sexual y hambre de ella al mismo tiempo. Gracias por compartirlo. Mercedes
Azucena (unverified)
11 Nov 2010
Desgarrador...
Anabel (unverified)
12 Nov 2010
Triste que muchos años mas tarde, las cosas sigan igual, quiero recalcar esta frase. "De nuevo la Primera Dama de la Clínica de Maternidad, la estúpida enfermera autoritaria, esas joviales enfermeras que se aseguran de que las madres y los bebés se vean lo menos posible"
Camu (unverified)
20 Nov 2010
Hermoso y desgarrador relato, pero a la vez increíblemente común. Por suerte hoy se está dando una oleada de conciencia hacia el respeto por el vínculo, afecto y la necesidad de cercanía del bebé con su madre y demás miembros de la familia. Sí es posible retomar lo hermoso del parto!, solo tenemos que esforzarnos un poquito, conversar con otras madres, exigir nuestros derechos, no ser tan "pasivas". Mi parto gracias a Dios fue hermoso, a pesar de pequeños detalles por estar en una clínica, pero hermoso al fin, la próxima espero poder hacerlo en casa. Gracias a por compartir estas experiencias.
Adri (unverified)
7 Ene 2011
No soy madre, pero me estoy informando ya, por si llega. No confío en el sistema, ni sanitario, ni político, ni social. Tengo motivos de sobra para ello. Las explicaciones, los argumentos, las deben dar los que, a pesar de los resultados, siguen confiando en este montaje inhumano. No quiero que me lo cuenten, quiero investigarlo yo, formarme, tener una idea sana, justa y sincera. No quiero que me manipulen. No quiero ser espectadora. Y... Me asustan...Relatos como éste...Y que cada mujer que dice haber tenido un parto bonito en hospital, tenga siempre peros... Sin embargo...A la vez, siento una sensación creciente de libertad, porque me siento más informada. Creo que empiezo a entender en qué consiste. Gracias a todas y cada una de estas experiencias narradas, compartidas y regaladas. Son reveladoras. Un saludo: Adriana